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[2Min] Babylon: Capítulo 8.


Capítulo 8: Mala influencia.

Minho caminaba entre la muchedumbre con ambos brazos en alto, en una mano trataba de equilibrar un martini y en la otra un tónico. Los cuerpos en la pista de baile que no dejaban de moverse no le hacían fácil su tarea de llegar con ambos tragos sanos y salvos a la mesa correspondiente, pero esquivando cuidadosamente brazos y piernas frenéticas logró cruzar la zona y llegar al otro extremo de la discoteca donde lo esperaba un despreocupado Jin que no dejaba de mirar la pantalla de su teléfono móvil. ¿Era idea suya o parecía preocupado?

– ¿Esperas una llamada? – preguntó mientras dejaba ambos tragos sobre la pequeña mesa circular. Jin no le miro, cerró su móvil y lo guardó en el bolsillo de su pantalón -. ¿De Yang? – siguió Minho.

– No – le cortó de inmediato con el ceño fruncido, tomó su tónico y le dio un sorbo.

Claro que estaba esperando una llamada del viejo Yang, no había que ser un lector de mentes para darse cuenta de ello, lo que Minho no lograba entender aun era, porque diablos Jin era tan dependiente de aquel viejo. ¿Realmente era solo por el dinero? ¿El chico tendría alguna clase de sentimiento hacia él? Sintió un leve escalofrió y enarco una ceja, gesto que no paso desapercibido por su acompañante, Jin debió haber visto su expresión de “no te creo nada”, porque rectificó de apoco su respuesta.

– Bueno, s-si – dijo poco seguro. Minho asintió y apoyó los antebrazos en la mesa para recargarse -. Es que… me parece raro que aun no me llame para preguntar dónde estoy y que hago – continuó observando el contenido en su vaso -, cuando suceden cosas como estas, siempre recurre a mi – finalizó en voz queda y se giró sobre el taburete para mirar a la multitud danzante.

– ¿Cosas como estas? – repitió Minho -. A que te refieres.

Jin seguía mirando a los ocupantes de la enorme pista y habló sin apartar la mirada.

– A lo que paso contigo – respondió casi de forma evasiva -, seguro quedó de mal humor…
El chico terminó de hablar casi en un susurro, Minho estuvo tentado de seguir preguntando pero su tino y experticia le dijeron que mejor no lo hiciera. Había atado cabos y suponía más menos a lo que se refería. La conversación tenida con el viejo en su despacho debió dejarle un amargo sabor de boca, como consecuencia de ello lo más normal era pensar que Yang buscaría a Jin para… bueno, está claro para que. ¿Sería siempre así? Por lo que insinuó Jin, al parecer sí.

– Se desquita contigo… – murmuró Minho sin poder contener la molestia que dichos pensamientos le provocaban. Jin le miró de soslayo por un instante.

– Yo no lo diría así.

Clavó su mirada en el perfil del muchacho, estaba analizándolo, como tantas otras veces Jin le evitaba y redondeaba las cosas quitándoles peso. Pero el alto estaba seguro que en algún momento debía de caer, dejarse de hacer el indiferente y afrontar la clase de vida que llevaba, que por lo demás era bastante triste. Mientras, su cabeza se llenaba de pensamientos, con sus ojos delineaba la figura de su rostro y su mirada debió ser más que intensa porque solo volvió en si cuando percibió moverse incomodo a Jin en el taburete. Sonrió con aquel gesto de inseguridad del muchacho y se echó hacía atrás en su asiento.

– Quizás Yang sepa donde estas, por eso no ha llamado.

El rostro de Jin se contrajo en una mueca de susto, miró a Minho con los ojos abiertos y los labios separados, de pronto las personas bailando no se le hicieron para nada interesante.

– Imposible – se relajó y le pegó otro sorbo a su tónico. Minho ensanchó aun más su sonrisa y decidió probar su martini.

– No debiste aceptar si ibas a estar nervioso – comentó, relamió el martini en sus labios y asintió conforme -. Está delicioso.

– No estoy nervioso – masculló el chico, volvía a fruncir el ceño.

– Claro que lo estas – rebatió burlesco.

– ¡Que no! – exclamó y se bebió el resto de su tónico de un solo trago, se limpió los restos con la manga y dejó el vaso en la mesa de nuevo con un sonoro golpe.

– ¡Hey! ¡Mi chaqueta!

Jin se miró lo que traía puesto y luego la manga con que se había limpiado la boca. Un irónico “Ups” fue lo único que dijo y se levantó de su puesto en dirección a la barra. Con un gesto de la mano anunció que iría por otro vaso y se perdió rápido entre la gente. Minho le siguió con la mirada hasta que ya no vio mas su espalda, entonces se giró de nuevo hacia su martini y le dio otra probada, jugó un instante con el pincho y las aceitunas hasta que las sonoras risitas de un grupo de chicas le hicieron ladear el rostro de nuevo hacia la pista. Dos jovencitas que bailaban sensualmente al ritmo de la música, le sonreían y le invitaban a ser parte de sus eróticos movimientos. Como siempre, o como, cada vez que pasaban estas cosas, Minho sonrió de manera dulce y negó con la mano enseñando el puesto vació frente suyo, tratando de dar el claro mensaje de “Estoy acompañado”, era más apropiado que decir “No, lo siento, soy gay”. Pero las chicas parecían obstinadas y seguían insistiendo con miradas y movimientos sensuales, Minho solo podía reír y seguir negando de forma educada. La verdad se le hacía gracioso el cuadro ¿Cuántos hombres heteros daría lo que fuera porque un par de chicas tan guapas como aquellas les invitaran a su juego erótico por una noche? Rió de nuevo y levantó los hombros excusándose de que no iría. Y no fue hasta que una de las muchachas se levantó la camiseta para enseñarle su sostén que Minho supo que ya era suficiente, o buscaba otro lugar donde sentarse o tendría al parcito seduciéndole encima de la mesa.
La llegada abrupta de Jin le relajó y por el rabillo del ojo pudo captar el desanimo de las chicas, hasta que por fin captaban el dichoso mensaje. Pero para su mala suerte las chicas de nuevo habían entendido todo mal. Se concentró en beber su martíni y no en las señas que ahora le dirigían a Jin.

– ¿Te arruine el ligue? – preguntó el chico mirando con desdén a las muchachas -. Parecen querer bailar contigo.
Minho le miro con una ceja en alto, luego a las chicas. La más alta los indicaba y con la mano les decía que se acercasen, dos y dos.

– Yo paso – dijo Jin volteándose en el taburete para quedar frente a Minho. Por un segundo tubo la extraña idea de que Jin se pondría de pie y se uniría al baile, pero no fue así, y no tendría por qué haber sido así tampoco, aunque, aún no lo sabía, suponía que el chico era homosexual, pero de todas formas eso era suponer muy rápido.

– Yo también – confirmó Minho -, tengo novio y… no me gustan al chicas.

– A mi tampoco – soltó sin tapujos. Al parecer no estaba para nada suponiendo muy rápido, así que eran del mismo bando. Sonrió sin querer, gesto que no paso desapercibido por el chico -. ¿Qué es tan gracioso?

Negó con la cabeza y apuntó a las muchachas, una de ellas ya estaba completamente sin blusa.

– No van a dejarnos en paz – sentenció Minho, Jin arrugó la nariz, como si la visión le resultase muy desagradable.

– ¿Nos cambiamos de mesa? – sugirió asqueado.

– No será necesario.

Minho arrastró una mano por la mesa hasta alcanzar la de Jin, entrelazo sus dedos y se recargó en la mesa para sonreírle con travesura.

– ¡¿Q-que ha…?! – tartamudeó he intento librarse de su agarre pero Minho apretó más fuerte.

– Tranquilo, no pasa nada – Estiró su otra mano libre y le acarició la mejilla. La personalidad esquiva y reticente de Jin casi lo estropea todo, el chico se puso como tabla bajo su tacto, no debería reaccionar así sabiendo el trabajo que tenía. ¿Le pasaría lo mismo cuando los viejos lo intentaban tocar? Aagg… ahí iban de nuevo sus pensamientos poco agradables sobre el oficio de Jin.

– Ya puedes soltarme – decía un Jin que intentaba apartar su mano a toda costa. Minho parpadeó un par de veces y desvió la mirada hacia la pista. Las chicas ya no estaban, perfecto. Le soltó y retomó su trago -. Podrías avisarme la siguiente vez que pretendas ser mi novio… -, comentó con una voz de reproche -, …para estar preparado.
Minho rió y se recargó en el taburete.

– Si de esa forma evito que reacciones así, está bien.

– ¿Así como? – preguntó a la defensiva.

– Así como lo hiciste.

Minho apretó todos los músculos de su cuerpo y simulo quedarse petrificado, en su rostro la clara imitación de desconcierto y nerviosismo que había puesto Jin. Rió despacio una vez terminada su actuación.

– No puse esa cara – musitó el chico con el ceño fruncido.

– Claro que si – dijo divertido -, no sabía que el tacto con otros chicos te ponía tan nervioso.

Había lanzado ese comentario con doble intensión.

– No es así – se defendió -, es solo que…, me pillaste desprevenido – miró hacia otro lado. Intentaba sonar despreocupado pero a Minho ya no lo engañaba.

– Si siempre te pasa… me encantaría saber cómo lo haces – su voz había sonado más intensa de lo que hubiera deseado. Había dejado el martini a un lado y le prestaba total atención a un Jin que seguía dándole el perfil.

– Ya te dije que solo me pillaste desprevenido – se había terminado de girar sobre el asiento y no despegaba sus ojos de la pista.

– Te ha de costar estar con otros hombres – comentó. Su sonrisa de había desvanecido y ya no había intensidad en su voz, si no convicción y algo de lástima.

– Estoy acostumbrado.

– No fue lo que yo percibí recién – le cortó.

– Bueno no es asunto tuyo.

– Desde que me hablaste esa noche en el baño si lo es – había conseguido de nuevo la atención del chico, le observaba con gesto aburrido -. ¿Por qué dependes tanto del viejo? ¿Tanto necesitas el dinero? ¿No te lo puedes ganar de otra manera?
Seguramente aquellas preguntas se las habían hecho ya muchas veces otras personas, pero él no sabía las respuestas y quería una contestación clara. Para Jin seguro era una molestia tener que escucharle pero se la iba a tener que aguantar, no por nada había mentido ante el viejo Yang, una palabra de Minho y Jin recibiría una paliza segura, sin contar su despido.
Luego de pensar o de ignorar el tiempo suficiente a Minho, el chico se decidió a contestar, por la mirada seria e insistente del alto pensó que era mejor decirle.

– Es fácil – murmuró como si estuviera cansado -. Simplemente porque así es más fácil.
Se entristeció al escuchar aquella respuesta. ¿Es que no tenía ni una clase de expectativa en su vida?

– Pero no eres feliz.

– Quien quiere serlo – respondió a la defensiva, se llenaba la boca de líquido y se limpiaba la comisura de los labios con el dedo -. Estoy bien así.

– Pero podrías estar mejor.

– Me conformo – jugó con los hielos de su vaso y se bebió otro sorbo.

La desazón que le provocaron sus palabras le hizo pensar que estaba frente a un chico sin futuro, sin sueños y sin esperanzas. ¿Les pasaría igual a todos los que estaban metidos en lo mismo? Más que nunca sintió esas ganas de sacarlo de allí, de liberarlo de aquel circulo vicioso que era la prostitución. Si se lo proponía le podía dibujar una estable vida, con un buen trabajo y amigos fantásticos, pero Jin parecía alguien difícil de tratar. Si Minho le brindaba ayuda seguramente lograría hacer de su vida algo mejor, algo más normal, pero sabiendo lo obstinado y mezquino que era, lo más probable era que lo mandase a la punta del cerro. Hasta pensó en que Key estaría muy dispuesto a ayudar, quizá y lo terminaba acogiendo como su hijo, Key, siempre tan maternal.
Sí, quería ayudarle, sacarlo de ahí. Aunque aun no entendía bien el motivo, su propio motivo.

– Yo podrí ayudarte – habló por fin -, te puedo conseguir un buen trabajo, no tendrías que volver a depender a de Yang, tendrías un sueldo digno para costearte tus cosas y pagarte el arriendo de un departamento y…

Se detuvo al observar la expresión hastiada de Jin.

– ¿Por qué insistes? ¿Qué ganas con todo esto? – “buena pregunta” pensó Minho -. Ya te dije que estoy bien así, no necesito nada.

– Necesitas que se te valore por lo que eres – habló de forma pausada, como si quisiera explicarle a un niño pequeño algo difícil de entender -. Eres apenas un chico… y has vivido… supongo que cosas horribles, ¿Cuánto tienes? ¿Diecinueve? ¿Veinte? ¿Y esta es tu vida? – preguntó enarcando las cejas, su tono se volvía autoritario – ¿Fuiste a la universidad? ¿Terminaste la secundaria? ¿Dónde están tus padres?

Jin apoyo los codos en la mesa y escondió el rostro entre sus manos, se estaba enfadando.

– No llevas una buena vida, puedes aspirar a algo mucho mejor – se reclinó en la mesa para estar más cerca de él -, eres joven, aprovecha tu juventud, vive como todo chico de tu edad, sal durante el día, ve al cine, has guarradas con tus amigos, gasta tu dinero en camisetas, en una bicicleta y no en tacones o vestidos que apenas soportas. Viaja fuera de la ciudad, conoce lugares increíbles, deja estas discotecas y bares de mala muerte. Hay mas vida a parte de esto Jin – había suavizado su voz y extendía la mano para tomarle las muñecas, despacio retiró las manos que impedían verle el rostro. La mirada asesina del chico le atravesó -. No tienes que venderte para ganar dinero, y yo te puedo ayudar.
Se observaron por un rato. Minho esperaba respuesta, pero Jin parecía pensárselo mucho antes de decir cualquier cosa, solo deseaba que no estuviera pensando en alguna manera de alejarse de él.

– ¿Por qué? – dijo cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando el mentón en ellos, le miraba a través de sus pestañas.

– ¿Por que qué?

– ¿Por qué quieres ayudarme?

Ni siquiera Minho tenía bien claro eso y no contestó, ante su silencio Jin decidió continuar.

– A habido otra personas antes, con tu mismo interés y “buena disposición” – terminó por recostar la mejilla completa en su antebrazo -, pero ninguno lo ha logrado, partiendo por el hecho de que… – hizo una breve pausa -, la mayoría lo ha hecho para tenerme… – le regaló una mirada cargada de acusación.

– No tengo esas intenciones – se defendió -. ¿Tengo novio lo recuerdas?

– Eso no fue impedimento para algunos hombres casado.

– No soy así – confesó -, de hecho, pensaba en pedirle ayuda a Kibum, se que él estaría encantado de ayudarte también.

Jin apretó los labios y se retrajo en su asiento, parecía estar pensando seriamente en algo. Minho aguardo, quizá si se lo estaba planteando y aceptaba su oferta. Mientras bebía su martini el chico se había decidido a hablarle.

– Oye, quiero dejarte algo en claro – Minho asintió-. Yo ya te he escuchado lo suficiente asique préstame mucha atención ahora y no me interrumpas – se acercó y habló moduladamente -. No voy a dejar esto – Minho se echo hacia atrás en su asiento frustrado -, es lo único que me sustenta bien y me da una vida estable…

– Miserable querrás decir.

– Piensa lo que quieras – dijo de forma tajante -. No lo dejare, además, ni siquiera te conozco lo suficiente, y tú que presenciaste algunos pequeños malos momentos de mi vida ¿te crees con la confianza de venir y decirme que apesta? ¿Qué mi vida es miserable? – repitió sus palabras -. ¿Qué puedes darme algo mejor? ¿Crees que soy una especie de moribundo? ¿Un desvalido que pide a gritos una ayuda? – exhaló y tomo el martini de su acompañante, lo bebió todo de un solo trago -. ¿Quién te crees Choi Minho? ¿Y qué te da el derecho a tratarme como un niño? Podríamos tener la misma edad. Que hayamos escogidos rumbos diferentes no tiene nada que ver y eso no me hace más miserable. No te metas en mi vida – concluyó apuntándolo con un dedo -. Tú no sabes nada.

¿Y ahora como rebatía eso? Jin tenía razón. Pero después de verlo en situaciones en que lo pasaba mal, donde realmente no era feliz ¿Qué quería que pensara? ¿Qué su vida estaba muy bien? ¿Qué era muy normal vivir de la prostitución? ¿Existe alguien en esta vida que disfrute ganar dinero vendiendo su cuerpo? Ese no era el caso de Jin y lo sabía.

– Odias los vestidos y los tacones pero lo haces para agradar a tus clientes – acusó -, odias acostarte con el viejo Yang pero lo haces por el dinero, estoy seguro de que el también te golpea pero lo dejas pasar porque no tienes de otra, es cierto que soy un desconocido para ti como tú lo eres para mí, pero no puedes negarme que aborreces tu estilo de vida – había levantado la voz y se apoyaba sobre la mesa con el puño completamente crispado -, no eres feliz y yo lo único que hago es ofrecerte un cambio. Ofrecerte salir de… esto – y miró alrededor. Jin que había estado escuchándolo con demasiada atención se había quedado completamente callado, con una mano revolviéndose los cabellos y la otra tamborileando los dedos sobre la mesa. Minho suspiró y puso su mano sobre la suya deteniendo el suave golpeteo.

– Oye Jin, yo…

– Ya basta, no quiero seguir escuchando esto – cortó -, he tenido esta conversación un montón de veces y no quiero seguir – le miró exasperado -, creí que veníamos a tomarnos algo, hablar algunas estupideces y pasarlo bien.

– Lo siento.

Jin apartó su mano y se recargó en su taburete, cruzó las manos por detrás de la cabeza y miró el techo de la discoteca abarrotado de luces. Minho también se recogió en su asiento.

– Eres un testarudo – musitó. Jin se encogió de hombros -. ¿N si siquiera vas a pensarlo?

– ¿Por qué habría?

– Bueno – suspiró -. Puedo decir entonces que lo intenté – miró frustrado hacia la pista de baile.

– ¿Decepcionado otra vez? – ironizó con una pequeña sonrisa -. Te rindes muy fácil – Minho le miró de reojo -, creí que me ibas a seguir mosqueando con el tema.

– Si quieres sigo – se burló.

– Si lo haces me veré en la obligación de abandonarte, hay chicos mas entretenidos por ahí seguro.
Minho sonrió suave y observó su copa vacía, luego observó el vaso de Jin y sacó cuentas. El chico ya se había zampado dos vasos y media de copa de alcohol. ¿Estaría bien?

– ¿Existe la posibilidad de que te lo pienses? – preguntó en un último intento -. El único beneficiado serías tú, se trata solo de un bien para ti.

– Olvídalo. Me voy – dijo al tiempo que se ponía de pie y con la misma velocidad con que lo hizo se apoyo de vuelta en la mesa. Claro que dos vasos de alcohol y media copa de martini puro habían pasado la cuenta. Minho se puso en pie de inmediato y lo tomó por los hombros.

– Hey, siéntate – le dijo a un Jin que se sujetaba la frente con una mano.

– Esto hizo efecto demasiado rápido – Se sentó y apoyó los codos en la mesa.

– Es que bebiste muy rápido.

– Diablos – respiró un poco y logró volver a la normalidad de inmediato.

– Aunque debo decir, que tienes un aguante malísimo – rió con su comentario y volvió a su asiento, Jin solo le dirigió una mirada de desprecio.

– Esto no es nada, fue un simple mareo – volvía a tomar la compostura y a restarle importancia al comienzo de su estado de embriagues -. Puedo seguir bebiendo, no me pasara nada.

– Oh, mira tú qué bien – se mofó, Jin le ignoró -, puedes seguir bebiendo, nadie te lo impide, pero yo no quiero cargar con un ebrio luego.

La mirada suspicaz del chico le dijo que algo extraño estaba pasando por su cabecita, y no tardo decírselo.

– Eso es lo malo de ustedes, los chicos “buenos” – asique Jin lo consideraba un chico bueno, mmm, “bueno” no era el calificativo que le hubiera gustado pero al menos no pensaba que era fome o aburrido como se lo decía JongHyun constantemente -, jamás se comportan de mala manera, a veces hay que pasarlo bien sabes – sonrió -. ¿Alguna vez te mencione las cosas buenas de mi vida?

Con esto último se puso de pie y tratando de dominar el leve mareo y tenue hormigueo en sus labios tomó a Minho de la muñeca y lo jaló para que lo siguiera. Con una sonrisa traviesa en los labios, de alguien que va a corromper algo, lo arrastró a través de la pista, quien por su puesto no se hizo de rogar y se dejó guiar con más curiosidad de la que hubiera deseado sentir.
Atravesaron la pista de baile y llegaron a la barra. Una vez allí Jin saludo al barman con un fuerte apretón de manos y le pidió dos tequilas. Minho se sorprendió de la soltura de Jin, como hablaba fluidamente con los dos barman que atendían esa noche y como comentaba cosas vánales tales como: “¿Qué tal va la noche? ¿Todo bien? ¿Te has ligado a alguna chica linda?”. Se descubrió sonriendo y gustándole aquella manera de ser de Jin, tan de chico, y no de prostituto resentido. De a poco se daba cuenta que no lo conocía para nada y sentía unos ganas enormes de saber más sobre él. ¿Qué hacia cuando no trabajaba? ¿Cómo es su familia? ¿Cuáles eran sus amistades? El brazo extendido de Jin con un diminuto vasito de tequila lo saco de sus cavilaciones.

– Vamos por la primera ronda – dijo muy entusiasmado mientras Minho tomaba el vasito entre sus dedos.

– Jamás he bebido tequila – miró el líquido transparente al interior del vaso y apoyó los codos en la barra.

– ¿Nunca? – preguntó sorprendido. Hasta el barman le miró como un bicho raro.

– No suelo beber, no soy un experto en tragos.

– Siempre hay una primera vez – la voz grave del barman le hizo levantar la mirada del vaso al tiempo que el robusto hombre le llenaba aun más el vasito con mas tequila.

– Salud – dijo Jin y se zampó el tequila de un solo trago, luego tomo un trozo de limón de la barra y lo mordió. Su rostro arrugado no le dio mucha confianza a Minho.

– ¿Necesitas que te llene mas el vaso? – sugirió el barman que comenzaba a destapar la botella de nuevo.

– No, no, no, así está bien – sonrió y luego miro preocupado a Jin.

– Esta buenísimo. El chico se relamía los labios y dejaba el limón casi completamente exprimido devuelta en la barra -. Anda, bebe – le incitó con una sonrisa entusiasta.

Minho miró a Jin y luego al barman, a Jin y al barman. No estaba seguro de beber. No quería comportarse de forma irresponsable.

– No te creí tan gallina.

Faltaba que le hablara con ese desprecio único para que se decidiera de una vez.

– No soy… ningún… ga-lli-na – y luego de tomar el vasito con más fuerza de lo requerido lo zampó en su boca y vertió el liquido por su garganta. El ardor no fue la gran cosa, si no la sensación que quedó en su boca luego de injerirlo. Abrió los labios y los ojos para respirar muy fuerte.

– Muerde el limón – le dijo Jin a su lado que sonreía divertido. Tomó un trozo de la barra y se lo metió completo a la boca -. Que haces tonto, no era entero, hahaha.

Masticó el limón con energía y se lo tragó, luego respiró ruidosamente y toció un par de veces. A un costado Jin reía con su reacción y el barman solo asentía en forma aprobatoria.

– ¿De dónde sacaste a este tipo Jin? Es un monstruo – comentó y alzó un musculoso brazo para golpearle el hombro a Minho -. Aquí tienes hombre, disfrútalo – le dejó la botella de tequila y le palmeó una vez más el hombro. Minho apenas se enteró, estaba más preocupado en tratar de recuperar el aliento y la normalidad en su garganta. Con un gesto de cabeza hacía Jin el barman se retiró a atender a otro clientes.

– Bren es un buen tipo – le dijo -, siempre me deja beber gratis, y creo que le has caído bien.

– Oh.. – exhaló -, eso es genial – la ironía en su voz hizo sonreír a Jin, quien tomó la botella y llenó los vasos de nuevo.

– ¿Otro? – Minho a penas recuperaba la amarga sensación del último trago ¿y Jin ya estaba preparando el siguiente?

– ¡Miren nada mas a quien tenemos aquí! – chilló una voz a sus espaldas.

– ¡Kwon! – exclamó Jin, se había volteado para saludar al extraño -. Tiempo sin verte.

Minho también se dio la vuelta y se encontró con un horrendo tipo en fachas de tipa. Un feo travesti. De tez muy blanca y contextura muy delgada, llevaba ceñido al cuerpo un corsé rosado con un tul de encaje a modo de falda, sobre sus hombros un parafernálico bolero peludo del mismo color y unas botas escandalosamente plateadas. Con una larga peluca rubia que hacia resaltar sus maquillados ojos y pinturreateados labios, el travesti hablaba y se movía como toda una diva.

– Me has tenido bastante botado – decía apuntando a Jin con un dedo -. ¿Qué has estado haciendo he? ¿Sigues con el viejo ese que no te da respiro?

Minho miraba a Jin que solo sonreía a modo de respuesta. Asique no era el único que le tenía resentimiento al viejo, todos se daban cuenta que abusaba del pobre chico.

– ¿Que harás esta noche Kwon? – Jin cambiaba el tema y le miraba de forma ansiosa.

– Especial de Lady Gaga bebe, ¿que no se nota? – preguntó dándose una pequeña vuelta he imitando alguna postura afeminada de la dichosa artista. Si pretendía ser Lady Gaga estaba a años luz de conseguirlo. Minho rió despacio ante el ridículo que para él representaba que ese tipo se fuera a presentar como Gaga. “No hay derecho, hoy en día no hay vergüenza” se decía mientras le veía muy serió en su papel de diva. Jin le observó reírse y la dichosa “Gaga” también. Hasta entonces el travesti no había reparado en que Jin estaba acompañado.

– ¿Y este bombón? – su voz había sido picara y sinuosa -. ¿Está contigo Jin? – no le quitaba los ojos de encima. Minho de pronto se sintió algo acosado.

– Solo estamos bebiendo algo – explicó. Se estaba divirtiendo con el comportamiento de su amigo travesti y la reacción de Minho.

– ¿Y donde lo encontraste? – seguía viéndolo y acercándose para examinarlo -. De estos tan bueno ya no se encuentran tan fácilmente – le guiñó un ojo y Minho sintió nauseas -. Hola guapo, me llamo Kwon – le extendió la mano, al alto dudó si dársela o no pero al final decidió que si, no quería quedar como un mal educado -, si estas solo, necesitas compañía o… simplemente quieres un cuerpo más maduro puedes buscarme… – se había hecho con la mano de Minho y ahora no quería soltarlo, se acercaba cada vez de forma más peligrosa -, ya sabes – susurró muy cerca de su oído -, si Jin no logra satisfacerte yo estoy libre esta noche…

– Kwon, ya déjalo, lo estas asustando.
Jin parecía estarse divirtiendo bastante, lo que era él, quería sacarse al travesti de encima cuanto antes.

– ¿No es tu novio o sí?

– Claro que no.
El travesti sonrió más que nunca con la respuesta.

– ¿Cómo te llamas guapo?

– Minho – dijo el alto en un tono robótico, se pegaba lo más posible a la barra.

– Minho-ha – pronuncio en un tono que pretendía ser sexy -. ¿Eres mi oppa Minho-shi?
La carcajada que dejó escapar el alto contagió a Jin y de pasada al ridículo travesti.

– ¿Entonces tu noona? – pestañeó un par de veces a modo de coquetería. Minho le sonrió de vuelta y le palmeo suave el hombro.

– Creo que soy tu dongsaeng – dijo divertido, se había relajado y el travesti ya no le parecía tan peligroso.

– Kwon – llamó Jin -, avísanos cuando sea tu turno.

– ¡Claro! – saltó alejándose de Minho -. El show empieza en media hora.

– No sabía que acá se daban esa clase de espectáculos.
Ambos miraron a Minho como un bicho raro.

– Creo que te falta venir más seguido a Babylon corazón – le lanzó un beso al aire y se acerco a Jin para decirle algo al oído. El tiempo que duró aquel secretito Jin le miró con expresión burlesca. Minho se preguntó si le estaba diciendo algo sobre él.

– Bien, me marcho – dijo el Gaga guiñándole el ojo a Jin -, te dejo para que hagas lo tuyo – El chico enarco una ceja y le propinó un suave golpe en el estomago -. ¡Hey! – chilló el travesti llevándose ambas manos al vientre.

– No digas estupideces.
Jin se removió en su lugar. Sonreía de forma queda.

– Solo digo lo que veo – se arregló el cabello rubio extra largo y miró a Minho -. Me cuidas al muchacho ¿he? – Minho asintió y observó a Jin, quien ponía los ojos en blanco -. Ahora que lo pienso… – retrocedió un paso -, hacéis muy linda pareja – comentó mientras contemplaba a ambos con ojos brillosos.

– Ya piérdete Kwon, se te hace tarde – Jin le había dado la espalda y tomaba su vaso de tequila.

– Por mí que se quede – habló Minho con una sonrisa divertida. Se le hacía gracioso el sujeto.

– Después de my show baby, vengo por ti. Le lanzó un último beso antes de irse y despedirse con un tintineo de dedos. Su rosado atuendo desapareció entre la multitud y Minho lo siguió hasta que su cabellera platinada se hubo perdido.

– No le des aire a sus tonterías – dijo Jin girándose hacía él -, suele cumplir sus palabras.

– Tranquilo, no pasa nada – tomó también su vaso de tequila y se dispuso a beberlo. Al mismo tiempo tragaron y cogieron los limones para pasar la fuerte sensación.

– Aaahhh… esto esta fuertísimo. Minho sacudió la cabeza y apoyó ambas manos en la barra -. Si termino ebrio será tu culpa.
El chico sonrió y le sirvió otro vaso, Minho lo miró incrédulo.

– Empiezo a pensar que ese Kibum no es tan cool como creía… – se estaba burlando -. ¿Qué hacen ustedes dos? ¿Sentarse todas las noches a ver el canal de costura? – soltó una risita. Minho entornó lo ojos y abrió ligeramente la boca, estaba sorprendido. Tomó su vaso recién servido y lo bebió de un trago, esta vez no tomó el limón y dejó que la sensación del alcohol puro hiciera mella en su garganta sin ningún tipo de contrarrestante.

– No soy ningún aburrido, y ningún anticuado – dijo con molestia en la voz. “Mentiroso” se dijo mentalmente, claro que era un aburrido -. Y no metas a Kibum, el tiende a ser más osado que yo.
Jin pareció meditar sus palabras, dejó la botella a un lado y se recargó en la barra. Minho por primera vez en toda la noche sintió el sonido de la música algo lejano, el ruido y el barullo de la gente se le hizo una motita en el oído y la estantería con licores detrás de la barra le parecieron una extraña gama de colores y figuras. Tragó saliva y bajó la cabeza. Solo llevaba tres tequilas. ¡Tres tequilas! No podía ser tan blandengue. Que decepción.

– La primera vez que te vi, creí que eras de esos tipos bohemios – habló de pronto Jin, tenía la mirada sobre su vaso vacio y parecía concentradísimo -. De esos chicos hijos de papá, que vienen aquí con los bolsillos llenos de billetes a buscar tipos fáciles – sonrió tímido, como si le avergonzara. Minho giró el rostro para observarle y oírle con atención -. Estabas acompañado de chicos guapos… igual que tu – murmuró en un tono tan bajo que Mihno creyó haberlo hasta imaginado – asique, me hice esa imagen de ti – le miró de reojo -. Presuntuoso, soberbio, adulador.. galán – volvió la vista a su vaso -. “Maldito niño rico” pensé, lo debe de tener todo y yo nada…
Hizo una pausa, se servía tu tercer trago de tequila.
Mihno no sabía que decir. Abrió la boca para añadir algo, pero nada salió de ella.
Sucedía siempre que la gente se hace ideas equivocadas de las personas que no conoce, pero más que la percepción errónea que se que había hecho de él fue la tristeza que traspasaba su voz en esos momento lo que gatillo a que experimentara compasión. “Lo debe tener todo y yo nada” repitió en su mente. Jin sufría más de lo que él mismo creía. ¿Pero qué podía hacer? El chico le cerraba todas las puertas y le bloqueaba el paso hacía una ayuda pertinente. Mientras él no se dejara ayudar, nada más se podía hacer, salvo escucharlo, y hacerle un poco más amena la vida.
Minho se había decidido a comentarle algo cuando Jin retomó su relato. Decidió seguir escuchándolo, que el chico se estuviera relajando con él era un gran paso.

– Cuando Yang puso los ojos en ti, ppfff, imaginarás como me puse – sonrió y levanto el vaso lleno -. Te odie al instante – ingirió el alcohol y al igual que Minho esta vez no recurrió al trozo de limón. Arrugó el rostro y soportó la sofocante sensación. Tosió un par de veces y Minho le dio unas palmadas en la espalda.

– Por querer hacerte el rudo – se burló, Jin le regaló una de sus miradas de odio y llenó los vasos por cuarta vez -. A este paso quedaremos ambos tirados en medio de la pista.

– Antes de que eso pase nos divertiremos en grande – propuso, y elevando el vaso hizo un mudo silencio y se zampó su cuarto tequila, apena se recuperaba del anterior y ya se había bebido el siguiente. Minho le siguió y ambos esta vez optaron por el dichoso limón. Con un sonoro “Aahh” dejaron los vasos en la barra. Minho se lamió los labios y tanteó el hecho de que quizá ya era suficiente, si seguía bebiendo sabe dios donde iría a parar.

– Hey Jin – llamó bien sujeto de la barra, temía soltarse y comprobar corporalmente como estaba su estado etílico -. ¿Ya no hay resentimiento o sí? – El chico le miró desconcertado. Había querido hacerle esa pregunta hace rato pero no encontraba la oportunidad para hacerlo. Quería salir de dudas y que mejor momento -. ¿Aún me odias?

Jin pareció pensarse la respuesta, miró hacia todos lados como buscando la contestación en la gente, y sin observarle del todo le dijo:

– Un poco – murmuró. Minho apenas escuchó, se acercó para oírle mejor, el chico reaccionó tenso -. Digamos que ya no como antes.

– Yo nunca he sentido ninguna clase de resentimiento hacia ti – estaba muy cerca de él y a Jin se le hacía difícil mirarle a los ojos -. Es más, desde el primer momento llamaste mi curiosidad.

– Claro, habías pensado que era una chica – espetó Jin. Ambos rieron.

– ¿Y que querías qué pensará? Con esas ropas cualquiera se hubiera confundido.

– Pues soy bastante hombre para mis cosas por si no lo has notado – le dio un golpe en el hombre bastante fuerte.

– Lo he notado, gracias – musitó Minho sobándose el hombro. Jin rió -. ¿Te dijo alguien alguna vez que como mujer te ves es-pan-to-so? – carcajeó con su propia broma y se ganó otro golpe en el hombro.

– Ya te dije que no lo hago porque me guste.

Minho se llevó la mano al hombro y examinó las expresiones de su rostro contrariado. Suspiró he intento sonar lo más serio posible.

– ¿Y dices que no llevas una vida miserable?

Jin le miró fugaz.

– Yo podría haberle dicho toda la verdad al viejo hoy – su voz se estaba apagando y para hacerse oír se acercó más de lo normal, tenía el perfil de Jin demasiado cerca -, pero no lo hice.

– ¿Eso que tiene que ver? – le encaró -. ¿Estás esperando que te de las gracias?

– No. Intento hacer que confíes en mi – miraba a sus ojos con intensidad, más de la que le hubiera gustado, si no lograba persuadirlo con sus palabras, que al menos fuera con su mirada, Minho era consciente del poder que tenían sus ojos -. Deja el tonto resentimiento de lado. Quiero ayudarte de verdad.

Jin se había quedado mirando sus oscuros ojos. Minho había conseguido atraparlo, pero aun observaba algo de recelo en sus dilatadas pupilas. El chico quería confiar en él, pero no le resultaba tan fácil y seguramente se debatía internamente si debía seguir escuchándole o no. Al menos eso pensaba.

– ¿Por qué? – fue lo único le logro articular. Jin ya le había hecho esa pregunta hace un rato atrás y entonces no contestó nada. Ahora si parecía tener una respuesta, aunque no sería del todo sincera.

– Porque también existen buenas personas en este mundo ¿sabes?

Jin parpadeó un par de veces rompiendo la conexión que lo mantenía atrapado.

– Que humilde – se mofó. Minho sonrió de medio lado.

– No existe ningún trasfondo malévolo u doble intensión – explicó -, solo es una… ayuda. No seas tan desconfiado.

– Lamento ser desconfiado – ironizó -, pero no quiero pecar de ingenuo por enésima vez – se giró hacia la barra y tomó la botella por el cuello.

– Yo jamás te haría algún mal.

Jin le encaró con botella en mano.

– Si no tuvieras novio… diría que intentas ligarme… – le clavó una mirada desafiante -. ¿Por qué insistes tanto? Aunque claro, hoy en día el tener novio o estar casado ya no es impedimento para eso – Le miró de arriba abajo con un deje de despreció y luego se volteó para gritarle al barman al otro lado de la barra -. ¡Bren! ¡Me llevo el tequila! – y levantó la botella, el barman le dio su aprobación con el dedo pulgar y Jin sonrió.

– Oye, no soy de esos, pensé que ya te habías hecho una buena idea de mi – se defendió alejándose de la barra, mal tino, los efectos del tequila ahí estaban y los sintió vertiginosamente en su cabeza, aun así se mantuvo bien, fue un simple mareo -. Aunque claro, sabiendo la primera impresión…

– Ya, dejémonos de charlas estúpidas – le cortó Jin -. Tenemos música, compañía y una botella de tequila – la elevó -. Divirtámonos.

– Creo que no eres buena influencia para mi…

Jin se echó a reír.

– No puedo creerlo, me ofreces ayuda y me plantas un mundo genial ¿pero crees que puedo ser mala influencia? Creo que debes ordenar mejor las ideas en tu cabeza.

Jin rió una vez más y se llevó la botella a los labios, bebió un trago y se limpio los restos con la mano, aguantó por segunda vez el tequila sin la ayuda del limón. La forma en que arrugó la nariz a Minho le pareció extrañamente adorable y en un impulso se acercó y le limpió una gota de tequila que se resbalaba por la comisura de sus rosados labios. Aquel gesto dejó helado a Jin, Minho de nuevo lo atrapaba con sus ojos y el contacto de sus dedos contra su piel le había provocado un hormigueo extraño en las piernas. ¿Demasiado tequila? Rogaba porque fuera eso.

-T -te ibas… a manchar… la camiseta – le explicó Minho arrugando el ceño como si estuviera aturdido.
Eso había sido muy raro. No se había parado a pensar en lo que hacía hasta que lo hizo. Era un gesto casual y casi normal, pero había dejado de serlo cuando se sintió nervioso y ansioso, y pudo percibirlo en el chico frente a si también. Aquí había algo que estaba mal y la mirada cohibida de Jin no le ayudaba distinguir qué.
Sin poder soportar más su mirada, Jin desvió la suya apenado y se lamió la comisura, allí donde antes Minho había limpiado, y en un gesto poco común de él se acomodó un mechón de su lacio y rubio cabello detrás de la oreja.
¿Pero qué demonios era esto? A Minho no le quedo más opción que darle la espalda. ¿Qué estaba sucediendo? La boca del estomago se sentía rara y el corazón apretado. Hasta la respiración se le había hecho trabajosa. Miró hacia todos lados y decidió llevarse una mano a la frente, bajó la cabeza y apretó los ojos. Mala idea. El mareo se hizo más notorio que nunca, lo que le provocó un desequilibrio monumental. Abrió los ojos de golpe y antes de terminar de bruces en el suelo estiró el brazo para apoyarse de lo primero que encontró, para su mala suerte, fue nada menos que en el pecho de una chica. Chica que naturalmente resulto escandalizada y que contaba con una novia de lo más chillona. Minho se salvó de caer al suelo, pero no de los gritos y los insultos del par de lesbianas. No supo cómo, ni cuando, pero de pronto lo que había sido un pequeño malentendido se había transformado en una discusión de gran aplomo. Minho se defendía y pedía disculpas pero las lesbianas parecían querer matarlo. Comenzaron los empujones y se metió más gente a lo que se había transformado en una pelea. Hasta Jin había aparecido a su lado y amenazaba con partirle la botella en la cabeza al que osara lanzar el primer golpe. Las chicas resultaron de temer y unos cuantos homosexuales se unieron a la bronca. Bastó con que un manotazo proveniente de quien sabe donde pasara rozando la cabeza de Jin para que este se lanzara con botella y todo. De esa forma comenzó una pelea descarnada de empujones, manotazos, cachetadas y tirones de pelo entre todo aquel que estuviera cerca o que quisiera unirse por simple morbo. Minho quien había sido el provocador de todo, para su desconcierto, estaba fuera de aquel tumulto de lesbianas y homosexuales ebrios y salvajes. Tenía que irse de allí, esto se había descontrolado. Entre los cuerpos vio a Jin encarando a otro sujeto, le ganaba en cuerpo y tamaño, si decidía comenzar una pelea con él estaba completamente perdido. De pronto la música sonó más estruendosa que nunca y se escucharon los gritos de los guardias matones que venían a disolver la pelea. Tenía que sacar al chico de ahí ahora. Avanzó unos pasos y llegó justo en el momento en que Jin empujaba fuertemente al otro tipo por el pecho, y avanzaba los pasos que el otro había retrocedido. Minho se sorprendió de su fuerza, recordó fugazmente el instante en que lo había golpeado en el hombro, le había dolido.

– ¡Jin, vámonos! – exclamó por sobre la música y la bulla del gentío.
Justo en el instante en que el sujeto se recobraba para golpearle, Minho tiró de su brazo, alejándolo del lugar en donde hace pocos segundos había estado su cabeza y por donde ahora pasaba un energético puño. El tipo se preparaba furioso para otro golpe cuando Minho decidió anteponerse y darle un segundo empujón en el pecho, en este caso con la fuerza suficiente como para derribarlo. Jin era más bajo y más delgado que él, pero Minho no. Cuando el tipo estuvo tirado en el suelo hizo la retirada, llevándose a Jin consigo.

– ¿Estás loco? Porque te metes ahí – regañó Minho una vez estuvieron fuera del tumulto, habían salido justo al tiempo en que los guardias separaban a todas las guarras que se daban con uñas y dientes.

– Intentaba defenderte por si no lo notaste – habló Jin, sonreía divertido y miraba la escena que se había transformado en un completo despelote.

– Sí, claro, defenderme – se burló -. Eres más escuálido que yo, por favor… – rió y se alejó antes de recibir otra mirada de odio. Minho llegó a un lado de la barra de nuevo, donde los curiosos miraban divertidos la escena, hasta los barman se habían reunido para mofarse del espectáculo. Se apoyó en la barra y recién notaba el estado de Jin, quien caminaba retrocediendo hacía él. Tenía la camiseta y la chaqueta empapadas, al igual que parte de su cabello. Cuando Jin sintió que su espalda chocaba con la barra, a un lado de Minho, se cruzó de brazos y ensancho aun más su sonrisa con el dichoso show de manotazos.

– ¿Que te paso? – preguntó el alto. Un olor a tequila enorme le perforó la nariz. Diablos, era su chaqueta favorita. Genial. Gracias Jin -. ¿Qué hiciste con la botella?

– Se la zampé a un tipo en la cabeza – respondió sin dejar su sonrisa.

– ¿Y cómo has terminado mojado tu?

– Es que el tipo me tenia abrazado – explicó haciendo el gesto con sus brazos y abrazando a alguien inexistente -. El botellazo de lo llevó él, pero nos manchamos los dos – Por primera vez parecía reparar en la chaqueta. Se miró así mismo y luego a Minho.

– Lo siento – murmuró -. Pero fue con un buen fin – se excusó provocando la risa en Minho.

– Eres increíble… – exhalo, sonreía divertido y negaba con la cabeza.

– ¿Recién lo notas?

Jin se sacudió el pelo húmedo y ventiló un poco su camiseta y la chaqueta.

– Apestas – musitó.

– Al menos no es ha sudor o a algo repugnante – Jin inspiró fuerte y exhaló del mismo modo, luego sonrió abiertamente -, me podría terminar de embriagar solo del olor que tengo.
Ambos rieron y compartieron algunos tontos comentarios más, todos con respecto al olor a tequila que ahora emanaba y lo fuerte que apestaba.

– Jamás había pasado algo como esto aquí – decía Jin, volvía su atención a la pelea, parecía realmente fascinado y divertido -. Que escándalo, haha ¡Mira allá! – apuntó hacia el pequeño escenario al lado de las escaleras, donde tres travestis, incluyendo al dichoso Kwon se tiraban del pelo y arañaban sus sofisticadas ropas.

– Hahaha… pero… qué diablos.

La pelea en la pista, en vez de disminuir con la llegada de los guardias parecía haber aumentado, tanto así que la música se detuvo y las luces se prendieron. Toda la pista era un ring de boxeo, hasta los bailarines en los cubos habían bajado y se unían a la tremenda remolca que tenían las transformistas. ¿Y todo por un pequeño malentendido?
Unos hombres con trajes verdes comenzaron a pedir el desalojo del lugar y con ellos consiguieron las protestas de la gente, pero el asunto ya se estaba saliendo de control. Los vasos volaban y la turba había dañado un acceso de la escaleras, se habían hecho con los fierros y comenzado un desmán de grandes proporciones.

– Vámonos – dijo Minho. Jin asintió, pero antes de seguirlo se encaramó en la barra, y aprovechando la distracción y el desorden para hacerse con dos botellas de alcohol, una de licor y otra de vino.

– ¡¿Qué haces?! – exclamó cuando lo vio coger ambas botellas.

– Aseguro nuestras provisiones – apretó el agarre de las botellas y se encaminó hacia la salida.

– Oye espera, eso es robo.

– Esto se llama.. – se volteó para levantar ambas botellas, una en cada mano – …aprovechar las oportunidades.
Minho le dirigió una mirada de reproche.

– ¡Ya Minho-ha! – bajó los brazos y se subió de hombros -. Bren de todas formas me las hubiera regalado – sonrió con suficiencia y se dio la media vuelta -. Anda…

Minho suspiró y lo siguió fuera de la discoteca, del desorden y de la pelea que parecía no tener fin. Al parecer los alcohólicos homosexuales se habían hecho con la barra de tragos porque un estruendo de vidrios sonó en cuanto abandonaron el lugar junto con la multitud de gente que escapaba del despelote. A empujones y gritos salieron del recinto. Afuera, el frio del invierno hizo mella en ellos, sobre todo en Jin que estaba empapado.

– Demonios – maldijo el chico -, quería ver el espectáculo de Kwon.

– Ha, igual yo.

– ¿Dónde iremos ahora? – preguntó Jin. Aun sujetaba ambas botellas y cernía los brazos al cuerpo, le tiritaba el mentón.

– Te llevo a tu casa. Salió a la calle y emprendió la caminata hacia el coche.

– ¡¿Qué?! – le siguió un par de pasos -. No Minho, no puedes ser tan aburrido, deben ser apenas las dos de la mañana.

– Pues para mí ya es suficiente – no se había volteado. Seguía su camino hacia el coche.

– Ya, no puedo creerlo.

Le siguió a regañadientes, echaba chispas por los ojos y tenía los labios totalmente crispados.

– Eres un aburrido – le soltó.

Caminaron calle abajo, uno detrás del otro, hasta que hubieron llegado al coche. Se plantaron a un lado del automóvil y Minho desactivo la alarma, sacó el seguro y le indicó a Jin que se subiera. Una vez adentro activó la calefacción y se reclinó en el asiento con tranquilidad, quería calentarse el cuerpo antes de conducir. Cerró los ojos un segundo escuchando como Jin se removía en el asiento adjunto. El chico estaba molesto y él estaba mareado, no podía conducir así. ¿Y Jin quería que siguieran con la fiesta? Jamás había conducido en ese estado, abrió los ojos de golpe y descubrió a Jin observándolo, estaba girado sobre el asiento y lo inspeccionaba. Había abierto la botella de vino y bebía a sorbos.

– ¿Y sigues bebiendo? – le miró incrédulo.

– No hay que desperdiciar esto – dijo enseñándole la botellas.

– ¿Estás loco sabes? No tienes límites.

– Lo sé – sonrió arrogante.

Minho volvió a reclinarse en su asiento y a cerrar los ojos.

– Estas ebrió – le dijo con una sonrisa burlesca.

– Claro que no – se defendió -. Solo algo mareado.

– ¿Un trago? – le extendió la botella y Minho le miró ceñudo -. Anda – le animó -, que es lo peor que puede pasar… ¿Qué llegues ebrio a tu departamento? ¿Qué Kibum te regañe por llegar así?
Minho le iba a rebatir, pero se quedó pensando en algo…

– ¿Cómo es que sabes eso? Que yo recuerde no te o he contado.

Jin levanto las cejas y bajo la botella.

– ¿Qué cosas?

– Eso que acabas de preguntarme – dijo irguiéndose en el asiento y volteándose para mirarlo de frente -. Que vivo con Kibum y que tengo un… departamento.

– Mmm.. bueno.. – frunció los labios y ladeó la cabeza -, eras la nueva obsesión de Yang, tuve que investigar algunas cosas sobre ti.

Se acomodó en su asiento y quedó con la vista en el parabrisas, seguía dándole de a sorbos a la botella.

– ¿Y qué es lo que conseguiste averiguar? – preguntó con interés.

– Nada del otro mundo – explicaba sin mucha emoción -, cosas triviales como que tu nombre es Choi Minho, tienes veinticuatro años, te graduaste joven a los veintitrés y ahora trabajas en la compañía publicitaria de Brinthx donde llevas un año… – hablaba con soltura y con una mano iba enumerando las cosas que decía -, tienes un novio muy apuesto llamado Kibum… – Minho frunció el ceño con lo de “apuesto” -, y vives en un departamento en el centro de la ciudad, con tu novio…

– ¿Sabes donde vivo? – le interrumpió.

– Mmm, no exactamente – le dio otro sorbo a la botella -, creo que tengo tu dirección por ahí, pero jamás busque tu departamento – se rió -, nunca tan sicópata.

Minho estaba con la boca abierta, jamás se lo esperó. ¿Y cómo es que el chico se había hecho con toda esa información?

– Pareces sorprendido – se mofó Jin.

– Lo estoy.

La sonrisa autosuficiente que le dedicaba Jin no le ayudaba a sentirse menos invadido. El chico sabía un montón de cosas sobre él, cuando de él no sabía nada.

– ¿Cómo crees que Yang dio contigo entonces?

Minho le observó con el ceño fruncido.

– Tuve que averiguarlo para él – explicó -, tu edificio de trabajo, tu área de especialización, etc.

– Pero… – trataba de atar cabos, había algo que no entendía -, no comprendo. Si tanto me odiaste en un principio… ¿Por qué le ayudaste a encontrarme?

El chico miró la botella en sus manos y decidió ir por otro trago antes de contestar.

– Porque es mi deber como dote.

Minho hizo un mohín.

– Si le estabas ayudando… ¿Por qué hablaste conmigo luego? ¿Qué caso tenía ayudarlo si después me ibas a advertir a mi?

Hubo un silencio prolongado, en que Minho esperó respuesta y Jin decidió que era mejor mirar la botella que beber de ella. El ruido de la multitud que salía de la discoteca les llegaba desde lejos y de vez en cuando pasaba uno o que otro grupo de jovencitos por el costado de las ventanillas. Minho seguía esperando que el chico le contéstara, Jin se tomaba su tiempo.

– ¿Me vas a decir? – insistió.

– Es que no lo sé – levantó la mirada y le enfrentó -. No sé porque lo hice, y no sé porque estoy aquí también – desvió la mirada, volvía a prestarle atención al diseño en la etiqueta de la botella.

Minho suspiró he intento descifrar su comportamiento. Aquel chico se las ganaba todas, era una caja de sorpresas, cada encuentro con el era algo revelador y comenzaba a frustrarle el hecho de que parecía que jamás terminaría de conocerle por completo. A veces huraño, a veces vulnerable, a veces amistoso y a veces receloso, en ciertas ocasiones ingenuo y otras astuto. No había parámetros para Jin, abarcaba una enormidad de posibilidades que le desesperaba. Él, que siempre se pensaba dominador y consiente de todo, se encontró desarmado. ¿Con que iba a salirle el día de mañana? ¿Con que estaba casado y tenía hijos?
Volvió a suspirar y estiró la mano para quitarle la botella de vino. Jin le siguió y observó cómo se empinaba la botella. Minho bebió uno, dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis largos tragos mientras apretaba los ojos. Despegó la botella de su boca bajo la atenta mirada de su copiloto y respiró fuerte unas dos veces.

– ¿No estás casado o tienes hijos verdad?

La pregunta pilló desprevenido a Jin quien se largo a reír.

– ¿De qué hablas? Estás loco, claro que no.

Respiró fuerte un par de veces más esperando los efectos del vino, tenía la mirada fija en el parabrisas y la mente revuelta. No le gustaba sentirse así, vulnerable, y ni la risita de Jin ni el vino le ayudaban a sentirse mejor.

– ¿Cómo averiguaste todas esas cosas?

Jin le quitó la botella y se la llevó a la boca.

– Tengo mis contactos – dijo antes de beber. Minho asintió y recostó la cabeza en el respaldo del asiento.

– Asique ¿Ese viejo lo sabe todo de mi también? – una sensación de repugnancia le recorrió al boca del estomago.

– Sí – murmuró -. Tu le hacías mucha… ilusión – su voz se apagó -. Hace tiempo que no lo veía tan encaprichado con alguien.

Experimentó un escalofrío al imaginar al viejo Yang fantaseando consigo.

– Lo aborrezco – musitó dándole una sacudida a su cabeza. Le quitó nuevamente la botella a Jin y bebió un largo trago -. Es un hombre… repugnante – agregó -. ¿Cómo puedes estar con él? Tiene familia, hijos y… aaww… – volvió a empinarse la botella.

– Ya, no empieces de nuevo, deja de cuestionarme.

– Esto sonara estúpido pero… – le miró un poco azorado y a la vez con un deje de lastima en sus ojos – …gracias – pronunció en un tono suave. Jin alzó las cejas -. Gracias por hablar conmigo esa noche y… contarme… todo.

Jin ladeó la cabeza. No alcanzaba a entender a que venían las gracias.

– Me advertiste del viejo – siguió -, gracias por eso.

– Aahh… – se giró en el asiento -, ya te lo dije, lo hice para defender mis intereses, no para ayudarte.

El comentario le provocó más descontento del que hubiera querido, y como siempre el muchacho notó su decepción, porque sonrió.

– Aunque… me pareció muy raro que Yang te haya dejado ir así nada más – a Minho también le había parecido raro, pensó que le pondría mas trampas o mas tapujos -, el no es así, es de los tipos que siempre consiguen lo que quieren y no se… se me hace extraño que haya aceptado tu renuncia así sin más – se llevó una mano al mentón y desvió la mirada hacia el salpicadero -, puede que esté tramando otra cosa.

– ¿Otra cosa como qué?

– No lo sé – comentó mirándolo de nuevo -, de Yang puedes esperar lo que sea.

– Vaya, eso me tranquiliza mucho – bromeó y se llevó la botella a la boca, para su desencanto ya se encontraba vacía.

– ¿Y yo era el ebrio-mala influencia?

Se sonrieron y Minho se lo pensó dos veces antes de tomar la botella de licor que tenía Jin.

– Se supone que soy el malo y el que te alienta a que tomes más pero… creo que esta vez pasare – dijo recostándose en el asiento y poniéndose el cinturón de seguridad -. Conozco mis limite y creo que si sigo bebiendo vomitare – rió -, y no quieres eso en tu auto.. ¿O sí?

Minho frunció el ceño y miró la botella de licor. ¿Era normal que se le hiciera agua la boca por beber otro trago? ¿Era normal que viera el volante tan lejos y el rostro de Jin medio nubloso?

– Rayos – dijo al tiempo que sin querer soltaba la botella de licor, que fue a parar a sus pies intacta -. Maldición.
Sintió a Jin reírse en la lejanía, lo vio hacerse una bola en el asiento, había subido los pies y escondía la cabeza entre las rodillas. “Par de ebrios pensó” Y ahora, ¿Como conducía de vuelta a casa? Se removió en el asiento y sintió la botella rodar en sus pies, estiró una mano para cogerla y meterla en la guantera, pero fue todo un reto hacerse con ella. Sus manos y pies no lograban ponerse de acuerdo para coordinarse, cuando estiraba la mano sus pies pateaban la botella en sentido contrario, cuando movía la mano hacia la otra dirección sus pies pateaban la botella hacia donde antes estaba su mano. Dejó escapar algunas exclamaciones y solo fue al cabo de unos cinco minutos que pudo hacerse con la botella y torpemente meterla en la guantera. Respiró hondo y aferró con ambas manos en el volante, se concentró más que nunca en el parabrisas he intento hacer de su visión una sola. Cuando lo logró soltó despacio el manubrio y tanteó el cinturón de seguridad, otra hazaña mas, lograr cruzárselo y ponérselo sin dejar de mirar el parabrisas, otros cuantos minutos perdió haciendo aquello. Cuando lo hubo hecho buscó las llaves en su pantalón, eso fue sencillo, lo que volvió a costarle fue el tratar de acertar la llave en el contacto. Maldijo unas cuantas otra veces antes de hacerlo, hizo contacto y cuando sintió el ronroneó del motor llevó otra vez sus manos al volante. Respiró fuerte unas veces tratando de decidir el momento en que daría marcha al vehículo.

– ¿Jin? – llamó sin despegar la vista de la desembocadura de la calle al frente -. Jin – llamó otra vez.

– ¿Mmmm? – fue lo que obtuvo por respuesta, el chico mantenía la misma posición.

– ¿Estás bien? – se arriesgó a mirarlo de reojo.

– No – balbuceó -. Quiero vomitar – Levantó la cabeza y la apoyo atrás. Tenía los ojos cerrados y la boca entre abierta.

– Genial – musitó volviendo la mirada adelante -, yo también.

Tragó saliva y apretó el volante con más fuerza.

– Jin, donde está tu casa.

El chico no contestó y Minho repitió la pregunta en voz más alta.

– ¡Jin! – exclamó, pero el chico solo balbuceó algo sin sentido -. ¡No te duermas maldición!
Solo obtuvo más balbuceos como respuesta. Con un golpe en el manubrio puso en marcha el auto, la maquina se movió de forma brusca, fue hacía adelante, hacia atrás y hacia adelante otra vez.

– ¡Demonios! – maldijo Minho tratando de dominar su automóvil. Luego de unos cuantos zamarreos logro salir a la calle y conducir muy despacio avenida abajo. Pestañaba más rápido de lo normal y parecía ir tieso sobre el asiento, si no le pasaban una infracción por alta velocidad se la pasarían por baja, seguro a pie se andaría más rápido que arriba de ese coche. Pero era mejor prevenir, no quería una multa y menos una detención por manejar ebrio. Además, tenía a un chico borracho de copiloto. ¿Y ahora que iba a ser con él? Su mente revuelta y alcoholizada no le hizo pensar en más opciones que llevarlo al departamento, donde Kibum lo ayudaría seguro. Ahora que lo pensaba, Kibum no lo había llamado ni una sola vez. Quiso revisar su móvil pero eso sería una mala idea, no se atrevía a conducir con una sola mano, asique solo se armó de paciencia y rogó por no encontrarse con alguna patrulla policial en el camino.

Media hora. Media hora duro el trayecto hacia el departamento, un trayecto que le hubiera tomado diez minutos de haber estado en sus cinco sentidos, pero al cabo de ese tiempo había logrado llegar al aparcamiento de su edificio sin contratiempos, ningún vomito indeseado sobre el salpicadero, ningún berrinche de chico ebrio, ningún exceso de velocidad, ninguna maniobra arriesgada, ninguna luz roja y ninguna patrulla policial. Cuando se hubo estacionado, apagó el motor y retiró las llaves, se echó hacia atrás en el asiento y cerró los ojos relajado. Entonces se acordó de su móvil y lo sacó del bolsillo, entornó los ojos para mirar la pantalla, pero por mas que le daba con el dedo al touch este no reaccionaba, se le había agotado la batería. Eso explicaba el hecho de que no haya recibido llamadas de Kibum, lo que a su vez era malo. Seguramente le había preocupado y en estos momentos estaría llamando a media docena de amigos para preguntarles por él, era tarde y aun no volvía a casa. Con un suspiro guardó el celular y miró a Jin a su costado. Dormía desparramado en el asiento con la cabeza apoyada en la ventanilla. Rió al verlo así, parecía tan vulnerable, normal e inofensivo. Estiró una mano y le tocó el hombro.

– Jin. Jin despierta – dijo moviéndolo con suavidad. El chico no reaccionó, seguía durmiendo -. Hey, vamos, despierta – y esta vez le zarandeó con mas brusquedad. Jin frunció el ceño y se removió en el asiento para darle la espalda y seguir durmiendo. Minho sonrió y decidió que era mejor bajar primero. Retiró las llaves y sacó el seguro del automóvil, respiró y salió despacio del coche, el piso se movió vertiginoso bajo sus pies y tubo que aferrarse al borde de la puerta para no tambalearse. Cerró la puerta y bordeó el auto apoyándose siempre con una mano. Una vez al otro lado, abrió la puerta del copiloto despacio y se inclinó para hablarle a Jin.

– Hey Jin – dijo al tiempo que lo tomaba por los hombros y lo movía un poco -. Ya llegamos, despierta.

El chico se removió y murmuró algo muy bajo. Minho siguió insistiendo hasta que hubo abierto los ojos.

– Aaww, te odió – musitó. Tenía la mirada entornada y trataba de enfocar las cosas que tenía cerca.

– ¿Algo mas que ya no sepa? – bromeó Minho, se sujetaba con ambas manos del marco de la puerta y esperaba paciente a Jin se dignara a despertar del todo.

– Ayúdame – pidió estirando una mano.

Diablos, el mismo necesitaba ayuda, no estaba seguro de poder dársela. Quizá el camino al departamento resultase más difícil que la conducción hasta allí.
Haciendo concentración sobre todo su equilibrio tomó la mano de Jin y lo ayudó a salir fuera del auto. Sus pisadas fueron torpes y Minho optó por aferrarlo de la cintura, el chico pasó su brazo por sus hombros y con la otra mano libre se apoyó del auto. Mientras hacía equilibrio Minho cerró la puerta con el pie y le puso el seguro al auto.

– Pesas – comentó sintiendo todo el cuerpo de Jin sobre un costado. El chico sonrió y dejó caer la cabeza al tiempo que cerraba los ojos -. ¡Hey! No te vayas a quedar dormido de nuevo.
Jin levantó la mirada y lo vio con ojos acuosos, luego miró a su alrededor. Frunció el ceño, estaba borracho pero eso no le quitaba lo cuerdo.

– Esta no es mi casa – murmuró.

– Claro que no – respondió Minho -. Es la mía.

Intentó caminar hacía el elevador que tenía el aparcamiento, pero Jin se había puesto duro como una piedra y le impedía seguir el paso.

– ¿Por qué no me llevaste a mi casa? – le miraba molesto y su voz había sonado fuerte. Aunque intentará sonar serió a Minho se le hizo gracioso, estaba borracho y su modulación era divertida.

– Porque nunca me dijiste donde vivías.

Quiso reanudar la difícil caminata pero Jin parecía querer ponerle las cosas aun más complicadas.

– Eres muy astuto… Chooooi Minhoooo – dijo estirando las palabras. Minho no pudo evitar una risita, lo aferró aun mas fuerte por la cintura he intentó emprender una vez más el camino hacia el elevador, esta vez Jin cooperó y movió sus pies para seguir el trayecto.

– ¿Se puede saber porque soy astuto?

Sentía que se tambaleaba y que la imagen del elevador iba y venía, solo rogaba por mantenerse lo suficientemente estable hasta llegar a las puertas, si ambos se iban de bruces al suelo no sabía cómo diablos lo harían luego para ponerse de pie.

– Porque se… lo que pretendes – musitó. Había dejado caer la cabeza otra vez, pero mantenía el movimiento en sus pies.

– ¿Y se puede saber qué es lo que pretendo?

Sonreía, para él, Jin solo estaba hablando un montón de cosas sin sentido.

– ¿Qué no es obvio? – alzó la cabeza enérgico y echó el mentón hacia atrás para mirarle a la cara. Tenía su rostro demasiado cerca y lo veía muy borroso -. Sé que te gusto… y que intentas ligarme.

Rió con su propio comentario y Minho también lo hizo.

– Estas muy borracho – le dijo.

– Acéptalo – siguió Jin con una sonrisa burlona -, es cierto.

Minho le miró con la misma sonrisa y negó con la cabeza.

– Solo hablas incoherencias.

– No lo son.

Se detuvo, habían llegado al elevador y se apresuró a pinchar el botón. Las puertas se abrieron de inmediato, el ascensor estaba justamente en ese piso. Arrastró a Jin dentro y oprimió el botón que tenía el número seis. El elevador cerró sus puertas y comenzó el ascenso.

– Ya estamos por llegar – murmuró Minho en un suspiro. Jin no le contestó nada, había entrado en ese estado dormitativo otra vez. Tenía la cabeza apoyada en su hombro y respiraba despacio sobre su cuello. Aquella sensación no paso desapercibida. Si bien el alcohol le adormecía ciertos sentidos, también le despertaba otros. Se sentía más sensible y más vulnerable. Más sensible al inofensivo encanto de Jin y más vulnerable a experimentar esas cortas pero intensas sensaciones.
Estaba mal, sabía que algo estaba mal. No era bueno sentir ese tipo de cosas, no con alguien que no es tu novio.
Tragó saliva y fijó la vista en los pequeños botones en el panel de control. Leyó los números de los pisos en voz alta y distrajo su mente de los pensamientos confusos. Trató de ignorar la sensación de su cuerpo cálido, del tacto de su mano sobre su cintura, que por lo demás era bastante estrecha, de su brazo alrededor de su cuello y de lo más difícil, del contacto de su boca tan cerca de su cuello. El chico no le estaba haciendo nada y a él le pasaban esas cosas. ¡Era una locura! ¿Desde cuándo le sucedía eso? ¡¿Desde cuándo sentía eso?! Se abofeteó mentalmente.

– Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido – se repetía cuando las puertas del elevador se abrieron. Exaltado, bajó de inmediato. Le costó más de lo normal, Jin ya estaba en el quinto sueño y tuvo casi que cargar con su cuerpo. La puerta de su apartamento no estaba tan lejos, por lo que no fue tan difícil llegar, unos cuantos desvíos, choques con la muralla y tropezones fueron los únicos pormenores. Tocó el timbre de inmediato y la puerta se abrió. Un hiperventilado y dramático Key apareció en el umbral. En cuanto vio a Minho quiso abalanzarse sobre él pero la inesperada figura de Jin se lo impidió. Entonces su rostro se crispo en una mueca de malignidad y comenzó a bombardearlo con un sinfín de preguntas acusatorias. Minho luego de esquivarlas todas entró en el departamento y le pidió ayuda.

– Después te explico – dijo con voz cansada -, ayúdame a llevarlo al cuarto.

– ¿Qué? ¿Al cuarto? ¡Pero quien es! – exclamaba Key, miraba al extraño con ojos desaprobadores -. ¿Qué es ese olor? ¡¿Estuviste bebiendo?!

– Te dije que luego te explico.

Ya que su novio no atinaba en ayudar, decidió llevar a Jin el mismo.

– ¡Choi Mihno! ¡Vuelve aquí! – gritó. Seguía sus pasos -. ¡Quién es ese chico! ¿Estabas bebiendo con él? ¡¿Por qué lo trajiste a casa?!

– Key, ya cállate, en serió – le atajó -, ya te dije que después hablamos.

Llegó al cuarto con Jin a la rastra y lo arrojó sobre la cama. El chico cayó como saco de plomo sobre el colchón donde se removió inconsciente. Minho respiró aliviado, al fin estaban en casa. Se sentó al borde de la cama y se llevó una mano a la cabeza para apaciguar el mareo.

– Ahora ve por una bolsa – le ordenó a Key que apareció en el umbral de la puerta.

– ¿Eh? ¿Una bolsa? – repitió su novio desde la puerta.

– Si, una bolsa – le miró enfadado -. No querrás que vomite sobre la cama ¿O sí?

Kibum se quedó con la boca abierta, echando chispas desapareció hacia la cocina. Minho suspiró y se volteó en la cama para mirar a Jin. Dormía tranquilo. Sonrió y estiró la mano para quitarle las zapatillas. Se puso en pie para despojarlo de la chaqueta y la camiseta que aun seguían húmedas pero se quedó quieto a mitad de camino. Sintió vergüenza. Un calor se apoderó de sus mejillas y el corazón se le aceleró un poco ante la idea de desvestirlo. No quería hacerlo. No podía.

En ese momento entró Kibum con una bolsa plástica y se la extendió, pero Minho no la recibió, se quedó allí mirándolo.

– ¿Me podrías hacer el favor de desvestirlo y ponerle algo cómodo para dormir?

– ¿Es una broma? – preguntó totalmente desencajado, apretaba la bolsa en su puño -. ¿Por qué yo y no tu? ¡Ni siquiera lo conozco!

– Por favor, hazlo, prometo explicarte todo después.

Avanzó hacia él y se apoyó entre su hombro y el umbral de la puerta.

– Te espero en el living – anunció antes de salir completamente de la habitación.

– ¡Espero sea una muy buena explicación Choi Minho! – escuchó gritarle desde la habitación, oyó el portazo de la puerta y el sonido de las corredizas del armario al abrirse. Se echó en el sofá y cerró los ojos agotado. Antes de pensar en las palabras más sutiles que podría utilizar para explicarle a Kibum lo que pasaba, pensó en Jin, y en que tendría que hacer algo con ese molesto sentimiento de vértigo. Si bien para todo lo demás ya tenía una explicación clara, para esto no. ¿Sería efecto del alcohol? No recordaba haber sentido vértigo con Kibum. Que… mal. No debió haber pensado en esa comparación. Ahora si estaba confundido.

CONTINUARA~~

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[2Min] Babylon: Capítulo 7.


Capítulo 7: Visita.

– A ver si entiendo – decía Onew removiéndose en su butaca y dejando el trago por un rato -. Ese tal Yang, el empresario, es algo así como.. ¿Un mafioso?

– No sé si es un mafioso – rebatía Minho -. Pero de que es un viejo turbio, lo es.

– Osea… si se acuesta con chicos más jóvenes, está casado y anda de libertino en las discotecas…

– Eso no me da excusa para creer que es un mafioso, creo que te estás pasando – se echó a reír.

– Bueno, quien sabe, el viejo resultó estar interesado en ti – Minho arrugó la nariz -. Se me hace que es de esos tipos que van por ahí cogiéndose chicos jóvenes y pagándoles – Onew pensó unos momentos -. Qué asco de viejos.

El alto también dejó su trago sobre la barra y se quedó pensando en ello. Más bien en el hecho de lo que sentiría Jin al estar con el viejo. Y parecía que Onew también pensaba lo mismo.

– ¿Cómo dijiste que se llamaba el putito ese?

– No le digas así – saltó Minho, había ladeado el rostro y le miraba ceñudo -. Se llama Jin, bueno, le dicen Jin.

– Ni por todo el dinero del mundo soportaría acostarme con un viejo – se burló -. Bueno, en mi caso con una vieja. ¿O sí?
Al parecer Onew se creó una imagen mental de lo que había mencionado porque la cara de asco que expresó no paso desapercibida y arranco más de una risita por parte de Minho.

– ¿Por qué crees que el chico te contó todo eso? – preguntó volviendo de sus desagradables imaginaciones. Minho meditó la respuesta aunque era más que obvia.

– Para alejarme del señor Yang.
El modelo se pasó una mano por los cabellos y se recargó en la barra.

– Por un lado eso es bueno, es mejor que te lo haya confesado, aunque me parece gracioso que el chico se sintiera celoso ¿Quién se sentiría celoso de que le quitasen a un viejo? – su ironía hizo reír a Minho aunque eso mismo se lo había estado preguntando los últimos días -. Vaya jodida vida la que lleva ese chico – comentó y recupero su trago para darle un par de sorbos -. Seguro se trata de un travesti horrible, con bigote y pelo en el pecho – exclamó y rió a voz llena con su propio chiste. Minho solo sonrió. Si Onew creía eso sobre Jin, estaba completamente equivocado.
Luego de tomar aire y ahogar la última carcajada con otro sorbo de su vaso Onew le preguntó detalles sobre Jin, pero Minho se limitó a esquivarlo con respuestas vagas. A los minutos ya se había aburrido de insistir sobre el tema.

– ¿Kibum está enterado de todos eso?

– Claro – afirmó -. Se lo conté de inmediato.

– ¿Qué dijo?

– Nada – sonrió -. Odia al viejo. Pretendía conseguir su dirección para acribillarlo el mismo.

Ambos chicos rieron y al ver sus vasos vacíos pidieron al barman otra ronda. Onew se quedó meditando lo que recién habían hablado como si se tratase de algo de suma importancia que deseaba descifrar, Minho se limitó a mirarle esperando alguna clase de resolución o lo que fuera que estuviera pensando.
Desde su última salida, y noche de absolutas revelaciones para él, habían pasado dos semanas. Tiempo suficiente para aclarar sus ideas y tomar una decisión definitiva de lo que iba a hacer. Enterarse de las verdaderas intensiones del señor Yang le había descompuesto y estuvo un par de días bastante distraído y ausente dándole vueltas al asunto. Aunque en el fondo se preguntaba si realmente estaba así por la verdad sobre el señor Yang o por Jin. Si bien la situación con el empresario había ocupado sus pensamientos en las últimas semanas, no pudo evitar el hecho de repasar y rememorar su último encuentro con el muchacho de cabellos claros. Su penosa situación y estilo de vida le habían dejado con un gusto amargo en la boca y se encontró deseando poder sacarlo de allí, de ese extorsionado entorno donde valía tan poco. Pero esos deseos se esfumaban de inmediato en cuanto se ponía realista. Quería alejarse de ellos. Mejor así. Salir del círculo del señor Yang, se evitaría futuras sorpresas, malos ratos y quizás situaciones desagradables. Ese pensamiento incluía olvidarse de Jin, pero lo valía con tal de no meterse en problemas. El asunto del señor Yang no podía seguir pasando desapercibido y se decidió por contarle a Onew. Más que por un consejo, se lo contó porque para entonces el tema ya era algo curioso que deseaba compartir. Y no se equivocaba cuando pensaba que Onew más de algo gracioso sacaría del tema.

– Creo que debes alejarte de esto por un tiempo amigo – habló por fin -. Estos viejos y sus putitas no pintan nada bien, más que satisfacciones solo te traerán puros problemas.

Onew lo expuso de forma tan sería y dramática que a Minho le provocó risa.

– Hablas.. como si tuvieras la experiencia – dijo entre dientes y retomó su bebida. Onew le dirigió una mirada burlona y le imitó siguiendo con su trago.

– Como crees – musitó -. Es solo que, estos tipos son turbios como tú mismo lo dijiste. Es mejor que te hagas a un lado – se recargó en la barra y levanto un dedo -. No putas, No viejos depravados – finalizó levantando un segundo dedo.

– Ya renuncié, si es a eso a lo que te refieres – comentó -. Hace una semana más menos.

– ¿Y qué te dijo el viejo? – preguntó abriendo los ojos interesado.

– Tengo una reunión con él para hablar del asunto. Hoy.

– ¿Hoy? – repitió Onew. Minho asintió y levanto una ceja, como si lo que fuera a decir fuera de suma relevancia.

– Debo ir a su casa.

– Si vas no creo que salgas de allí virgen de atrás.

Minho rió divertido y le palmeo el hombro.

– Por mi dejaría todo como esta, pero, es mejor así, le dejare en claro que no me interesa seguir trabajando en su proyecto, se lo pasaré a algún compañero.

– ¿Qué explicación le darás?

Pensó su respuesta y apareció una sonrisa cómplice en su rostro.

– No diré la verdad – contó -. Aun no he inventado una buena excusa.

– ¿Que tal esto? – propuso Onew enderezándose -. No quiero seguir trabajando con usted porque su ramera me contó que me quiere dar por atrás… – Minho estalló en una carcajada y Onew siguió su monologo -… y bueno como comprenderá, no me meto con viejos asquerosos que no solo es la verga lo que les cuelga.
Las risas de Onew se unieron a las de Minho y a su chiste se unieron otros más subidos de tono que solo consiguieron traer más risas y bromas al asunto. Así, bajándole el perfil al tema y no dejando de bromear al respecto los chicos estuvieron metidos en el bar hasta que el sol afuera estuvo bien escondido. Las luces en el local se habían encendido y Minho comenzaba a prestarle atención a la hora. Se estaba acercando el momento de marcharse.

– Y la fiesta estuvo buenísima – explicaba Onew -. El departamento estaba a tope, asistieron las modelos latinas estas y wooo… créeme que cuando digo que son mujeres espectaculares… – bufó -, es porque lo son. Tienen unas curvas.. – delineó la figura de un cuerpo femenino con las manos y silbó -, para desquiciarse… y además…

– Onew… – llamó el alto. El modelo cortó su relato y le miró -. No me gustan las mujeres.

– Ya lo sé – dijo sonriendo -. Solo te cuento de lo que te pierdes por ser gay.

Minho resopló y se echó a reír por enésima vez esa tarde.

– Bueno, cuéntame que hiciste tu – pidió Onew dándole un golpecito en el brazo -. Que tal tu año nuevo.

– Estuvo bastante bien – comentó -. La pasamos con los padres de Kibum en Dongbong-gu.

– Oh, qué bien – dijo sin ánimos.

Minho se mofó de su falta de emoción. El no tenía historias emocionantes de soltero que contarle.

– Nosotros debemos tener más salidas – propuso Onew -, ¡Te hace falta más vida men! Como en los viejos tiempos, tú vas por mis chicas y yo te consigo chicos.

– Tengo novio Onew por si no te acordabas – ironizó-, y soy muy feliz así.

– Vaaaa, que tengas novio no quiere decir que no te puedas divertir, además… – lo miró suspicaz -, ya me di cuenta de tu fascinación por la rameras esas – le dio un golpe en el estomago del que se quejó -, eres un sucio Minho.

Onew rió sin dejar de mirarlo de aquella forma cómplice.

– ¿De qué estás hablando? – preguntó sobándose el estomago.

– No te hagas – acusó Onew -. ¿Crees que no me di cuenta? ¿Te traes algo con ese tal Jin no es así?
Minho frunció el ceño ante la descarada acusación de su amigo. Vaya imaginación que tenía.

– No me traigo nada – contestó sorprendido. Onew se acercó y buscó algo en sus ojos, como si su mirada le fuera a decir si estaba mintiendo o no.

– No te creo – murmuró -, pero sé que eres lo suficientemente discreto para no decirme nada.

– ¡Decirte que! No pasa nada – rió ante su cara de frustración -. Ya en serio Onew, que te estás tomando, tu exceso de imaginación me da miedo a ratos.

– A mi no me haces tonto – espetó alzando su copa -, vi esa cosa en tus ojos cuando hablabas del putito – los apuntó -, estoy seguro.

– Corta el rollo Onew – rió -, estás diciendo estupideces.

– Yo solo digo lo veo.

Se alzó de hombros y le dirigió una última mirada acusadora a Minho antes de cambiar de tema, o más bien, antes de que la llegada de cierta persona le hiciera hablar de otra cosa.

– Mira quien acaba de entrar – murmuró indicando hacia la puerta del bar. Minho se giró en su butaca y observó al recién llegado.

– ¿Quién es? – preguntó volteándose para mirar a Onew y luego al sujeto en la entrada otra vez. Se trata de un hombre corpulento y alto, de unos cuarenta años, vestía de etiqueta y llevaba colgada del brazo a una chica joven y estupenda. “Un tipo rico” fue lo primero que pensó, otro empresario ricachón que dedicaba su tiempo a las mujeres y seguro a ponerle los cuernos a su esposa. Parecía de ese tipo de hombres, “como el señor Yang”.

– ¿No lo conoces? – inquirió Onew con desdén, se había acercado a Minho para hablarle más bajo -. Es Wen, el Nazi.

Minho inspeccionó al hombre con la mirada y de “Nazi” no le encontró nada, partiendo por el hecho de que era asiático.
– Es un tipo asquerosamente rico – espetó Onew -, vive de su infinita fortuna y sus perfectas mujeres – suspiró -, a mi gusto, son todas unas zorras – alzó su vaso para beberse todo el contenido de un solo trago. ¿Era idea de Minho o de pronto el humor de Onew cambió a uno bastante irritado?

– ¿Te ha hecho algo? – apoyó la espalda en la barra y siguió al sujeto a través del bar. El hombre y la chica se habían sentado bastante lejos.

– Él no – habló Onew y fijó su vista en el vaso vacio -, pera ella sí.

Había apretado los dientes y el agarre del vaso. Fuese lo que fuese estaba claro que alguna clase de romance debió haber tenido el modelo con la preciosa chica que ahora estaba con el “Nazi”. Romance que seguramente terminó mal y acabó con una muchacha ambiciosa en busca de dinero y un Onew con el corazón destrozado, sí, Minho ya se imaginaba que Onew le contaría eso. Y así fue, no andaba tan lejos de la realidad.

– Y resulto ser una zorra – masculló entre dientes -, solo me utilizó.

Onew había pedido su cuarto vaso y lo bebía como si fuera agua, Minho comenzaba a preocuparse, no quería tener que cargar con un ebrio.

– Tuviste mala suerte – le dijo y frenó el ascenso de su vaso.

– Como odio a ese tipo – farfulló -. Nazi de mierda.

Minho dejó su vaso y le quitó el suyo a Onew cuando estaba por darle otro sorbo.

– ¿Y Nazi porque? No le veo pinta de occidental y mucho menos de ario – bromeó para hacer sonreír a Onew pero no resultó, el modelo seguía igual de malhumorado.

– Porque es un déspota, hijo de puta – exclamó y Minho le tuvo que dar unas palmaditas para que bajara sus volúmenes -, un racista malnacido y homofóbico – le dirigió a Minho una mirada que le dio escalofríos -, odia a las personas como tú.

El alto tragó saliva y volvió su atención al sujeto al fondo del bar que reía y bebía despreocupado con la joven chica a su lado.

– He sabido de unos cuantos chicos gays que han desaparecido a manos suyas – lo comentó como si el asunto fuera crucial -, hace poco hubo un escándalo en la discoteca “Crazy”, encontraron a un chico gay muerto en los privados – Onew hizo un gesto de puño con sus manos -, lo machacaron a golpes. Nadie vio nada, pero todos sabían quien había sido – murmuró dándole misterio a su narración -, algunos testigos afirmaron ver a Wan el “Nazi” salir de aquel privado, pero, por alguna razón después se declararon confusos, que estaban bebidos e inseguros de lo que habían visto.
Minho, bastante atento a su narración, miraba a Onew y al Nazi, su vista viajaba de allá para acá y se recreaba la escena de un pobre chico gay siendo golpeado hasta la muerte por un matón racista. Sintió rabia y unas ganas inmensas de hacer justicia, aunque sabía, que ante tal matón solo conseguiría una vuelta a casa en ambulancia, y si es que.

– Es obvio que el malnacido este se encargo de su silencio… es un maldito, un maldito hijo de perra, ¡Un hijo de la gran pe…!

– Onew, ya cálmate o armaras un escándalo – le relajó Minho pasándole el brazo por los hombros -. Ya olvídalo, son cosas que pasan, en este mundo tenemos de todo.

Onew se agarró la cabeza y suspiró.

– Yo la quería – murmuró y contrajo el rostro, le miró con ojos acuosos y Minho supo que era el momento de irse.

– Oh no, no, no, no – le frenó el alto -, no te me pongas a llorar. ¡Vamos hombre! Fue solo una chica y ya quedó en el pasado.

Onew sorbeteó su nariz y tomo de nuevo su vaso en la barra.

– Creo que mejor nos vamos.

Antes de que Onew siguiera emborrachándose y de que estallara en un llanto incontrolable Minho pagó la cuenta y lo sacó del bar, alejándolo de aquel mal recuerdo de esa chica, del alcohol, y del “Nazi”. Que sujeto más aterrador. Deseó jamás volver a verle ni en pelea de perros. Si el hombre era tan terrible como decía Onew entonces era mejor que nunca más se lo encontrase.

——–

Frente a la casa del modelo, y con un Onew muchas más lúcido, Minho apagó la calefacción del coche y le extendió una botella de agua.

– ¿Ya te sientes mejor?

Onew recibió el agua y bebió unos sorbos.

– Si, mejor – dijo recargándose en el asiento del copiloto y sonriendo con nostalgia -. Creo que me he pasado – murmuró y sonrió apenado.

– Ah, no te angusties.

– Gracias men – musitó el modelo -, por escucharme y todo eso, me agrada haberte encontrado de nuevo.

– Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

– Lo sé -. Sonrió y tomó la manija del coche para abrirla -. ¿Te veo luego? – preguntó desde afuera aun con la puerta abierta.

– Claro, te llamo en la semana. Ahora ya se me hace tarde para mi “reunión” – estiró la última palabra.

– La reunión del terror.. – murmuró Onew fingiendo cara de espanto. Minho resopló y giró la llave para hacer contacto -. Si decides volverte hétero después de la reunión con este viejo pervertido estaré encantado de llevarte a unas de las fiestas que..

– Ya Onew – le cortó -. Eso no pasará.

– Bueno yo solo decía – musitó cerrando la puerta.

Si había algo que le encantaba de Onew, era su facilidad para hacerle reír y encontrar el humor aunque estuviera pasando la pena más grande de su vida. Minho rió por última vez antes de despedirse de su amigo y poner en marcha el automóvil. Con renovados ánimos y entre avisos de “¡Ten cuidado!”, “¡Ya sabes, 911!”, abandonó la calle de la casa de Onew dejando atrás los ridículos gritos de su amigo.
Si bien conducía su coche con una sonrisa impecable de “todo está bien”, la verdad es que no era tan así. No podía negar que estaba un poco nervioso y el volver a ver al señor Yang le provocaba cierta molestia. Después de saber la verdad le repudiaba un poco. Si por él fuera no lo veía ni en pintura nunca más. Pero jamás se tachó de cobarde ni de poco hombre. Afrontaría sus problemas como siempre y trataría de que todo quedara en la mejor situación posible.

Siguiendo el mapa en su GPS, no tardó en dar con la casa, o mejor dicho, la mansión del señor Yang a las afueras de Seúl. Había estado en numerosas edificaciones y casas que eran verdaderos palacios en Seúl, y el hogar del señor Yang, era una de ellas, una residencia magnífica. Tenía interminables jardines, un aparcadero con más de veinte automóviles de distinto tipo, una casa enorme con más de cincuenta habitaciones y sirvientes corriendo por todos lados verificando que todo estuviese en orden. Sin duda un lugar de ensueños.
Luego de pasar por la resguardada entrada condujo hacia el aparcadero donde lo esperaba un trío de mayordomos para llevarlo dentro de la casa donde la arquitectura era bastante impresionante.
Estaba embobado admirando las inmensas lámparas colgantes del techo cuando una empleada se acercó para indicarle que le siguiera. Caminó a través de salones, pasillo y escaleras hasta que llegó al rellano de un segundo piso. Frente a una puerta inmensa y un corredor perfectamente alfombrado, la mujer le dijo que esperase. Supuso que el señor Yang estaría detrás de aquellas puertas y su nervio aumentó. No entendía bien porque estaba tan nervioso, pero pensó que tal vez se debía a que él era la víctima. ¿Realmente el plan del viejo desde un principio fue acostarse con él? El asco que le produjo dicha pregunta disipó un poco los nervios que fueron reemplazados por ira, ira que le dio el coraje que le faltaba para enfrentarlo y dejar las cosas en claro.
La sirvienta había desaparecido y solo lo acompañaba el barullo de los empleados en el primer piso y la exuberante iluminación de las inmensas lámparas araña en el alto techo. Habían pasado unos cinco minutos y él seguía esperando. Pero hasta entonces se había percatado de un detalle. Dos voces le llegaban del otro lado de la puerta entreabierta. Dos voces masculinas que parecían discutir. Dos voces que a cada paso que daba parecía reconocer más. Conocía a ambos hombres al otro lado de la puerta. Una voz era del señor Yang y por el tono parecía regañar a alguien. La otra era una voz más juvenil que se defendía como podía de las acusaciones. Era la de Jin.
Curioso se acercó más a la puerta para entender lo que hablaban. Lo que menos esperó fue encontrarse con Jin allí, aunque siendo consciente de las circunstancias, lo entendió como algo probable. Cuando esa noche abandonó el Clever pensó que jamás volvería a verle, no después de decidir alejarse de todo ese ambiente. Encontrarlo aquí le produjo una especie de emoción que prefirió entenderla como sorpresa. Frente a la puerta y observando el interior del cuarto por la pequeña ranura entre abierta divisó a dos figuras que caminaban de allá para acá. Discutían y se gritaban tratando de acusarse y de defenderse al mismo tiempo. El señor Yang estaba enojado. Estaba enojado por algo que Jin hizo. Minho no tardo en enterarse del motivo.

– ¡Se que tuviste algo que ver! – gritó el hombre -. ¡Te conozco! ¡Lo has hecho antes! – acusó con un dedo en alto y apuntando su cabeza.

– ¡Porque me hechas la culpa de tus malos ligues! – la voz juvenil de Jin se elevaba y Minho trató de imaginarse su postura altanera, no le podía ver desde la ranura -. ¡Siempre es lo mismo! ¡Siempre me culpas de todo!

– ¡Porque siempre tienes la culpa! ¡Estoy seguro que algo tienes que ver con que Choi haya renunciado! ¡Ya estoy harto de ti mocoso!

Hubo un silencio y respiraciones agitadas. Minho tragó saliva. Asique discutían por él.

– ¿Mocoso? – repitió Jin en un tonó irónico -. ¿Asique ahora soy un mocoso?

La figura de Jin apareció en su limitado campo de visión a través de la ranura. El chico caminaba despacio hacia un enojado señor Yang y le daba la espalda a Minho.

– ¿Prefieres que te diga puta? ¿Ramera? ¿Prostituta barata? ¿Zorra mala en la cama? – se burló el hombre.

Jin dio un par de pasos más hasta estar frente al señor Yang.

– Pues esta es la única zorra que tienes y que aguanta tus enfermas depravadas.

A Minho se le revolvió el estomago con su comentario. Si pensaba que el señor Yang era un hombre aprovechado y deshonesto, ahora pensaba que era un maldito viejo asqueroso. Sintió pena por Jin, compasión de él.

– Oh, cállate – ordenó y lo miró con más furia que antes -. ¿Ahora me vas a decir que no lo disfrutas? ¡Por favor! Eres una puta!

– Grito porque me pides que grite, mamo tus guarradas porque así lo exiges, me invento orgasmos porque o si no, no me pagas ¡Tengo que gemir aunque me este doliendo! ¡Tengo que aguantarte aunque no quiera! ¡¿Crees que me gusta?! ¡¿Crees que no me da asco?! ¡Eres repug…!
Un acercamiento rápido y una bofetada en la cara fueron lo único que siguió y dio terminó a dicha discusión. Antes de que el señor Yang fuera por su segundo movimiento Minho abrió las puertas de par en par. El hombre en la habitación se congeló ante su presencia y empujó al chico que sostenía por el cuello de la camiseta para apartarlo lejos. Minho no sabía cómo actuar, miraba al señor Yang y a Jin, a Jin y al señor Yang. El pobre chico le miraba hiperventilado con el pelo en la cara y una mano sobre su mejilla. Fue un momento incomodo, nadie sabía qué hacer y Minho sería un mentiroso si no aceptaba el hecho de que sintió ganas de cuidar del chico, de examinar su mejilla y protegerle de otro posible ataque de furia del señor Yang. ¿Sería esto recurrente? De todos modos no hizo nada, si podía hacer algo por él, era justamente haciendo eso, nada.
Finalmente fue el señor Yang quien habló.

– Vete – le ordenó a Jin en un tono frio que luego cambio para dirigirse a Minho -. Joven Choi, nadie me aviso que usted había llegado – explicó con una falsa educación y una sonrisa que al alto le dieron ganas de borrar de un golpe. Minho no contestó, se quedó allí observando como Jin se decidía a retirarse tras una segunda advertencia. El joven había caminado hacía la puerta con una mirada totalmente indiferente, pero sin retirar la mano de su mejilla, cuando paso a su lado le paso a llevar el hombro en un ligero golpe que comprendió como un aviso, una amenaza de su parte. El chico seguía odiándolo y más ahora. Aunque por lo escuchado, si a Jin le desagradaba el señor Yang ¿Por qué seguía siendo así con él? Quizá no se trataba de odio. Jin le estaba advirtiendo, advirtiendo que no hablase.
Los pasos del chico se perdieron por el pasillo y la voz del señor Yang fue lo único que llegó a sus oídos.

– ¿Su hijo? – preguntó Minho adentrándose en el enorme despacho y cerrando la puerta, sabía la respuesta a su pregunta absurda pero no estaba de más si es que intentaba ayudar al chico. Al señor Yang le costó pillar la pregunta, pensó unos momentos y luego contestó.

– No – dijo meditando la situación y observando su comportamiento -. Es solo… un empleado. Creí que le conocías.. – indagó el hombre con suspicacia. “A este tipo no se le escapa nada» pensó Minho.

– No – mintió y fingió indiferencia -, no la verdad.

El señor Yang lo observó un momento más y dejó el tema. Con la misma educación que siempre ha mostrado cuando se trata de Minho le invitó a tomar asiento frente a su escritorio y le ofreció una copa. Rechazó ambas invitaciones siendo lo bastantemente cortante e indiferente como para detener las falsas sonrisas y adulaciones del señor Yang. Con esa actitud tan directa y soberbia logró que la reunión durara solo unos minutos. No expuso la razón de su verdadera renuncia, confesar la verdad significaría causarle problemas a Jin y ese no era su plan, asique invento unas excusas bastante flojas que lamentablemente no convencieron al señor Yang, al igual que Minho, era un hombre que siempre luchaba por lo que quería y en ese momento estaba luchando por conservarlo.
“Maldito viejo pervertido” pensó cuando el hombre se sentó en la orilla de su escritorio y se desabrochó un poco la corbata. Un gesto tan simple como ese lo repudió aunque no insinuara nada. Quería terminar pronto con todo aquello, salir de esa casa, decirle hasta nunca al vejete ese y volver con Kibum quien seguramente lo esperaba en la cama con el escaldasono a tope. Pero el señor Yang estaba lejos de acabar, partiendo porque le rebatió todas sus excusas y duplicó la paga que tendría si no desistía del trabajo. Lo estaba tentando con una buena bonificación, y Minho casi lo hace creer que cedería. Al final ni su dinero y ni su poder le sirvieron de nada. Con una fría despedida y un apretón de manos que repudió, Minho salió de la habitación cortando todo tipo de relación con el hombre a sus espaldas. No pretendía trabajar con él ni ahora ni nunca y cualquier cercanía en el futuro de cualquier tipo la evitaría.
Mientras caminaba hacía salida, evitando que los empleados le ofreciesen su ayuda, no se había percatado del daño que se había hecho en las manos. Durante los minutos que duró la reunión estuvo con los puños apretados, odiando al hombre frente a él y queriendo golpearlo. Sus propias uñas le habían lastimado la palma y tenía pequeñas marquitas. Hasta que no se vio en un espejo de los pasillos se percató también de su ceño fruncido. Se veía amenazante así, con las cejas bajas y la boca crispada. Había estado tenso dentro de esa habitación, tan tenso y rabioso que se había lastimado. “Vaya prepotente” se mofó de él mismo y continuó con su paso firme.
Salió de la casa por indicación de un mayordomo y bordeó la entrada central para dirigirse a los aparcaderos. Hubiera seguido de largo y llegado a casa temprano si no se hubiera encontrado con Jin en el pórtico de una entrada lateral. El muchacho estaba sentado al final de unas cortas escaleras y miraba el cielo estrellado. Minho detuvo su rápido caminar y dudó antes de acercarse. ¿Cómo es que siempre terminaba topándose con él? De pronto la ira se había disipado y su rostro se había relajado, hasta olvido las pequeñas heridas en sus manos, se acercó al chico de apoco y aunque sabía que le había visto Jin no dio señas de querer reparar en su presencia. Solo hasta que estuvo a su lado se acordó de la bofetada. Una de las mejillas de Jin estaba colorada y una mano se paseaba por su cuello, quizá le había lastimado más de lo que alcanzó a ver. La luz de los focos del jardín no le daba mucha iluminación pero si la suficiente como para fijarse en su rostro y notar que estaba triste. Ojos colorados y secos le decían que había llorado aunque el chico jamás lo admitiese. Esa noche Minho sintió el primer y pequeño vuelco de su corazón. Fue brusco y repentino, pero paso tan rápido como vino. No lo tomó en cuanta y acortó de un paso el metro de distancia que lo separaba de su figura sentada.

– Esta helado para que estés aquí afuera en esas fachas – habló rompiendo su transe. El muy descarado estaba fuera con una simple ramera y unos vaqueros desgastados, ahora que lo pensaba jamás lo había visto con fachas más de hombre -. Te vas a enfermar.
Jin lo miró a través de sus húmedas pestañas y se encogió de hombros.

– Yang me pagara un doctor si eso pasa – intentó volver a ese estado de trance mirando las estrellas, pero la figura de Minho le bloqueaba la visión.

– Es en serio – dijo el más alto y se quitó la chaqueta ante su poca atención -. Ten – se la extendió. Jin no la recibió, solo lo miró con esos ojos raros y llenos de rencor.

– ¿No me delataste cierto? – preguntó poniéndose de pie y quedando a mas altura que Minho con la ayuda del escalón.

– ¿Por qué haría algo como eso?

El chico se metió las manos en los bolsillos y siguió ignorando el gesto amable de la chaqueta.

-No se – dijo cambiando su semblante por uno despreocupado -, para joderme la vida.

– No soy de esos – se defendió.

– Yo lo habría hecho – le miró muy serio como si tratara de infundirle miedo, pero temor era lo que Minho estaba lejos de sentir. Con los ojos de Jin clavados en él subió el escalón para estar a su altura, el chico retrocedió de forma torpe desvaneciendo todo asomo de amenaza por su parte.

– ¡¿Q-qué ha-haces?! – tartamudeó asustado cuando Mihno estuvo demasiado cerca y levantaba sus brazos para rodearlo. El más alto depositó la chaqueta sobre sus hombros y retrocedió un paso bajando del escalón.

– Ya te dije, hace frio y te puedes enfermar.

La actitud desconcertada de Jin le hizo sonreír y sentir que por primera vez estaba dominando la situación, el chico era más fácil de suavizar de lo que pensaba.

– Y ni se te ocurra quitártela – le advirtió con un dedo acusador. Jin rió y puso esa cara petulante que tantas veces había visto.

– Ni que fueras mi padre.

El chico se acomodó la chaqueta y retiró el cabello que había quedado atrapado bajo el cuello de cuerina. Minho siguió todos sus movimientos y reparó de nuevo en su mejilla izquierda, aun algo enrojecida por la ira del señor Yang. Se preguntó si fue el sonido de una bofetada lo que realmente escuchó y recordó lo que vio cuando entró en dicho despacho.

– ¿Por qué dejas que te golpee? – le preguntó de sopetón. Jin dejó su cabello para mirarle y levanto el cuello de la chaqueta para ocultar su mejilla -. Cuando entré no te estabas defendiendo precisamente.

– ¿Es una broma? – Jin había levantado una ceja y le observaba como si la pregunta de Minho hubiera sido demasiado estúpida.

– ¿Tengo cara de estar bromeando? – preguntó sobre la misma -. No deberías dejar que abuse de ti.

– Ya – le cortó Jin -, tu no entiendes, no te metas.

– Pero, la pasas mal – siguió, el chico puso los ojos en blanco -, esa vez me dijiste que no lo hacías porque querías, ahora al señor Yang le dijiste que… – se pausó. Jin pareció saber lo que iba a decir y le amenazó con la mirada, Minho lo dijo de todos modos -. Le dijiste que te daba asco.

– ¿Estabas espiando?

– No fue a propósito – se defendió sin mostrar un ápice de arrepentimiento -. Aun así, odias a Yang, lo repudias. ¿Por qué sigu..?

– Ya, en serio, para – le volvió a cortar Jin -. Bien sabes la respuesta no se para que preguntas.

Una ráfaga de viento helado hizo estremecerse al chico bajo la chaqueta y a Minho le provocó un leve escalofrió. Luego de eso, silencio. Silencio en el cual Minho pensó la respuesta y Jin volvía a prestar atención a las vagas estrellas. Lo sabía, claro que sabía la respuesta. “Dinero” ¿Qué más?

– Bien, ahora ya no me tendré que preocupar más por ti – habló Jin -, me hiciste más fáciles las cosas rechazando a Yang – Minho lo observó con algo de tristeza -, supongo que… Gracias – dijo de forma tan pragmática que le provocó otro escalofrió. ¿Se podía ser tan frio y falto de sentimientos?
Jin bajó el escalón y se retiró la chaqueta, tomándola por el cuello se la extendió a Minho.

– Me voy – anunció.

– ¿Eh? ¿Dónde vas? – preguntó recibiendo la prenda.

– A mi casa ¿Dónde más? – Jin lo bordeó y se rió de su desconcierto.

– Creí que vivías aquí – señaló la casa. Al instante comprendió que esa había sido una idea muy absurda.

– ¿Es otra broma? – dijo con sorna, se ceñía los brazos al cuerpo y hundía lo más posible sus manos en el bolsillo del pantalón -. Es la casa de Yang, aquí viven también su esposa y su hija.
Minho se apoyó en el barandal de la escalera y sonrió.

– ¿Qué hacías esperando a fuera entonces? – aguardó respuesta, pero solo consiguió que el chico se encogiera de hombros y le diera la espalda. Desde el barandal observó cómo sus cabellos rubios se mecían despacio por las ráfagas heladas y su piel se erizaba. No esperó más, creía saber la respuesta -. ¿Me estabas esperando?

– ¡Claro que no! – exclamó el chico sin voltearse -. ¡Qué ego!

Minho rió, cosa que pareció haberlo molestado más.

– Entonces ¿Qué hacías?

– ¿Por qué siempre tienes que hacer tantas preguntas?

Con una sonrisa Minho se separó del barandal y caminó hacia él. Una vez a su lado le extendió la chaqueta de nuevo.

– ¿Qué tal si vamos a beber algo? – ofreció.

– ¿Por qué tendría que ir contigo a alguna parte? – fue cortante y ladeó el rostro para no mirarle. Estaba fingiendo indiferencia y eso Mihno lo percibió muy bien, digamos que se estaba acostumbrando a su forma de ser.

– Bueno si no quieres no importa – contestó con el mismo tono indiferente pero con una sonrisa burlona que Jin no pudo ver. Al segundo en que giraba el pie para marcharse y bajaba la mano que extendía su chaqueta sintió el tirón de la cuerina. Jin la había sostenido y le impedía marcharse. Su sonrisa se ensancho más y esperó a que el chico le dijera algo.

– ¿Después me llevas a casa? – preguntó dirigiéndole la mirada otra vez. Seguía siendo firme y Minho se sorprendió que a pesar de todo el siguiera siendo así, algo indiferente.

– Claro – contestó y soltó la chaqueta, Jin se la calzó mientras emprendía la caminata de nuevo hasta el estacionamiento -. Te gusta hacerte de rogar ¿eh? – musitó Minho siguiéndole el paso. Solo recibió un suave codazo en las cotillas como respuesta. Ver sonreír a Jin de forma ligera le animó y dio pie para que se soltase un poco más. Iba a darse el lujo de bromear un poco si con eso conseguía que el chico dejase de verlo como algo malo, aunque siendo sincero, ya no creía que lo odiase tanto.

Todo el asunto del señor Yang hubiese tenido un buen termino de no ser porque su distinguida hija llegó a casa diciendo lo guapo que le había parecido el chico fuera de la puerta de la cocina. ¿Era un nuevo empleado? La curiosidad llevó al hombre a asomarse por el balcón de su despacho y ser testigo de algo de lo que quizá hubiera preferido no enterarse. Si tal vez Jin se hubiera percatado de la mirada asesina del señor Yang desde el balcón no habría aceptado la invitación de Minho y ambos se evitaban el infierno de vida que les esperaba. Después de todo, le habían mentido al ambicioso y poderoso señor Yang. Qué gran error.

CONTINUARA~~

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[2Min] Babylon: Capítulo 6.


Capítulo 6: Clever.

A un ritmo constante y casi sin pestañear Minho tecleaba en su portátil lo referente a su último trabajo. Habían pasado casi dos semanas desde navidad y avanzaba a pasos agigantados sobre su propuesta publicitaria. Encerrado en su oficina, no dejaba que nadie le interrumpiese. Le había pedido a su secretaria que desviara todas sus llamadas y solo contestaba su celular cuando se trataba de Kibum. Solo un par de horas más, la redacción de unas cuantas ideas y colores en el anuncio y se daba por terminado el trabajo de hoy.
Iban a ser casi las siete de la tarde cuando su móvil vibro. Kibum era muy puntual.

– Estoy fuera – dijo la voz por el aparato. Parecía tiritar un poco.

– Salgo de inmediato.
Colgó y cerró todos los programas en su ordenador. Mientras se apagaba el aparato se calzó el abrigo negro y ordenó papeles dentro de su maletín, aquel de cuero negro que le había obsequiado Kibum para navidad. La pantalla dio en negro y Minho cerró el portátil. Se dirigió a la puerta y apagó las luces antes de salir. Se despidió de su personal en los pasillos y tomó de inmediato el ascensor que estaba detenido. En el descenso repasó su agenda tipiada en su móvil touch. Hoy correspondía “Zona de Restaurantes alternativos”.
Durante la semana, gracias a la famosa tarjeta de dorada, se había dedicado, junto con Kibum, a recorrer cuanto lugar salía en la lista que había dejado el señor Yang. Su novio, un experto en el tema, él, un novato. Dio con sitios que en su vida había visto y se sorprendió descubriendo que se la pasaba bastante bien, aunque, había que reconocer que su acompañante ameritaba el éxito de la salida.
Estuvo en variadas discotecas y pubs. La mitad del tiempo se dedicaba a su trabajo y la otra mitad a disfrutar. Ese fin de semana correspondía visitar restaurantes y comenzarían por el exclusivo “Clever”. Ubicado a unas cuadras de su trabajo. El sitio tenía reputación de mafia, eso había escuchado. Pero ya no le sorprendía, se puede decir que la mayoría de los sitios en la lista del señor Yang llevaban la misma apellido “turbio”. Se comenzaba a preguntar si el señor sería uno de esos empresarios corruptos.

Salió del ascensor y del edificio. Afuera hacía un frio espeluznante. Kibum tiritaba de pie a un costado de la acera. Levantó el cuello de su abrigo y se acercó al chico de plateado (un color común en él). Como siempre su novio desbordaba extravagancia y buen gusto.
En el aparcadero cogieron su vehículo de inmediato y entre charlas sobre el frió y lo agotador que había resultado ser el día de hoy, se dirigieron al restaurante.

Clever era un sitio como cualquier otro, pero algo de cierto había en esos rumores sin origen aparente que daban vueltas por ahí. Su fachada era elegante y simple, pero el ambiente en su interior era denso y desorbitante. Minho ya lo descubriría. Kibum solo ansiaba llegar.
Apenas cruzaron las puertas de metal de Clever Kibum corrió a la recepción. Y vaya sorpresa que se llevó el alto encontrándose tras el mostrador al tal Richy. La imagen mental de Jjong desnudo cruzó por su cabeza y una sonrisa burlona se asomó en su boca. El chico rubio, de rasgos occidentales vestía elegantemente de etiqueta llevando un broche de “Administrador” en su saco. Era el encargado y Minho sintió cierta fianza cuando estrechó su mano. El rubio les daba rienda suelta para que disfrutaran del lugar y se abastecieran de todos los servicios que allí ofrecían.
La palabra “servicio” le había sonado rara. La reacción de Kibum fue demasiado picara con respecto a Richy. ¿A qué se refería?

El rubio administrador los condujo mas tarde a la glamorosa “Zona VIP”. Minho comenzaba a acostumbrarse a ese tipo de exclusividades, gracias a la tarjeta podía gozar de ciertas comodidades exigiendo tratos especiales. Cuando la devolviera la echaría de menos.

El sector, atestado de luces fluorescentes, estaba cargado de un olor a humo, a cigarrillo y a marihuana. Incomodo se tapó la nariz pero luego ya se acostumbró al olor. Con Kibum, ubicados en un enorme taburete de terciopelo azul, se quitaron los abrigos y se acomodaron. Richy desapareció dejándolos con el permiso de ordenar lo que quisiesen.

– Está lleno de modelos – le susurró. Minho miró al resto de los presentes y concordó con el que se trataba de puras celebridades.

– Hola Kibum.
Una muchacha en extremo delgada y con una achocolatada cortina de pelo sobre sus hombros saludaba de pie.

– Hola Yeun – se había levantado he intercambiaba cierta palabras con la chica que alguna vez trabajó para su revista. La muchacha llevaba un vestido bastante holgado con escote muy pronunciado, sostenía un trago y observaba al estiloso chico con la mirada algo perdida.

– ¿Qué tal si se unen? – preguntó señalando los taburetes al otro lado de la sala. Minho diviso unas cuantas modelos más y unos chicos que creía conocer. Kibum entusiasmado cogió sus cosas y junto con Minho y la delgada muchacha caminaron hasta su nuevo destino. El grupo de perfectos modelos los recibió con algarabía, el exceso de copas ya manifestaba su euforia y su buen humor.
Si, hoy sería una noche movida y divertida.

Con el olor a cigarrillo impregnado en la ropa y el olor a alcohol en la boca Kibum se tambaleaba un poco para ponerse de pie. Luego de unas cuantas copas y divertidos chistes, las modelos habían insistido en que caminara un poco para que se luciera y ellas poder deleitarse con él también. Entre risas y piropos su novio desfiló sin vergüenza y con demasiada actitud entre el resto de los presentes en la zona. La verdad es que le hacía gracia, y sin ocultar su risa Minho se unía al coro de manifestaciones que hacían los demás sobre Kibum. Había resultado ser todo un show. El chico gay desinhibido, moviendo las caderas escandalosamente al pasar, sintiéndose una diva en medio de su público. Fue bastante gracioso como también bastante tentador. Y solo fue hasta que Kibum sintió la necesidad de despojarse de su ropa que Minho se puso en pie y lo trajo de vuelta a sus sillones. Las protestas no se hicieron esperar y el alto se llevó unas cuantas pifias. A pesar de eso ambos sonreían. Se la estaban pasando muy bien.

– ¿Nunca pensaste en ser modelo? – le preguntó una de las chicas al regresar.

– La verdad es que si – dijo Kibum -, pero me gusta más la idea de estar con uno.

Miró a su novio de forma suspicaz y el alto le devolvió el gesto con un insinuoso abrazo.

– ¡Es cierto! – saltó uno de los chicos -. ¡Ya se de donde te conozco! Por eso tu rostro se me hacia familiar – apuntó a Minho y entornó los ojos -. Taipei, Taiwan, colección otoño Bogner 2006.

– ¡Woooo! – exclamó Minho abriendo los ojos -. ¿También estuviste allí? – soltó a Kibum y el resto del grupo se quedó observándolos, incluso él.

– ¡Claro! Y como no recordarlo.. – sonrió, y esa sonrisa no le gusto nada a su novio -, ahora me acuerdo de ti perfectamente.

Ambos chicos se miraban como si un campo magnético hubiera caído sobre ellos. Ni el agarre de su novio sobre su brazo impidió que Minho dejara de observarlo como hipnotizado.

– Hotel Yeian… – murmuró el alto -, Martini…

– Martini y vodka con hielo… -terminó la frase el modelo -, habitación 701.

– ¡Por dios! ¡Onew! – exclamó Minho sin poder contener la emoción -. ¡Cuánto tiempo hombre!
Se soltó del agarre de Kibum y fue al encuentro de los brazos extendidos del chico de cabellos castaños. Ambos se abrazaron de forma amistosa. Era un encuentro de viejos amigos de trabajo y a Minho eso lo puso todo lo eufórico que el alcohol podía dejarlo.

– ¡Has cambiado demasiado! – exclamó Minho.

– Tu también. ¡No te había reconocido!

– ¡Ni yo!

Deshizo el abrazo y se quedó allí dándole palmadas suaves a los hombros de Onew.

– Gran desfile el de Taipei – siguió el modelo. Minho rió y abrazó al chico con un brazo por los hombros.

– ¡Como olvidarlo!

– Trabajábamos juntos – explicó el castaño luego de percatarse de que tenían la atención del resto de sus compañeros -. Nos conocimos en el desfile de otoño de Taipei y uuufff… que manera de divertirnos ¿no?

Minho captó inmediatamente la mirada glacial que le dirigía Kibum. Se estaba poniendo celoso y decidió explicar de inmediato que su relación con Onew solo fue de amistad.

– Éramos cómplices – continuó Minho -. Onew se dedicaba a embobar modelos para mí y yo para él. Y esa noche en el hotel Yeian… – se miraron y rompieron a reír.

– ¡No me digan! – saltó una de las modelos -. Eran los novatos de ese año.

– ¡Siiiiii! – gritaron los dos y la risa esta vez fue general. Kibum era el único que aun no lograba entender muy bien.

– Los principiantes de modelo tienen iniciación – le explico Minho a su novio entre risas -. Nosotros éramos los novatos ese año, y bueno, los más antiguos se encargaron de hacernos beber mucho. Cuando ya no dábamos más despiertos nos llevaron a la habitación y… – rió -. Se deshicieron de nuestra ropa. Al otro día amanecimos en mitad del jardín del hotel, desnudos, mojados por las regaderas automáticas y muertos de frio.

– Sin contar las risas y miradas escandalosas de los demás huéspedes – agregó Onew.

– Fue todo un bochorno – Minho reía encantado e intentaba traspasarle de su alegría a su novio, que no dejaba de mirara ceñudo a Onew. El castaño había captado su cambio de humor y dijo algo al respecto.

– Solo éramos amigos – sonreía -, no soy gay – agregó ganándose automáticamente la simpatía de Kibum.

– Debo reconocer que en ese tiempo yo tampoco lo era, amerito el cambio a mi afición de modelo.

– Brindo por tu afición entonces – exclamó Kibum levantando su copa y ganándose la risa de los demás. Todos levantaron sus copas y brindaron a coro por los modelos, la ambigüedad, la amistad, el derecho gay, los estilistas, directores, los camareros, las aceitunas y cuanta cosa de les pasaba por la cabeza. El haberse encontrado con Onew después de tantos años dió una ronda gratis de martinis por su parte y su buen humor garantizado durante toda la noche. En grupo compartieron de lo lindo hasta que la llegada de ciertos personajes puso denso el ambiente.

– Aishhh.. – se quejó Onew -, ya llegaron las zorras – y pegó con el codo a sus amigos. Las chicas pusieron cara de asco y los hombres se limitaron a fruncir el ceño. Minho y Kibum observaron a los recién llegados. Un par de hombres en terno y cuero acompañados de hermosas chicas. Caminaron por la zona y se sentaron en los sillones que tenían sobre si el cartel de “reservado”. A su paso siguieron entrando unas cuantas chicas más. Los murmullos y las miradas furtivas se elevaron y la mandíbula de Minho casi se desencajo de la impresión cuando reconoció un rostro en ese grupito de chicas con tacones, brillantes vestidos y exceso de maquillaje.

– Travestis – escuchó murmurar a Kibum y no sabía si desilusionarse o largarse a reír. Jin caminaba junto a otras chicas e iba vestido de mujer. De mujer. Llevaba tacones bajos, un vestido gris con un chaleco encima, los ojos muy maquillados y el pelo todo recogido en un moño. La verdad es que se veía bastante… ridículo. Si, ridículo era la palabra.
Sin darse cuenta Minho se encontró riendo, la imagen se le hacía muy graciosa.

– ¿Quiénes son? – preguntó Kibum.

La modelo de cabello achocolatado le explicó.

– Son lo que tu dijiste, travestis – sentenció -, son zorras, prostitutas baratas de compañía – espetó con asco.

Minho dejó de reír.

¿Jin? ¿Una proti..? 
No quiso seguir preguntándose.

– Vienen seguido – habló Onew -, siempre con los mismo tipos, a veces con sujetos diferentes, y… – Minho lo escucho beber un sorbo de su trago -, y su presencia es bastante desagradable. Montan teatro y escándalo cuando están bebidos, molestan al resto y bueno… como se imaginaran, hay ocasiones en la que resulta grotesco y…

– Asqueroso – terminó otra chica.

Kibum y el resto siguieron hablando y cotilleando sobre el grupo que acababa de instalarse en la zona, pero Minho ya había cerrado sus oídos y su campo de visión solo se cernía bajo una sola persona, que para variar, ya había reparado en su presencia.
Sus ojos hicieron contacto por unos segundos.
Preguntas se arremolinaron en su mente. Preguntas que le hacía a Jin silenciosamente y que por instantes pensó que se las respondería telepáticamente.
La frialdad en la mirada del chico de cabellos claros seguía siendo la misma de siempre. Desprecio e indiferencia también se manifestaban en esos ojos cafés maquillados de negro, mas negro del acostumbrado. Su mirada seguía siendo rasgada y afilada pensó Minho. Su rostro seguía siendo lindo. Pero su fachada… era horrible. ¿Qué hacía vestido así? Sus hombros y sus tonificados brazos se veían ridículos bajo ese chaleco, y sus piernas igualmente trabajadas eran espantosas sobre esos tacones. Hasta su calzado llegaba a ser gracioso. Ninguna mujer llegaría a ese número de zapatos. ¿De verdad era un travesti? ¿Una zorra como había dicho Onew?
Ahora que lo pensaba… ¡Que descaro había tenido al enfadarse cuando lo confundió con una chica! ¡Se vestía como una! Ya no había duda.

Parecía un voyerista mirando sin verguenza hacia los otros sillones. No le importaba ser descarado y no le importaba que Jin le dirigiese de vez en cuando sus tan comunes miradas de “odio”. Aunque si era sincero consigo mismo, algo parecido a la “decepción” sintió al enterarse de la verdad sobre él. No quería tener respuestas apresuradas, y una parte de si se negaba a creer que tan intrigante chico, que había logrado llamar su atención desde hace un par de semanas, resultara ser un “putito”, prefirió llamarlo así que por los peyorativos que había utilizado Onew. Por un lado eso explicaba que siempre se lo encontrase en ese tipo de lugares y acompañado siempre del mismo tipo de personas, aunque… eso no explicaba el vínculo que tenía con el señor Yang. Ni tampoco el porqué en un principio había querido contactar con él. ¿Habría pensado que estaba interesado? ¿Qué quería pasar la noche o algo así? No. No. No era eso. Todas sus suposiciones siempre se iban al trasto después de recordar su mirada. Nadie que quiera algo contigo, te mira de esa forma. Como si quisiera que desaparecieras. Porque eso le decía en ese momento Jin con la mirada. “¡Desaparece!”.

La voz de Kibum lo trajo de vuelta.
– Si vas a mirar se mas disimulado – le avisó -, estas llamando la atención de toda la mesa.

Recién se daba cuenta que las “amigas” de Jin le miraban y cuchicheaban a su oído. Apartó la vista de inmediato y se giró en el sillón para darles la espalda.

– ¿Qué? – le dijo Onew -. ¿Sorprendido? – y se burló de él. Minho sintió ganas de pegarle -. Estas cosas se ven todos los días por aquí. A mi ya no me sorprenden.

Los demás se unieron a sus comentarios y hablaron despectivamente sobre el tema por un rato más. Fue inevitable imaginarse las cosas que hablaban. No se veía a Jin en ninguna de las situaciones que su mente creaba. Cuando una de los modelos mencionó la palabra “sexo” Minho se dijo mentalmente que ya era suficiente. Resultaba desagradable. No quería pensar en Jin, ni en los hombres que lo acompañaban ni en lo que harían después en algún motel barato.
De forma súbita se sintió acalorado. Se tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso y se removió inquieto en el sillón. De pronto el ambiente se le hizo pesado, la conversación de sus compañeros le pareció estúpida y la risita de Kibum demasiado cargante.
Apretó los puños.
Estaba molesto.
Estaba decepcionado.

Se hecho hacía atrás en el sillón y Kibum se abrazó a él ignorante de su repentino desanimo, algo que sabía ocultar bien bajo una suave sonrisa.
Se unió a la conversa del grupo luego de un rato, que en ese momento era sobre los tipos de tragos, y desechó de su cabeza los pensamientos relacionados a Jin. Llegó a la conclusión de que no era algo tan importante como para tenerlo así. Cada quien con sus vidas y sus locuras. Pero todo su intento por volver a concentrarse en pasarlo bien con sus compañeros se fue por el traste cuando la figura de Jin pasó junto a ellos, caminaba toscamente sobre sus tacones hacía la zona de los baños.
Antes de pararse a pensar en lo que estaba haciendo se despojó de los brazos de Kibum y caminó tras Jin. Atrás quedo su novio con el círculo de modelos y adelante la espalda de Jin. No sabía bien porque lo estaba siguiendo. Sus piernas se habían movido solas. ¿Qué pretendía hacer?
Ambos se perdieron de vista al virar por el pasillo adjunto que conducía hacia los baños. Primero Jin, luego él. Llevaban una distancia razonable y para alivio de Minho, el chico no se giró ni una vez hacía atrás.
Pasaron el baño de “Damas” que se encontraba primero. Le pareció divertido verlo entrar en esas fachas al de “Varones”. La puerta quedó oscilando por su intrusión y Minho se paró frente a ella esperando que dejara de moverse. Recién entonces se preguntó porque le había seguido. No tenía idea de que le iba a preguntar. Ni siquiera sabía si le quería hablar. Poco decidido puso una mano sobre la puerta de metal y la empujó para abrirse paso. La luz mortecina del baño inundo su visión y la puerta oscilo a su espalda cuando la soltó. El aire limpio de aquella zona le refresco la nariz y aprovechó para respirar un par de veces llenando a tope sus pulmones. El humo del cigarrillo afuera no era el más agradable que digamos.

Recorrió con la mirada el lugar. A un lado los lavamanos, un enorme espejo y al otro los urinarios. Al fondo, cinco cubículos se situaban uno al lado del otro. Cuatro estaban vacios, el último de la esquina, ocupado. Diviso unos pies descalzos tras la puerta del primer y por obviedad pensó que correspondían a Jin. No había nadie más en el baño.
Avanzó despacio, sin quitar la vista de aquellos pies que se revolvían y se detuvo en mitad de su recorrido hacia los cubículos.
Los tacones de Jin estaban a un lado, sus pies tocaban completamente las blanquecinas baldosa que debían de estar fría. La parte baja de su vestido se veía caer por sus piernas lo que le hizo pensar que estaba sentado haciendo nada. Seguro aprovechaba de descansar un poco sus pies con la excusa de ir al baño, teoría que confirmó cuando vio pasar los minutos sin que la posición del chico cambiase. ¿Cuánto más iba a estar allí? ¿Le dolían mucho los pies? Y a quien no con esos tacones. No eran tan altos como los de las demás “chicas” pero lo suficientemente puntiagudos como para lastimar los de cualquiera.

El sonido de su celular lo alertó, y también al chico en el cubículo. Quien al igual que él se removió asustado. Sacó el aparato de su bolsillo y lo apagó de inmediato. No alcanzó a ver quién era pero lo maldijo por hacer que lo descubrieran. Jin se había vuelto a poner sus tacones y abría la puerta del cubículo. Minho se precipitó hacia los urinarios y con una mano apoyada en la pared simulo que orinaba. Cuando Jin lo vio pudo apreciar por el rabillo del ojo como se quedaba a la salida de su cubículo por unos segundos, observándolo, seguramente le había sorprendido. Minho no se atrevió a mirarle de forma directa y se sintió realmente estúpido. Miro hacia abajo, hacía su pantalón cerrado y rogó porque Jin no se hubiera dado cuenta de ese pequeño detalle.

– ¿Me estas siguiendo? – la voz del chico resonó entre los azulejos a su espalda, el sonido del grifo y el agua acompañaron su pregunta -. No es que me hubiera fijado en que no estás orinando.

Minho rió y se apartó de la pared para voltearse y enfrentar al chico. Jin, de espaldas a él, se lavaba las manos y lo observaba a través del espejo.

– ¿Hace cuanto estas aquí? – preguntó mirándolo con enfado. Vaya novedad.

– ¿Por qué estas vestido así? – fue lo primero que se le ocurrió y fue bastante estúpido. Ya sabía la respuesta.

– ¿No te dijeron tus amigos?

– ¿Debería creerles? – soltó casi a la defensiva. La verdad es que si lo creía.

– ¿Te crees que me conoces?

– ¿Vamos a seguir respondiéndonos con más preguntas?

Minho se había acercado unos pasos y se encontraba a mitad del baño otra vez. Su mirada, perdida en el reflejo de Jin, lo desafiaba a contestar, pero no con más preguntas.
El chico desvió la vista y cerró el grifo, agitó las manos para quitarse el exceso de agua y se volteó apoyándose en el lavamanos.

– Yo pregunte primero – dijo con altivez -. Quiero saber porque me estas siguiendo.

– No lo hice – ¡Mentira! Claro que lo hacía -. Es coincidencia que estés aquí también.
Se metió las manos a los bolsillos y le resto importancia al asunto.

– Claro… – la mirada suspicaz de Jin lo atravesó -, por eso simulabas que orinabas…

El chico se había cruzado de brazos y lo observaba con una ceja en alto como queriendo oír explicaciones. Minho resopló y bajó sus hombros en forma de rendición.

– No es que te estuviera espiando – aclaró -, solo quería hablar contigo – lo señaló subiendo y bajando su mano -, creí que no te gustaba que te confundieran con una.

– ¿Asique es eso? – exclamó -. ¡Viniste a burlarte de mí!

Minho no sabía que pasaba por la cabeza de aquel chico, pero era obvio que había entendido todo mal.

– No – dijo a la brevedad -. Claro que no. Solo que es curioso. Además, pareces no pasarla bien – agregó mirando directo a sus ojos enfadados -. ¿Te duelen mucho? – apuntó sus pies.
Jin relajó sus ojos pero no lo suficiente como para eliminar su ceño contraído.

– A ti que te importa.

Se volteó casi con gracia como para hacerle entender que sus pies estaban perfectamente bien. De nuevo frente al espejo arregló su cabello.

– Como si no te hubiera visto quitártelos y descansar – se mofó Minho devolviéndole la jugada. Por el reflejo vio el rostro del chico contraerse levemente, pero seguía arreglando su cabello como si no le hubiera escuchado -. La verdad es que no te queda. Los tacones, el vestido, el chaleco, todo, te ves ridi…

– ¡Si viniste a burlarte! – exclamó y dejó de ordenar su cabello para lanzarle la mirada más enfadada que le había dado. Pero Minho en vez de asustarse sonrió. Se había acostumbrado a sus miradas amenazantes y a estas alturas ya le causaban gracia, porque en el fondo, eran solo miradas, Jin no se atrevía a nada más.

– Ya te dije que no – dijo acercándose un poco -, es que me parece raro, verte en estas fachas, y la verdad es que no te quedan, entonces…

– Para – saltó Jin -. ¿Crees que me gusta vestirme así? – preguntó levantándose el vestido, aunque no lo suficiente como para exponer algo más que sus piernas -. ¿Crees que quiero esto? – se azotó el tirante superior de su vestido dejando medio pectoral tonificado afuera -. Claro, tú eres un modelito, no sabes de estas cosas – espetó y se acomodó el tirante del vestido.
Sin dejar que su último comentario lo ofendiese Minho siguió preguntando.

– Entonces. Por qué lo haces. – dijo subiendo los hombros, como si su situación no le produjera ninguna emoción de ningún tipo.

– Pensé que eras inteligente – habló el chico con voz queda. Su rostro se había relajado.

– Entonces… – hizo una pausa, no sabía cómo decir lo siguiente sin que sonara feo -. ¿Eres.. de esos?

Jin sonrió con pesar y flectó una rodilla para recargarse en el lavamanos. Seguro los pies volvían a dolerle.

– ¿De algo tengo que vivir no?

Minho suspiró. En algún momento llegó a pensar que aquello podía tener otra explicación. Cualquier excusa tonta hubiera bastado. Pero resulto ser cierto. Jin era un… un puto. Aaahhh… como odiaba esa palabra.

– Hay otras manera de ganar dinero ¿sabes?
El chico se mofó de él.

– Lo sé. No necesito que me lo digas – retomó la tarea de arreglar su cabello, ahora más calmado -. Y si vas a darme un sermón, te pido que no lo hagas, es en vano.

– ¿Qué edad tienes? – preguntó. Avanzó otro par de pasos apoyándose a su lado en el lavamanos. Observaba su perfil mientras se arreglaba el cabello. Parecía concentrado mirándose en el espejo.

– No contestare más preguntas – dijo con una voz fría.

– Te ves muy joven – comentó el alto -. ¿Veinte? ¿Veintiuno? ¿Veintidós?

– Es en serio – espetó Jin hablándole a su propio reflejo -. ¿Es que no entiendes? – desvió la mirada para hablarle de frente -. No quiero seguir hablando contigo – modulo de forma pausada -. ¿Por qué no me dejas en paz y te vas?

– ¿No vas a contestarme? – insistió Minho, ignorando nuevamente sus comentarios.

– ¡Yaaa! – exclamó -. ¡Déjame en paz! ¡¿Por qué me sigues hablando?! – Jin volvía a alterarse y a dejar de arreglar su cabello para enfrentarle -. ¡¿Es que no entiendes?! ¿Cómo tengo que mirarte para que entiendas que te odio?

La expresión de Minho se contrajo, pero no lo suficiente como para entristecerse. Aunque la verdad es que sí, lo confesado por Jin le provocaba un gusto amargo.

– ¡Te odio! – exclamó el chico -. Te odio… – murmuró y respiró con fuerza, como si lo dicho fuera un tormento que había querido sacarse de encima desde hace mucho tiempo, y hasta entonces había tenido la oportunidad de expresarlo.
Incomodo, y como avergonzado consigo mismo por haber casi gritado, Jin bajó la mirada y luego de un rato de fatal silencio se miró por enésima vez en el espejo y a la rápida se terminó de arreglar el cabello. Solo cuando Jin retomó la tarea en su cabello Minho habló.

– Me gustaría saber porque me odias – dijo firmé. Vio como Jin suspiraba resignado y cerraba los ojos. Se fijó en el detalle de que apretaba los puños, lo debía de estar aborreciendo por ser tan insistente -. No te conozco, y creo que jamás nos habíamos visto antes. La primera vez que te vi ya me mirabas con enfado y desde entonces ha sido así cada vez que nos encontramos. No sé nada de ti, y no pretendo seguir indagando sobre tu persona. Solo trataba de descubrir… porque.. – hizo una pausa y miró el reflejo de Jin en el espejo. El chico también lo observaba por el reflejo -, porque me odias tanto. No te hecho nada – reclamó a su favor -, además.. fuiste tú quien en un principio quiso dar conmigo por alguna razón que tampoco se – ahora era la mirada de Minho la que se mostraba amenazante -. ¿No crees que merezco algunas respuestas? – exigió -. Seguiré trabajando con el señor Yang y por lo que veo tienes alguna clase de conexión con él, puede que nos sigamos topando a causa de eso y no me gustaría tener que…

La voz de Minho comenzó a apagarse de apoco, como si la última frase hubiera ido bajando en volumen hasta parecer inaudible o en sí, hasta que dejo de hablar. Mientras hablaba su mente había ido atando cabos hasta que una idea fugaz paso por su mente. “Jin. El señor Yang”.
Al parecer su rostro se había contorsionado en una expresión que reflejaba lo que estaba pensando, porque Jin había sonreído como si supiera lo que pasaba por su cabeza, o como si se sintiera aliviado porque Minho al fin comprendía. Una comprensión que al más alto le horrorizó.
Jin seguía sonriendo y lo miraba como si quisiese que hablara, que le espetara en la cara la respuesta a todas sus preguntas, y Minho lo hizo. Con desprecio porque sintió la necesidad de herirlo.

– Eres, la ramera del señor Yang…

La risita de Jin resonó en el baño y el sonido de sus tacones hacía la puerta hicieron un eco que pareció viajar por todo su cerebro.

– La verdad es que… se trata de celos – habló dándole la espalda. Minho con la mirada fija en su nuca. Se volteó de forma brusca, parecía haber cambiado de opinión sobre no querer mirarle cuando se lo dijese -. Me acerqué a tus amigos en Babylon porque mi cliente quería conocerte… – su voz parecía algo hastiada -, era mi deber como buen dote cumplir los deseos de mi proveedor – hizo una pausa, en la cual le miró de pies a cabeza -. No sé que habrá visto en ti, pero no dejó de hablar de tu figura en toda la noche -, chasqueó la lengua -. Pensé que te habías dado cuenta, te miraba de forma descarada.

Minho salió de estupor y de la sorpresa que resultaba aquella confesión para agregar un detalle antes de que siguiera hablando.

– Solo me di cuenta de ti.

Jin detuvo la mirada en sus ojos y Minho experimentó una especie de nerviosismo.

– ¿Estamos hablando del señor Yang? – preguntó aunque la respuesta era obvia.
El chico asintió y apoyó la espalda en la pared.

– Cuando a Yang se le mete algo entre ceja y ceja hace hasta lo imposible por conseguirlo – musitó -, consiguió contactar contigo antes que yo y… irá de apoco hasta obtener lo que quiere.

Un escalofrió le recorrió el cuerpo. El pensar en que el señor Yang tenía otras intensiones bastante alejadas de lo laboral con respecto a él le parecía escalofriante. No era su tipo. Para nada. Y jamás intentaría ni se dejaría asir por él. Ni por todo el dinero extra del mundo, ni con diez tequilas encima. Rotundamente “NO”. Y nuevamente Jin parecía leer su mente.

– Tienes novio – dijo cambiando por primera vez la expresión de su rostro. Parecía una expresión amable -. Yang no es tu tipo. Y tampoco es exactamente mi hombre perfecto. Pero es mío – recalcó -. Solo yo tengo acceso a él y tengo el derecho a estar celoso… – enarcó sus cejas -, y a odiarte.

Minho recordó haberle visto un anillo de matrimonio al señor Yang, estaba seguro de que era casado. Jin debía ser algo así como su amante.

Que tipo más sucio – pensó. Y de pronto sintió ganas de mandar al traste todo su trabajo, anular el proyecto con el señor Yang y cortar todo tipo de relación que tiene y pudo haber tenido con él. Experimentó una clase de asco, repulsión. Vio a Jin, imaginó su cuerpo bajo el otro más avejentado y sintió nauseas. Por laguna razón ya no lo juzgaba, si no que lo veía como una pobre víctima. Adicta a algo que no quería y condenada por la necesidad y la des fortuna de un estilo de vida deprimente y humillante. Lo observó con compasión. Su rostro no representaba a un chico mayor de veinte años. Su cuerpo esbelto, bien formado, su piel blanca y su rostro bonito le decían que era alguien que en este mundo valía la pena salvar y querer de una forma normal.
Sintió tristeza. ¿Cuánto debía soportar aquel chico? Soportaba tacones, vestidos, maquillaje. ¿Realmente le gustaba usar el cabello largo? Seguro tenía que aguantar también caricias que no quería recibir, o darlas aborreciendo el tacto, llorando internamente y rogando porque las intrusiones acabaran pronto, llevándose a la boca cosas que no quería y en sí, vendiendo su cuerpo a extremos que lo hicieran llorar.

Tragó saliva, e intento no expresar con su rostro lo que sentía en su pecho. Pero fue demasiado tarde. Jin era más rápido que él en ese tipo de cosas.

– No sientas pena por mi – habló el chico -, estoy acostumbrado.

Minho abrió la boca para hablar, pero Jin lo calló en breve.

– No te conté esto para ganarme tu favor ni quedar bien – aclaró -, te advierto sobre lo que es mío. Si no estás interesado en Yang mejor aléjate. Me sacas un peso de encima y solucionas mi vida…

– Jin – lo interrumpió Minho -, no tengo ningún interés en el señor Yang, jamás lo tuve, no lo tengo y tampoco lo tendré – suspiró.

– Entonces supongo que estamos bien – soltó arreglándose el chaleco.

Ido aun en sus pensamientos Minho siguió cada uno de sus movimientos. Aun tenía un par de preguntas y sentía que Jin ya quería cortarlo. Al parecer había sido mucha plática para el chico.

– Si solo respondes ante Yang ¿Por qué andas con estos hombres? – preguntó. Sabía que se estaba metiendo en terreno más personal y quizá Jin no quisiera contestarle, pero las preguntas salían solas -. ¿Para Yang también te vistes de mujer?

Llamar al empresario sin el connotativo de “señor” le pareció extraño, pero pensó que aquel hombre ya no se merecía esa clase de respeto.

– ¿Sigues teniendo más preguntas? – espetó -. Eres imparable.

Algo tiene que haber visto Jin en la mirada de Minho, que ya no era de compasión ni simpatía precisamente, que lo hizo contestar.

– No. Yang me prefiere como hombre – dijo acomodándose el cabello detrás de la oreja -. Pero a estos tipos les gustan las transformistas. No soy ningún travesti como seguro te dijeron tus amigos. Y… – suspiró -, no soy solo de Yang, no soy su propiedad. Cuando no estoy con él debó seguir trabajando. Así es. Así funciona.

Y con eso parecía haber dado por terminado la conversación. Se despegó de la pared e hizo ademan de salir del baño.

– Y así culmina el enigma que había creado sobre ti – murmuró el alto mirando hacia cualquier parte. Más concentrado en sus pensamientos que en Jin. El chico sonrió con el comentario.

– ¿Decepcionado? – dijo antes de abrir la puerta.

“Sí” tubo ganas de contestarle pero no lo hizo. Aún tenía una última pregunta antes de matar el momento y comprender que jamás volvería a hablarle.

– “¿Deberíamos bailar?” – dijo Minho recordando su encuentro en Babylon. Jin se detuvo a mitad de camino de salir completamente del baño -. Si me odiabas porque lo dijiste.

Tardó en contestar. Y no se volteó cuando lo hizo.

– No lo sé – dijo ladeando un poco el rostro. Minho observó su perfil -. Quizá fue porque estaba un poco ebrio.

Y sin decir más abandonó el lugar.

El baño se volvió frió y el vaivén de la puerta cerrándose le trajo un poco el olor del cigarrillo y música ambiente. Aún pensaba en la conversación con el chico, pero esa curiosidad que experimentaba cuando pensaba en él ya no estaba. Esa intriga había desaparecido y en su lugar solo había quedado decepción. Una abrumante decepción al haberse enterado de cosas que no quería.
Salió del baño con solo una cosa en la mente. Renunciaría al trabajo del señor Yang y comenzaría yéndose inmediatamente de aquel lugar.

CONTINUARA~~


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[2Min] Babylon: Capítulo 5.


Capítulo 5: Tarjeta dorada.

Al día siguiente Minho se debatía si llegar con flores o chocolates en busca de Kibum. Iba camino a la casa de JongHyun y sabía que tenía que llegar con algo más aparte de excusas y ruegos para conseguir su perdón. Nunca antes había pasado tal cosa y la impotencia que había sentido la noche anterior le hizo lamentar más que la pérdida de su celular. Recordó el estrellazo del aparato contra la pared. Recordó la casa vacía y oscura. Recordó el mensaje de JongHyun.

Al final se decidió por flores. Era una cursilería, pero era un detalle que quizás Kibum agradecería más que los chocolates. Repasó en su mente una y otra vez las palabras de disculpas que le diría. Sabía que no iba a ser nada de fácil hacer que le perdonase, pero era navidad, época de felicidad y buenos deseos, y deseaba más que nunca poder estar con él.

Frente a la casa de JongHyun, tocó el timbre sin vacilar. Esperó respuesta desde la reja del jardín y fueron varios minutos los que pasaron hasta que un adormilado Jjong apareciera caminando a través del jardín. Venía despeinado, con la ropa desordenada y un rostro de sueño que le hacía entender que recién se despertaba.

– Hola – saludo Minho de inmediato. El chico le devolvió el saludo con un sonoro bostezo.

– Creí que nunca llegarías – musitó restregándose un ojo. Abrió la reja y dejó pasar al más alto -. Interesante elección – le dijo apuntando el ramo de flores. Sonrió.

– JongHyun escucha… – comenzó Minho -, se que tú me dijiste que…

– A mi no me digas nada – le cortó avanzando a través del jardín. Minho lo siguió -. Es a Kibum a quien le tienes que dar explicaciones -. Se volteó antes de que entraran por la puerta trasera de la cocina -. Si que te las mandaste hermano…

Minho resopló y entendió que JongHyun no estaba enfadado con él. Venía preparado a enfrentarse con él en una especie de batalla por Kibum. Pero que idiota era. Jjong solo era su amigo.

– Esta en el cuarto de invitados – dijo el dueño de casa una vez entraron -. Se amable, anoche bebió prácticamente todo lo que tenía en la estantería – y señaló la pequeña galería de botellas que ahora estaba vacía.

– ¿Está durmiendo?

– Dormido y ebrio todavía seguramente – resopló -. Tuvimos una noche de copas bastante triste. JongHyun le lanzó una mirada ceñuda -. Prepararé café – musitó y Minho sabía que le estaba dando el pie para que fuera con su novio.

Avanzó a través de la sala, el pasillo y llegó a la última habitación. Abrió la puerta con suavidad, tratando de hacer el menor ruido posible, pero el olor a alcohol que llegó de adentro le hizo quejarse en voz alta. Con el ramo de flores en la nariz entró en la habitación y lo primero en divisar fue la figura de Kibum desparramada boca abajo sobre la cama. Llevaba la misma ropa de anoche y su cabello parecía un revoltijo de hebras negras y rojas. Dormía de forma placentera y sus mejillas coloraditas le aliviaron en cierto modo. Dejó las flores sobre el velador y se sentó con suavidad sobre la cama. Kibum reaccionó al primer movimiento del colchón. Se revolvió sobre la cama apretando los ojos y estirando los brazos. Minho rió, y fue el sonido de su voz lo que hizo que el adormilado despegara los ojos. Lo observó a través de la ranura y el alto acercó una de sus manos hasta su desordenado cabello.

– Minho.. – susurró el chico y volvió a cerrar los ojos.

– Kibum… – acarició su rostro -, perdóname – susurró.

– Minho – volvió a murmurar esta vez sin abrir los ojos -. Quiero irme a casa – balbuceó y el alto sonrió con tanta alegría que le dolieron las mejillas.

****

Las flores estaban en el jarrón de la mesa central dándole color y ambiente al departamento. A Kibum le había gustado el detalle y Minho estuvo más que satisfecho con su “reconciliación”. Reconciliación entre comillas porque se había traído a su novio casi durmiendo en el coche y apenas llegaron al departamento lo ayudo a recostarse en la cama para que siguiera durmiendo. No sin antes susurrarle un “lo siento” y un “te quiero”. Kibum contestó con una sonrisa y se sumergió en un mundo de sueños. Minho tenía que darle ciertos meritos a la bebida, eran los causante de su embriagues y de que se haya tomado el asunto con tanta soltura. El verdadero reto sería cuando despertase, con dolor de cabeza, ganas de vomitar y el resentimiento a flor de piel sobre lo ocurrido anoche, hasta entonces estaba libre de los regaños y la discusión que sin lugar a dudas se llevaría a cabo. Hasta que eso pasará haría algo al respecto. Sin dudarlo más cobijo a Kibum bajo las frazadas y salió del departamento hacia el supermercado. Allí compró unas cuantas cosas para luego pasar por una tienda de artesanías. Hizo todo bastante rápido. Quería llegar y tener todo listo antes que Kibum se despertase.
En una abrir y cerrar de ojo ya estaba en casa de nuevo y se ponía el delantal de cocina para preparar la comida. Una comida especial. Minho rara vez cocinaba y esta era una ocasión. Tenía que volver a ganarse su corazón.
Cocinó unas cuantas verduras y un poco de carne. Mientras dejaba la carne dorarse en el horno, fue hasta la sala y puso unas velas aromáticas de la tienda de artesanías sobre los muebles y la mesa. Dispuso el mantel, los utensilios y un par de copas. Observó su simple arreglo con suficiencia y volvió a la cocina. Estaba concentradísimo viendo la temperatura del horno cuando sintió unos brazos enrollarse en su cintura. Kibum lo abrazaba por la espalda y apoyaba su mejilla en la parte baja de su cuello.

– Que rico huele – susurró el chico con los ojos cerrados. La sonrisa de Minho fue automática. Asique lo de esta mañana si había significado que Kibum lo perdonaba.

– Es la receta de mi madre – contó -, te encantará.

– No me refería a la comida.

Minho se dio la vuelta y se encontró con el rostro placido de Kibum, aun llevaba el cabello revuelto y la mirada algo ida.

– Me encantaría decir que también hueles rico – dijo el alto con una sonrisa traviesa.

Kibum frunció el ceño pero después sonrió divertido.

– Iré por una ducha.

– ¿Estás bien? ¿Dolor de cabeza? ¿De estomago? – preguntó inspeccionándolo.

– Solo tengo mucha sed.

Le sonrió y se acerco para besarle pero Kibum lo apartó.

– Me aseare primero.

El alto asintió y lo miró hasta que salió de la cocina. Estaba feliz de que las cosas resultaran ir bien, parecían volver a la normalidad. Pero un bichito dentro de su pecho le incomodaba un poco. Había resultado demasiado fácil todo el asunto con Kibum, al punto de que sintió una gota de decepción. Pensó que tal vez su novio se traía algo entre manos, pero él no era así, asique descarto el asunto enseguida y continuó cocinando.

A los quince minutos un Kibum recién bañado y con ropas limpias salía por la habitación principal, Minho le esperaba a la mesa con un exquisito banquete que le hizo agua la boca en cuanto lo vio. El detalle de las velas le pareció precioso y esta vez no pudo resistirse a besar esos labios de los que no podía estar alejado mucho tiempo.
La comida transcurrió con normalidad, demasiada normalidad según Minho, pero que igualmente disfrutó. Entre las cosas que conversaron salió el tema de su trabajo y lo ocurrido anoche. Ambos hablaron de forma relajada y sin alteraciones. Se comprendieron y se entendieron el uno al otro. Minho pidió disculpas por no estar con él en los momentos importantes y Kibum por su comportamiento caprichoso y tan poco razonable. En conclusión, volvían a ser una pareja feliz.
Luego de la comida y de lavar los platos juntos Minho le contó unos cuantos detalles sobre su reunión de anoche. No dudo en enseñarle la famosa tarjeta dorada y decirle que lo invitaría donde él quisiera, esta noche, solo para ellos dos.

– ¡Estupendo! – soltó Kibum fascinado -. ¿Dónde yo quiera? – preguntó sosteniendo la tarjeta entre sus manos como si fuera un tesoro.

– Así es – Minho le hablaba desde el cuarto.

– Mmmm… donde yo quiera – se repetía buscando algo en su mente -. ¿Cualquier lugar? – preguntó fuerte.

– Cualquiera – dijo saliendo de la habitación con un paquete blanco -. Feliz navidad – murmuró y extendió el obsequió sobre los brillantes ojos de su novio. Se trataba de un conjunto de pantalones escarlata oscuro con un cinturón metálico. El rostro de Kibum se deshizo en felicidad, le había encantado su regalo y prometió usarlo esa misma noche.

– ¿Por qué saldremos esta noche cierto? – preguntó con afirmación.

– Por supuesto.

Ambos se sonrieron.

– La verdad es que JongHyun me ha ayudado a escoger el atuendo, yo no tenía ni idea.
La pronunciación del nombre pareció haber cambiado un poco las facciones de Kibum, Minho lo notó, su sonrisa de deshizo un poco y sin decirle nada a cambio fue por su regalo, estaba bajo el plateado árbol de navidad. Se lo dio y dentro descubrió un maletín bastante más lustroso y moderno que el que usaba.

– Quiero que siempre te veas como el mejor.
Minho le agradeció con la mirada y con una tanda de besos que parecía nunca acabar.

***

– De entre tantos lugares… ¿Por qué prefieres este? – resopló desganado, miraba la entrada de la discoteca sin muchos ánimos.

– Porque te quejas – refunfuño Kibum -. Dijiste que sería donde yo quisiera.

– Creí que escogerías algún lugar costoso.

– No necesito de grandes lujos para pasarlo bien – dijo con una gran sonrisa. Se arregló el flequillo y caminó hacia las grandes puerta de vidrio semi polarizadas. Lucía el atuendo que le había regalado Minho atrapando más que un par de miradas en la infinita hilera de ambiguos a la espera.
Y allí estaba de nuevo. En Babylon. Se había jurado no volver a aquel lugar, pero ahí estaba. Todo por Kibum, todo por Kibum se repitió y siguió a su novio a través de las puertas. Gracias a la tarjeta dorada su ingreso había sido de inmediato. El sitió lo atacó con luces y ruido como la primera vez. La vida estallaba dentro y Minho deseo poder sentirse parte. Resopló he intento afianzarse al lugar. Kibum quería estar allí, quería pasar la noche con él en ese carnaval de navidad en que se había transformado la discoteca. Solo por su novio haría el intento, después de todo estaba con él. Solo necesitaba eso. Al menos, eso creía.

Ya estaban en su segunda copa cuando Minho le advirtió a Kibum que bebiera con más moderación, nada más anoche se había emborrachado y no estaría bien dos noches seguidas. El chico de abrigo de piel no le hizo caso y siguió bebiendo con la misma constancia, miraba a todos lados como si se le hubiera perdido alguien y de vez en cuando volvía la mirada a Minho para sonreírle o besarle.

– ¿Vamos a bailar? – dijo posando el vaso vacio sobre la barra. Y solo fue hasta que Kibum se movió del taburete que Minho reparó en la persona que estaba sentada a su lado. Era aquel chico de cabellos claros. ¿Es que estaba destinado a encontrárselo en todas partes?
Se lo quedo viendo un buen rato, hasta que Kibum lo jaló del brazo para llevarlo a la pista. Se fue con la última imagen del chico en su mente. Sentado en el taburete contiguo, con los codos apoyados en la barra y la mirada perdida dentro de su vaso de licor. Cuando Kibum encontró lugar entre la multitud danzante Minho inconscientemente volteó al cabeza hacia la barra. No veía nada. Se puso de puntitas. Nada. Las cabezas le bloqueaban toda la visión.

– ¡¿Pasa algo?! – habló fuerte Kibum para hacerse oír por sobre la música. Minho volteó y le sonrió.

– No, nada.
Se concentró en los movimientos de cuerpo que hacía su novio y se dejó envolver despacio por la música eléctrica.
Durante media hora la pista ardió en pura música del mismo tipo. Minho podía sentir las gotas de sudor resbalando por su cuello y Kibum… Kibum se veía más erótico que nunca. Se le pegó cuanto pudo y disfrutaron del rose y de la poca vergüenza que significaba acariciarse en público. Total… que mas daba si todos a su alrededor hacían exactamente lo mismo. Cuando la mano de Minho oso rozar el frente de Kibum este sintió que debía ir a los baños de inmediato.

– Si quieres nos vamos a casa – le dijo Minho en el oído.

– No, no, espérame, vuelvo en seguida – musitó quien tenía un problema agudo en sus pantalones. Desapareció antes que Minho pudiera decir cualquier otra cosa. Se quedó allí solo, entre cuerpos movedizos y sudorosos. Las manos volaban rápido y sintió más de una en su remera y su pantalón. Tenía novio y no quería ser presa de locos promiscuos asique decidió retirarse de la pista, después vería como daba con Kibum, lo llamaría al móvil o algo.
Esquivando a la gente llegó de nuevo a la barra y como un flash recordó al chico de cabellos claros. Lo buscó con la mirada, recorrió todo el largo mesón de madera pero no lo encontró. Ya se había ido. Tubo el extraño impulso de preguntarle al barman pero descartó la idea tan rápido como oyó una voz a su costado.

– ¿Buscas a alguien?
Sin duda, era él.

Minho giró el rostro y se encontró con la figura del muchacho apoyada sobre el mesón. Había recorrido con la mirada toda la barra y no lo había visto, supuso que el chico había llegado recién.
Adoptaba la misma posición de hace rato; sentado, los codos apoyados y la mirada en el vaso… No, esta vez le miraba. Sus ojos cafés y delineados suavemente de negro esperaban respuesta.

– Si – contestó Minho -, pero creo que ya lo encontré – tomó asiento a su lado y le pidió al barman un tónico. Su acompañante desvió la mirada hacia su vaso de licor, que en realidad solo había bajado unos milímetros desde que lo vio.

– ¿Hoy parezco un chico? – preguntó con un poco de sorna y una sonrisa de medio lado que atrajo la mirada del alto de inmediato. Minho lo estudio y dio su aprobación.

– El problema no es tu ropa – le dijo al tiempo que recibía el tónico de parte del barman -. Es tu cabello y el maquillaje en tus ojos.

El chico chasqueó la lengua y se arregló el cabello detrás de la oreja.

– Pero te ves como un chico…

– ¿Andas con tu novio? – le preguntó de sorpresa, hacía girar el vaso con una mano y con la otra sostenía su mentón a codo apoyado sobre la barra.

– S-si… – dijo algo extrañado -, está en el baño, vuelve de un momento a otro…

– ¿Lo amas? – lo volvió a interrumpir y esta vez la pregunta le pareció demasiado fuera de lugar.

– ¿Por qué lo preguntas?

El chico que seguía mirando el contenido de su vaso desvió sus ojos lánguidamente hacia Minho, lo miro fijo por un rato. El alto le sostuvo la mirada, quería una respuesta. Pero el chico enmudeció. Retiró su mirada y volvió a hacer círculos con su vaso.

– Jjong me contó que preguntaste por mí la vez pasada – lo soltó de improviso, al igual que sus preguntas. La verdad es que tenía bastante curiosidad sobre el asunto y quería encontrarle una respuesta a todo aquello.

– ¿Y quién es Jjong? – espetó el chico con poco interés dándole un gran sorbo a su bebida, lo bajo más de la mitad.

– Dejaste hasta tu número – siguió y lo escrutó con la mirada. No había reacción ni cambio de expresión de parte del muchacho.

– Te estás equivocando de persona – tomó su vaso e hizo ademan de levantarse, pero solo se giró en su asiento para observar hacia la pista.

– Lo dudo… – el tono serió de Minho atrajo su atención de vuelta y sus ojos volvían a hacer contacto -. Definitivamente es el maquillaje y el cabello.

El chico sonrió con soltura y Minho sintió que esta vez era de verdad.

– ¿Me vas a decir para que querías dar conmigo?

Era como si el rubio tuviera las respuestas en la punta de la lengua pero no las quería dar. A cambio se llenó la boca del resto de su bebida y de un tragó deslizo todo por su garganta al tiempo que dejaba el vaso en la barra.

– ¿Deberíamos bailar? – dijo cuando ya no había licor en su boca. Se puso de pie y miró a Mihno esperando que se moviese. El alto sonrió de apoco y soltó una risa incrédulo. Tenía varias cosas que quería preguntarle y el chico le salía con esa. ¿Sería un muchacho del instituto como dijo Jjong? ¿Una de esas conquistas que jamás tomó en cuenta? No. Algo en su mirada le decía que no quería nada de eso con él.

– No creo que eso le agrade a Kibum.

– ¿Tu novio?

– Aja.

El rubio se encogió de hombros y metió las manos en sus vaqueros negros.

– Como digas – agregó antes de voltearse y emprender camino hacia la pista. Pero el fuerte agarre de Minho sobre su manga le impidió el avance.

– ¿Me dirás al menos tu nombre?

Parecía no querer volver a contestar. Lo pensó un momento. Observó su agarre y luego sus ojos. No estaba sorprendido por su descaro. Era increíble como su rostro solo podía reflejar pura indiferencia.

– Jin – pronunció -, me dicen Jin.

Minho lo soltó y el chico caminó entre la gente hasta que su cabellera clara ya no la vio entre la multitud.

– Jin – murmuró y se quedó mirando a la nada por un momento. Ahora sentía más curiosidad que antes. El chico en vez de resolver sus dudas parecía haberlo dejado con más interrogante.

No lo volvió a ver en el resto de la noche. Aunque inconscientemente a veces lo buscaba entre el gentío su cabecita dorada no volvió a hacerse presente y pensó que tal vez ya no estaba allí.
El resto de la noche fue puro risas y baile junto a Kibum, quien luego de las 3 de la madrugada pedía su cama a gritos. Los efectos de la borrachera anterior le tenían el cuerpo molido. Además de que las cincuenta canciones bailadas esa noche no le contribuían mucho a que se sintiera mejor. Ni siquiera el energizarte que más tarde le compró le ayudo. Minho se sorprendió sintiendo ganas de quedarse y mostrando molestia porque Kibum ya quería marcharse. Pero al cabo de un rato emprendieron camino a casa.

Volvería a Babylon, de esto estaba seguro.

CONTINUARA~~

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