Archivos para 29 junio 2011

[2Min] Babylon: Capítulo 6.


Capítulo 6: Clever.

A un ritmo constante y casi sin pestañear Minho tecleaba en su portátil lo referente a su último trabajo. Habían pasado casi dos semanas desde navidad y avanzaba a pasos agigantados sobre su propuesta publicitaria. Encerrado en su oficina, no dejaba que nadie le interrumpiese. Le había pedido a su secretaria que desviara todas sus llamadas y solo contestaba su celular cuando se trataba de Kibum. Solo un par de horas más, la redacción de unas cuantas ideas y colores en el anuncio y se daba por terminado el trabajo de hoy.
Iban a ser casi las siete de la tarde cuando su móvil vibro. Kibum era muy puntual.

– Estoy fuera – dijo la voz por el aparato. Parecía tiritar un poco.

– Salgo de inmediato.
Colgó y cerró todos los programas en su ordenador. Mientras se apagaba el aparato se calzó el abrigo negro y ordenó papeles dentro de su maletín, aquel de cuero negro que le había obsequiado Kibum para navidad. La pantalla dio en negro y Minho cerró el portátil. Se dirigió a la puerta y apagó las luces antes de salir. Se despidió de su personal en los pasillos y tomó de inmediato el ascensor que estaba detenido. En el descenso repasó su agenda tipiada en su móvil touch. Hoy correspondía “Zona de Restaurantes alternativos”.
Durante la semana, gracias a la famosa tarjeta de dorada, se había dedicado, junto con Kibum, a recorrer cuanto lugar salía en la lista que había dejado el señor Yang. Su novio, un experto en el tema, él, un novato. Dio con sitios que en su vida había visto y se sorprendió descubriendo que se la pasaba bastante bien, aunque, había que reconocer que su acompañante ameritaba el éxito de la salida.
Estuvo en variadas discotecas y pubs. La mitad del tiempo se dedicaba a su trabajo y la otra mitad a disfrutar. Ese fin de semana correspondía visitar restaurantes y comenzarían por el exclusivo “Clever”. Ubicado a unas cuadras de su trabajo. El sitio tenía reputación de mafia, eso había escuchado. Pero ya no le sorprendía, se puede decir que la mayoría de los sitios en la lista del señor Yang llevaban la misma apellido “turbio”. Se comenzaba a preguntar si el señor sería uno de esos empresarios corruptos.

Salió del ascensor y del edificio. Afuera hacía un frio espeluznante. Kibum tiritaba de pie a un costado de la acera. Levantó el cuello de su abrigo y se acercó al chico de plateado (un color común en él). Como siempre su novio desbordaba extravagancia y buen gusto.
En el aparcadero cogieron su vehículo de inmediato y entre charlas sobre el frió y lo agotador que había resultado ser el día de hoy, se dirigieron al restaurante.

Clever era un sitio como cualquier otro, pero algo de cierto había en esos rumores sin origen aparente que daban vueltas por ahí. Su fachada era elegante y simple, pero el ambiente en su interior era denso y desorbitante. Minho ya lo descubriría. Kibum solo ansiaba llegar.
Apenas cruzaron las puertas de metal de Clever Kibum corrió a la recepción. Y vaya sorpresa que se llevó el alto encontrándose tras el mostrador al tal Richy. La imagen mental de Jjong desnudo cruzó por su cabeza y una sonrisa burlona se asomó en su boca. El chico rubio, de rasgos occidentales vestía elegantemente de etiqueta llevando un broche de “Administrador” en su saco. Era el encargado y Minho sintió cierta fianza cuando estrechó su mano. El rubio les daba rienda suelta para que disfrutaran del lugar y se abastecieran de todos los servicios que allí ofrecían.
La palabra “servicio” le había sonado rara. La reacción de Kibum fue demasiado picara con respecto a Richy. ¿A qué se refería?

El rubio administrador los condujo mas tarde a la glamorosa “Zona VIP”. Minho comenzaba a acostumbrarse a ese tipo de exclusividades, gracias a la tarjeta podía gozar de ciertas comodidades exigiendo tratos especiales. Cuando la devolviera la echaría de menos.

El sector, atestado de luces fluorescentes, estaba cargado de un olor a humo, a cigarrillo y a marihuana. Incomodo se tapó la nariz pero luego ya se acostumbró al olor. Con Kibum, ubicados en un enorme taburete de terciopelo azul, se quitaron los abrigos y se acomodaron. Richy desapareció dejándolos con el permiso de ordenar lo que quisiesen.

– Está lleno de modelos – le susurró. Minho miró al resto de los presentes y concordó con el que se trataba de puras celebridades.

– Hola Kibum.
Una muchacha en extremo delgada y con una achocolatada cortina de pelo sobre sus hombros saludaba de pie.

– Hola Yeun – se había levantado he intercambiaba cierta palabras con la chica que alguna vez trabajó para su revista. La muchacha llevaba un vestido bastante holgado con escote muy pronunciado, sostenía un trago y observaba al estiloso chico con la mirada algo perdida.

– ¿Qué tal si se unen? – preguntó señalando los taburetes al otro lado de la sala. Minho diviso unas cuantas modelos más y unos chicos que creía conocer. Kibum entusiasmado cogió sus cosas y junto con Minho y la delgada muchacha caminaron hasta su nuevo destino. El grupo de perfectos modelos los recibió con algarabía, el exceso de copas ya manifestaba su euforia y su buen humor.
Si, hoy sería una noche movida y divertida.

Con el olor a cigarrillo impregnado en la ropa y el olor a alcohol en la boca Kibum se tambaleaba un poco para ponerse de pie. Luego de unas cuantas copas y divertidos chistes, las modelos habían insistido en que caminara un poco para que se luciera y ellas poder deleitarse con él también. Entre risas y piropos su novio desfiló sin vergüenza y con demasiada actitud entre el resto de los presentes en la zona. La verdad es que le hacía gracia, y sin ocultar su risa Minho se unía al coro de manifestaciones que hacían los demás sobre Kibum. Había resultado ser todo un show. El chico gay desinhibido, moviendo las caderas escandalosamente al pasar, sintiéndose una diva en medio de su público. Fue bastante gracioso como también bastante tentador. Y solo fue hasta que Kibum sintió la necesidad de despojarse de su ropa que Minho se puso en pie y lo trajo de vuelta a sus sillones. Las protestas no se hicieron esperar y el alto se llevó unas cuantas pifias. A pesar de eso ambos sonreían. Se la estaban pasando muy bien.

– ¿Nunca pensaste en ser modelo? – le preguntó una de las chicas al regresar.

– La verdad es que si – dijo Kibum -, pero me gusta más la idea de estar con uno.

Miró a su novio de forma suspicaz y el alto le devolvió el gesto con un insinuoso abrazo.

– ¡Es cierto! – saltó uno de los chicos -. ¡Ya se de donde te conozco! Por eso tu rostro se me hacia familiar – apuntó a Minho y entornó los ojos -. Taipei, Taiwan, colección otoño Bogner 2006.

– ¡Woooo! – exclamó Minho abriendo los ojos -. ¿También estuviste allí? – soltó a Kibum y el resto del grupo se quedó observándolos, incluso él.

– ¡Claro! Y como no recordarlo.. – sonrió, y esa sonrisa no le gusto nada a su novio -, ahora me acuerdo de ti perfectamente.

Ambos chicos se miraban como si un campo magnético hubiera caído sobre ellos. Ni el agarre de su novio sobre su brazo impidió que Minho dejara de observarlo como hipnotizado.

– Hotel Yeian… – murmuró el alto -, Martini…

– Martini y vodka con hielo… -terminó la frase el modelo -, habitación 701.

– ¡Por dios! ¡Onew! – exclamó Minho sin poder contener la emoción -. ¡Cuánto tiempo hombre!
Se soltó del agarre de Kibum y fue al encuentro de los brazos extendidos del chico de cabellos castaños. Ambos se abrazaron de forma amistosa. Era un encuentro de viejos amigos de trabajo y a Minho eso lo puso todo lo eufórico que el alcohol podía dejarlo.

– ¡Has cambiado demasiado! – exclamó Minho.

– Tu también. ¡No te había reconocido!

– ¡Ni yo!

Deshizo el abrazo y se quedó allí dándole palmadas suaves a los hombros de Onew.

– Gran desfile el de Taipei – siguió el modelo. Minho rió y abrazó al chico con un brazo por los hombros.

– ¡Como olvidarlo!

– Trabajábamos juntos – explicó el castaño luego de percatarse de que tenían la atención del resto de sus compañeros -. Nos conocimos en el desfile de otoño de Taipei y uuufff… que manera de divertirnos ¿no?

Minho captó inmediatamente la mirada glacial que le dirigía Kibum. Se estaba poniendo celoso y decidió explicar de inmediato que su relación con Onew solo fue de amistad.

– Éramos cómplices – continuó Minho -. Onew se dedicaba a embobar modelos para mí y yo para él. Y esa noche en el hotel Yeian… – se miraron y rompieron a reír.

– ¡No me digan! – saltó una de las modelos -. Eran los novatos de ese año.

– ¡Siiiiii! – gritaron los dos y la risa esta vez fue general. Kibum era el único que aun no lograba entender muy bien.

– Los principiantes de modelo tienen iniciación – le explico Minho a su novio entre risas -. Nosotros éramos los novatos ese año, y bueno, los más antiguos se encargaron de hacernos beber mucho. Cuando ya no dábamos más despiertos nos llevaron a la habitación y… – rió -. Se deshicieron de nuestra ropa. Al otro día amanecimos en mitad del jardín del hotel, desnudos, mojados por las regaderas automáticas y muertos de frio.

– Sin contar las risas y miradas escandalosas de los demás huéspedes – agregó Onew.

– Fue todo un bochorno – Minho reía encantado e intentaba traspasarle de su alegría a su novio, que no dejaba de mirara ceñudo a Onew. El castaño había captado su cambio de humor y dijo algo al respecto.

– Solo éramos amigos – sonreía -, no soy gay – agregó ganándose automáticamente la simpatía de Kibum.

– Debo reconocer que en ese tiempo yo tampoco lo era, amerito el cambio a mi afición de modelo.

– Brindo por tu afición entonces – exclamó Kibum levantando su copa y ganándose la risa de los demás. Todos levantaron sus copas y brindaron a coro por los modelos, la ambigüedad, la amistad, el derecho gay, los estilistas, directores, los camareros, las aceitunas y cuanta cosa de les pasaba por la cabeza. El haberse encontrado con Onew después de tantos años dió una ronda gratis de martinis por su parte y su buen humor garantizado durante toda la noche. En grupo compartieron de lo lindo hasta que la llegada de ciertos personajes puso denso el ambiente.

– Aishhh.. – se quejó Onew -, ya llegaron las zorras – y pegó con el codo a sus amigos. Las chicas pusieron cara de asco y los hombres se limitaron a fruncir el ceño. Minho y Kibum observaron a los recién llegados. Un par de hombres en terno y cuero acompañados de hermosas chicas. Caminaron por la zona y se sentaron en los sillones que tenían sobre si el cartel de “reservado”. A su paso siguieron entrando unas cuantas chicas más. Los murmullos y las miradas furtivas se elevaron y la mandíbula de Minho casi se desencajo de la impresión cuando reconoció un rostro en ese grupito de chicas con tacones, brillantes vestidos y exceso de maquillaje.

– Travestis – escuchó murmurar a Kibum y no sabía si desilusionarse o largarse a reír. Jin caminaba junto a otras chicas e iba vestido de mujer. De mujer. Llevaba tacones bajos, un vestido gris con un chaleco encima, los ojos muy maquillados y el pelo todo recogido en un moño. La verdad es que se veía bastante… ridículo. Si, ridículo era la palabra.
Sin darse cuenta Minho se encontró riendo, la imagen se le hacía muy graciosa.

– ¿Quiénes son? – preguntó Kibum.

La modelo de cabello achocolatado le explicó.

– Son lo que tu dijiste, travestis – sentenció -, son zorras, prostitutas baratas de compañía – espetó con asco.

Minho dejó de reír.

¿Jin? ¿Una proti..? 
No quiso seguir preguntándose.

– Vienen seguido – habló Onew -, siempre con los mismo tipos, a veces con sujetos diferentes, y… – Minho lo escucho beber un sorbo de su trago -, y su presencia es bastante desagradable. Montan teatro y escándalo cuando están bebidos, molestan al resto y bueno… como se imaginaran, hay ocasiones en la que resulta grotesco y…

– Asqueroso – terminó otra chica.

Kibum y el resto siguieron hablando y cotilleando sobre el grupo que acababa de instalarse en la zona, pero Minho ya había cerrado sus oídos y su campo de visión solo se cernía bajo una sola persona, que para variar, ya había reparado en su presencia.
Sus ojos hicieron contacto por unos segundos.
Preguntas se arremolinaron en su mente. Preguntas que le hacía a Jin silenciosamente y que por instantes pensó que se las respondería telepáticamente.
La frialdad en la mirada del chico de cabellos claros seguía siendo la misma de siempre. Desprecio e indiferencia también se manifestaban en esos ojos cafés maquillados de negro, mas negro del acostumbrado. Su mirada seguía siendo rasgada y afilada pensó Minho. Su rostro seguía siendo lindo. Pero su fachada… era horrible. ¿Qué hacía vestido así? Sus hombros y sus tonificados brazos se veían ridículos bajo ese chaleco, y sus piernas igualmente trabajadas eran espantosas sobre esos tacones. Hasta su calzado llegaba a ser gracioso. Ninguna mujer llegaría a ese número de zapatos. ¿De verdad era un travesti? ¿Una zorra como había dicho Onew?
Ahora que lo pensaba… ¡Que descaro había tenido al enfadarse cuando lo confundió con una chica! ¡Se vestía como una! Ya no había duda.

Parecía un voyerista mirando sin verguenza hacia los otros sillones. No le importaba ser descarado y no le importaba que Jin le dirigiese de vez en cuando sus tan comunes miradas de “odio”. Aunque si era sincero consigo mismo, algo parecido a la “decepción” sintió al enterarse de la verdad sobre él. No quería tener respuestas apresuradas, y una parte de si se negaba a creer que tan intrigante chico, que había logrado llamar su atención desde hace un par de semanas, resultara ser un “putito”, prefirió llamarlo así que por los peyorativos que había utilizado Onew. Por un lado eso explicaba que siempre se lo encontrase en ese tipo de lugares y acompañado siempre del mismo tipo de personas, aunque… eso no explicaba el vínculo que tenía con el señor Yang. Ni tampoco el porqué en un principio había querido contactar con él. ¿Habría pensado que estaba interesado? ¿Qué quería pasar la noche o algo así? No. No. No era eso. Todas sus suposiciones siempre se iban al trasto después de recordar su mirada. Nadie que quiera algo contigo, te mira de esa forma. Como si quisiera que desaparecieras. Porque eso le decía en ese momento Jin con la mirada. “¡Desaparece!”.

La voz de Kibum lo trajo de vuelta.
– Si vas a mirar se mas disimulado – le avisó -, estas llamando la atención de toda la mesa.

Recién se daba cuenta que las “amigas” de Jin le miraban y cuchicheaban a su oído. Apartó la vista de inmediato y se giró en el sillón para darles la espalda.

– ¿Qué? – le dijo Onew -. ¿Sorprendido? – y se burló de él. Minho sintió ganas de pegarle -. Estas cosas se ven todos los días por aquí. A mi ya no me sorprenden.

Los demás se unieron a sus comentarios y hablaron despectivamente sobre el tema por un rato más. Fue inevitable imaginarse las cosas que hablaban. No se veía a Jin en ninguna de las situaciones que su mente creaba. Cuando una de los modelos mencionó la palabra “sexo” Minho se dijo mentalmente que ya era suficiente. Resultaba desagradable. No quería pensar en Jin, ni en los hombres que lo acompañaban ni en lo que harían después en algún motel barato.
De forma súbita se sintió acalorado. Se tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso y se removió inquieto en el sillón. De pronto el ambiente se le hizo pesado, la conversación de sus compañeros le pareció estúpida y la risita de Kibum demasiado cargante.
Apretó los puños.
Estaba molesto.
Estaba decepcionado.

Se hecho hacía atrás en el sillón y Kibum se abrazó a él ignorante de su repentino desanimo, algo que sabía ocultar bien bajo una suave sonrisa.
Se unió a la conversa del grupo luego de un rato, que en ese momento era sobre los tipos de tragos, y desechó de su cabeza los pensamientos relacionados a Jin. Llegó a la conclusión de que no era algo tan importante como para tenerlo así. Cada quien con sus vidas y sus locuras. Pero todo su intento por volver a concentrarse en pasarlo bien con sus compañeros se fue por el traste cuando la figura de Jin pasó junto a ellos, caminaba toscamente sobre sus tacones hacía la zona de los baños.
Antes de pararse a pensar en lo que estaba haciendo se despojó de los brazos de Kibum y caminó tras Jin. Atrás quedo su novio con el círculo de modelos y adelante la espalda de Jin. No sabía bien porque lo estaba siguiendo. Sus piernas se habían movido solas. ¿Qué pretendía hacer?
Ambos se perdieron de vista al virar por el pasillo adjunto que conducía hacia los baños. Primero Jin, luego él. Llevaban una distancia razonable y para alivio de Minho, el chico no se giró ni una vez hacía atrás.
Pasaron el baño de “Damas” que se encontraba primero. Le pareció divertido verlo entrar en esas fachas al de “Varones”. La puerta quedó oscilando por su intrusión y Minho se paró frente a ella esperando que dejara de moverse. Recién entonces se preguntó porque le había seguido. No tenía idea de que le iba a preguntar. Ni siquiera sabía si le quería hablar. Poco decidido puso una mano sobre la puerta de metal y la empujó para abrirse paso. La luz mortecina del baño inundo su visión y la puerta oscilo a su espalda cuando la soltó. El aire limpio de aquella zona le refresco la nariz y aprovechó para respirar un par de veces llenando a tope sus pulmones. El humo del cigarrillo afuera no era el más agradable que digamos.

Recorrió con la mirada el lugar. A un lado los lavamanos, un enorme espejo y al otro los urinarios. Al fondo, cinco cubículos se situaban uno al lado del otro. Cuatro estaban vacios, el último de la esquina, ocupado. Diviso unos pies descalzos tras la puerta del primer y por obviedad pensó que correspondían a Jin. No había nadie más en el baño.
Avanzó despacio, sin quitar la vista de aquellos pies que se revolvían y se detuvo en mitad de su recorrido hacia los cubículos.
Los tacones de Jin estaban a un lado, sus pies tocaban completamente las blanquecinas baldosa que debían de estar fría. La parte baja de su vestido se veía caer por sus piernas lo que le hizo pensar que estaba sentado haciendo nada. Seguro aprovechaba de descansar un poco sus pies con la excusa de ir al baño, teoría que confirmó cuando vio pasar los minutos sin que la posición del chico cambiase. ¿Cuánto más iba a estar allí? ¿Le dolían mucho los pies? Y a quien no con esos tacones. No eran tan altos como los de las demás “chicas” pero lo suficientemente puntiagudos como para lastimar los de cualquiera.

El sonido de su celular lo alertó, y también al chico en el cubículo. Quien al igual que él se removió asustado. Sacó el aparato de su bolsillo y lo apagó de inmediato. No alcanzó a ver quién era pero lo maldijo por hacer que lo descubrieran. Jin se había vuelto a poner sus tacones y abría la puerta del cubículo. Minho se precipitó hacia los urinarios y con una mano apoyada en la pared simulo que orinaba. Cuando Jin lo vio pudo apreciar por el rabillo del ojo como se quedaba a la salida de su cubículo por unos segundos, observándolo, seguramente le había sorprendido. Minho no se atrevió a mirarle de forma directa y se sintió realmente estúpido. Miro hacia abajo, hacía su pantalón cerrado y rogó porque Jin no se hubiera dado cuenta de ese pequeño detalle.

– ¿Me estas siguiendo? – la voz del chico resonó entre los azulejos a su espalda, el sonido del grifo y el agua acompañaron su pregunta -. No es que me hubiera fijado en que no estás orinando.

Minho rió y se apartó de la pared para voltearse y enfrentar al chico. Jin, de espaldas a él, se lavaba las manos y lo observaba a través del espejo.

– ¿Hace cuanto estas aquí? – preguntó mirándolo con enfado. Vaya novedad.

– ¿Por qué estas vestido así? – fue lo primero que se le ocurrió y fue bastante estúpido. Ya sabía la respuesta.

– ¿No te dijeron tus amigos?

– ¿Debería creerles? – soltó casi a la defensiva. La verdad es que si lo creía.

– ¿Te crees que me conoces?

– ¿Vamos a seguir respondiéndonos con más preguntas?

Minho se había acercado unos pasos y se encontraba a mitad del baño otra vez. Su mirada, perdida en el reflejo de Jin, lo desafiaba a contestar, pero no con más preguntas.
El chico desvió la vista y cerró el grifo, agitó las manos para quitarse el exceso de agua y se volteó apoyándose en el lavamanos.

– Yo pregunte primero – dijo con altivez -. Quiero saber porque me estas siguiendo.

– No lo hice – ¡Mentira! Claro que lo hacía -. Es coincidencia que estés aquí también.
Se metió las manos a los bolsillos y le resto importancia al asunto.

– Claro… – la mirada suspicaz de Jin lo atravesó -, por eso simulabas que orinabas…

El chico se había cruzado de brazos y lo observaba con una ceja en alto como queriendo oír explicaciones. Minho resopló y bajó sus hombros en forma de rendición.

– No es que te estuviera espiando – aclaró -, solo quería hablar contigo – lo señaló subiendo y bajando su mano -, creí que no te gustaba que te confundieran con una.

– ¿Asique es eso? – exclamó -. ¡Viniste a burlarte de mí!

Minho no sabía que pasaba por la cabeza de aquel chico, pero era obvio que había entendido todo mal.

– No – dijo a la brevedad -. Claro que no. Solo que es curioso. Además, pareces no pasarla bien – agregó mirando directo a sus ojos enfadados -. ¿Te duelen mucho? – apuntó sus pies.
Jin relajó sus ojos pero no lo suficiente como para eliminar su ceño contraído.

– A ti que te importa.

Se volteó casi con gracia como para hacerle entender que sus pies estaban perfectamente bien. De nuevo frente al espejo arregló su cabello.

– Como si no te hubiera visto quitártelos y descansar – se mofó Minho devolviéndole la jugada. Por el reflejo vio el rostro del chico contraerse levemente, pero seguía arreglando su cabello como si no le hubiera escuchado -. La verdad es que no te queda. Los tacones, el vestido, el chaleco, todo, te ves ridi…

– ¡Si viniste a burlarte! – exclamó y dejó de ordenar su cabello para lanzarle la mirada más enfadada que le había dado. Pero Minho en vez de asustarse sonrió. Se había acostumbrado a sus miradas amenazantes y a estas alturas ya le causaban gracia, porque en el fondo, eran solo miradas, Jin no se atrevía a nada más.

– Ya te dije que no – dijo acercándose un poco -, es que me parece raro, verte en estas fachas, y la verdad es que no te quedan, entonces…

– Para – saltó Jin -. ¿Crees que me gusta vestirme así? – preguntó levantándose el vestido, aunque no lo suficiente como para exponer algo más que sus piernas -. ¿Crees que quiero esto? – se azotó el tirante superior de su vestido dejando medio pectoral tonificado afuera -. Claro, tú eres un modelito, no sabes de estas cosas – espetó y se acomodó el tirante del vestido.
Sin dejar que su último comentario lo ofendiese Minho siguió preguntando.

– Entonces. Por qué lo haces. – dijo subiendo los hombros, como si su situación no le produjera ninguna emoción de ningún tipo.

– Pensé que eras inteligente – habló el chico con voz queda. Su rostro se había relajado.

– Entonces… – hizo una pausa, no sabía cómo decir lo siguiente sin que sonara feo -. ¿Eres.. de esos?

Jin sonrió con pesar y flectó una rodilla para recargarse en el lavamanos. Seguro los pies volvían a dolerle.

– ¿De algo tengo que vivir no?

Minho suspiró. En algún momento llegó a pensar que aquello podía tener otra explicación. Cualquier excusa tonta hubiera bastado. Pero resulto ser cierto. Jin era un… un puto. Aaahhh… como odiaba esa palabra.

– Hay otras manera de ganar dinero ¿sabes?
El chico se mofó de él.

– Lo sé. No necesito que me lo digas – retomó la tarea de arreglar su cabello, ahora más calmado -. Y si vas a darme un sermón, te pido que no lo hagas, es en vano.

– ¿Qué edad tienes? – preguntó. Avanzó otro par de pasos apoyándose a su lado en el lavamanos. Observaba su perfil mientras se arreglaba el cabello. Parecía concentrado mirándose en el espejo.

– No contestare más preguntas – dijo con una voz fría.

– Te ves muy joven – comentó el alto -. ¿Veinte? ¿Veintiuno? ¿Veintidós?

– Es en serio – espetó Jin hablándole a su propio reflejo -. ¿Es que no entiendes? – desvió la mirada para hablarle de frente -. No quiero seguir hablando contigo – modulo de forma pausada -. ¿Por qué no me dejas en paz y te vas?

– ¿No vas a contestarme? – insistió Minho, ignorando nuevamente sus comentarios.

– ¡Yaaa! – exclamó -. ¡Déjame en paz! ¡¿Por qué me sigues hablando?! – Jin volvía a alterarse y a dejar de arreglar su cabello para enfrentarle -. ¡¿Es que no entiendes?! ¿Cómo tengo que mirarte para que entiendas que te odio?

La expresión de Minho se contrajo, pero no lo suficiente como para entristecerse. Aunque la verdad es que sí, lo confesado por Jin le provocaba un gusto amargo.

– ¡Te odio! – exclamó el chico -. Te odio… – murmuró y respiró con fuerza, como si lo dicho fuera un tormento que había querido sacarse de encima desde hace mucho tiempo, y hasta entonces había tenido la oportunidad de expresarlo.
Incomodo, y como avergonzado consigo mismo por haber casi gritado, Jin bajó la mirada y luego de un rato de fatal silencio se miró por enésima vez en el espejo y a la rápida se terminó de arreglar el cabello. Solo cuando Jin retomó la tarea en su cabello Minho habló.

– Me gustaría saber porque me odias – dijo firmé. Vio como Jin suspiraba resignado y cerraba los ojos. Se fijó en el detalle de que apretaba los puños, lo debía de estar aborreciendo por ser tan insistente -. No te conozco, y creo que jamás nos habíamos visto antes. La primera vez que te vi ya me mirabas con enfado y desde entonces ha sido así cada vez que nos encontramos. No sé nada de ti, y no pretendo seguir indagando sobre tu persona. Solo trataba de descubrir… porque.. – hizo una pausa y miró el reflejo de Jin en el espejo. El chico también lo observaba por el reflejo -, porque me odias tanto. No te hecho nada – reclamó a su favor -, además.. fuiste tú quien en un principio quiso dar conmigo por alguna razón que tampoco se – ahora era la mirada de Minho la que se mostraba amenazante -. ¿No crees que merezco algunas respuestas? – exigió -. Seguiré trabajando con el señor Yang y por lo que veo tienes alguna clase de conexión con él, puede que nos sigamos topando a causa de eso y no me gustaría tener que…

La voz de Minho comenzó a apagarse de apoco, como si la última frase hubiera ido bajando en volumen hasta parecer inaudible o en sí, hasta que dejo de hablar. Mientras hablaba su mente había ido atando cabos hasta que una idea fugaz paso por su mente. “Jin. El señor Yang”.
Al parecer su rostro se había contorsionado en una expresión que reflejaba lo que estaba pensando, porque Jin había sonreído como si supiera lo que pasaba por su cabeza, o como si se sintiera aliviado porque Minho al fin comprendía. Una comprensión que al más alto le horrorizó.
Jin seguía sonriendo y lo miraba como si quisiese que hablara, que le espetara en la cara la respuesta a todas sus preguntas, y Minho lo hizo. Con desprecio porque sintió la necesidad de herirlo.

– Eres, la ramera del señor Yang…

La risita de Jin resonó en el baño y el sonido de sus tacones hacía la puerta hicieron un eco que pareció viajar por todo su cerebro.

– La verdad es que… se trata de celos – habló dándole la espalda. Minho con la mirada fija en su nuca. Se volteó de forma brusca, parecía haber cambiado de opinión sobre no querer mirarle cuando se lo dijese -. Me acerqué a tus amigos en Babylon porque mi cliente quería conocerte… – su voz parecía algo hastiada -, era mi deber como buen dote cumplir los deseos de mi proveedor – hizo una pausa, en la cual le miró de pies a cabeza -. No sé que habrá visto en ti, pero no dejó de hablar de tu figura en toda la noche -, chasqueó la lengua -. Pensé que te habías dado cuenta, te miraba de forma descarada.

Minho salió de estupor y de la sorpresa que resultaba aquella confesión para agregar un detalle antes de que siguiera hablando.

– Solo me di cuenta de ti.

Jin detuvo la mirada en sus ojos y Minho experimentó una especie de nerviosismo.

– ¿Estamos hablando del señor Yang? – preguntó aunque la respuesta era obvia.
El chico asintió y apoyó la espalda en la pared.

– Cuando a Yang se le mete algo entre ceja y ceja hace hasta lo imposible por conseguirlo – musitó -, consiguió contactar contigo antes que yo y… irá de apoco hasta obtener lo que quiere.

Un escalofrió le recorrió el cuerpo. El pensar en que el señor Yang tenía otras intensiones bastante alejadas de lo laboral con respecto a él le parecía escalofriante. No era su tipo. Para nada. Y jamás intentaría ni se dejaría asir por él. Ni por todo el dinero extra del mundo, ni con diez tequilas encima. Rotundamente “NO”. Y nuevamente Jin parecía leer su mente.

– Tienes novio – dijo cambiando por primera vez la expresión de su rostro. Parecía una expresión amable -. Yang no es tu tipo. Y tampoco es exactamente mi hombre perfecto. Pero es mío – recalcó -. Solo yo tengo acceso a él y tengo el derecho a estar celoso… – enarcó sus cejas -, y a odiarte.

Minho recordó haberle visto un anillo de matrimonio al señor Yang, estaba seguro de que era casado. Jin debía ser algo así como su amante.

Que tipo más sucio – pensó. Y de pronto sintió ganas de mandar al traste todo su trabajo, anular el proyecto con el señor Yang y cortar todo tipo de relación que tiene y pudo haber tenido con él. Experimentó una clase de asco, repulsión. Vio a Jin, imaginó su cuerpo bajo el otro más avejentado y sintió nauseas. Por laguna razón ya no lo juzgaba, si no que lo veía como una pobre víctima. Adicta a algo que no quería y condenada por la necesidad y la des fortuna de un estilo de vida deprimente y humillante. Lo observó con compasión. Su rostro no representaba a un chico mayor de veinte años. Su cuerpo esbelto, bien formado, su piel blanca y su rostro bonito le decían que era alguien que en este mundo valía la pena salvar y querer de una forma normal.
Sintió tristeza. ¿Cuánto debía soportar aquel chico? Soportaba tacones, vestidos, maquillaje. ¿Realmente le gustaba usar el cabello largo? Seguro tenía que aguantar también caricias que no quería recibir, o darlas aborreciendo el tacto, llorando internamente y rogando porque las intrusiones acabaran pronto, llevándose a la boca cosas que no quería y en sí, vendiendo su cuerpo a extremos que lo hicieran llorar.

Tragó saliva, e intento no expresar con su rostro lo que sentía en su pecho. Pero fue demasiado tarde. Jin era más rápido que él en ese tipo de cosas.

– No sientas pena por mi – habló el chico -, estoy acostumbrado.

Minho abrió la boca para hablar, pero Jin lo calló en breve.

– No te conté esto para ganarme tu favor ni quedar bien – aclaró -, te advierto sobre lo que es mío. Si no estás interesado en Yang mejor aléjate. Me sacas un peso de encima y solucionas mi vida…

– Jin – lo interrumpió Minho -, no tengo ningún interés en el señor Yang, jamás lo tuve, no lo tengo y tampoco lo tendré – suspiró.

– Entonces supongo que estamos bien – soltó arreglándose el chaleco.

Ido aun en sus pensamientos Minho siguió cada uno de sus movimientos. Aun tenía un par de preguntas y sentía que Jin ya quería cortarlo. Al parecer había sido mucha plática para el chico.

– Si solo respondes ante Yang ¿Por qué andas con estos hombres? – preguntó. Sabía que se estaba metiendo en terreno más personal y quizá Jin no quisiera contestarle, pero las preguntas salían solas -. ¿Para Yang también te vistes de mujer?

Llamar al empresario sin el connotativo de “señor” le pareció extraño, pero pensó que aquel hombre ya no se merecía esa clase de respeto.

– ¿Sigues teniendo más preguntas? – espetó -. Eres imparable.

Algo tiene que haber visto Jin en la mirada de Minho, que ya no era de compasión ni simpatía precisamente, que lo hizo contestar.

– No. Yang me prefiere como hombre – dijo acomodándose el cabello detrás de la oreja -. Pero a estos tipos les gustan las transformistas. No soy ningún travesti como seguro te dijeron tus amigos. Y… – suspiró -, no soy solo de Yang, no soy su propiedad. Cuando no estoy con él debó seguir trabajando. Así es. Así funciona.

Y con eso parecía haber dado por terminado la conversación. Se despegó de la pared e hizo ademan de salir del baño.

– Y así culmina el enigma que había creado sobre ti – murmuró el alto mirando hacia cualquier parte. Más concentrado en sus pensamientos que en Jin. El chico sonrió con el comentario.

– ¿Decepcionado? – dijo antes de abrir la puerta.

“Sí” tubo ganas de contestarle pero no lo hizo. Aún tenía una última pregunta antes de matar el momento y comprender que jamás volvería a hablarle.

– “¿Deberíamos bailar?” – dijo Minho recordando su encuentro en Babylon. Jin se detuvo a mitad de camino de salir completamente del baño -. Si me odiabas porque lo dijiste.

Tardó en contestar. Y no se volteó cuando lo hizo.

– No lo sé – dijo ladeando un poco el rostro. Minho observó su perfil -. Quizá fue porque estaba un poco ebrio.

Y sin decir más abandonó el lugar.

El baño se volvió frió y el vaivén de la puerta cerrándose le trajo un poco el olor del cigarrillo y música ambiente. Aún pensaba en la conversación con el chico, pero esa curiosidad que experimentaba cuando pensaba en él ya no estaba. Esa intriga había desaparecido y en su lugar solo había quedado decepción. Una abrumante decepción al haberse enterado de cosas que no quería.
Salió del baño con solo una cosa en la mente. Renunciaría al trabajo del señor Yang y comenzaría yéndose inmediatamente de aquel lugar.

CONTINUARA~~


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[2Min] Babylon: Capítulo 5.


Capítulo 5: Tarjeta dorada.

Al día siguiente Minho se debatía si llegar con flores o chocolates en busca de Kibum. Iba camino a la casa de JongHyun y sabía que tenía que llegar con algo más aparte de excusas y ruegos para conseguir su perdón. Nunca antes había pasado tal cosa y la impotencia que había sentido la noche anterior le hizo lamentar más que la pérdida de su celular. Recordó el estrellazo del aparato contra la pared. Recordó la casa vacía y oscura. Recordó el mensaje de JongHyun.

Al final se decidió por flores. Era una cursilería, pero era un detalle que quizás Kibum agradecería más que los chocolates. Repasó en su mente una y otra vez las palabras de disculpas que le diría. Sabía que no iba a ser nada de fácil hacer que le perdonase, pero era navidad, época de felicidad y buenos deseos, y deseaba más que nunca poder estar con él.

Frente a la casa de JongHyun, tocó el timbre sin vacilar. Esperó respuesta desde la reja del jardín y fueron varios minutos los que pasaron hasta que un adormilado Jjong apareciera caminando a través del jardín. Venía despeinado, con la ropa desordenada y un rostro de sueño que le hacía entender que recién se despertaba.

– Hola – saludo Minho de inmediato. El chico le devolvió el saludo con un sonoro bostezo.

– Creí que nunca llegarías – musitó restregándose un ojo. Abrió la reja y dejó pasar al más alto -. Interesante elección – le dijo apuntando el ramo de flores. Sonrió.

– JongHyun escucha… – comenzó Minho -, se que tú me dijiste que…

– A mi no me digas nada – le cortó avanzando a través del jardín. Minho lo siguió -. Es a Kibum a quien le tienes que dar explicaciones -. Se volteó antes de que entraran por la puerta trasera de la cocina -. Si que te las mandaste hermano…

Minho resopló y entendió que JongHyun no estaba enfadado con él. Venía preparado a enfrentarse con él en una especie de batalla por Kibum. Pero que idiota era. Jjong solo era su amigo.

– Esta en el cuarto de invitados – dijo el dueño de casa una vez entraron -. Se amable, anoche bebió prácticamente todo lo que tenía en la estantería – y señaló la pequeña galería de botellas que ahora estaba vacía.

– ¿Está durmiendo?

– Dormido y ebrio todavía seguramente – resopló -. Tuvimos una noche de copas bastante triste. JongHyun le lanzó una mirada ceñuda -. Prepararé café – musitó y Minho sabía que le estaba dando el pie para que fuera con su novio.

Avanzó a través de la sala, el pasillo y llegó a la última habitación. Abrió la puerta con suavidad, tratando de hacer el menor ruido posible, pero el olor a alcohol que llegó de adentro le hizo quejarse en voz alta. Con el ramo de flores en la nariz entró en la habitación y lo primero en divisar fue la figura de Kibum desparramada boca abajo sobre la cama. Llevaba la misma ropa de anoche y su cabello parecía un revoltijo de hebras negras y rojas. Dormía de forma placentera y sus mejillas coloraditas le aliviaron en cierto modo. Dejó las flores sobre el velador y se sentó con suavidad sobre la cama. Kibum reaccionó al primer movimiento del colchón. Se revolvió sobre la cama apretando los ojos y estirando los brazos. Minho rió, y fue el sonido de su voz lo que hizo que el adormilado despegara los ojos. Lo observó a través de la ranura y el alto acercó una de sus manos hasta su desordenado cabello.

– Minho.. – susurró el chico y volvió a cerrar los ojos.

– Kibum… – acarició su rostro -, perdóname – susurró.

– Minho – volvió a murmurar esta vez sin abrir los ojos -. Quiero irme a casa – balbuceó y el alto sonrió con tanta alegría que le dolieron las mejillas.

****

Las flores estaban en el jarrón de la mesa central dándole color y ambiente al departamento. A Kibum le había gustado el detalle y Minho estuvo más que satisfecho con su “reconciliación”. Reconciliación entre comillas porque se había traído a su novio casi durmiendo en el coche y apenas llegaron al departamento lo ayudo a recostarse en la cama para que siguiera durmiendo. No sin antes susurrarle un “lo siento” y un “te quiero”. Kibum contestó con una sonrisa y se sumergió en un mundo de sueños. Minho tenía que darle ciertos meritos a la bebida, eran los causante de su embriagues y de que se haya tomado el asunto con tanta soltura. El verdadero reto sería cuando despertase, con dolor de cabeza, ganas de vomitar y el resentimiento a flor de piel sobre lo ocurrido anoche, hasta entonces estaba libre de los regaños y la discusión que sin lugar a dudas se llevaría a cabo. Hasta que eso pasará haría algo al respecto. Sin dudarlo más cobijo a Kibum bajo las frazadas y salió del departamento hacia el supermercado. Allí compró unas cuantas cosas para luego pasar por una tienda de artesanías. Hizo todo bastante rápido. Quería llegar y tener todo listo antes que Kibum se despertase.
En una abrir y cerrar de ojo ya estaba en casa de nuevo y se ponía el delantal de cocina para preparar la comida. Una comida especial. Minho rara vez cocinaba y esta era una ocasión. Tenía que volver a ganarse su corazón.
Cocinó unas cuantas verduras y un poco de carne. Mientras dejaba la carne dorarse en el horno, fue hasta la sala y puso unas velas aromáticas de la tienda de artesanías sobre los muebles y la mesa. Dispuso el mantel, los utensilios y un par de copas. Observó su simple arreglo con suficiencia y volvió a la cocina. Estaba concentradísimo viendo la temperatura del horno cuando sintió unos brazos enrollarse en su cintura. Kibum lo abrazaba por la espalda y apoyaba su mejilla en la parte baja de su cuello.

– Que rico huele – susurró el chico con los ojos cerrados. La sonrisa de Minho fue automática. Asique lo de esta mañana si había significado que Kibum lo perdonaba.

– Es la receta de mi madre – contó -, te encantará.

– No me refería a la comida.

Minho se dio la vuelta y se encontró con el rostro placido de Kibum, aun llevaba el cabello revuelto y la mirada algo ida.

– Me encantaría decir que también hueles rico – dijo el alto con una sonrisa traviesa.

Kibum frunció el ceño pero después sonrió divertido.

– Iré por una ducha.

– ¿Estás bien? ¿Dolor de cabeza? ¿De estomago? – preguntó inspeccionándolo.

– Solo tengo mucha sed.

Le sonrió y se acerco para besarle pero Kibum lo apartó.

– Me aseare primero.

El alto asintió y lo miró hasta que salió de la cocina. Estaba feliz de que las cosas resultaran ir bien, parecían volver a la normalidad. Pero un bichito dentro de su pecho le incomodaba un poco. Había resultado demasiado fácil todo el asunto con Kibum, al punto de que sintió una gota de decepción. Pensó que tal vez su novio se traía algo entre manos, pero él no era así, asique descarto el asunto enseguida y continuó cocinando.

A los quince minutos un Kibum recién bañado y con ropas limpias salía por la habitación principal, Minho le esperaba a la mesa con un exquisito banquete que le hizo agua la boca en cuanto lo vio. El detalle de las velas le pareció precioso y esta vez no pudo resistirse a besar esos labios de los que no podía estar alejado mucho tiempo.
La comida transcurrió con normalidad, demasiada normalidad según Minho, pero que igualmente disfrutó. Entre las cosas que conversaron salió el tema de su trabajo y lo ocurrido anoche. Ambos hablaron de forma relajada y sin alteraciones. Se comprendieron y se entendieron el uno al otro. Minho pidió disculpas por no estar con él en los momentos importantes y Kibum por su comportamiento caprichoso y tan poco razonable. En conclusión, volvían a ser una pareja feliz.
Luego de la comida y de lavar los platos juntos Minho le contó unos cuantos detalles sobre su reunión de anoche. No dudo en enseñarle la famosa tarjeta dorada y decirle que lo invitaría donde él quisiera, esta noche, solo para ellos dos.

– ¡Estupendo! – soltó Kibum fascinado -. ¿Dónde yo quiera? – preguntó sosteniendo la tarjeta entre sus manos como si fuera un tesoro.

– Así es – Minho le hablaba desde el cuarto.

– Mmmm… donde yo quiera – se repetía buscando algo en su mente -. ¿Cualquier lugar? – preguntó fuerte.

– Cualquiera – dijo saliendo de la habitación con un paquete blanco -. Feliz navidad – murmuró y extendió el obsequió sobre los brillantes ojos de su novio. Se trataba de un conjunto de pantalones escarlata oscuro con un cinturón metálico. El rostro de Kibum se deshizo en felicidad, le había encantado su regalo y prometió usarlo esa misma noche.

– ¿Por qué saldremos esta noche cierto? – preguntó con afirmación.

– Por supuesto.

Ambos se sonrieron.

– La verdad es que JongHyun me ha ayudado a escoger el atuendo, yo no tenía ni idea.
La pronunciación del nombre pareció haber cambiado un poco las facciones de Kibum, Minho lo notó, su sonrisa de deshizo un poco y sin decirle nada a cambio fue por su regalo, estaba bajo el plateado árbol de navidad. Se lo dio y dentro descubrió un maletín bastante más lustroso y moderno que el que usaba.

– Quiero que siempre te veas como el mejor.
Minho le agradeció con la mirada y con una tanda de besos que parecía nunca acabar.

***

– De entre tantos lugares… ¿Por qué prefieres este? – resopló desganado, miraba la entrada de la discoteca sin muchos ánimos.

– Porque te quejas – refunfuño Kibum -. Dijiste que sería donde yo quisiera.

– Creí que escogerías algún lugar costoso.

– No necesito de grandes lujos para pasarlo bien – dijo con una gran sonrisa. Se arregló el flequillo y caminó hacia las grandes puerta de vidrio semi polarizadas. Lucía el atuendo que le había regalado Minho atrapando más que un par de miradas en la infinita hilera de ambiguos a la espera.
Y allí estaba de nuevo. En Babylon. Se había jurado no volver a aquel lugar, pero ahí estaba. Todo por Kibum, todo por Kibum se repitió y siguió a su novio a través de las puertas. Gracias a la tarjeta dorada su ingreso había sido de inmediato. El sitió lo atacó con luces y ruido como la primera vez. La vida estallaba dentro y Minho deseo poder sentirse parte. Resopló he intento afianzarse al lugar. Kibum quería estar allí, quería pasar la noche con él en ese carnaval de navidad en que se había transformado la discoteca. Solo por su novio haría el intento, después de todo estaba con él. Solo necesitaba eso. Al menos, eso creía.

Ya estaban en su segunda copa cuando Minho le advirtió a Kibum que bebiera con más moderación, nada más anoche se había emborrachado y no estaría bien dos noches seguidas. El chico de abrigo de piel no le hizo caso y siguió bebiendo con la misma constancia, miraba a todos lados como si se le hubiera perdido alguien y de vez en cuando volvía la mirada a Minho para sonreírle o besarle.

– ¿Vamos a bailar? – dijo posando el vaso vacio sobre la barra. Y solo fue hasta que Kibum se movió del taburete que Minho reparó en la persona que estaba sentada a su lado. Era aquel chico de cabellos claros. ¿Es que estaba destinado a encontrárselo en todas partes?
Se lo quedo viendo un buen rato, hasta que Kibum lo jaló del brazo para llevarlo a la pista. Se fue con la última imagen del chico en su mente. Sentado en el taburete contiguo, con los codos apoyados en la barra y la mirada perdida dentro de su vaso de licor. Cuando Kibum encontró lugar entre la multitud danzante Minho inconscientemente volteó al cabeza hacia la barra. No veía nada. Se puso de puntitas. Nada. Las cabezas le bloqueaban toda la visión.

– ¡¿Pasa algo?! – habló fuerte Kibum para hacerse oír por sobre la música. Minho volteó y le sonrió.

– No, nada.
Se concentró en los movimientos de cuerpo que hacía su novio y se dejó envolver despacio por la música eléctrica.
Durante media hora la pista ardió en pura música del mismo tipo. Minho podía sentir las gotas de sudor resbalando por su cuello y Kibum… Kibum se veía más erótico que nunca. Se le pegó cuanto pudo y disfrutaron del rose y de la poca vergüenza que significaba acariciarse en público. Total… que mas daba si todos a su alrededor hacían exactamente lo mismo. Cuando la mano de Minho oso rozar el frente de Kibum este sintió que debía ir a los baños de inmediato.

– Si quieres nos vamos a casa – le dijo Minho en el oído.

– No, no, espérame, vuelvo en seguida – musitó quien tenía un problema agudo en sus pantalones. Desapareció antes que Minho pudiera decir cualquier otra cosa. Se quedó allí solo, entre cuerpos movedizos y sudorosos. Las manos volaban rápido y sintió más de una en su remera y su pantalón. Tenía novio y no quería ser presa de locos promiscuos asique decidió retirarse de la pista, después vería como daba con Kibum, lo llamaría al móvil o algo.
Esquivando a la gente llegó de nuevo a la barra y como un flash recordó al chico de cabellos claros. Lo buscó con la mirada, recorrió todo el largo mesón de madera pero no lo encontró. Ya se había ido. Tubo el extraño impulso de preguntarle al barman pero descartó la idea tan rápido como oyó una voz a su costado.

– ¿Buscas a alguien?
Sin duda, era él.

Minho giró el rostro y se encontró con la figura del muchacho apoyada sobre el mesón. Había recorrido con la mirada toda la barra y no lo había visto, supuso que el chico había llegado recién.
Adoptaba la misma posición de hace rato; sentado, los codos apoyados y la mirada en el vaso… No, esta vez le miraba. Sus ojos cafés y delineados suavemente de negro esperaban respuesta.

– Si – contestó Minho -, pero creo que ya lo encontré – tomó asiento a su lado y le pidió al barman un tónico. Su acompañante desvió la mirada hacia su vaso de licor, que en realidad solo había bajado unos milímetros desde que lo vio.

– ¿Hoy parezco un chico? – preguntó con un poco de sorna y una sonrisa de medio lado que atrajo la mirada del alto de inmediato. Minho lo estudio y dio su aprobación.

– El problema no es tu ropa – le dijo al tiempo que recibía el tónico de parte del barman -. Es tu cabello y el maquillaje en tus ojos.

El chico chasqueó la lengua y se arregló el cabello detrás de la oreja.

– Pero te ves como un chico…

– ¿Andas con tu novio? – le preguntó de sorpresa, hacía girar el vaso con una mano y con la otra sostenía su mentón a codo apoyado sobre la barra.

– S-si… – dijo algo extrañado -, está en el baño, vuelve de un momento a otro…

– ¿Lo amas? – lo volvió a interrumpir y esta vez la pregunta le pareció demasiado fuera de lugar.

– ¿Por qué lo preguntas?

El chico que seguía mirando el contenido de su vaso desvió sus ojos lánguidamente hacia Minho, lo miro fijo por un rato. El alto le sostuvo la mirada, quería una respuesta. Pero el chico enmudeció. Retiró su mirada y volvió a hacer círculos con su vaso.

– Jjong me contó que preguntaste por mí la vez pasada – lo soltó de improviso, al igual que sus preguntas. La verdad es que tenía bastante curiosidad sobre el asunto y quería encontrarle una respuesta a todo aquello.

– ¿Y quién es Jjong? – espetó el chico con poco interés dándole un gran sorbo a su bebida, lo bajo más de la mitad.

– Dejaste hasta tu número – siguió y lo escrutó con la mirada. No había reacción ni cambio de expresión de parte del muchacho.

– Te estás equivocando de persona – tomó su vaso e hizo ademan de levantarse, pero solo se giró en su asiento para observar hacia la pista.

– Lo dudo… – el tono serió de Minho atrajo su atención de vuelta y sus ojos volvían a hacer contacto -. Definitivamente es el maquillaje y el cabello.

El chico sonrió con soltura y Minho sintió que esta vez era de verdad.

– ¿Me vas a decir para que querías dar conmigo?

Era como si el rubio tuviera las respuestas en la punta de la lengua pero no las quería dar. A cambio se llenó la boca del resto de su bebida y de un tragó deslizo todo por su garganta al tiempo que dejaba el vaso en la barra.

– ¿Deberíamos bailar? – dijo cuando ya no había licor en su boca. Se puso de pie y miró a Mihno esperando que se moviese. El alto sonrió de apoco y soltó una risa incrédulo. Tenía varias cosas que quería preguntarle y el chico le salía con esa. ¿Sería un muchacho del instituto como dijo Jjong? ¿Una de esas conquistas que jamás tomó en cuenta? No. Algo en su mirada le decía que no quería nada de eso con él.

– No creo que eso le agrade a Kibum.

– ¿Tu novio?

– Aja.

El rubio se encogió de hombros y metió las manos en sus vaqueros negros.

– Como digas – agregó antes de voltearse y emprender camino hacia la pista. Pero el fuerte agarre de Minho sobre su manga le impidió el avance.

– ¿Me dirás al menos tu nombre?

Parecía no querer volver a contestar. Lo pensó un momento. Observó su agarre y luego sus ojos. No estaba sorprendido por su descaro. Era increíble como su rostro solo podía reflejar pura indiferencia.

– Jin – pronunció -, me dicen Jin.

Minho lo soltó y el chico caminó entre la gente hasta que su cabellera clara ya no la vio entre la multitud.

– Jin – murmuró y se quedó mirando a la nada por un momento. Ahora sentía más curiosidad que antes. El chico en vez de resolver sus dudas parecía haberlo dejado con más interrogante.

No lo volvió a ver en el resto de la noche. Aunque inconscientemente a veces lo buscaba entre el gentío su cabecita dorada no volvió a hacerse presente y pensó que tal vez ya no estaba allí.
El resto de la noche fue puro risas y baile junto a Kibum, quien luego de las 3 de la madrugada pedía su cama a gritos. Los efectos de la borrachera anterior le tenían el cuerpo molido. Además de que las cincuenta canciones bailadas esa noche no le contribuían mucho a que se sintiera mejor. Ni siquiera el energizarte que más tarde le compró le ayudo. Minho se sorprendió sintiendo ganas de quedarse y mostrando molestia porque Kibum ya quería marcharse. Pero al cabo de un rato emprendieron camino a casa.

Volvería a Babylon, de esto estaba seguro.

CONTINUARA~~

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[2Min] Babylon: Capítulo 4.

Capitulo 4: Reunión de trabajo.

 

– Nadie ¡Nadie! – gritaba Key -. ¡Absolutamente nadie trabaja un veinticuatro de diciembre por la noche!

– Key…

– ¡No! – chilló molesto -. Me reúso… no iras a ninguna parte.

– Key…

– Ya dije que no iras.

Enojado se cruzó de brazos y se fue hasta la cocina. Minho que estaba de terno con maletín en mano en la puerta del departamento dejó sus cosas sobre la mesa y siguió a su novio hasta la cocina.

– Key… – murmuró -, por favor, no hagas esto.
El chico de cabellos negros y reflejos rojos estaba concentradísimo cortando unas zanahorias sobre la tabla de picar. Apenas le hizo caso.

– Es mi trabajo… debo cumplir.

El chico seguía ignorándolo. Picaba rápidamente una zanahoria tras otras, y luego de acabar con los anaranjados vegetales siguió con un par de pepinos.

– Lo siento… trataré de estar de vuelta lo antes posible.

Esperó la respuesta de Key pero el chico no dio indicios de querer contestarle. Cuando se daba la vuelta para marcharse sintió el sonido del cuchillo estrellarse contra la tabla muy fuerte. Se volteó asustado para ver a un furioso Kibum con el cuchillo casi ensartado en la madera. Le miraba con ira y con unos ojos que parecían desbordarse de un momento a otro.

– ¡Es Navidad! ¡Por Dios! – exclamó soltando el cuchillo -. ¿Me vas a dejar solo en navidad?

La tristeza en su voz le provocó un doloroso escalofrió. No supo que contestarle. Solo lo observó desde el umbral deseando poder mandar al diablo su reunión de trabajo.

– ¿Qué estúpido empresario te pone una reunión en noche buena?
La voz de Kibum se quebraba de apoco aunque trataba de mantenerse fuerte. Agachó la cabeza y parpadeo rápido un par de veces, intentando contener las lágrimas.

– Key…

– ¿No puedes solo… dejarlo? No ir. ¿No ir por esta vez?
Había levantado su mirada y le mostraba a Minho toda su tristeza.
El más alto apretó los puños y miró hacia cualquier lado donde no estuvieran los acuosos ojos de su novio mirándolo.

– Por favor – rogó Kibum -. Quédate…

Minho lo miró por última vez.

– Por favor…

– No puedo – espetó -. Me voy, se me hace tarde.

Sin decir más caminó a través de la sala, pasó a un lado del plateado árbol de navidad cerca del ventanal y cogió su maletín de la mesa. Cuando llegó a la puerta de entrada se giró para mirar hacia la cocina. Allí estaba Kibum, en el umbral mirándolo con demasiada triste como para poder soportarlo. Hace mucho tiempo que no lo veía llorar y lamentaba tener que ser él el causante de ello. Sin decir nada, rodó la manilla de la puerta y salió antes de arrepentirse.
Su novio tenía razón, ¿Qué estúpido empresario pone una reunión la noche de navidad?

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La última imagen de Key rebotaba dentro de su mente como si se tratara del peor pecado cometido en su vida. El recuero de su voz triste rogándole porque se quedara no lo dejaba manejar con tranquilidad y casi se pasa una roja si no es porque un par de peatones le bloquearon el paso en la esquina. La frenada fue lo bastante brusca como para golpearse la frente con el manubrio. Se estuvo quejando y sobando todo lo que la luz roja duro. Cuando dio el verde echo a andar y su mente retomó la imagen de Key. Ahora tenía que pensar en una buena forma de volver a casa. ¿Flores? No, demasiado cursi. ¿Chocolates? No tampoco. ¿Ropa nueva? No, no pasaría el enojo con una prenda nueva. ¡Rayos! Esta vez sí que le iba costar que Kibum lo perdonase.
Antes de poder llegar a alguna conclusión se percató de que ya había llegado. “Restaurant YunHeBi”, un sitio muy elegante y distinguido. Ya había tenido la oportunidad de cenar otras veces allí y había quedado encantado con la decoración tan lujosa y la comida tan exquisita.
Detuvo el coche en la entrada un momento y bajo el vidrio para hablarle al botones. Un chico de impecable uniforme rojo se acercó a atenderlo.

– ¿Puedes estacionarlo por mi? – preguntó y apagando el motor del coche le extendió las llaves.

– Claro señor.

El chico recibió las llaves y Minho bajó del auto. Le dio las gracias y sacó su maletín del portamaletas. Antes de que pudiera dar un paso el botones ya se había ido con su coche a los estacionamientos. Se volteó para mirar la enorme estructura que era el Restaurant y sin más entró. El lugar seguía igual de impresionante como siempre, todo demasiado elegante, todo demasiado lujoso y cotoso. Las luces amarillas le daban un aire aun más ostentoso a los dorados adornas y marcos que amoblaban las paredes. Las mesas cubiertas con finos manteles y velas u cubiertos de plata daban la sensación de una atmosfera tranquila y romántica.
“Quizá sería bueno traer a Kibum en un futuro” – pensó contento. Pero la última imagen triste de su novio lo volvió a desanimar.

– Eres un profesional… olvida tus problemas personales – se dijo así mismo y apretó la empuñadura de su maletín. Caminó hacia el recepcionista del Restaurant y le regaló una radiante sonrisa.

– Buenas noches – saludó el elegante hombre he inclino un poco su cabeza.

– Buenas noches, soy Choi Minho, estoy en una reservación esta noche – había hablado con suma confianza y aires de ser una cliente frecuente.

El hombre buscó inmediatamente en el libro de registro y no tardó en encontrar la reserva.

– Señor Choi – habló con demasiada educación -, ya lo están esperando, sígame.
El alto sonrió aun más y siguió al recepcionista a través de las mesas hasta el final de la primera planta. Subieron por las amplias escaleras que estaban forradas de suave terciopelo rojo y llegaron al segundo piso. Minho nunca había estado allí. Sus otras cenas siempre habían sido en la primera planta, que ya le parecía en exceso lujosa, pero la segunda no tenía comparación. Literalmente estaba de un lugar de ensueño, de esos que ves en las películas cuando el hombre rico invita a cenar a su amante o lo que sea. Y sin más se encontró con la solución perfecta para su situación con Kibum, aquello sería el broche perfecto para que su novio lo perdonase y olvidase lo ocurrido esa noche. Ahora bien, gastaría todo el sueldo de un mes pero valdría la pena si con eso se evitaba quizás cuantos días su indiferencia y frialdad. Porque él así reaccionaba, te ignoraba y se refugiaba en sus amigos. En este caso, en JongHyun.
Suspiró mientras miraba a su alrededor. El recepcionista había seguido andando y Minho tuvo que apurar el paso para alcanzarle.
Arriba en el segundo piso, no habían mesas, si no amplios comedores perfectamente decorados y bien servidos. Había un balcón en el fondo y por los costados pequeñas estatuas y estructuras de cobre. En el aire había un olor a flores, a pesar de los grandes banquetes de carnes, y la temperatura era agradable. La muisca clásica en el fondo se mesclaba con el leve bullicio de la conversación de los demás clientes y la iluminación bañaba de dorado hasta sus mismas pieles.

– A Kibum le encantara – murmuró. Caminó siguiendo la trayectoria del recepcionista hasta llegar a uno de los comedores más alejado y concurrido.

– ¿Señor Yang? – escuchó como el hombre se dirigía al sujeto que encabezaba dicho comedor -. El señor Choi – agregó señalándolo. Minho se volvió hacia el hombre en la mesa y le saludó con una pequeña reverencia. Su rostro se le hizo un poco conocido.

– Joven Choi – dijo con gran expectación -. Al fin tengo el gusto de conocerlo – se levantó y le tendió la mano. Minho no dudo en estrecharla.

– Igualmente señor Yang – sonrió encantado y deshizo el saludo, miró algo curioso al resto de los presentes en la mesa que hablaban y no paraban de compartir mientras ellos se dirigían las primeras palabras y se preguntaba trivialidades como “¿Ha ido bien el viaje?”.
Luego de unos minutos de charla vana, el señor Yang invitó a Minho a sentarse a su lado. Para ello tuvo que despachar a uno de sus invitados, él sujeto en cuestión le puso mala cara, pero bastó una mirada amenazante de parte del señor Yang para que dejara el puesto libre sin protestar. Echándole a Minho unas miradas de odio se fue a sentar casi al otro extremo de la mesa.

“¿Qué clase de reunión era esta?”

Minho tomó asiento al costado de la pared algo dudoso y dejó su maletín a sus pies.

– ¿Deseas servirte algo? – habló el señor Yang.

– No, gracias – dijo tratando de ser lo más educado posible.

– Oh, vamos, es noche buena, pide lo que quieras – dijo con mucha soltura y le hizo un gesto al camarero más cercano.

– No deseo nada, gracias – agregó con una sonrisa tratando de ser convincente -, me esperan en casa para cenar.

Aquel comentario precio haberle disgustado al señor Yang.

– Está bien, entiendo… ¿Tu familia? – preguntó despachando al camarero que se había acercado y llenando su copa con mas vino. Minho siguió todos sus gestos.

– Algo así… – contestó mientras observaba como llenaba una copa vacía para él. Al terminar se la extendió.

– ¿Compartirás al menos un poco de vino conmigo?

Miro la copa y luego al señor Yang.

– Claro, porque no – contestó y tomó la copa para realizar el primer brindis de la noche.

– ¿Y? ¿Qué tal? – preguntó a Minho después del primer sorbo -. Es vino de exportación, añejado veinte años.

– Exquisito – agregó fingiendo fascinación. El vino nunca fue un trago que le gustase y la verdad es que sentía unas ganas terribles de ir a vomitarlo al baño. Pero era bueno haciendo su trabajo y se quedaría allí con una inmensa sonrisa en el rostro. Si quería enganchar a aquel cliente debía someterse a su entera disposición aunque aquello significase escucharle hablar de cosas vagas por la próxima media hora. En todos los casos, rezaba porque no fuera así y la charla de negocios comenzara de inmediato, deseaba volver junto a Kibum lo antes posible. Pensándolo mejor, lo lamentaba por el señor Yang pero acabaría con su charla para “amenizar el ambiente”.

– …te sorprendería de toda la gran colección de antigüedades que tengo en casa, uno de mis amigos dice que…-

– ¿Señor Yang? – le cortó de pronto -. Sé que su tiempo es valioso, sobre todo en una fecha como esta, estoy seguro de que prefiere estar compartiendo con los suyos – miró al resto de los presentes en la mesa, tanto hombres en etiqueta como mujeres en elegantes vestidos-, que en una reunión de trabajo…

El hombre en la cabecera suspiró y lo miró con curiosidad.

– Bueno pues, no tenía otro momento – apoyó los codos sobre la mesa y entrecerró los ojos, había captado la indirecta de Minho -, mañana viajo y no vuelvo en dos semanas, era esta noche o esta noche.

– Entonces, manos a la obra – dijo cogiendo su maletín y dejándolo sobre sus piernas.

– A ti sí que no te gusta perder el tiempo – para alivio de Minho el señor Yang había tomado el asunto con humor.

Sin perder más tiempo, abrió el maletín y sacó unos documentos. Mientras el resto de la mesa charlaba animada y compartía entre risas una infinidad de brindis, Minho y el señor Yang se enfrascaban en una aburrida conversación de estadísticas y porcentajes sobre la marca de una bebida energizarte que la empresa del señor sacaría al mercado dentro de poco. Como es obvio, Minho se encargaría de la publicidad y de la promoción. Era su trabajo y lo que mejor sabía hacer.

Por una larga media hora siguió la reunión entre papeleos, anotaciones y discusiones sobre los lugares y los puntos en que se debía concentrar la publicidad. A ratos las risas y las conversaciones del resto de la mesa lo distraían y el señor Yang pedía las disculpas pertinentes por no ser un sitio adecuado para aquella charla. Minho pensaba lo mismo, el ambiente no lo dejaba concentrarse del todo y a veces perdía el hilo de lo que hablaba el señor. Sinceramente esperaba que la reunión acabase luego. Deseaba regresar a casa ahora mismo.
Mientras le explicaba al empresario una tabla de gráficos, el recepcionista había aparecido he interrumpía su conversación para decirle algo al oído. Minho observó como intercambiaban un par de palabras y el hombre de pie le señalaba disimuladamente hacia las escaleras. Allí, sobre la aterciopelada alfombra que cubría los peldaños, una chica de cabellos claros y atractivos rasgos subía tratando de apartar a los dos camareros que le bloqueaban el paso.

“Era ella” – se dijo Minho. La había reconocido al instante, como olvidarla. Vestía distinto a la última vez y su cabello iba amarrado en una pequeña coleta. Pero aun así pudo reconocerla. Y parecía molesta. Por los gestos y la expresión en su rostro daba a entender que discutía con ambos camareros. El señor Yang chasqueó la lengua atrayendo de nuevo la atención de Minho. El señor asintió en dirección al recepcionista y le hizo un gesto con la mano. El hombre de elegante etiqueta abandonó la mesa para caminar hacia las escaleras, allí les dirigió unas palabras a los camareros que se abrieron paso para dejar pasar a la disgustada chica.

Lo primero que vino a la mente de Minho fue: “Viene con el señor Yang” Que giros raros que da la vida. Si alguna vez pensó en volver a toparse con esa extraña chica, jamás creyó que sería en aquel lugar y bajo esas circunstancias. La muchacha era conocida por el hombre con el cual estaba haciendo negocios y eso le produjo una enorme curiosidad. “¿Su hija?” “¿Su nieta?” “¿Alguna empleada?” “¿Amiga?… No, no creo..” “¿Esposa, amante?” Miró al señor Yang y luego a la joven que se acercaba a través de las mesas. “No, imposible, demasiado joven”.
Fuera lo que fuera, aquella reunión había dado un giro inesperado. Volvía a ver a aquella misteriosa chica y seguro tendría la posibilidad de conocerla. El señor Yang los presentaría y Minho saldría de la duda… de porque lo miraba con tanto enfado aquella noche, de porque había preguntado por él y había dejado su número. Pero… la chica… lo seguía mirando con enfado. Apenas se dio cuenta de su presencia en la mesa hizo un notorio mohín, como si su estancia realmente le desagradará.
Antes de que llegara, el señor Yang le hizo un gesto con el dedo apuntando al otro de la mesa. Más disgustada aun, cambió el rumbo de su caminata y fue a sentarse en la última silla disponible, demasiado lejos de Minho como para poder verla.

– ¿En que estábamos? – preguntó el señor Yang interrumpiendo sus pensamientos.

Y allí estaba, la oportunidad de conocerla se esfumaba.

Por alguna razón al señor Yang le disgustaba la presencia de aquella chica, quizá tanto como a ella le disgustaba la de él. Qué extraña situación. Él queriendo saber todo, pero sin poder entender nada. La insistencia del señor en querer retomar la conversación no lo dejaba pensar con claridad. Tenía muchas ganas de preguntarle sobre aquella muchacha, demasiadas. Pero se las aguantó para otro momento. Por ahora debía continuar con la reunión aunque sabía que en el otro extremo de la mesa alguien moría por asesinarle con la mirada. Trató de concentrarse en su trabajo y a presión logró seguir con la charla.
Al cabo de diez minutos sintió la urgencia de ir al baño, urgencia provocada un poco por los nervios de la incomodidad y el vino que el señor Yang no dejaba de servirle. Se levanto disculpándose y caminó hacia los baños. No fue necesario preguntar por ellos puesto que veía el letrero desde su asiento. En ningún momento miró hacia el otro extremo de la mesa, no se quería topar con esa mirada de molestia. “¿Es que le había hecho algo?”, ”Quizá sí se trataba de un ligue de instituto del que no se acordaba”, “¿Una chica resentida?”, “¿Amor no correspondido?”.
Iba pensando en un montón de posible respuesta cuando al girar para entrar al pasillo que daba a los baños chocó de frentón con otra persona que iba saliendo.

– ¡Oh! Perdona – exclamó Minho al instante.

– Descuida – dijo la voz de un joven que se agachaba a recoger lo que fuera que se le había caído.

La expresión de Minho al verle fue totalmente de sorpresa.

Era… ella.
No.
Era… ¿él?

A su mente vino rápidamente la sensación del choque.
Plano.
Absolutamente plano. Como una tabla.

El shock fue inesperado. Miraba a la persona en el suelo como si fuera la revelación del momento. No atinó a decirle nada ni a ayudarle a buscar lo que fuera que se le perdió porque estaba tratando de salir del asombro que significaba su descubrimiento.
Observó la puerta por la que venía saliendo cuando se encontraron. “Varones”. ¿Necesitaba más pruebas?

Por fin había encontrado lo que se había caído. Al parecer una pulsera. La puso en su muñeca y enderezó su elegante suéter sin mangas a la altura del pecho. Le hecho una mirada de lado a Minho y se sacudió el hombro.

– Eres… – dijo Minho. Hasta ahora se percataba de sus tonificados brazos. Brazos que notoriamente pertenecían a los de un chico -. Eres… un chi…

– Que… – soltó el otro -. ¿Pensaste que era una chica? – en su pregunta había desdén y un deje de burla –. Siempre es lo mismo – dijo fastidiado y le dirigió una última mirada molesta antes de caminar de vuelta a la mesa.

Minho se quedó allí, hecho un lio. Lo vio alejarse. Era un chico, no había duda. Su caminar era masculino, sus brazos eran masculinos, su espalda más ancha que sus caderas y las manos en sus bolsillos le daban ese aire de muchacho universitario despreocupado por la vida. Salvo por su cabello largo y algo ondeado y sus ojos delineados que eran rasgos de una chica. Rasgos que lo habían confundido y lo habían dejado como un verdadero idiota. Se trataba de un chico vieras por donde lo vieras.
Y es que ahora, que todo había pasado, Minho sentía un bochorno terrible. ¿Cómo no lo vio antes? Quedó como un tonto frente al muchacho.
Sin darse cuenta había entrado en el baño y se mojaba el rostro una y otra vez. Luego de sentirse avergonzado había comenzado a sonreír.

– Aun no sé porque me odias – dijo hablándole al reflejo en el espejo -. Solo averigüe que es un chico quien me odia.

Sonrió divertido y se dirigió a los inodoros para saciar la necesidad porque la que se había levantado de la mesa.
“Pero que estúpido. Era el momento de charlar, de haberle preguntado por qué lo miraba así, ¿Es que había hecho algo? Ni siquiera sabía su nombre”.

Salió del baño a paso ligero y se decepcionó al no verlo en la mesa. ¿Se había ido? Caminó ocultando su repentino desanimo y volvió a ocupar su lugar. Lo que duro el resto de la reunión estuvo bastante distraído, la mitad de tiempo se la paso escuchando al señor Yang y el otro resto mirando hacia las escaleras por si aparecía el chico de nuevo. Pero ni luces de él.

– Mientras estoy de viaje quiero que vayas a lugares – explicaba el señor Yang -, ya sabes, discotecas, bares, pubs, etc,. Tú que eres publicista entiendes mejor de eso. Necesito los sitios más populares y concurridos para la promoción.

– Lo entiendo – dijo Minho escribiendo unos garabatos en su agenda -, me encargare de eso. Cuando regrese tendrá una lista de los espacios específicos para el marketing.

– Ten – el hombre le extendió una tarjeta, parecía de crédito -. Es una tarjeta de open con mi nombre.

Minho la recibió y la inspeccionó.

– Tarjetas VIP – explico el señor -, todo hombre importante tiene una, te servirá para entrar a donde sea.

El alto le sonrió y agradeció el gesto.

– La cuidaré, gracias.

– Me la devuelves cuando nos volvamos a ver.

Mientras Minho guardaba la dorada tarjeta el señor Yang sacaba de su propio maletín una pequeña carpeta con un par de hojas impresas. Tomó las hojas y se las extendió.

– Algunos sitios, en los que deseo que empieces.

Cogió las hojas. Era un pequeño informe con un listado de nombres, fotos y direcciones de lugares bohemios dentro de Seúl. Se sorprendió al encontrar a Babylon como un posible punto de promoción. De soslayo miró al señor Yang que iba por su quinta copa de vino y se pregunto si él sería de ese tipo de hombres. Le miró las manos en busca de un anillo. Allí estaba, la unión de oro. Estaba casado. Quizá se trataba de un hombre de mente muy abierta, o alguien que realmente no tenía ni idea de lo que era Babylon. Siguió la lista y no encontró nada más que llamara su atención. Guardó el documento en su maletín y miró el reloj en su muñeca. Las 10:30, aun alcanzaba a llegar a casa y pasar noche buena con Kibum. El señor Yang captó su preocupación por la hora y suspiró de manera comprensiva.

– A sido una reunión bastante satisfactoria y ha sido un gusto conocerte – dijo palmeándole el hombro -, veo que ya quieres regresar a casa y no te detendré más, lastima para mí que comenzaba a pasar una noche agradable con tu presencia.
Minho agradeció el elogió y sonrió muy cortés.

– Si quedó algo pendiente no dude en llamarme – dijo el alto -, tiene mi numero de móvil y el de mi oficina en la empresa, el lunes a primera hora concentrare reunión de creativos y me pondré a trabajar en su proyecto.

El hombre sonrió con satisfacción y volvió a propinarle unas palmadas.

– Espero nos veamos pronto señor Choi – el hombre se había levantado y le estiraba una mano a modo de despedida. Minho se levanto e hizo lo mismo.

Tomó su maletín y caminó hacia las escaleras no sin antes dirigirle un par de reverencias al hombre que sin duda lo haría rico. Porque si aquel trabajo resultaba un éxito Minho recibiría una notable bonificación además de un merecido ascenso.
Bastante conforme y olvidando a ratos al chico aquel, Minho salió del restaurante y le habló al botones para que fuera por su coche. Esperó uno segundos en la entrada hasta que su hermoso vehículo negro se estacionó frente a él. Le dio una considerable propina al muchacho de atuendo rojo y subió a su auto dejando la maleta en el asiento adyacente. Ahora conduciría a casa lo más rápido posible.
En el caminó repasó las cosas vividas. La reunión había ido bien, el señor Yang era un hombre con el que se podía mantener una charla amena y un empresario bastante flexible, en sí, alguien con quien podía trabajar exitosamente. El vino… bueno el vino había sido lo peor de la reunión.
De pronto se encontró riendo como un tonto frente al volante y subiendo la velocidad de su conducción, se había metido a la autopista y manejaba a más de 120 k/h.
Aunque… pensándolo mejor, el vino no había sido lo peor. Ella… no, perdón, él. Aquel chico había sido lo más desconcertante de la velada. Recordó el bochorno y lo estúpido que se sintió al verse confundido por el sexo del otro. ¡Es que realmente había pensado que era una chica! Hasta JongHyun lo había creído. Recordó sus afilados ojos mirándolo con molestia, siempre con molestia.
Jjong le había dicho que la chica, bueno, ahora chico, pregunto por él y había dejado hasta un número. Quería contactar con él por una razón que aun desconocía. Se lo había topado a la salida del baño, hasta habían intercambiado un par de palabras. Pero… ¿Nada mas? Creía que quería contactar con él. ¿Para qué dejó su número si después lo iba a ignorar?

“Aahhh… que confuso”.

Decidió mentalmente dejar el asunto del misterioso chico de lado y concentrarse en su regreso a casa. Volvería a casa con Kibum y no había pensado en nada. En absolutamente nada. ¿Qué le diría? Todas las tiendas a su alrededor estaban cerradas. Era noche buena y las familias se habían encerrado en sus hogares a pasar una víspera en familia. ¡Rayos! Ni siquiera un par de flores para no llegar con las manos vacías. Medio desesperado aparcó el coche a un costado de la calle.

– Tiene que haber algo aquí en el auto.

Registro el vehículo de cabo a rabo, hasta en el portamaletas y debajo de los asientos. Solo consiguió dar con un par de lápices y unos cuantos clips.
“¡Aaaahhh! Estoy acabado”.
Entre tanto ajetreo el maletín había caído al suelo y se había abierto. Un pequeño brillo dorado llamó a su mirada.

– ¡Claro!

Con renovado entusiasmo emprendió marcha nuevamente y condujo a casa con mayor velocidad y una gran sonrisa.
En menos de cinco minutos estuvo fuera de su edificio y estacionó el coche a lo bruto en el aparcadero. Tironeó su maletín fuera del coche y corrió hacía los elevadores. El aparato, que se encontraba en el último piso, tardó en bajar. Una vez allí Minho ingresó a la carrera y oprimió el número nueve una decena de veces. El elevador, demasiado lento para su gusto, llegó por fin a su piso. Descendió rápido y caminó por el pasillo hasta llegar frente a su puerta. Apartamento número veinticuatro. Algo dudoso sacó las llaves. Pensaba en lo primero que diría cuando se encontrase con Kibum.
Decidió tomar la dorada tarjeta que el señor Yang le había prestado y la guardo en el bolsillo de su pantalón de ante mano. Volvió a buscar su llave y lentamente se decidió a abrir la puerta. Dentro estaba muy oscuro y silencioso. Cerró la puerta tras él con suavidad y apoyó la espalda en ella.

– ¿Kibum? – preguntó con incertidumbre. Anduvo a través de la oscura sala tanteando el interruptor, apenas lo encontró lo oprimió -. ¿Kibum? – volvió a llamar.

La luz inundo sus ojos y se encontró con el departamento tal cual como lo había dejado. Fue a la cocina y el sitio estaba igual. Las zanahorias picadas seguían allí, al igual que le cebolla, el cuchillo en la tabla y otros utensilios. Se preocupó. Volvió a llamar a Kibum en el silencio y dejó el maletín en el suelo para dirigirse a la habitación. Allí tampoco estaba. En el baño tampoco y en el balcón menos. No estaba. No estaba por ninguna parte. No estaba en el departamento.
Acongojado tomó su celular y marcó su número. Le salió la contestadora. Volvió a intentarlo. De nuevo la maldita contestadora. Kibum tenía su móvil apagado.
“!Rayos!”
Apretó el celular en su mano para dar vueltas en círculos por la sala. Pensaba en donde demonios podría estar.
La parpadeante lucecita roja del teléfono contestador en la sala llamó su atención. Tenía un mensaje. Fue hasta él y oprimió el botón para escucharlo. Era la voz de JongHyun.

– Idiota… – silencio… un suspiro siguió a sus palabras -. Te lo advertí.

Sin saber porque la ira subió en grandes cantidades hasta que su rostro se contrajo en una colérica expresión. Arrojó con furia el celular contra la pared y ni el estadillo de este contra el muro y del pequeño aparato haciéndose añicos calmó la frustración y el enojo que Minho sintió en esos momentos.
Que noche buena más feliz.

CONTINUARA~~~

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[2Min] Babylon: Capítulo 3.

Capítulo 3: Compras.

A tan solo una semana de navidad y año nuevo las tiendas comenzabas con sus ofertas y el público gastaba y gastaba en regalos, mobiliario, decoración y lo que hiciera falta para pasar un fin de año memorable. Era época de celebración, prosperidad y recuerdos, y las calles cubiertas de nieve se abarrotaban de luces navideñas y mensajes de esperanza.
Ya habían pasado dos semanas desde la salida a Babylon y Minho junto con Key hacían las compras necesarias. Unos cuantos adornos para el árbol que esperaba en casa y algunos obsequios para los amigos.
Key se había quedado más de lo necesario al interior de una boutique escogiendo una chaqueta para JongHyun, le gustaba regalar cosas costosas y únicas sobre todo si se trataba de sus cercanos, en este caso, su mejor amigo. Minho por el contrario era un chico más tradicional, le gustaban las cosas simples y significativas, es por ello que pensó mucho en el regalo de Key. Estaba entre un morral hecho a mano y un pijama con estampado de ovejas. Estaba a punto de decidirse, mientras Key inspeccionaba la tienda de al lado, cuando una mano le quito ambos objetos.

– Estás loco si piensas regalarle algo como esto a Kibum – JongHyun había aparecido a su lado y miraba con asco el morral y el pijama -. Aunque si son para ti podría entenderlo – agregó con una sonrisa burlona.

– Y tú de donde saliste – le quitó ambas prendas.

– Solo cotizo lo que compraré en un par días – contó -. Y no será parecido a eso – dijo mientras señalaba las cosas de Minho.
El alto se sintió avergonzado por su comentario.

– ¿Son muy feas? – preguntó bajito.

– ¡¿Qué si son feas?! – exclamó el otro -. ¡Son horribles! Anda.. – dijo empujándolo -. Devuelve todo antes que Kibum se entere de las cosas feas que querías regalarle.

Minho lo miro ceñudo, JongHyun era un exagerado, pero tenía razón, eran regalos demasiado simples para Key, seguro se los tiraba por la cabeza si los veía. Dejó ambas prendas donde estaban y miró a su alrededor.

– Aquí no encontraras nada para él – anunció mientras tomaba un pañuelo café hecho de lana -. Tienes que ir a esas tiendas grandes, con ropa exclusiva, de diseñador.

– Eso me va a costar un ojo de la cara.

– Que importa, se trata de tu novio – lo miró serio. Minho le devolvió la mirada -. Aunque… siempre puedes comprar algo de imitación – musitó y dejó el pañuelo en su lugar.

– Eso sería suicidio.

Ambos chicos rieron.

– Que costoso sale tener un novio como Key – bromeó Minho, JongHyun a su lado le golpeó la cabeza.

– No hables mal de mi amigo.

– No lo hago – dijo sobándose la cabeza.

– Te estás quejando de él.

– ¿Y qué? Lo que dije es cierto.

JongHyun hizo un mohín y le dio otro golpecito antes de la salir de la tienda.

– Infantil – musitó Minho y salió tras él -. Bueno señor “sabelotodo con respecto a Key” ¿De qué manera debería sacrificar mi bolsillo para hacer feliz a mi novio? – la pregunta la hizo con ironía.

El chico afuera le miraba con el ceño fruncido. Echó un vistazo hacia ambos lados de la acera antes de acercarse a su oído y contestarle.

– No te diré – se alejo dos pasos y le sonrió -. ¿No eres su novio? Averígualo tú solo.

Estaba por alejarse cuando la voz de Key lo hizo girarse.

– ¡Miren nada mas a quien tenemos aquí! – exclamó, se acercaba a los chicos con una bolsa de compra en cada mano -. ¡Don Exhibicionista en persona! – se burló. Le extendió una bolsa a Minho y le regalo una tremenda sonrisa maliciosa a su mejor amigo.

– No empieces con eso – musitó JongHyun, el comentario le había desagradado -. Qué vergüenza – se llevó una mano a la cabeza y miró hacia cualquier lado, notoriamente apenado por algo. La risita de Minho le hacía sentir aun mas avergonzado, ¡Maldita la noche en que conoció al tal Richy!

– Será tu karma por siempre – le molestó Minho.

– Mmmm.. haber – dijo Key inspeccionando a su amigo y levantándole el suéter que traía puesto -. No te olvidaste de la ropa interior ¿O sí?

JongHyun miraba enfadado como ambos chicos se burlaban de él. Sus risas no le estaban a ayudando a superar lo de hace dos semanas. Vaya par de amigos.

– Vamos, vamos.. – dijo Minho -. No te enfades, bromeamos.

– Solo olvídenlo ¿quieren?

Minho y Key se miraron.

– ¡Imposible! – exclamó Minho.

Flash Back

– ¡Es aquí! ¡Es aquí! – chilló Key, llevaba el pelo revuelto y vestía una atuendo que extrañamente no combinaba -. Dobla aquí, es en la esquina – decía mientras le indicaba el camino a Minho.
El más alto, que iba a una velocidad considerablemente alta, dobló de forma brusca y siguió la calle a hasta la esquina siguiente -. Por dios que no le haya pasado nada grave – rezaba Key, estaba preocupado.

– ¡Allí está la estación! – avisó Minho. Su copiloto miró por la ventanilla y efectivamente, allí estaba la estación de policías. Habían llegado.
Minho estacionó el coche en la entrada y bajo rapidísimo, lo mismo Key. Ambos vestidos con extraños atuendos, claramente lo primero que habían encontrado, ingresaron en la estación y casi corrieron al mostrador donde los atendió una policía.

– Kim JongHyun – balbuceó Key -. Recibimos su llamada, está aquí.

Minho lo abrazaba por los hombros intentando tranquilizarlo, su novio casi se había aventado sobre el mostrador cuando la policía dijo que esperasen un momento.

– Jjong, Jjong, Jjong.. – repetía Key abrazado a Minho.

– Tranquilo – susurró. El más alto hecho un vistazo, y para ser las 4:30 de la madrugada, el lugar se encontraba bastante activo. Policías iban y venían con diversos sujetos esposados, ya sea porque estaban ebrios o golpeados. Seguro se trata de las típicas peleas callejeras, pequeños delincuentes que armaban alboroto durante las noches y luego se dedicaban a beber y a emborracharse. Un espectáculo típico en la gran cuidad de Seúl. Aunque Minho, ahora que lo pensaba mejor, si JongHyun estaba allí era por algo parecido -. Ahh… Jjong babo… – suspiró -. ¿Qué hiciste esta vez?

En ese momento la policía volvía a hablarles.

– Kim JongHyun – dijo leyendo una hoja -, detenido por exhibicionismo y perturbación del orden público. Según la ley no es un delito que deba pagarse con días de cárcel – explicaba -, pero si debe pagar una fianza de quinientos mil wons y cumplir con tres meses de servicio comunitario.

Pasó un largo minuto antes de que Minho o Kibum pudieran decir algo. Si no es porque la mujer tosió de forma disimulada los chicos siguen petrificados.

– ¿Exhibicionismo? – repitió Key. Había algo que no cuadraba en lo que dijo la policía y lo que les había dicho JongHyun por teléfono.

– ¿No les dijo el detenido que le trajeran algo de ropa? – preguntó la mujer. Ambos chicos negaron con la cabeza.

La policía se levantó de su asiento y salió del mostrador, camino hacia uno de sus colegas en la entrada y le comunicó algo. Cuando la mujer regresó les indicó que el policía los guiaría hasta JongHyun. Minho medio perturbado, siguió al policía por la estación tirando de la mano de Key. Su novio se encontraba igual o más desconcertado que él.
El fornido hombre de traje azul marino, los guió por un pasillo. Al llegar al final apuntó a una pequeña celda en el fondo.

– Allí –señalo y se dio media vuelta para dirigirse a ellos -. Tienen diez minutos – anunció antes de retirarse. Los chicos asintieron y caminaron hacia dicha celda. Una vez frente a los barrotes Key se agarró de ellos y susurró el nombre de JongHyun en voz baja. En la penumbra del cuartucho una figura se movía.

– ¿JongHyun? – repitió Key y la figura volvió a moverse.

– ¡Pueden encender la luz! – exclamó el oficial desde la lejanía -. ¡Se encuentra a un costado!

Minho a un costado de los barrotes divisó el interruptor y no dudo en oprimirlo.

– ¡No! – gritó una voz desde adentro de la celda. Pero ya era demasiado tarde. Las luces se habían encendido y habían dejado a un desnudo JongHyun a la vista.

– ¡JongHyun! – exclamó Key horrorizado. El chico en cuestión solo atinó a cubrirse con las manos sus partes íntimas y a sonreír de manera nerviosa.

– Ho-hola chi-chicos – saludó terriblemente avergonzado.

Minho estallaba en carcajadas mientras que Kibum se preguntaba que había hecho mal para tener a semejante babo como amigo.

Fin Flash Back

– Esos recuerdos no los cambio por nada – espetó Minho.

– ¡Ya! ¡Richy imbécil! ¡Te odio! – gritó JongHyun al aire. Las personas que caminaban por la acera se quedaron viendo el espectáculo -. ¡Que me ven! – les ladró.

– Ya cálmate – Key le palmeaba un hombro -. No fue tu culpa – dijo riendo.

– ¡Claro que no fue mi culpa! – exclamó -. Si hubiera sabido que el maldito estaba casado, no me voy a su casa.

Minho se tapó la boca con una mano para que su risa no explotara.

– Oh, vamos – musito Key y le dio un golpe en la espalda a su amigo -. De todas formas te hubieras acostado con él – se burló. JongHyun frunció el ceño -. Me sorprendió enterarme de que Richy estaba casado – habló más para sí mismo que para los demás -, y con una mujer…. Wooow… y yo que pensé que era una pasiva sin remedio – rió con sus propio chiste.

– Pasiva o no, no le costó nada echarme por la ventana cuando llego su esposa – JongHyun se había cruzado de brazos y bufaba molesto.

– Yo creo que fue mala suerte – comentó Key -, solo tú puedes encontrarte de frentón con una patrulla policial mientras huías a casa con lo puesto… – meditó -, bueno en realidad, sin nada – rió.

– Son los riesgos de vivir una…. aventura – dijo Minho mirando de soslayo a Key. Su novio era lo bastante listo como para captar las indirectas en el aire, pero lo ignoró.

– Aunque… aun no entiendo porque esa noche no me llamaste a mi – habló Key aparentando tristeza -. Soy tu mejor amigo.

– ¡Por lo mismo! Conociéndote… te burlarías de mi por siempre…

– Omo.. qué bien me conoces – comentó Key abrazándolo.

– Y se suponía… que Minho no te diría nada – JongHyun fulminó al más alto.

– ¿Qué querías que hicieras? – se encogió de hombros -. Estaba al lado mío, escuchó todo lo que me dijiste por teléfono.

– En fin – suspiró -. Atesórenlo porque jamás volverán a verme en una situación igual.

– Hasta que conozcas a otro sujeto – murmuró Minho.

– ¡Ya! ¡Corten el rollo! – exclamó.

Entre risas, burlas, bromas… y más risas, pasó la tarde de ese día viernes. Los chicos siguieron el tema de la detención de JongHyun por un buen rato ya que había sido el escándalo del mes entre sus conocidos. Y es que las aventuras del apuesto moreno nunca pasaban desapercibidas, siempre tan subidas de tono y siempre igualmente escandalosas. Aunque en esta última, se había visto perjudicado. El bochorno había sido de primera. La “aventurilla” con Richy le había costado.

– ¿Cuándo volveremos a Babylón? – preguntó Key mientras abría la puerta de entrada del departamento.

– No pienso ir allí en un buen tiempo – contestó Minho. Se apresuró a entrar y dejar todas las bolsas de compras sobre el sofá.

– Tengo entradas para hoy.

JongHyun los había acompañado y al igual que Minho dejaba algunas bolsas de Key en el sofá.

– ¡Minho, vamos! – exclamó su novio.

– No – contestó seco -. Estoy muerto, además hoy tengo la cena con el gerente Mong.

– ¿Hoy? ¿Trabajarás hoy? ¡Es viernes! – exclamó y agito los brazos como si lo dicho por Minho fuera una locura.

– Exacto, es viernes, aun no es fin de semana y mis horas de trabajo no terminan.

– Te compadezco – Jjong le daba golpecitos en la espalda.

En un abrir y cerrar de ojo Kibum se había prácticamente amurrado. JongHyun le había ofrecido ir con él a Babylon de todas formas, pero rechazó su oferta con dramatismo y molesto fue a encerrarse en su pieza. Conociéndolo, se iba a quedar allí un buen rato.

– Ya se le pasara – avisó Minho. Comenzaba a sacar algunas cosas de las bolsas.

– Las rosadas no las toques – le dijo Jjong -. Ya sabes, regalos de Key. Minho asintió y se dedicó a ordenar sus compras.

– Me tengo que ir en menos de una hora, si quieres te quedas y convences a Kibum de ir contigo – comentó mientras tomaba un par de bolsas y las llevaba a la cocina. Jjong lo siguió -. Le gustó ir a ese lugar y… no quiero que se quede aquí amurrado sin hacer nada.

– ¿Cómo la mayoría de los viernes? – preguntó. Minho dejó las bolsas y lo miro con seriedad.

– Ya sé que no soy un muy buen novio en ese sentido, pero es mi trabajo – se defendió -. Espero lo entiendas como lo hace Kibum.

– Oh, si… lo entiendo – ironizó -, lo entiendo perfectamente, igual que Kibum, es por ello que ahora está encerrado en su pieza medio molesto.

– Demonios, es mi trabajo, que quieres haga.

Minho vaciaba las bolsas y guardaba el contenido comestible en la nevera, todas sus acciones con una pisca de enfado.

– No es solo el trabajo – agregó JJong y lo miró con más concentración que nunca. Minho se detuvo para prestarle toda su atención.

– ¿A qué te refieres?

JongHyun siguió con su mirada de “ya sabes a lo que me refiero” y Minho en realidad si sabía a lo que se refería, pero era un tema hablado ya tantas veces que le molestaba que siguiera saliendo a colación.

– Ya sé que no soy un chico muy divertido si de fiestas se trata, reconozco que no me gusta salir mucho a lugares como… Babylon… – pronunció la palabra como si fuera algo amargo -, no soy de esos, Kibum lo sabe, Kibum así me conoció.. y Kibum así me quiere – finalizó y volvió a su tarea de guardar los víveres.

– Pero uno se cansa ¿sabes?

Minho suspiró. No tenía ganas de seguir escuchándole. Era el mejor amigo de Kibum, pero no el suyo. ¿Qué hacía allí hablándole de su relación y sermoneándole?

– Deberías dedicarte a mimar más a tu novio que a lo regordetes sujetos con los que trabajas.

Minho dejó las bolsas y se giró para observarlo sin ninguna expresión en sus ojos.

– ¿Tu serías un buen novio cierto?

Un extraño silencio, que duro más de lo presupuestado, acompañó a la pregunta de Minho.

– No – contestó JongHyun -. Yo soy su amigo, y un buen amigo lo que hace es cuidar del otro – exhalo fuerte y desvió la mirada -. Es una pena que te tomes las cosas así.

Era raro ver a JongHyun en esa faceta tan seria y madura. Pero cuando de Kibum se trataba el chico podía llegar a ser todo lo humano que no es en su vida diaria.

– Lo siento – murmuró el alto -. Es que me dices todas estas cosas que ya sé pero… – se revolvió los cabellos apesadumbrado -, no puedo hacer nada. Es mi trabajo.. y es mi forma de ser.

– Uno siempre puede cambiar.

Minho suspiró y su mirada se encontró con el reloj en la pared.

– Es tarde – anunció -. Debo alistarme.

JongHyun asintió y bajó la mirada. Minho tenía ganas de decirle algo para dejarlo tranquilo. Entendía la preocupación por su amigo y entendía que lo estuviera regañando por ello. Pero el tema no tenía vueltas. No dejaría su trabajo y no dejaría de ser quien es para cumplir los caprichos de Kibum. Sabía que Key era de la clase de chicos fabulosos que se la pasaba en fiestas y reuniones sociales de gran clase, así lo conoció y así le gusto. Pero él no era tan así y Kibum lo supo de un principió. Era consiente de que hacía sufrir a su novio al no compartir todas aquellas entretenidas salidas con él, pero es que él no era así. Estaban bien las fiestas y los lugares glamorosos, pero Minho era el tipo de chico que prefería una romántica cena en la playa o que simplemente se quedaran en casa viendo una película rodeados de palomitas de maíz. A Kibum le gustaba la tranquilidad y simpleza de Minho y a Minho le gustaba la extravagancia y divosidad de Kibum. Polos opuestos que se atraen como imanes pero que se desmoronan con el tiempo por la falta de cosas en común. Lamentablemente una relación así siempre termina en… rutina.
Minho solo esperaba que no les sucediera eso.

– ¿Te quedas con él por esta noche por favor? – pidió el alto. Sacó su billetera y de adentro tomó un par de billetes -. Salgan, llévalo a alguna parte, cenen, vean películas.. lo que quieras – le extendió el dinero.

JongHyun en otro momento se hubiera sentido ofendido. Pero el rostro de Minho se veía tan apenado que cogió el dinero y le prometió que cuidaría de su novio. Lo distraería y lo llevaría a lugares divertidos.

– Gracias – musitó -. Te lo debo.

JongHyun le palmeó la espalda dejando atrás la parte densa de la conversación y volviendo a ser el mismo sujeto atrevido y sonriente de siempre.

– No te preocupes, déjamelo a mí, ya se me ocurrieron un par de cosas que se a Kibum le encantaran.

Minho le sonrió aunque no muy convencido. Solo esperaba que no llevara a su novio a algún cabaret o prostíbulo de mala muerte.

– Bien.. me voy a la ducha – anunció dispuesto a abandonar la cocina.

– Oh.. Minho… por cierto – habló Jjong -. Esa noche, en Babylon, una chica preguntó por ti.

El alto levantó una ceja.

– ¿Una chica?

– Si – afirmó -. Le preguntó por ti a Richy.

Minho frunció el ceño e hizo memoria de esa noche. “Puede ser…”

– ¿Cómo era? – preguntó interesado.

– Mmmm… – JongHyun entrecerró los ojos, buscaba la respuesta en su cabeza -. Delgada, cabello claro, mmm… no recuerdo muy bien, estaba bebido, ella habló con Richy, entre lo que conversaron escuche tu nombre.

– ¿No escuchaste nada mas?

– Mmmm… no – se cruzó de brazos -. Dejó un papel, creo que con su número de teléfono, pero se lo dio a Richy.

Minho que estaba muy atento también se cruzó de brazos y meditó un momento.

– ¿Una antigua amiga? – preguntó JongHyun suspicaz -. ¿Antigua novia? ¿Ligue de una noche? – dijo picándole las costillas con un dedo.

– Nada de eso – replicó Minho fingiendo molestia -. Ni idea de quién pudo haber sido.

– Quizá una chica que se había interesado en ti.

Minho lo pensó, si se trataba de la misma… ¿Qué hacía preguntando por él? ¡Había dejado hasta su teléfono! ¿Es posible que haya sido una antigua conocida? Quizá alguien del instituto…. Imposible, Minho lo hubiera recordado.

– Espera que se lo mencione a Kibum – advirtió Jjong ordenándose el cabello -, como se pondrá cuando sepa que andas de matador con una chica.

Minho rió y le dio un golpecito en el hombro. JongHyun se sonrió y salió de la cocina.

– Bueno ya sabes… – habló el más alto -. Me lo cuidas bien.

– Claro… ve a tu fomedad de trabajo tranquilo.

Minho le hizo un mohín pero JongHyun ya estaba echado en el sillón espiando el contenido en las bolsas de Key, no le hacía caso.
“¿Cual será el mío?” fue lo último que Minho escuchó antes de entrar al cuarto de baño. Debía alistarse rápido si quería llegar a tiempo a su cena de negocios. Se le habían ido varios minutos hablando con JongHyun y aun le faltaba por arreglar los documentos correspondientes que debía llevar.
Mientras se quitaba la ropa, en su mente enumeraba las cosas para la reunión. Rememoraba los puntos que se iban a tocar y los temas de conversación que debía incluir.
Entró en la ducha y el agua tibia fue un estimulante para su cerebro. Repasó con rapidez todo lo referente a la reunión y fue así como su mente divagó por la conversación recién tenida con JongHyun hasta lo último que le había mencionado. Aun bajo el agua de la ducha abrió los ojos pensativo.
Esa chica… le intrigaba.

CONTINUARA~~~

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