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[2Min] Babylon: Capítulo 10.


Capitulo 10: Transición.

POV, Key.

Desde que salí del departamento esa mañana, dejando atrás a Minho solo con ese tal Jin, el corazón no dejo de molestarme. Tenía un mal presentimiento, una angustia extraña en el corazón. Ese malestar típico de cuando sales y se te olvida algo en casa o cuando sientes la necesidad de estar en otra parte porque crees que allá se te necesitara más. Bueno, todas esas cosas juntas estaba sintiendo y no me permitían hacer mi trabajo con tranquilidad.
La verdad que anoche casi no había pegado ojo. Cuando Minho me contó quien era el chico aquel que ahora dormía en nuestro cuarto casi se me cayó el pelo, no me podía creer que haya sido tan poco cuidadoso. Desde entonces sentí que algo andaba mal, en sí, que algo raro ocurriría. Y esa sensación ha estado conmigo toda la noche y parte de la mañana. Intente no darle tanta importancia, si Minho no estaba preocupado entonces yo tampoco tendría que estarlo pero mi sexto sentido, que por lo demás jamás me ha fallado, me decía que sí debía hacerlo y que tenía que deshacerme del chico cuanto antes. Espero que Minho me haya hecho caso y lo despachara lo antes posible. Sería el colmo volver a casa y que aun estuviera allí.

Me quedé pensando en lo que recién había pasado por mi cabeza y otro montón de cuestiones me invadieron la mente.
¿Qué tan cercano se había vuelto Minho de ese chico? ¿Y desde cuándo? Era extraño. Solo recuerdo que lo mencionó una vez, y fue cuando me contó todo lo que estaba pasando.
Pero solo había sido una mención. “El chico vendido que le había contado la verdad sobre el señor Yang”. ¿Tanta confianza había de un tiempo hasta ahora como para invitarlo a beber? ¿Y como si fuera poco traerlo a casa? ¿Cómo un amigo más?
Debieron haber más encuentros. Más salidas. Más algo, y Minho me lo estaba ocultando.

– ¡Kibum! – gritó un chico desde el otro lado del pasillo -. ¡Te necesitan arriba!

Le hice un gesto de aprobación y recorrí el pasillo hacía las escaleras. Abajo, en los camerinos, donde estaba, había un ruido y un despelote de los mil demonios. Las modelos iban y venían de los probadores con un centenar de vestuarios y los maquilladores corrían tras ellos como celebridades. Los productores y organizadores se paseaban de vez en cuando con grandes megáfonos avisando sobre las siguientes tandas de diseñadores a presentarse y con cronograma en mano anunciaban el espectáculo que se venía.
Di gracias a Dios de poder salir de allí y subir de una vez hacia las altas tarimas donde podría cubrir todo lo que sería el espectáculo. Tenía que hacer un buen artículo sobre este desfile. Todos en la revista como siempre, contaban conmigo.
Cuando llegué al balcón, desde donde podría apreciar en primera posición todo el evento, descubrí que mis demás colaboradores ya estaban allí. Salude al chico detrás de la cámara, a mi secretaria y la guionista. Con una sonrisa plástica tomé asiento y saque la hoja de apuntes de mi bolso. El desfile comenzaba en cualquier momento y yo ya estaba preparado junto con mi equipo.
Pero, por más que intentaba concentrarme y recrear mi mente con los diversos atuendos con que llegaban diferentes celebridad a ocupar las butacas de abajo, no podía dejar de pensar en lo que ocurría en el departamento. O lo que podría… estar ocurriendo. Sonreí de forma absurda, estaba pensando estupideces, Minho jamás me haría algo así, él no es de esos.
En mi cabeza la imagen de Jjong tomó fuerza y mi sonrisa se esfumó. Bajé la mirada avergonzado y reemplace rápidamente su rostro por el de Minho.
Me sentí mal, así de sopetón. Pero no mal físicamente.
Suspiré. Tenía que concentrarme. El presentador ya había salido detrás de las cortinas y saludaba al público presente. Era hora de trabajar, no de sentir remordimientos.

Una hora y media duró todo el espectáculo. Más de ocho diseñadores presentaron sus nuevos diseños de temporada y para ser honesto, alucine con más de alguna prenda. Juré hacerme con ellas fuera como fuera. Bastante conforme cerré mi libro de notas y guarde todo en mi bolso. “Buen trabajo” le dije a mi equipo colaborador y nos despache para que comenzáramos a abandonar el lugar. Yo ya tenía en mi mente y en mi libreta todos los grandes detalles de este evento y podía irme a casa a comenzar a redactar lo que sería mi siguiente publicación. Junto con las demás editoriales bajé hacía el primer piso y me introduje en el mar de gente que iba y venía, entre invitados, modelos y personas de la prensa. Me topé con más de algún colega o una celebridad amiga, intercambiamos abrazos, algunas palabras y luego seguía mi camino. En otra ocasión me hubiera quedado a compartir, tomar algo del coctel o simplemente cotillear un poco con los famosos, pero hoy no. Quería irme lo antes posible a casa, tenía que volver al departamento y ver a Minho o ese estúpido sentimiento de angustia no se iría jamás.

Cuando estuve fuera del recinto, el viento helado del invierno se coló por debajo de mi chaqueta (era extraño, recién esta mañana había sol) y me hizo temblar ligeramente. Sentí que el estomago se me revolvía, pero no por el frió o por aquel presentimiento raro, si no porque allí afuera había alguien esperándome. JongHyun.
Apenas me vio caminó hacia mí con las manos clavadas en los bolsillos de su abrigo y la boca oculta entre la bufanda. Cuando estuvo frente a mí, muy cerca, me saludo con un ligero “Hola” y el vaho blanquecino que salió de su boca chocó despacio y tibio sobre la mía. Me dio un escalofríos, que dudé fuera provocado por el viento.

– ¿Qué haces aquí? – pregunté despreocupado, o más bien, tratando de ocultar el sentimiento alegre que me provocó su aparición.

– Te vine a buscar – dijo con esa sonrisa que hacía que yo también lo hiciera. No podía evitarlo, Jjong representaba algo superior a mí que no podía controlar desde hace algún tiempo -. ¿Quieres que vayamos a comer algo? – agregó consultando su reloj de muñeca.

Diablos. Toda mi energética posición de “Novio preocupado que se quiere ir a casa cuanto antes porque teme algo” se fue por el trasto en cuanto escuché eso. Jjong se estaba transformando en algo demasiado especial y eso me daba miedo porque, entonces, ¿Que había de Minho? Lo normal era que le dijese que no a mi mejor amigo y corriera a estar con mi novio.

– “Ya no es tu mejor amigo” dijo una vocecilla dentro de mi cabeza, y me sentí mal otra vez.
Claro que Jjong seguía siendo mi mejor amigo, pero no como antes. Ahora era de una forma… distinta.

– ¿Qué tal si vamos a uno de esos restaurantes que te gustan a ti? Donde tengan comida sofisticada, con esos nombres complicados. ¿Ah? ¿Qué dices? Yo invito – y otra radiante sonrisa reemplazaba a la perfecta que ya tenía. ¿Cómo decirle que no?
Lo siento Minho, se que hago mal pero, es superior a mí.
Sin decir nada asentí y Jjong se acercó para besarme. Me alejé al instante.

– ¿Estás loco? – dije mirando hacia a ambos lados de la calle.

– Lo siento – murmuró, pero no parecía arrepentido, su sonrisa seguía allí -. Lo olvidé.

Lo observé receloso. Jjong era un descuidado, como siguiera así, íbamos a acabar mal, todos acabaríamos mal.
Con un gestó rápido se sacó la bufanda que traía enrollada al cuello y elevó los brazos por sobre mi cabeza para ponerla.

– Hace mucho frio – dijo acomodándome la cálida prenda y tapándome la boca con la misma, como tenía él hace un rato. Y de forma sorpresiva y fascinante me tomó de las mejillas y me depositó un beso por sobre la lana. No era un contacto directo, no eran nuestros labios los que se tocaban, pero aún así era un beso, el gesto lo valía.
Se alejó de mí despacio, mirándome complacido y dejándome estupefacto, sonrojado y con la respiración cortada, como ocurría siempre que me besaba.

– Idiota – susurré y disimuladamente acercó una mano para entrelazarla con la mía y guardar ambas dentro del bolsillo de su abrigo.

– ¿Y cómo estuvo el desfile?

Me apegué a él y nos alejamos del recinto y de la gente que comenzaba a salir.

– Excelente, habían unos trajes divinos – comenté y le regalé gustoso una de mis sonrisas. Jjong había comenzado a contarme algo cuando el móvil vibró dentro de mi chaqueta. A regañadientes tomé el aparato y contesté la llamada.

– Diga – al otro lado del fono había alguien preguntando por mi -. Si, con él.

Sin dejar de caminar y con la mirada curiosa de JongHyun sobre mí, escuche todo lo que el sujeto en la otra línea tenía que decirme. Mi cara se fue deformando en una de completa angustia y cuando ya sentí que la noticia era demasiado me paré en seco.

– Iré en seguida – fue lo único que contesté y colgué mi móvil.

– ¿Quién era?

Conecté mis ojos con los de Jjong y le transmití todo el miedo que sentí en esos momentos.

– Era la policía – murmuré -, Minho está en el hospital.

———

A los diez minutos, JongHyun y yo, entrabamos casi corriendo por la entrada principal del hospital céntrico de Seúl. Llegamos a recepción donde nos estaba esperando un oficial, que luego de hacerme un par de preguntas a mi gusto totalmente innecesarias dado el momento, nos condujo hacía el tercer piso “zona de cuidados” donde tenían hospitalizado a Minho. Cuando le vi allí postrado casi me da un infarto, no pude contener las lágrimas, por alguna razón me sentía terriblemente culpable y que JongHyun estuviera allí a mi lado no ayudaba a que me sintiera mejor.
Minho estaba con la cabeza completamente vendada y una bolsa de suero conectada a su brazo, la máquina de pulso a un lado que hacía que me alterara y un vaporizador para humedecer el aire.
Estaba durmiendo. Luego el doctor me dijo que estaba inconsciente, que había llegado así y que no despertaría en un buen par de horas. Me sentía desfallecer. Minho, mi Minho estaba herido, inconsciente tirado en una camilla y yo aún no tenía una clara idea de qué demonios es lo que había sucedido. Luego de enjuagarme las lágrimas y dejar un beso en su mejilla salí al pasillo en busca de explicaciones, si la policía me había llamado es porque algo grande debió haber pasado. No me percate del momento en que JongHyun salió de la habitación, cuando llegué al pasillo me di cuenta que estaba allí, hablando con dos oficiales. Me acerqué y en cuanto oí lo que hablaban me tensé de nuevo.

– …hubo un leve tiroteo, dos sujetos salieron heridos, afortunadamente nada grave y…

– ¿Qué? – interrumpí -. O sea que Minho ¿Tiene una herida de bala?

Los dos oficiales se voltearon a mirarme y JongHyun también. El más corpulento de los uniformados negó con la cabeza y me sentí momentáneamente aliviado. Pedí explicaciones sobre lo ocurrido y me las dieron enseguida. Si no hubiera sido por que JongHyun me aferraba de la cintura, ahora estoy de culo en el suelo sin poder sostenerme sobre las piernas.

– Su vecina de piso no fue la única que aviso al conserje sobre los gritos y los ruidos. Recibimos dos llamadas más. Acudimos de inmediato – contaba el oficial -. Y en efecto, cuando llegamos al edificio escuchamos los gritos desde la callé. Los intrusos debieron escuchar la patrulla porque en cuanto subimos comenzaron el escape armados por el pasillo. Hubo un tiroteo. Dos heridos. Allanamos el departamento de inmediato y dentro encontramos al resto de ellos. Al parecer se trataba de un ajuste de cuentas, ya sabe – decía el hombre -, cosas de la mafia.

Aquello fue totalmente aterrador. ¿La mafia? ¿Qué tenía que ver la mafia con nosotros? Sonaba ridículo y gracioso.

– Terminamos con siete detenidos. Dos de ellos no estaban armados, al parecer víctimas de la situación. Uno está en cuidados intensivos – y me apuntó la puerta por la que acababa de salir -, lo encontramos con una herida profunda en la cabeza y despojado de una parte de su ropa – el oficial carraspeó -, la situación indicaba que fue víctima de un intento de abuso.

El hombre me miró esperando alguna clase de reacción. Mis neuronas hoy trabajaban más lento de lo normal, solo después de cuadrar ideas repetí:

– ¿Abuso?

El hombre asintió y JongHyun apretó el agarre de mi cintura.

– ¿Me está hablando de violencia? – pregunté temiéndome la respuesta.

– De abuso sexual.

– Dios – murmuró Jjong y yo me sentí desfallecer. No me lo podía creer. Era irreal, como sacado de una película de suspenso. Esto no podía estar pasando, no a nosotros, no a Minho.

– Afortunadamente llegamos en el momento justo – prosiguió el oficial -. Se hicieron los exámenes pertinentes y no hay indicios de ultraje en el cuerpo del joven, pero el presunto abusador escapó, de todas formas está siendo buscado y solo falta el testimonio de la victima para validar la denuncia, de esa forma el juzgamiento será más severo.

No se puede decir que me sentí mejor al oír eso. Habían intentado ultrajar a mi novio. Abusarlo. ¿Quién demonios sería capaz de algo así?
JongHyun preguntó por las características del presunto abusador y el oficial se las dio.

– Hombre, de alrededor de unos cuarenta y tantos años, alto, tez blanca, cabello corto y canoso. Iba bien vestido y al parecer era el posible jefe de los demás sujetos armados en el departamento. ¿Lo conocen?

JongHyun negó. Yo solo podía ver al oficial con una expresión de completa angustia. Aquellas descripciones no me sonaban de nada. Que sujeto iba a querer aprovecharse así de Minho. Un viejo completamente mal de la cabeza.

– En la oficina policial ya están identificando al sujeto mediante la información que dio el otro muchacho – fruncí ligeramente el ceño cuando escuche eso -. Por lo demás, al otro chico también se le hizo un chequeó medico y tampoco se encontró nada. Solo tenía un par de heridas y unas cuantas contusiones que..

– ¿El otro chico? – preguntó Jjong robándome las palabras, estaba a punto de preguntar lo mismo.

– El otro muchacho que había en la habitación – dijo el oficial. JongHyun me miró con el ceño fruncido. Yo sabía de quien se trataba y de pronto todo tubo sentido. “El viejo Yang” dijo mi mente y la palabra “mafia” reverberó en mi cabeza. Sentí una ira y una pena inmensas.

El hombre corpulento extendió la mano y su compañero le entregó una carpeta. Abrió el folió y leyó lo que fuera que allí había escrito.

– Lee Taemin – pronunció y nos observó esperando alguna clase de respuesta.

Asique así se llamaba el bastardo ese. Bajé la cabeza y apreté los ojos. El oficial siguió hablando.

– Más menos de metro setenta y cinco, delgado, cabello claro – explicaba.

Oí como JongHyun contestaba que no. Yo estaba por contestar que sí, pero el nudo en la garganta se me hizo insoportable y las lágrimas de nuevo salieron sin control. Me eche a llorar como un crio y me aferré a JongHyun como si fuera mi único punto de salvación. Los oficiales se callaron y nadie mas dijo nada. No sé cuánto tiempo estuve llorando, pero cuando me despegue de JongHyun los oficiales ya no estaban a mi lado y las luces del pasillo se habían encendido. Todo era como una pesadilla de la que deseaba despertar porque me sentía terriblemente culpable. De pronto la presencia de JongHyun se me hizo inoportuna. Me alejé de él y me enjugue las lagrimas, le dije que entraría al cuarto para estar con Minho y lo detuve de manera brusca cuando insinuó que quería acompañarme, lo dejé allí afuera y entré en la habitación. Minho seguía en la misma postura y el pitido del monitor continuaba igual de suave y rítmico. Nada había variado y él aún seguía sin despertar. Tomé una de las sillas plegables del rincón y me senté a su lado. Tomé una de sus manos y la acaricie por un largo rato. La cara de Jin no paraba de aparecer en mis pensamientos y cobardemente le echaba toda la culpa a él, ese chico vendido y el viejo Yang tenían absolutamente toda la culpa. La idea de que Jin haya tenido algo que ver con todo este horroroso suceso cobró bastante fuerza, estaba casi seguro de que todo había sido una treta desde el principio.

– Minho… – murmuré bastante débil y un par de lagrimas acompañaron mis palabras. Haría hasta lo imposible por encontrar a ese tipo y meterlo en la cárcel a cualquier precio. Incluido también el tal Jin, o Taemin. Maldito puto del demonio.

La puerta de la habitación se abrió y la cabeza de Jjong apareció. Me sequé las lágrimas y lo miré enojado.

– Te buscan a fuera – señaló -. Los oficiales quieren hacerte unas preguntas.

Asentí y antes de salir deposite un beso en la mano de Minho. Le susurre que volvería pronto y seguí a JongHyun afuera.
Los mismo dos oficiales estaban allí en el pasillo, hablaban entre sí, dejaron de hacerlo en cuanto me vieron.

– Necesitamos hacerle unas preguntas – dijo el robusto -, ya sabe, rutina.

– ¿Puede acompañarnos a la estación? – preguntó el otro.

– Pero… y Minho….

– Yo me quedo con él – me interrumpió JongHyun -, tu ve tranquilo.

– No, no puedo despegarme de él ahora.

– Es necesario que usted declaré algunas cosas ahora, cuanto antes comience esta investigación, mas rápido daremos con los culpables.
Miré al oficial robusto y luego a JongHyun, quien me asentía en silencio. No quería dejar a Minho pero el hombre de traje tenía razón, tenía que ir a la policía y soltar todo lo que sabía.

– Este bien – musité y antes de seguir a los oficiales por el pasillo le pedí fervientemente a JongHyun que no se separara de Minho, que cualquier cosa o novedad que hubiese que me llamara de inmediato. Me dio un abrazo consolador y seguí a los oficiales.
Con los ojos aun acuosos y mis manos incrustadas dentro de mi chaqueta caminé por el pasillo tratando de no escuchar lo que hablaban. Mencionaban detalles y ciertas situaciones que tenían que ver con lo ocurrido en el departamento. La verdad yo no quería saber más cosas e intente taponear mentalmente mis oídos. Giré la vista concentrando mi mente en cualquier otra cosa, pero cuando salimos del pasillo para llegar a los elevadores vi a Jin y me descontrolé. Esperaba, junto a otros dos oficiales, la llegada del elevador contiguo. A pesar de que miraba al piso, y llevaba el cabello suelto sobre la cara, le reconocí de inmediato.
No me pude contener. Salté sobre él. Quería matarlo.

– ¡Tú tienes la culpa de todo! – le grité al tiempo que lo agarraba por los hombros y lo zamarreaba -. ¡Maldito!

Quería lastimarlo, arañarle la cara, golpearlo hasta hacerlo caer pero alguien se me había adelantado. Cuando los oficiales se interpusieron para separarme de él le vi el rostro. Tenía una venda a la altura de la ceja, un pómulo moreteado y el labio completamente roto. Una visión escalofriante, una cara muy distinta a la que había visto esta mañana. Y eso que no estaba contando los ojos hinchados, de tanto llorar seguro.

– ¡Le voy a pedir que se calme! – me exclamó un oficial -. Por favor no empeore las cosas.

Si, estaba claro. Lo odiaba. Odiaba a ese chico, Jin, Taemin o como se llame, con todas mis fuerzas. Quería hacerlo desaparecer, que lo borraran de mi vista y de nuestras vidas. Pero también tenía mi lado bueno y no tan vengativo que me hizo sentir lástima de él. Jin no se había defendido cuando lo ataqué y a penas me miró cuando lo zarandee. Ahora, en los brazos de aquellos oficiales seguía con la mirada en el suelo y parecía querer llorar.
Les pedí a los uniformados que me soltaran, que ya estaba más calmado y así lo hicieron. Cuando el elevador llegó al piso los otros dos oficiales y Jin subieron en él. El chico no me dirigió ni una sola vez la mirada. Las puertas se cerraron y se llevaron la última imagen que tendría de él. Me quedé con un gusto amargo, con una sensación de desazón bastante molesta. De un momento a otro quise correr escaleras abajo y frenar la salida de Jin. Quería hacerle un montón de preguntas, quería la verdad, quería que me contara los detalles de lo ocurrido, que me dijera exactamente lo que había pasado. Las suposiciones de la policía no me bastaban, y si había alguien que podía explicarme bien lo que había pasado ese era él.
Me puse nervioso. Miré las escaleras y apreté los puños.
En ese momento el elevador volvió a abrirse y los oficiales me indicaban que subiera.
Adiós respuestas, adiós a la verdad. Si la suerte estaba de mi lado me encontraría con el chico de nuevo en la estación, si no, tendría que esperar a que Minho me contase todo.

En patrulla, como cual maleante arrestado, llegué a la estación de policías. Los oficiales me acompañaron hasta las oficinas donde me pidieron que esperara un momento. Para mi decepción no vi a Jin por ninguna parte, el chico no estaba allí y desconocía totalmente a donde podrían habérselo llevado. Me deprimí, tenía la esperanza de verle.
A los minutos llegó un hombre con la placa de “investigador” en el pecho y me saludó con una venia. Le respondí el gesto y se sentó frente al escritorio en el cual me habían dejado. Me habló a grandes rasgos de los procedimientos habituales que se hacen en estos casos y luego comenzó con un interrogatorio, preguntando desde cual era mi relación con el principal afectado y la segunda víctima hasta los destalles de mi profesión y que era lo que me encontraba haciendo exactamente hoy por la mañana fuera del departamento.
El investigador me dio más detalles de lo ocurrido. Es así como supe que Jin, a quien el oficial llamaba por su verdadero nombre, Taemin, había declarado su testimonio antes de ir al hospital, aunque el chico, asustado, se había rehusado a dar mucha información por miedo a represalias puesto que estábamos hablando de presuntas mafias organizadas, si aportó muchos detalles al recrear la situación. También coopero con información sobre el principal agresor y supuesto jefe del conjunto, otorgando nombres y direcciones. Según el investigador, sus oficiales ya estaban inspeccionando y allanando la casa del principal culpable, Yang Binhee era su nombre.

“El viejo asqueroso ese”, como había osado poner las manos encima de Minho. Me puse tenso y el investigador lo notó, trate de tranquilizarme para que el hombre siguiera con su relato.
Me contó que el sujeto en cuestión tenía un montón de antecedentes, como algunos arrestos por tráfico ilegal de armas y de animales, demandas y acusaciones de agresión y extorción sin contar la sarta de denuncia de casos parecidos a estos, abusos sexuales, sobre todo a menores y todos ellos hombres. La mayoría de los casos indicaban que fueron disueltos por falta de pruebas. Pero esta vez estaba la declaración de un testigo, además del testimonio de los oficiales que allanaron la casa en el momento justo. Pregunté sobre el testigo, y no se para que lo hice, sabía exactamente de quien se trataba. “Lee Taemin” dijo el oficial y sentí ganas de llorar. El hombre me mostró la carpeta en la cual estaba su declaración. Me contó que el chico no quería que se hiciera pública su identidad en los futuros juicios, había dejado expresamente claro que cooperaría con la policía pero que no quería verse involucrado más de la cuenta. Temía por su vida y quería borrar dicho episodio cuanto antes.

– ¿Qué tipo de relación había entre Lee Taemin y ustedes? Por lo que me contó el oficial, usted lo cree culpable.

Estaba un poco sorprendido, me sentía mal, pésimo, horrible. Era la persona más estúpida del mundo y estaba fatal. Había enjuiciado falsamente a una persona y ahora la culpa pesaba sobre mí, mucho más que antes.
Titubee antes de contestarle, seguía impactado.

– Creí que él tenía algo que ver con lo que había pasado – dije bajito. Carraspee para aclarar mi voz -. No tenía ningún tipo de relación con el chico… con Taemin, la primera vez que lo vi fue anoche, cuando Minho llegó con él a casa. De ese chico, lo único que sabía era que trabajaba para Yang.

– ¿Usted sabía de la existencia del agresor? – preguntó el investigador. Estaba serio y me daba hasta le impresión de que era un poco duro y violento para hacer las preguntas. Quizás era yo que estaba muy sensible.

– ¿De Yang? Sí – afirme y el sujeto anotó algo dentro de las hojas de una carpeta que tenía a mano -. Yang era el cliente de Minho y…

Le conté todo lo que sabía. Que el viejo Yang había contratado los servicios de la empresa de Minho y que juntos trabajan en una propuesta publicitaria, enfatizando el hecho de que Minho solo trataba con él para cuestiones laborales. Entremedio de mi relato apareció Jin, le conté lo que Minho me dijo una vez. Que el chico se había acercado a él para advertirle de las verdaderas intenciones del viejo, como también le dije del verdadero oficio de Jin y su relación con el viejo. El investigador solo asentía y tomaba un montón de apuntes. Casi al finalizar mencione el hecho de que Minho luego de saber todo esto, había renunciado al trabajo con Yang, cosa que había ocurrido exactamente el día de ayer.

– ¿Sabe si hubo algún tipo de discusión al momento de la renuncia?

– No – dudé, la verdad es que Minho no me había contado nada -, la verdad es que no se. Ayer por la noche Minho llegó borra… – me corté, temía que esa información fuera perjudicial. Aunque perjudicial ¿para quién? No sé.

– Llego bebido – puntualizó el hombre. Yo asentí y decidí ser honesto y contar todo.

– Se había ido de copas con… Taemin – me resultaba raro llamarlo por su nombre -, llegaron a casa en la madrugada. No hablamos mucho. Todo fue normal, nos fuimos a dormir y en la mañana tuve que salir, tenía que trabajar.

– Ambos chicos se quedaron en el departamento.

– Así es – confirmé. El hombre medito unos segundos, y luego de pasear su pulgar por la barbilla un par de veces habló.

– Este asunto, en palabras bastante burdas, me parece un arreglo de cuentas y un lio de faldas – me sorprendí, y antes de que mi cara se pusiera peor el hombre siguió con su explicación -. Estos tipos como Yang BinHee, estos peces gordos y turbios como suelen llamarlos a veces, están acostumbrados a hacer y deshacer a su gusto. Sus caprichos son casi tan importantes como sus millones y en este caso lamentablemente su atención estuvo puesta sobre Choi Minho. La cercanía del joven Choi con el chico Lee Taemin, que por lo demás era su tesoro personal, pudo haber provocado un quiebre, mas aun si le sumamos la renuncia realizada el día de ayer. El resentimiento y los celos pueden despertar en una persona el instinto mas asesino de todos. En los acontecimientos de esta mañana hubo agresión y maltrato a ambos chicos, Lee Taemin tenía indicios de haber sido abusado, aunque los exámenes médicos no lo corroboraron, y el Joven Choi fue encontrado inconsciente, despojado de su ropa, pero afortunadamente, según los exámenes médicos, sin indicios de ultraje también, los oficiales de policía como ya sabe, alcanzaron a detener al agresor.

Me mordí el labio y me aguante con todas mis fuerzas las ganas de llorar otra vez. Me apreté y me hice casi una bolita en el asiento. La cabeza me daba muchas vueltas y pensé que me iba a desmayar.

– ¿Entiende las circunstancias y a lo que me refiero cuando digo “un lio de faldas”?

Asentí. Y no sé de qué color se habrá puesto mi cara porque el hombre me pregunto si me sentía bien. Dije que no con la cabeza y de inmediato me sirvió un vaso de agua del estanque que estaba a un lado. Me bebí el contenido y me sentí mejor. Quería volver con Minho, estar a su lado y no despegarme de él por el resto del día. Necesitaba estar allí cuando el despertase y pidiese explicaciones, quería ser yo quien se las diese de la forma más sutil.
Sin darme cuanta había comenzado a llorar. El hombre se puso de pie otra vez y me extendió unos pañuelos, me dijo que ya tenía todo lo que quería y que me podía retirar. Llamo de nuevo al par de oficiales y les indicó que me regresaran al hospital y que ellos también se quedaran allá por esta noche. Me dio las gracias por la declaración y sonándome la nariz salí de la estación escoltado por los dos policías fortachones.
Viaje con la mente en blanco, no quería pensar en nada ni cuestionarme nada. Solo quería tener a Minho en mi cabeza y pensar en cosas que hicieran que estas lagrimas se detuvieses. Los dos oficiales intentaron charlarme algo durante el trayecto, pero luego de un rato desistieron y me dejaron solo en mi mundo de desdicha. Era una actitud fría y egoísta, pero la necesitaba para no desquebrajarme y echarme a morir como el chico sensible que soy.
En cuanto llegamos al hospital descendí del vehículo con prisa y dejando a tras a los oficiales subí hasta el tercer piso solo. JongHyun seguía allí, estaba afuera y en cuanto me vio fue a mi encuentro.

– ¿Cómo estás? – me preguntó preocupado, yo lo ignore, lo que menos quería en esos momentos era su atención.

– ¿Ya despertó? – seguí de largo hasta la habitación.

– Aun no, sigue igual.

Me siguió y yo lo paré.

– Quiero estar solo – le dije frio y tajante. JongHyun asintió y bajo la mirada. Sentí una pisca de tristeza, pero no la suficiente como para decirle algo más. Entré en la habitación y seguí el mismo protocolo que hace un rato, me senté en la silla que aun estaba a un lado de la cama, tomé la mano de Minho y me eché a llorar en silencio. Tenía que ser totalmente fuerte cuando se despertara, por mientras me daba el lujo de ser débil y llorar como niñita todo lo que quisiese.

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Cuando Minho por fin abrió los ojos, al día siguiente, fue un gran alivio. Un chequeo rápido de los médicos dijo que se encontraba bien y que podrían darle el alta al día siguiente, pero que tendría que estar viniendo para la curación de su cabeza. Le habían puestos puntos en la herida y tenía que volver para que se los tratarán.
Luego de charlar asuntos vánales como “¿Estás bien? ¿No te duele nada? ¿Tienes sed?” y esas cosas Minho comenzó a hacerme preguntas. Temía este momento y temía usar las palabras equivocada para contarle todo lo sucedido. Aunque él sabía más cosas yo. Él las había vivido. Lo único que tenía que hacer era recordar cada momento vivido esa mañana.
Nuestra charla a penas empezó terminó. Los doctores habían dado el aviso de que el paciente había despertado. Los oficiales y el investigador de antes aparecieron en la sala y exigieron hablar a solas con el principal afectado. Muy a mi pesar tuve que abandonar el lugar. Le di fuerzas a Minho, lo bese despacio en la frente vendada y dejándolo algo aturdido salí del cuarto. JongHyun estaba fuera. Se había quedado todo el día anterior y la noche acompañándome. Me sentí un poco mal por haber sido tan frió con él ayer, no lo merecía, había sido un excelente amigo al quedarse conmigo todo el tiempo. Me “quería mucho” como siempre me lo decía, y ahora me lo estaba demostrando. Pero este no era un buen momento para reconocer aquello.

– ¿Está bien? – me preguntó cuando tomé asiento a su lado, en los sillones del pasillo.

– Sí – musité, tenía la voz cansada y los parpados me pesaban un poco -, recién entraron los oficiales, le harán algunas preguntas y…

– Lo sé – me cortó -, los vi.

Una mano subió hasta mi cabello y me ordenó las hebras enredadas de mi flequillo. Cerré los ojos y acepté penosamente la caricia de JongHyun. En otro momentos sus mimos me hubiera reconfortado, pero ahora me hacían sentir fatal, como un traidor, como el infiel que soy.
Retiré su mano tratando de no ser tan brusco y él me miró con un gesto interrogativo. Si no quería seguir jodiendole la vida a Minho tenía que parar esto ahora. Lo siento por mi mejor amigo, pero tenía a alguien que amaba y que merecía todo de mí en estos momentos. Sin mencionar la culpa, que era la razón más importante, la que me movía definitivamente a tomar esta decisión.

– JongHyun – llamé. Él entrelazó sus dedos y se giró para ponerme más atención. Observé cada uno de sus gestos, no quería perderme su reacción -. Debemos terminar esto.

Fui honesto, claro y tajante. No quería darle oportunidad a rebatir y menos a que me hiciera cambiar de opinión.

– Después de lo que paso, yo no puedo seguir con esto. Tiene que terminar.

Le miré a los ojos, para que supiera que hablaba en serio. Él solo sonrió.
Descarado. ¿Cómo puedes sonreír a pesar de todo?

– Supuse que dirías algo como esto tarde o temprano – se enderezó en el asiento y cruzo las manos detrás de su cabeza. Como si estuviera relajado, como si no le afectase. Como si no sintiera nada. JongHyun babo, no tienes que actuar conmigo.

Creí que JongHyun me pediría explicaciones, que me exigiría cosas, que me engatusaría para no dejarle. Creí muchas cosas que él no hizo y me sentí decepcionado. Le costó tanto tenerme ¿y me dejo ir así sin más? Estaba pensando como un maldito egocéntrico, pero no pude evitar cuestionarme esas cosas. La verdad es que esperaba que el peleara por mí. Algo bastante egoísta de mi parte y algo que no ocurriría jamás sabiendo la amistad que hay entre él y Minho. Era un buen chico. Y yo lo estaba dejando ir.

– ¿Seguiremos siendo amigos no es así? – tenía los labios apretados y la quijada tensa. Se estaba aguantando las ganas de explotar, y se podría decir que hasta de llorar. Lo conocía bien. Su voz tranquila me podía engañar pero su cara no. Me miraba como si lo fuese a perder todo en la vida.

– Si – dije esquivando la mirada -. ¿Jamás hemos dejado de serlo o sí?

Me miró con nostalgia, se pensaba si contestarme o no. La verdad es que todo era muy triste.

– Claro, jamás hemos dejado de serlo… – repitió y se puso de pié con lentitud. Se acomodó el chaleco largo que andaba trayendo y me quitó despacio la bufanda que aun traía enrolladla al cuello. Su bufanda.

– Bien, Minho ya despertó y supongo que después de hablar con los oficiales, querrás estar otro millón de horas a solas con él – me sonreía. Mientras me hablaba se enrollaba la bufanda en su propio cuello y por un momento se quedó oliendo la lana -. Le dejas mis saludos. Me avisas cuando regresen a casa, quiero visitarlo.
Solamente asentí. Como toda película romántica era aquí el momento en que yo le rogaba que no se fuese, que se quedara conmigo a apoyarme que también estaba mal. Pero no era lo correcto. Era injusto para él y sus sentimientos, y lo mejor era que no siguiéramos alentado las cosas entre nosotros. Mejor acabar de una vez y cada uno por su lado.
Le dije un “Adiós” bastante falto de emoción y él me dejó un beso en la mejilla. Aun cuando el ya se había ido hace varios minutos, me quedaba la calidez de su presencia al lado del sillón y las cosquillas del beso que me dio en la mejilla. Olvidarle no sería nada fácil, pero tenía que hacerlo. Por mí, por Minho. Por él. No quería causar daño. Era mejor así.

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Al cabo de una hora los oficiales salían del cuarto, apenas me despedí de los uniformados entre en la habitación. Minho estaba recostado en la cama y miraba sus manos entrelazadas. Me acerque y me apoye a un lado de la cama, puse una mano encima de las suyas y le di un beso en la sien. Él apenas se inmuto.

– ¿Cómo te sientes?

Era una pregunta absurda, pero tenía que hacerla. Al menos necesitaba saber cómo se sentía físicamente.
Mihno no me contestó, es como si no me hubiese escuchado o no quería hablarme. Decidí sentarme sobre la camilla a su lado y abrazarlo, le hice cariño sobre su cabeza y el cerró los ojos dejándose mimar. Todo, absolutamente todo por lo que pasó fue horrible, y la charla con los policías tiene que haber sido dura. No insistí en que me contestara, ya hablaríamos cuando él lo quisiera. Mientras, quería reconfortarlo y hacerle sentir lo mejor posible.

Las horas pasaron y Minho tenía lapsus en que se quedaba dormido, despertaba algo agitado y volvía a dormir. Toda la tarde se mantuvo así y no hablamos, la noche llegó y Minho seguía sin decirme palabra. Yo no quería insistir pero me estaba impacientando. Necesitaba que me dijera al menos si le dolía algo, o si eran pesadillas las que tenía mientras dormitaba. Pero nada, se mantuvo callado haciéndome sentir inservible.
A eso de la media noche el doctor hizo su última visita en la habitación, Minho estaba dormido otra vez, asique chequeó algunas cosas y le retiró el suero. Me dijo que mañana se podía ir a casa pero que debía volver a curaciones. Hablé con el hombre un rato a cerca de su comportamiento y sobre el hecho de que no hablaba nada, me dijo que era normal, que seguramente estaba pasando por un cuadro de retrospección, esta aceptando lo que ocurrió. Exactamente lo que le hicieron a él.
Varios minutos después que el doctor se fue logré conciliar el sueño. Era la segunda noche que pasaba en el hospital. No había vuelto a casa desde el día del desfile. Observe la hora en mi reloj de pulsera, las 00:47. Ya era martes. Estaba cansado y hambriento. Más que el sueño mismo y la falta de energías creo que fue la pena lo que me hizo dormir después de todo. Fue el hecho de pensar en JongHyun a pesar de cómo estaban las cosas y de revisar mi celular y que no hayan llamadas perdidas de él.
Realmente puedo ser muy patético.

Al día siguiente ya no me podía el cuerpo. Parecía que yo fuera el enfermo y no Minho, quien por lo demás seguía sin hablar. El doctor apareció otra vez a la hora de almuerzo para darle el alta. Rápidamente preparé sus cosas y fui en busca de su ropa limpia a los armarios. No me dejó que lo ayudase a vestirse. El parecía estar bien, normal, con fuerzas y vitalidad. El único problema era que, no me decía nada. Y lo hizo cuando menos me lo esperé y con la única pregunta que no deseaba contestar, aunque en el fondo, no tenía la respuesta.
Ya vestido se había sentado en la cama y cogió mi mano con dulzura, sus ojos me decían que estaba algo asustado.

– ¿Has sabido algo de Jin?

Me quedé allí, viéndolo. Me entró coraje, luego pena. Yo moría porque me hablara y me dijese como estaba, que es lo que tanto pensaba y en sí que me contara lo que realmente había sucedido ese día. Pero a él le preocupada ¿Jin? ¿El chiquillo vendido ese?

– ¿Sabías que su verdadero nombre era Taemin? – siguió -. Como siempre le conocí bajo “Jin” jamás me lo había preguntado.
Parecía que lo último lo meditaba mas consigo mismo que conmigo. Ignoraba el hecho de que me lastimaba que me preguntara sobre el chico.
Contesté secamente que “no” a su primera pregunta he ignore la segunda, jamás le contaría que lo vi en el hospital, asique le pedí que nos marcháramos enseguida y así lo hicimos. Él no volvió a hablarme durante el trayecto a casa. Cosa que aumento mi descontento. Sé que era egoísta de mi parte enojarme por tal cosa, pero es que no me cabía en la cabeza que tal chiquillo allá conseguido ese grado de importancia en Minho. No lo entendía.
Una vez en casa intercambiamos un par de palabras, muy simples y superficiales. Más que nada por el hecho de que Minho parecía incomodo en su propio departamento. Claro, aquí había pasado todo y el lugar estaba tal cual como lo dejaron ese día. Debo confesar que me sorprendí al verlo. Cojines hechos trizas, cortinas destrozadas, estantes en el suelo y figuras de colección echas polvo. Todo era un desastre.

– Hubo un tiroteo – dijo Minho -. El oficial me lo contó – miraba en todas direcciones, pero no estaba sorprendido como yo, más bien ausente y carente de emoción.

– Sí, también me lo contó.

Pasamos a través del “desastre” y llegamos al cuarto. Minho se quedó de pie en la puerta, parecía debatirse en qué momento entrar, yo solo lo hice. La pieza era un caos. Las plumas de las rajadas almohadas estaban esparcidas y el closet botado sobre la cama. Otro completo desastre. Pero fue la sangre de Minho lo que hizo aquel cuadro aterrador, porque estaba seguro, esa era su sangre. Empezaba en parte de la cama y seguía hasta convertirse en un charco seco en el suelo. Se me apretó el estomago y experimenté una especie de pánico.

– No quiero estar aquí – murmuró a mis espaldas. Había entrado en la habitación y veía el cuadro con horror. Solo atiné a voltearme y abrazarlo fuerte. El me correspondió y lo llevé fuera del cuarto. En la terraza, apoyados del barandal Minho soltó sus primeras lagrimas. Yo no podía hacer nada más que consolarlo. Estaba pésimo y por ende yo también.
Y fue aquí, justo en este momento cuando veía llorar a Minho, que empezó toda una larga odisea de “olvido y bienestar”.
Empezamos por mudarnos del departamento. A las dos semanas estábamos cambiándonos a las afueras, donde el aire era más limpio y el ruido de las calles más apagado, algo mucho mejor para el estado anímico de Minho que no pasaba de estar triste a más triste. Si bien yo había intentado sacar el tema de lo ocurrido a colación en varias ocasiones no fue hasta después de tres semanas que Minho decidió hablarlo todo. Había llegado una citación del tribunal para comenzar con la investigación del caso y ya venía siendo hora que él lo afrontase. La noche que tuvimos aquella plática, que yo venía pidiendo hace mucho, se nos hizo bastante larga y penosa. Y aunque los hechos eran tristes Minho ya no lloraba y ya no parecía tener sentimientos con respecto a eso. Cuando me contó lo que había hecho por Jin, eso de “sacrificarse” por él, me bajaron unos celos tremendos, tenía sentimientos encontrados con respecto a eso que no quise cuestionar más de la cuenta, cuando me ponía a sacar conclusiones y a atar cabos a veces lo que descubría no me gustaba. Decidí enterrar el tema relacionado con aquel chico. Cuando Minho me preguntaba por él yo le respondía con esquivas, al parecer los oficiales no le contaron tantas cosas como a mí. Solo sabía que había salido ileso, sin mayores complicaciones, que había dejado una declaración y que ahora su paradero era desconocido. Pero parecía empecinado en averiguarlo. Y aunque con el paso del tiempo su ánimo fue mejorando, nuestra relación fue decayendo.
A dos meses del incidente Minho seguía en casa, no trabajaba y se dedicaba la gran parte del tiempo a reunir información sobre el viejo Yang (que aun no aparecía) y en lo posible sobre el paradero de Jin. Pero por más que lo inténsate parecía no tener resultados y eso a mí me estaba matando. Ya no hacía nada por sí mismo, por buscar un trabajo, por juntarse con sus amigos, por tener una relación normal conmigo. Minho había cambiado, y para mal. Me desperté muchas veces en la noche llorando porque sentía que nuestra vida se había ido al trasto. Yo era el único que mantenía con vida esta relación, y a Minho. Comencé a trabajar turno dobles para pagar todos los gastos. Siempre estaba cansadísimo debido a ello y al llegar a casa solo anhelaba que me regalonearan y me atendieran. Pero Minho no hacía nada por mí. No sé en qué momento deje de importarle, ni al centro comercial salía porque se la pasaba haciendo llamadas y navegando en su ordenador.
Y fue después de todo ese tiempo que comencé a necesitarle como nunca antes, a él, a quien hace un tiempo había decidido olvidar. Había llegado la primavera y como dicen los poetas, con ella florecieron mis sentimientos.
Una tarde no aguante la soledad y llamé a Jjong, desde el incidente nos habíamos visto solo un par de veces y había sido pura casualidad. Hablamos un rato por el móvil y quedamos de vernos donde siempre a eso de las siete. Ya con ropa más ligera, más primaveral, salí de casa dejando a Minho en su mundo, en su burbuja permanente y me fui a reencontrar con JongHyun. Estaba nervioso, no sabía bien como empezar la plática y tampoco sabía bien los motivos que le daría para volver a reunirme con él. El modo en que habíamos terminado había sido bastante abrupto y feo y no estaba seguro de cómo reaccionaría él con este encuentro.
A las siete en punto estuve en el café cerca de la avenida central, Jjong ya estaba allí cuando llegué, sonreí en cuanto lo vi, él me sonrió de vuelta y juntos entramos en el café. Conversamos durante horas, teníamos tanto que decirnos y contarnos, fue un rato realmente agradable. Con JongHyun puedo hablar de todo y él siempre me va a entender. Cuando los temas triviales se acabaron comencé a contarle como había sido mi relación con Minho estos tres últimos meses. Y me quebré. No sabía lo mucho que necesitaba desahogarme y que alguien me escuchara de verdad. En cuanto las lágrimas empezaron a salir no me detuve hasta un buen rato después. JongHyun se quedó conmigo todo ese tiempo, hasta que ya no hubo más lagrimas que derramar o motivo por el cual seguir lamentándose.
Lo extrañaba tanto, tanto. JongHyun me devolvió momentáneamente la felicidad que disfrutaba hace unos meses atrás, y por primera vez en mucho tiempo me sentí querido y valorado.
Eran ya casi la once de la noche cuando abandonamos el café y decidimos caminar por la acera transitada del centro. Ya me sentía mejor y agradecí a JongHyun una infinidad de veces el haberse querido reunir de nuevo conmigo. Era el mejor amigo que se podía tener. El mejor.

– ¿Y qué piensas hacer ahora? – me preguntó. Caminábamos muy juntos y el hecho de que no me abrazara como antes, o no me tomara la mano me resultaba desolador.

– No lo sé – murmuré. Estaba confundido, dolido, y no sabía bien que es lo que quería.

– Si quieres puedo visitar a Minho, intentar hablar con él y…

– No – corté -. No resultaría, Onew ya lo intentó y nada.

– Bueno, pero ese hombre tiene que despertar de alguna manera.

Había subido un poco el tono de su voz y se encogía de hombros. No conteste, bajé la mirada y me perdí un momento en el vaivén que hacia su mano al andar.

– Quizá no has hecho suficiente Kibum.

Era raro que me llamase por mi nombre. ¿Y que estaba tratando de insinuar?

– No es que no me allá gustado que me llamaras y te desahogaras conmigo – explicaba -. Pero me parece raro, que Todopoderoso Key se derrumbe así, tan fácil. Como si ya no quisieras seguir intentándolo.

Me quedé meditando sus palabras. En otro momento me hubiera sentido ofendido, me estaba tratando de mediocre y cobarde, pero tenía razón, me estaba dando por vencido, ya no quería seguir intentándolo y estaba dejando a un lado todo lo referente a Minho. Quizá por eso le llamé, le busque de nuevo, porque me había rendido.

– Quizá esto sea lo último que esperas oír de mi pero… – se había detenido y tomaba una de mis manos entre las suyas – …Minho te necesita, no lo dejes solo ahora.

Se me partió el corazón. JongHyun tenía razón, eso era lo último que quería escuchar de él. Me decepcioné y eso me hizo preguntarme qué es lo que realmente esperaba escuchar.

– Debes ser fuerte, aguantar – seguía -. Ustedes deben saber salir de esta. Todas las parejas pasan por altos y bajos, pero ahí están, para apoyarse, y Minho te necesita.

No. Definitivamente eso no era lo que yo quería escuchar. ¿Cuándo me volví tan egoísta? ¿Cuándo me dejó de importar Minho? Me sentí como un traidor. Había ido a buscar mi bienestar al reunirme con JongHyun, olvidándome completamente del de Minho.
Me soltó la mano y me sujeto por los hombros.

– Key, no estés triste, se que saldrás adelante – me sonreía y yo me sentía decaer cada vez mas -, yo te apoyaré en todo, aquí me tienes – y me abrazó. Solté un par de lágrimas. Estaba terriblemente desilusionado. ¿JongHyun-ah me había dejado de querer? ¿Por eso me decía todo esto? ¿Justo ahora, que yo lo quería más que nunca?

Aferrando mi mano con fuerza retomamos la caminata. Jjong siguió dándome palabras de aliento al punto de que me convenció, iba a volver a casa con mi corazón maltrecho y lucharía por rescatar mi relación con Minho y de paso, enterrar todos los sentimientos que tenía por mi mejor amigo, del mismo modo en que él, al parecer, lo hizo.
Nos despedimos con un gran abrazo y me dijo que me llamaría durante la semana para reunirnos otra vez, quería saber cómo iban las cosas, además, tenía ganas de visitar a Minho.
Cabizbajo en cuanto a mis sentimientos, pero con renovados ánimos para seguir intentando salvar mi relación, llegué a casa. Durante el camino pase a un restaurante y pedí estofado para llevar, era el plato preferido de Minho. Con una sonrisa que intente no fuera fingida ingrese en la casa y me fui directo al despacho.

– Minho – llamé asomando la cabeza dentro de la estancia. Pero no estaba allí. Fui hasta el living y volvía a llamarlo. Tampoco estaba. Dejé el estofado en la cocina y subí a la habitación. Tampoco allí. Busque en el baño, luego en la terraza, la pieza de invitados, el jardín y nada. ¿No estaba en casa? Me asusté. Minho no había salido desde que nos mudamos. Subí de nuevo al segundo piso para buscarlo hasta debajo de la cama cuando el sonido de un vehículo entrando en nuestro aparcamiento me hizo correr hasta la ventana. Alguien estacionaba el auto de Minho en la casa. Me entró pánico y baje casi corriendo, salí al jardín y allí lo vi, bajando de su propio auto con una sonrisa radiante.

– ¡Minho! – exclamé y sonreí sorprendido. JongHyun tenía razón, solo tenía que intentarlo un poco más, Minho ya había conseguido salir de casa, eso era un indicio muy bueno -. Q-que.. c-omo… est-tabas – tenía muchas preguntas atorándose en mi cabeza, asique me controle y avance unos pasos para ir a su encuentro -. ¿Dónde estabas? – pregunté con una sonrisa enorme.

Minho parecía contentísimo, irradiaba felicidad y antes de contestarme me abrazo muy fuerte. Yo le correspondí de la misma forma.

– Kibum – dijo separándose de mí para sujetarme por los hombros, su sonrisa radiante seguía allí y me contagiaba -. Lo encontré Kibum – y me volvió a abrazar.

Mi alegría se mantuvo mientras mi mente trabajó por entender lo que me acababa de decir.

– Lo encontré – repitió -. ¡Lo encontré! – y me soltó para mirar el cielo nocturno y cerrar los ojos durante un breve instante.

Mi sonrisa se fue evaporando de apoco. Toda la felicidad que de pronto llegó a mi desapareció y sentí miedo.

– ¿Encontraste a Yang?
Mi voz sonó temerosa, pero Minho parecía no haberlo captado, seguía igual de eufórico.

– No Kibum-ah – y me agarró la cara, miró directo a mis ojos y dijo lo que jamás pensé escuchar -. Encontré a Taemin.
Y la tristeza, la desilusión y todos los sentimientos penosos y dolorosos collerón sobre mí de forma abismal.

– Lo encontré, está en las afueras al otro lado de la ciudad – decía extasiado -. Ya compré el pasaje, mi bus sale en una hora.

Me enseñó el boleto que sacó del bolsillo y luego lo volvió a guardar. Y me dejó allí afuera, sumergido en una ola de tormentosa angustia mientras él entraba en la casa exclamando con júbilo y metiendo mucho ruido.
No me podía creer lo que me había dicho. No me creía su reacción. Su felicidad.
Se me llenaron los ojos de lágrimas y me sentí el sujeto más estúpido del planeta. No era yo el que había dejado de querer a Minho, era él quien me había olvidado hace mucho tiempo ya.

Que iluso al pensar que todo podía ser como antes.

Que iluso al dejar convérseme de que quererte no era lo mejor y salvar lo mío con Minho si lo era.

Que equivocado estabas JongHyun.

Fin POV, Key.

CONTINUARA~~

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[2Min] Babylon: Capítulo 9.

Capítulo 9: Ultraje.

Eran eso de las 3 de la mañana y la única luz en el edificio venía del departamento de Minho. Dentro el ambiente era tenso y solo el sonido de los dedos de Kibum golpeando una y otra vez el respaldo del sofá rompía el silencio. Con una pierna encima de la otra, bastante elegante, y una ceja en alto miraba recriminatoriamente a su novio quien no se dignaba ni siquiera a mirarle a la cara. Minho estaba más concentrado en mirar un punto fijo para que el estúpido mareo se fuera de una vez, cosa que obviamente no se conseguía tan fácilmente. Rogando, porque su lengua no se trabara y su visión de Kibum no fuera doble, levantó el rostro y le encaró.

– Me pase un poco de copas – musitó despacio. La ceja de Kibum se crispó aún más y sus dedos dejaron de golpetear el sofá, su puño se había cerrado.

– De eso ya me di cuenta – murmuró -. ¿Por qué no llamaste que llegarías a estas horas? ¿Quién es el chico?

Esa era la pregunta obvia que quería evitar. Recordó lo último que habían hablado sobre el señor Yang. “¡Te quiero lejos de esa gente, de ese viejo verde y de ese niñito vendido!”. Con lo de “niñito vendido” se había referido a Jin. Genial. Y el chico ahora estaba en su casa. ¿Cómo se supone que debería decírselo?
Cerró los ojos un poco agobiado, lo que daría por estar durmiendo y no dando explicaciones como los niños pequeños.

– ¿Me vas a decir o tengo que averiguarlo yo?

Esperó respuesta pero Minho seguía impávido, buscaba la forma de decirlo, aunque pasaban los minutos y no encontraba las palabras.

– ¿Me estas ocultando algo? – sonó receloso, la duda había reemplazado el tono enojado en su voz -. Ese chico…

Era hora de hablar, Kibum estaba pensando cosas que no eran.

– Tenía el móvil sin batería, se me pasó la hora, no fui consciente del tiempo – habló por fin -. Y el chico es Jin… el muchacho que está con Yang – le miró de reojo para ver su reacción. Los labios de Kibum se fruncieron en una mueca de desagrado, respiró hondo he intento controlarse, estaba a punto de chillar y hacer un numerito típico de chicas. Minho se le adelanto, no tenía ánimos ni cabeza para escucharle su sermón.

– Fui a la casa de Yang y renuncie como habíamos hablado – explicó, hablaba pausado y con la mirada en cualquier parte -. Al salir me encontré con el chico y nos fuimos por unos tragos…

– Unos tragos… – repitió irónico -. Tú casi ni bebes.

Minho le miro aireado. No estaba para rebatirle ni para discusiones.

– El caso es que… se nos pasaron las copas y bueno, estaba muy mal asique lo traje aquí – le miró suplicante -, no podía dejarlo ahí, además estaba muy ebrio como para decirme donde vivía. No la agarres con él, fue cosa mía lo de ir a beber y traerlo.

Kibum se había levantado del sofá y caminaba de allá para acá intentando calmar sus nervios. Minho le seguía con la mirada esperando la reprimenda que se venía y la sarta de preguntas que seguro tenía.

– Quedamos en que te alejarías de esa gente – puntualizó, se había detenido frente a Minho y le hablaba de brazos cruzados -. No pensé que eras tan cercano a ese Jin como para invitarlo…

– No te estés pasando películas Kibum, cuando llegué él y Yang se estaban peleando – suspiró -. El viejo Yang le pega y no se – hizo una breve pausa en la que espero alguna clase de reacción comprensiva de parte de Kibum, cosa que no ocurrió -, sentí compasión, el chico la pasa mal con el viejo, el se arriesgó contándome lo que de verdad pasaba y yo sentí ganas de… – suspiró otra vez y bajó la cabeza.

– ¿De hacerle sentir mejor? – ironizó Kibum -. ¿De consolarlo?

– De devolverle el favor – finalizó frunciendo el ceño. No le gustó nada el tono que había utilizado -. Que pasara un buen rato… y se olvidará… de lo mal que lo pasa.

Se echó en el sofá pensando en las cosas que había dicho, era la verdad, pero se sentía raro, como si no estuviera siendo completamente honesto, pero honesto con respecto ¿a qué?

– Pero Minho… lo trajiste a casa. ¡A nuestra casa! – exclamó -. Y el… – alzó las manos para cogerse la cabeza -, él es uno de esos, de esos…

– Es un chico normal Kibum – le miraba desafiante -, no lo encasilles.

– ¿Lo estas defendiendo?- pregunto atónito -. Realmente te hiciste amiguito del putito ese.

– No le digas así – se puso de pie y le enfrentó a pesar del mareo.

– Digo lo que es, es un puto, trabaja para ese viejo y quien sabe que pretende con esto.

Minho se había llevado ambas manos a la cara, se estaba enojando y lo último que quería era discutir y pelearse con Kibum.

– Jin no pretende nada Kibum – dejaba ver su rostro otra vez intentando calmarse y sonar razonable -, y por favor, no lo trates así – entornó los ojos y le miró de la forma más sincera que pudo. Frente suyo, el chico molesto no dejaba de verle ceñudo -. No te enfades.

– ¿Y cómo no? Hasta bebido llegaste – le recriminó con la mirada -, tú no eres así…
Minho sonrió y ladeó el rostro.

– No volverá a ocurrir – dijo a modo de promesa -, y no creo que vuelva jamás a toparme con Jin… – aquella extraña revelación le causó más desazón de la necesaria. Apretó los labios y lucho contra el sentimiento de tristeza que lo tomó por sorpresa. Y es que era cierto. Todo lo relacionado con Yang se había cortado y por tanto ya no tendría porque volverle a ver a él ni a sus trabajadores. Entre ellos estaba Jin. Jamás volvería a verle a él, ya no había un vínculo en común que los uniera y los hiciera topar y coincidir en cualquier lugar. Ya no había razón para verse, ni para hablarse. No eran amigos, ni cercanos, ni nada. A la mañana siguiente cuando Jin se levantase y se fuera sería la última vez. La última. Que extrañamente triste se sentía eso.

– Espero que me estés siendo sincero – habló Kibum, aun se oía algo receloso -. Me preocupo por ti, no quiero que un viejo verde y un niñato vendido te hagan daño – Bajó su mirada y el aspecto desenfadado que le transmitió hizo sonreír aun más a Minho, quien extendió una mano y le acaricio la mejilla.

– No seas bobo, no me pasará nada – se acercó y le abrazó, descansó el mentón sobre su hombro y le habló al oído -. Ya todo se acabó con el viejo ese y Jin… bueno Jin es otra cosa, solo es un chico bajo su control.

– Me pone celoso el tal Jin – murmuró abrazándose a él también -. ¿Por qué él puede hacerte beber y yo no?

Minho rió suave en su oído y Kibum sonrió aferrándose aun más a su cuerpo.

– Para mas remate es lindo – siguió -, definitivamente no me gusta nada, me alegra que no lo vuelvas a ver.

Su tono de voz caprichoso hizo que Minho soltará otra risita.

– Babo…

Así, abrazados y compartiendo el mínimo espacio se quedaron por un momento. Kibum bajó sus niveles de rabia y Minho ya comenzaba a quedarse dormido. Antes de que se hiciera más tarde el joven de la moda envió a su novio directo a la ducha. Entre protestas y movimientos remolones Minho caminó hacia al baño y se encerró para darse un ducha refrescante que le quitase todo aquel olor a alcohol. Luego de estar alrededor de quince minutos bajo el agua salió solo con una toalla cubriendo sus partes íntimas, lavó rápidamente sus dientes y salió del baño. Afuera Kibum había desmontado el sofá-cama que había en el living y traía del cuarto un par de almohadas y unas cuantas frazadas.

– Ya que decidiste pasarle nuestro cuarto al Jin ese… – espetó tirando las almohadas y las frazadas en el sofá-cama.

– Lo siento, no lo pensé.

Caminó hacía la cocina y dejó la ropa sucia dentro de un canasto. Llegó de nuevo al living y vio como Kibum hacia la improvisada cama. Pasó por encima de los blandos colchones con cuidado y se encaminó hacia su cuarto. Entró con sigilo, la cabeza aun le daba vueltas y no quería ser torpe y chocar con algo, no quería que el chico se despertase. Dentro Jin dormía a pata suelta, desparramado con un pijama gris de Kibum encima. Entonces vinieron a su mente las palabras de su novio: “Es lindo”. Sí, Jin era lindo. A su gusto, demasiado.
De pronto se encontró sintiendo envidia de Kibum. Él le había desvestido y puesto el pijama. Le había visto. Cuando dijo “Lindo” ¿se había referido solo a su rostro? Despejó bruscamente la cabeza de aquellos pensamientos y se enfocó en lo que había entrado a buscar. Ropa interior, un pantalón de pijama y una camiseta. Fue hasta el closet y no tardo en encontrar lo que necesitaba. Antes de salir le hecho un último vistazo a Jin y sonriendo suave abandonó el cuarto.

– ¿De qué te ríes? – preguntó Kibum. Minho negó con la cabeza sin dejar esa tonta sonrisa.

Una vez que ambos estuvieron listos para dormir se metieron dentro de las cobijas y no tardaron en conciliar el sueño, bueno, al menos uno. Minho lo logro de inmediato. Kibum tardó unos minutos más, digamos que rondo la casa un par de veces en busca de algo que solo él sabía y se asomó por el cuarto unas tres veces para observar a Jin. Se sentía perseguido y desconfiaba mucho de la presencia del extraño chico en su casa. Ya cuando el reloj marcaba casi las cuatro se obligó a dormir porque para su mala suerte, mañana tocaba trabajo. Sí, era domingo, pero tenía un desfile que cubrir y necesitaba estar al cien por ciento. En cuanto su cabeza hizo contacto con la almohada sus ojos se cerraron y se quedo dormido al instante, no sin antes aferrarse a la ancha y fuerte espalda de Minho, según él, el único ser que le daba una completa seguridad.

*******

Sentía su cara arder. Algo le estaba provocando un escozor que no le permitía seguir durmiendo. A regañadientes intentó escapar de aquello tan cálido y molesto que no le dejaba en paz, pero donde quiera que fuera eso estaba sobre su cara. Molesto enterró la cabeza en la almohada y ahora sintió la calidez sobre su nuca. El sol le estaba llegando de alguna parte y por la intensidad parecía que ya fuese entrada la mañana. Entonces recordó todo lo vivido la noche anterior, recordó la visita al viejo Yang, la salida con Jin, su ebriedad y su cama improvisada en el living. Despegó despacio la cara de la almohada y ahí estaba. Resaca. Un dolor de cabeza tenue le picoteaba la sien. Por instinto se llevó una mano a la cabeza y masajeo allí donde dolía, se volteó y miró por donde llegaba el sol. La luz se filtraba a través de los grandes ventanales, las cortinas estaban corridas por lo que la luz entraba directo. Con una mano haciendo de visera en su frente busco a Kibum con la mirada, no estaba a su lado. Ahora buscaba la hora en el reloj de pared a un costado y las manecillas le decían que ya eran las once de la mañana. Era bastante tarde. Se desperezó y se levantó casi arrastrando los pies, se rascó la nuca y caminó bostezando hacia la cocina. Escuchó unos ruiditos y vio a Kibum allí. Estaba cocinando. Al parecer preparaba el almuerzo.

– ¿No es muy temprano para que estés cocinando?

El pequeño saltito con el que reaccionó Kibum le dio a entender que le había asustado. Rió ante la sarta de injurias que lanzó al aire por haberle exaltado de aquella manera. Entre palabras atropelladas y risitas ambos compartieron la cocina. Minho se portó amable y en extremo cariñoso. Quería estar bien con Kibum y que todo lo ocurrido anoche desapareciera, lo referente a su discusión claro. Porque el rato pasado con Jin no lo olvidaría jamás. Y ahora que lo pensaba… Jin dormía en su cuarto. ¿Estaría allí aun? La idea de que no esté y se hubiera ido en la mañana le provocó un temor molesto. Si así era había perdido la oportunidad de despedirse y la última imagen con la que se quedaba era la de anoche, cuando le vio dormir.
Se quedó pegado rememorando y Kibum lo notó, aunque no sabía lo que realmente atrapaba su mente. Tratando de despertarlo de su trance le dio una palmadita en el estomago y cuando tuvo su atención le apunto un vaso con agua y unas pastillas.

– Supongo que amaneciste con resaca… – hablaba sin dejar de picar y cortar verduras en la tabla.

– Emm, si, gracias… – tomó el vaso y las pastillas, se metió dos a la boca y las tragó con abundante agua. Quería saber que había pasado con Jin, la verdad es que se moría por saber si aún seguía en la casa o no. Pero no quería sonar ansioso y menos verse preocupado frente a Kibum. Para su alivio, fue él quien puso el tema sobre la mesa.

– El chico aun está en la habitación – comentó -, duerme como un tronco, es increíble – se mofó y levantó la tabla para arrojar el contenido dentro de una pequeña olla donde hervía agua.

– Aaahhh… – fue lo único que expresó, aunque por dentro la alegría de tenerlo aun en casa le provocó una sonrisa que agradeció que Kibum no viera.

– Recién lo fui a ver, al parecer no se despertara en un buen rato y cuando lo haga dale un par también – y apuntó el resto de pastillas. Minho asintió y dejó el vaso vacio sobre la encimera.

– ¿Y tú? – preguntó -. ¿Vas a salir?

Kibum asintió y tapó la olla al tiempo que lavaba los utensilios que había ocupado.

– Tengo un desfile – se volteó para mirarle. Estaba muy maquillado, con los ojos delineados, algo de base y brillo en los ojos y en los labios -. Ya sabes, a los magnates estos, les gustan los eventos grandes los días domingos – secó sus manos en el delantal que traía puesto y luego se lo retiró, lo colgó en un perchero cerca y abandonó la cocina. Minho le seguía y protestaba ante la idea de tener que pasar el domingo solo.

– Vamos, pero si estarás de lo más entretenido con tu nuevo amigo – ironizó, se dirigía hacia la zona de lavados he inspeccionaba que la ropa tendida cerca de la ventana estuviera seca.

– No es gracioso – musitó Minho. Se cruzó de brazos y se apoyó en el umbral de la entrada.

– Toma – Kibum le extendió unas cuantas ropas que estabas cálidas por el contacto con la luz del sol, estaban secas y lisas -, las he lavado, se la pasas cuando despierte.

Era la ropa de Jin. La tomó entre sus manos y la inspeccionó. Kibum volvía a salir en otra dirección, esta vez hacia el cuarto de baño y hasta allí Minho también le siguió.

– Tienes que apagar la olla en veinte minutos más, hice estofado de carne, para que coman y hay algunas frutillas en el refrigerador.
Frente al espejo retocaba un poco sus ojos y se ordenaba algunos pechones de pelo rebelde que se escapaban a su elaborado peinado.

– Eres… tan… genial – susurró Minho. Le observaba desde la entrada del baño y le sonreía de una manera encantadora -. Que haría sin ti.

– Pues nada – dijo mirándolo de soslayo -, está claro ¿no?

Minho sonrió y avanzó peligrosamente para abrazarlo y besarlo.

– No, no, no – exclamó Kibum cuando lo tubo muy cerca y Minho le besaba despacio la mejilla, se dirigía a su boca -, me vas a correr el labial.

– Que importa, después te maquillas otra vez.

– No, no, estoy atrasado – se liberó de su abrazo y caminó hacia el cuarto. Minho lo siguió de nuevo y por el camino se deshizo de las ropas de Jin, las arrojó cerca del sofá. En cuanto entró al cuarto vio al chico en la cama. Jin dormía boca abajo con las sábanas enrolladas entre sus piernas y todas las almohadas tiradas en el piso. Le hizo gracia la escena y rió divertido.

– Es peor que un niño – comento Kibum. Quien tomó una chaqueta de su armario y se la calzó presuroso. Antes de salir se unió a Minho en la puerta y se quedó observando al muchacho en la cama -. Me cuesta pensar… que no se trata solo de un simple chico…

– Pero lo es – murmuró Minho sin dejar de observar a Jin -, a pesar del modo en que se gana la vida, lo es, sigue siendo un chico… y creo que… bastante inocente.

Kibum le miró con algo de compasión y luego a su novio.

– ¿Qué edad tiene?

Minho pestañeo un par de veces y luego giró el rostro para observarle.

– No lo sé – contestó extrañándose el mismo de su respuesta -. ¿Unos veinte?

– No creo que tengas más de veinte, se ve bastante joven.

– Soy joven – murmuró de pronto un adormilado Jin -, a diferencia de ustedes, par de viejos casados – y se giró para sonreírles y mirarle con ojos entrecerrados.

– Ja! Aparte de borracho, chistosito – espetó Kibum, estaba sorprendido por su repentino despertar y su actitud tan confianzuda, lo trataba de viejo y ni siquiera lo conocía, vaya chico -, aunque, lo de casado no me molesta – soltó una risita y se abrazó a Minho – ¿Hace cuanto estas despierto? ¿No pensabas levantarte?

– Buenos días Jin – saludo el otro -. ¿Cómo amaneciste esta mañana? Oh, yo muy bien gracias – ironizó. Jin solo le contestó con una amplia sonrisa mientras quedaba acostado de espaldas y cruzaba los brazos detrás de su nuca.

– Tú debes ser Kibum – habló con voz cansada -, el novio perfecto de Minho…

El aludido miro a Jin y luego a su novio. Estaba un poco sorprendido. Una extremadamente ancha sonrisa apareció en sus labios.

– Vaya, es bueno saber que soy perfecto para ti – le dijo a Minho que sonreía con extrañeza -. Y tú debes ser Jin… el chico vendi…

– Déjalo en Jin solamente – le cortó el alto.

– Un gusto – dijo Jin de forma pragmática. Kibum le miró suspicaz. No contestó.

– Yo ya me voy – anunció. Se despidió de Minho con un gran beso. Claro, ahora no le importaba el lápiz labial.
Jin en la cama los observaba sin expresión alguna. El beso duró más de lo que Minho hubiese querido y se sintió hasta un poco incomodo. Cuando Kibum lo soltó Jin seguía observándolo, con esa mirada tan propia de él, que no refleja nada.

– Hasta más tarde cariño – le limpió con el dedo índice los restos de lápiz labial en su boca y se acercó para decirle algo más al oído -. Que se vaya cuanto antes.
Minho asintió y Kibum le sonrió, le dio una última mirada a Jin y salió del cuarto con un frio adiós.

– Espera, te voy a dejar a la puerta.

Ambos caminaron a atreves del desordenado living, lleno de almohadas y frazadas, hasta llegar a la puerta. Allí se despidieron nuevamente y Kibum volvió a pedirle que se deshiciera del chico cuanto antes y que también haría lo posible por estar en casa lo antes posible. Cogió su bolso de trabajo y salió de la casa con una extraña corazonada. Algo le decía que no debía salir hoy, que no tenía que dejar a Minho solo en casa y menos con ese niñato dentro.
Con pesar y a paso más lento subió al ascensor y se encaminó a su trabajo. Nada podía hacer salvo seguir con su laborioso día domingo.

En el departamento Minho volvía a su cuarto donde Jin seguía desparramado en la cama, tenía la mirada en el techo y parecía reflexionar sobre algo.

– ¿Y? ¿Qué tal dormiste? – preguntó apoyándose en el umbral de la puerta.

– Bastante bien – dijo sin apartar la mirada del techo -. ¿Por qué me trajiste a tu casa? – preguntó y esta vez le miró.

– ¿Qué? ¿No lo recuerdas?

Jin frunció el ceño, parecía estar haciendo memoria. Minho sonrió de medio lado de forma burlona y decidió contarle antes de que Jin siguiera rebanándose los sesos tratando de acordarse.

– Estábamos en el auto y… de pronto… moriste – y rió -, te quedaste dormido y cuando intente preguntarte donde vivías ya no había caso, tartamudeaste unas cosas que no entendí y bueno, te traje aquí, no me quedo mas remedio.

– Genial – masculló y volvía a mirar el techo -, hice el ridículo.

– Mmm… la verdad es que… sí, un poco – y rió otra vez. Jin se llevo ambas manos a la cara y se quejó en voz baja -. Es increíble lo mucho que hablas y lo sincero que te pones cuando estas ebrio.

Dejó de quejarse y se sentó de golpe en la cama, le volvía a dirigir la mirada pero esta vez cargado de nerviosismo.

– ¿Que fue exactamente de lo que hablamos?

Minho ensanchó su sonrisa y se cruzo de brazos, seguía apoyado en el umbral y se estaba divirtiendo con la situación. Le hacía bastante gracias jugar un poco con Jin al punto de ponerlo medio histérico.

– Aahh… no te lo diré.

– Dime – exigió y se puso de rodillas sobre la cama, le miraba con una extraña intensidad que a Minho le causó aun más gracia.

– No – zanjó -. Recuérdalo por ti mismo.

Y dicho esto abandonó el umbral para ir hacia la cocina. Sintió las tablas de la cama crujir un poco y unas pisadas seguirle a través de la casa. Miró hacia atrás sin dejar de andar y ahí venía Jin, con cara de pocos amigos y el cabello alborotado, se veía bastante gracioso con el pijama de Key, que le quedaba un poco grande.
Entró en la cocina y fue hasta el mostrador, tomó dos pastillas y llenó un vaso con agua mientras sentía a Jin detenerse en la entrada.

– Bueno me vas a decir o no – volvió a exigir.

– Ya te dije que no.

La sonrisa burlona seguía en su rostro, se volteó para mirarle con el vaso y las pastillas en la mano. Jin se limitó a fruncir el ceño y cruzarse de brazos en una postura amenazante. Temor era lo último que le iba a infundir a Minho claro.

– ¿Por qué quieres saberlo? – preguntó y avanzó despacio hacia el chico.

– Porque si – dijo cortante -, porque es normal que quiera saber las cosas que hable.

– ¿No será que tienes miedo de algo…?

Minho seguía avanzando y su cercanía inquietó a Jin, su parada amenazante se quebró en un dos por tres y su mirada se hizo esquiva.

– N-No… – retrocedió un paso y chocó contra el umbral -, ¿Por qué iba tener miedo?

– No se… dímelo tú.

Tenía al chico acorralado, nervioso y más vulnerable que nunca. Le resultaba gracioso causar tal desarme en el autocontrol de Jin. Era más fácil de intimidar de lo que había pensado, su postura altanera y despreocupada solo son una fachada que esconde una personalidad más tranquila e inocente. Inocente. Esa palabra sonaba extraña al tratarse de él.
Mientras observaba sus ojos inquietos y nerviosos ir del suelo, a la cocina, al living, a él y de nuevo al suelo recordó la pregunta que le había hecho Kibum.

– Ten – dijo y le extendió el vaso con agua y las pastillas – para la resaca.

Jin parpadeo confuso un par de veces y receloso tomó el vaso y las pastillas. Se quedó viendo a Minho con un poco de resentimiento, había captado el juego de “ponerlo nervioso sin causa” y se sintió algo avergonzado.
El alto le dedicó una sonrisa y con un gesto apuntó las pastillas.

– Tómatelas – le dio la espalda para echarle un vistazo a la comida en la olla que había dejado Kibum. Olía bien pero aun faltaban minutos para sacarla del fuego -. Oye… ¿Qué edad tienes?

El chico que ya se había zampado las pastillas y ahora se bebía el vaso con agua se mofó de su pregunta, entró en la cocina y con pasos decididos le encaró. Ahora era su turno.

– ¿Qué te hace pensar que te voy a contestar? – Dejaba el vaso en la encimera al tiempo que le dedicaba una sonrisa altanera -. Tú no me dices lo que quiero saber… porque habría de contestarte yo ahora.

Minho se cruzó de brazos y le devolvió la sonrisa. Jin era bastante astuto, siempre lograba salirse con la suya.

– ¿Diecinueve? ¿Veinte? – se aventuró. Pero el chico no hizo más que ladear la cabeza y mirarle con una ceja en alto.

– No te lo diré.

Su postura caprichosa y resentida le divertía. En vez de molestarse, porque Jin se la estuviese devolviendo, le divertía su actitud. Sentía ganas de sonsacar aquella información a toda costa, aunque no fuera relevante, y para aquello utilizaría un par de tretas que conocía.
Pero sin querer allí estaba de nuevo, perdiéndose otra vez en ese par de ojos cafés y estirando la mano para llegar a tocar un mechón de su claro cabello. Eso no estaba bien.
Recordó fugazmente la noche anterior, precisamente el momento en que por un impulso levantó su mano y limpió los restos de alcohol que se escapaban por la comisura de sus labios, aquello había sido extraño, perturbador y sin explicación, porque no la tenía para el vértigo que sintió en esos momentos. Ahora era igual, el vértigo volvía y el estomago se le hacía un nudo. Lo peor de todo es que Jin se dejaba. Se dejó acariciar en la mejilla y se dejó ordenar el cabello tras la oreja.
Esta no era la treta que tenía en mente, había perdido el control de su juego en cuanto miró más del tiempo debido sus ojos y dejó de sentir el suelo bajo sus pies. Solo sentía su piel bajo el contacto de su mano. Su mano, que no quería apartarse de su rostro y que después de ordenar su cabello había bajado hasta su cuello. Podía hasta sentir su pulso. Estaba acelerado igual que el suyo. ¿Nervioso? Si, como él. ¿Le estaba pasando lo mismo? ¿Sintiendo lo mismo? Si era así en realidad no quería saberlo. No quería pensar en lo que sería capaz de hacer si supiese que Jin sentía las mismas cosas. “Las cosas… que sería… capaz de hacer” se repitió en su mente y su vista bajó hasta sus labios. Vio como Jin los separaba milimétricamente, gesto que para cualquiera hubiera pasado desapercibido, pero para él no porque se le había hecho agua la boca.
¡Diablos! Estaba jodido.
De pronto sintió unas ganas enormes de ser sincero y quizás hablar más de la cuenta. No lo pensó y solo dejó que las palabras salieran. No sin antes tragar saliva y quitar la vista de la tentación que le resultaban sus labios. Volvía a clavarse en sus ojos que no dejaban de verle con una extraña ansiedad escondida.

– Anoche me dijiste… que yo pretendía algo contigo – hablaba despacio, casi en susurros, como si temiera que el momento se quebrara si subía la voz. Su mano temblaba ligeramente, pero no podía apartarla de su cuello, la caricia que hacía con el pulgar sobre su mentón se volvió suave y casi imperceptible -, que sabias que yo…

Se quedó en silencio. En un abrupto silencio porque de pronto una no muy lejana realidad cayó como cuerpo muerto sobre él. Y así, como si se le estuviese revelando el secreto más grande de su vida Minho comprendió. El vértigo, los nervios y los impulsos involuntarios. Todo, todo tenía una explicación y un sentido. Y sintió miedo, miedo de lo que quizás acababa de descubrir.

– Que tú que – exigió Jin. Su mirada era más ansiosa y Minho se sintió indefenso. Su mente se hizo un lio y no sabía si seguir o no. No lo aceptaba. No quería.

Iba a decirle cualquier mentira para terminar con la situación cuando sintió la mano de Jin sobre la suya. Tocaba sus dedos y acariciaba el dorso. Y volvía a caer, su control se desvanecía y abría la boca como buen chico para seguir hablando con la verdad.

– Que tu a mi me… – tragó saliva -, me gustas.

Eso se oyó más revelador y fatídico de lo que realmente era. Ahora sí que se sentía caer, caer en un pozo o un abismo que no tenía fin acompañado de la estupidez y la vergüenza. El rostro le ardía un poco y siguió hablando antes de que Jin pensara que aquello era alguna clase de declaración, cosa que obviamente no era.

– Eso dijiste… – y repitió de forma textual lo que recordaba -, “Se que te gusto… y que intentas ligarme”…

Esperó alguna clase de respuesta o reacción de su parte, pero Jin a penas pestañeó un par de veces. El chico seguía acariciando el dorso de su mano y para ser sinceros esa caricia le estaba matando. Tenía que cortar con esto ahora. Era demasiado.
Y por tercera vez se repitió en su mente que lo que estaba pasando “no estaba bien”.

– ¿De verdad crees eso? – preguntó Minho en un tonó fingidamente petulante. Le estaba bajando el perfil al asunto y haciéndolo ver quizás como un malentendido.
A Jin, que tampoco se le escapaba nada, percibió su cambio de actitud y a modo de reacción debuto al instante la caricia en su mano, su mirada se hizo dura y Minho pudo captar un deje de… ¿decepción?

– ¿Qué? ¿Acaso es mentira? – preguntó un poco incrédulo. Inconforme.

Volvía a dejarlo sin palabras. No sabía que contestarle. Ni él tenía claro si era mentira o no, aunque, si no lo era, no estaba dispuesto a aceptarlo.

– Aaa… pues, Jin – bajó la mirada un segundo -, yo tengo novio y… tu, bueno, tu eres…

– ¿Yo qué? – cortó y restiró su mano de la de Minho de inmediato -. Que soy.

– Tú…

Levantó la mirada y se quedó mirando sus ojos que ahora le veían con resentimiento. La había jodido. Había hablado de más y le estaba dando la peor escusa del mundo, la escusa que ni el mismo se creía y por la que nunca creyó rechazar a Jin. Pero es que… ¿Cuándo la situación se volteó de esta manera? Es como si se estuviesen declarando y pidiendo explicaciones, era absurdo. Aunque Minho estaba dando las explicaciones equivocadas. Y con eso… no bastaba decir nada más. Ya todo estaba claro. Él solito se había puesto la soga al cuello.

Jin sonrió incrédulo y de un movimiento quitó la mano de su cuello, retrocedió un par de pasos y abrió los brazos.

– Anda, dime lo que soy – le retó -, anda, restriégame en la cara que no soy digno de nada.

Estaba furioso y sus manos se habían vuelto puños, le miraba con rencor y algo de tristeza. Estaba terriblemente decepcionado.

– Cállate, no digas eso – pidió -, no era eso lo que quería decir.

– ¿A no? – dijo con sorna y bajó los brazos -, entonces dime…

– Jin… – intentó hablar y acercarse al muchacho, pero este retrocedió los pasos que Minho avanzó.

– ¿Porque soy un puto cierto? Eso es lo que soy… – se dirigía de espaldas hacia la salida de la cocina y en su mirada brillaba más que nunca la tristeza -, es lo que ibas a decir – y se detuvo. Minho también lo hizo y sintió una pena y una vergüenza infinita porque era cierto. Era lo que había pensado y la excusa barata que iba a decir para defenderse de algún modo del tonto encantamiento del que se sentía preso. Encantamiento provocado por la persona que menos esperaba o quería sentir algo.

– Jin mira…

– Eres igual a todos – musitó con desprecio -, me largo – sentenció y dio media vuelta hacia la habitación.

– No Jin espera – le siguió Minho -, déjame explicarte, no es así, no es lo que piensas.

El chico llegó a la habitación y rebuscó su ropa entre el suelo y las sábanas. Al instante llegó Minho deteniéndose en la entrada.

– Jin escúchame, entendiste todo mal, no era eso a lo que me refería…

– No quiero seguir escuchándote – decía mientras recorría todo el cuarto buscando sus prendas -, mentiroso.

– Jin, por favor – pedía mientras lo observaba poner patas arriba toda su habitación.

– ¿Dónde está mi ropa? – preguntó de forma abrupta deteniéndose en mitad del cuarto -. Dámela.

– Jin – llamó el otro sonando algo desesperado. Avanzó un par de pasos dentro de la habitación hasta estar frente al chico de nuevo -. Escúchame, entendiste mal – explicaba -, yo no creo que no seas digno nada…

– Pásame mi ropa – le cortó perdiendo la paciencia.

– ¡Jin escúchame! – exclamó -. ¡Entiende! No es lo que piensas.

El chico se llevó las manos a la cintura y bajo la mirada, parecía contener sus ganas de golpearle o gritarle.

– ¿Me vas a decir donde esta? – su voz se oía ronca y amenazante. Minho se quedó viéndolo incrédulo, desesperanzado y triste. Jin no pensaba escucharlo ni cambiar de parecer. Estaba decidido a no cruzar más palabras con él y lo entendía, le había herido y en parte se lo merecía, pero no lo aceptaba. No podía dejar que las cosas acabasen así, no ahora.

– Están en el living.

En cuanto dijo esto Jin salió. Allí encontró su ropa lavada. Miró de reojo a Minho que venía tras él y se quedó quieto por unos segundos sin saber qué hacer. Cuando el alto estuvo a su lado suspiró y le explicó que la ropa la había lavado Kibum, Jin no dijo nada, y allí frente a él se comenzó a desvestir. En cuanto se quitó la camiseta Minho comenzó a tartamudear y decidió darse la vuelta. Se había puesto nervioso de la nada y sus ansias porque Jin lo escuchase y entendiese se evaporaron, en su mente solo se daba vuelta el trozo de piel expuesta que había alcanzado a ver. Es tonto pero, era raro que algo así lo descompensase tanto.
Mientras seguía tartamudeando algunas tonterías escuchó el sonido de la bragueta de los vaqueros y luego a Jin pasar rápido por su lado, hacia la habitación de nuevo. Ya se había cambiado y bastante rápido. Allá lo siguió de nuevo Minho. El chico estaba concentradísimo calzándose las zapatillas y cogiendo su móvil del velador.

– ¿No vas a escucharme?

Nada. Una vez que Jin estuvo listo salió del cuarto haciéndole el quite y avanzó decidido hasta la puerta principal.

– ¡Hey! Jin, por favor.

El chico estaba abriendo la puerta cuando Minho la volvió a cerrar de un portazo interponiéndose entre él y la madera. Estaba un poco agitado y su mirada reflejaba lo desesperado que estaba. Jin no se podía ir así, no era la forma en que tenía planeado que acabaran las cosas.

– Créeme – murmuró. Jin se había apartado un poco de la puerta y cruzado de brazos miraba en cualquier dirección -. No soy como todos y si eres digno de muchas cosas, eres un chico muy inteligente además de que sabes que no te juzgo… – hablaba de forma algo atropellada, como si quisiera explicar un montón de cosas y las ideas y frases en su mente se arremolinaban para salir sin un orden muy coherente -, jamás te he juzgado por lo que haces y es más… te he ofrecido mi ayuda…

– No necesito tu ayuda – le interrumpió, le miro enojado al tiempo que se hacia una coleta con el pequeño elástico que tenía en la muñeca -, ahora quítate, me quiero ir.

– No, no dejare que te vayas así, no hasta que me entiendas.

– ¿Y porque siempre tengo que ser yo el que entienda? – preguntó amenazante -. ¿Qué hay de ti?

Minho guardo silencio, no sabía bien a lo que se refería.

– Cobarde… – murmuró Jin y volvió a tomar el pomo de la puerta. La abrió empujando despacio a Minho que estaba encima.

– Jin – lo tomó por la muñeca y detuvo su ida -. Jin mírame.

El chico hacía presión para intentar abrir más la puerta, pero Minho parecía de piedra y no pensaba moverse. Rehuyó por un rato su mirada pero después decidió mirarle.

– No te juzgo – dijo en un tono bajo, casi en un susurro -, nunca lo he hecho y jamás lo haría – despacio se comenzó a alejar de la puerta pero sin soltar a Jin -, te acepto tal cual eres… así te conocí y así me… – se cortó y decidió no ser completamente honesto -, y así me agradas, pero sabes que lo que haces no está bien, sabes que puedes llevar una vida mejor y esa es la ayuda que yo te ofrecía, solo eso… jamás me atrevería a decir que no eres digno de algo, porque sinceramente… – suspiró, cerró los ojos y bajo ligeramente la cabeza -, sinceramente lo vales todo.

Perfecto, lo había dicho, ahí estaba, lo acababa de reconocer y ahora podía dejar que se lo comiera la vergüenza y la desvergüenza. Estaba aceptando un hecho que hace tan solo minutos rechazaba y ocultaba con ímpetu. Pero ya estaba, lo había dicho y cuando uno dice las cosas en voz alta es porque las está asumiendo, mas si es en presencia de otra persona, mas si es en “su” presencia.
Le ardía la cara y el corazón parecía adquirir vida propia. Sin querer se encontró apretando más de lo debido la muñeca de Jin y decidió soltarlo. Después de haber dicho aquello sintió que no le importaba si el chico se iba o no. Había sido honesto y ya estaba en tela de juicio de Jin si creerle o no. Aunque su corazón anhelaba y apostaba para que el chico se quedara.

– Eres bastante malo para esto – dijo Jin con una sonrisa cansada -, he escuchado mentiras mejores ¿sabes?

Minho levanto la cabeza incrédulo. Jin no le había creído nada, ni una sola palabra, como era posible si estaba siendo más honesto que nunca, más honesto de lo que su mente lo dejaba ser comúnmente.

– ¡Jin, no son mentiras! – exclamó.

– Ya… lo que tú digas – se acomodó despreocupado un mechón de pelo detrás de la oreja y abrió aun más la puerta para salir -. Gracias por el alojamiento…

– No…

– Déjale mis saludos a Kibum-ah – finalizó de forma sarcástica.

– Jin, no… – intentó detenerle tomándolo por la muñeca otra vez pero Jin fue más rápido y salió del apartamento para tomar la manilla por el otro lado -. No termines así las cosas, no se suponía que acabáramos de esta manera…

– Adiós – cortó y cerró la puerta de un solo golpe.

– ¡Jin! – gritó y golpeó con un puño la puerta -. Mierda.

Era tan fácil como abrirla y seguir al chico, correr tras él y convencerle de que había sido sincero. Que él era una persona extrañamente especial para él. Especial por motivos exactos que aun desconocía, pero que si le creía estaba seguro de querer conocer y aceptarlos. Era así de fácil, así de sencillo. Pero Minho no lo hizo. Se quedó allí, en su departamento, tras la puerta maldiciendo como un adolescente y reprimiendo las ganas de salir tras él.
Jin tenía razón. Si era un cobarde. Y uno de los peores, de esos que le temen al cambio, a vivir cosas nuevas y quebrar sus propios esquemas. Porque no estaba en sus planes fijarse en otra persona, no estaba planeado el dejar de querer a Kibum y definitivamente no estaba en sus planes tener sentimientos por un chico como Jin. Era problemático, era complicado y la verdad es que le daba miedo. Jin era un universo tan alterno y aparte, uno tan peligroso y corrupto que le daba miedo. Pero miedo de lo que Jin fuese capaz de hacerle, provocarle u herirle.
Apretó los ojos y golpeó de nuevo la puerta. La palabra cobarde rebotaba una y otra vez en su cabeza. Se sentía mal, pésimo, tenía rabia, mucha rabia. Se apartó de la puerta y caminó frustrado hacia el sofá-cama, se arrojó en él y hundió el rostro entre las almohadas, ahogó un gritó y apretó el agarre de la misma con sus puños. Parecía un niño pequeño al que no han podido cumplirle su capricho. Solo le faltaba ponerse a llorar y hacer pataleta con los pies.
Ofuscado despegó la cabeza de la almohada y cuando lo hizo lo primero que vio fue el pijama gris de Kibum tirado a un lado. Jin lo había dejado allí desparramado. Dudoso lo cogió y lo acercó a su cara. El olor natural de su piel impregnado a la ropa le llegó de forma instantánea. Las tripas se le revolvieron y el pecho dejó de hacerle presión. ¡Maldición! Ya no podía seguir negándoselo. Sentía algo por aquel muchacho, era evidente, seguir evitándolo sería mentirse a sí mismo y ya basta de eso. Jin le atraía, y mucho. Pero… ¿Cuándo paso? Había tenido varios encuentros con él pero ninguno había sido la gran cosa hasta anoche, que compartieron más de lo debido y hasta a su casa lo había traído a pasar la noche. ¿Cuándo le había tomado tanta confianza? ¿Desde cuándo se le revolvía el estomago?
Exhaló frustrado. Arrojó el pijama lejos y volvió a hundir la cara en la almohada.

– Eres un estúpido Minho – balbuceó entre la tela -, un estúpido.

El sonido de la olla en la cocina le hizo levantar la cabeza. Se escuchaba claro el sonido del agua hirviendo y desparramándose. Se levantó rápido y fue hasta la cocina. Ya se estaba pasando en la hora de cocción asique apago el fuego y dejó reposando la comida. La verdad es que no tenía ganas de comer. No tenía ganas de nada, lo único que quería era tumbarse en algún lado y pensar en lo idiota y desafortunado que era.
Salió de la cocina para dirigirse a su cuarto, y cuando estuvo allí se arrojó sobre la cama. Que mala idea había sido aquella. El olor de Jin estaba por todas partes. Suspiró frustrado y se levantó para ir de nuevo hasta el living. Estaba por tirarse sobre el sofá-cama de nuevo cuando el timbre resonó por todo el departamento. Su vista se congeló en la puerta. “Jin”, fue lo primero que pensó y casi corrió hasta la entrada. Cuando tubo la manilla bajo su palma dudo si abrir o no. Se permitió un par de segundos para respirar y tranquilizarse, cuando el timbre sonó por segunda vez no espero mas y abrió de un tirón. Lo primero que experimento cuando se abrió la puerta fue un fuerte empujón en el hombro que lo hizo trastabillar hacia un lado. Un corpulento hombre de terno oscuro le había empujado y se abría paso para entrar en su departamento, tras el venía otro sujeto que siguió el mismo procedimiento.

– ¿Pero qué…? ¿Quiénes son ustedes? – preguntó sorprendido por la intrusión.

Tras los dos hombres de terno había entrado un tercero, y tras este apareció nada menos que el señor Yang. Minho se quedó en una pieza al verle allí.

– Señor Yang… – musitó -. P-pero ¿Qué hace aquí? – preguntó desconfiado, los tipos grandulones que habían entrado primero se paseaban por su living inspeccionando todo, Minho los miraba de reojo -. ¿Por qué invade así mi casa? Pensé que habíamos quedado claros. No tenemos nada más que hablar.

El señor Yang le sonrió y se apartó de la entrada para hacer pasar a los que faltaban.

– Yo creo que si – dijo e hizo una seña hacia el pasillo. Entre protestas y forcejeos otros dos grandulones aparecieron sujetando a Jin, lo traían agarrado uno de cada lado y lo metieron al departamento bajo exclamaciones y amenazas del chico -. Creo que quedaron algunas cosas pendientes que debemos aclarar.

Bajo la mirada atónita de Minho los grandulones llegaron hasta el living sin soltar al muchacho y entonces Yang cerró la puerta.

– ¡¿Qué me sueltes?! – gritó Jin intentando dar de patadas a los sujetos ya que sus brazos estaban sujetados fuertemente -. No iré a ninguna parte ¡Suéltenme!

– Suéltenlo – saltó Minho y se acercó al viejo Yang -. ¿Qué es esto? – preguntó colérico -. ¡¿Qué está pasando?!

El viejo rió y caminó hasta Jin quien respiraba fuerte y parecía estarle doliendo el agarre de los otros dos.

– ¿Te enfada verlo sufrir? – preguntó el viejo acariciándole el rostro a Jin. El chico corrió la cara en el acto y Yang se la sujeto por el mentón con brusquedad -. ¿Ah? ¿Te enfada? – volvió a preguntar y le dirigió a Minho una mirada cargada de soberbia.
Al ver que no había respuesta le hizo una seña a uno de los tipos que sujetaba a Jin. El grandulón apretó su agarre y Jin soltó un grito de dolor que hizo reaccionar a Minho.

– ¡Para! – exclamó y se acercó unos pasos -. No le hagas daño.

Otra seña de Yang y el grandulón aflojó su agarre.

– ¿Creíste que no me iba a enterar? – preguntó el hombre con prepotencia -. ¿Qué no me iba a dar cuenta? – caminaba unos pasos hacia Minho -. ¿Qué no iba a saber que te estabas metiendo con mi mocoso?

Perturbado y temeroso por lo que estaba ocurriendo miró al señor Yang y luego a Jin que se recuperaba del dolor con la cabeza gacha. Lo inspeccionó rápido con la mirada y se dio cuenta que tenía tierra en parte de la ropa al igual que un rasmillón en la parte alta de su brazo y una pequeña herida en su labio superior. Le habían pegado. Los malditos estos le habían pegado.
Minho apretó un puño y miró con odio acumulado al viejo Yang. Sí, los habían pillado. ¿Cómo? No tenía idea, pero el viejo se había pasado. Le había puesto las manos encima al chico, eso no se lo iba a perdonar.

– No es lo que estas pensando – habló utilizando el mismo tono amenazante que el viejo -. Yo no tengo nada con Jin y…

– Hahahaha – rió fuerte y avanzó por el living -. ¡Por favor! Ya no estamos en edad para juegos. ¿Crees que te voy a creer?

– Es la verdad – puntualizó -. No ha pasado nada y lo que creas no te da derecho a pegarle.

Yang borró su sonrisa y se acercó a Jin de nuevo. Minho se puso nervioso.

– ¿Qué no tengo derecho a pegarle?

El viejo levantó la cara de Jin al tiempo que le estampaba una voraz cachetada en la cara. Minho se abalanzó al instante pero los cuerpo de dos grandes musculosos le bloquearon el paso. La risa de Yang se escucho de nuevo, más fuerte y más sarcástica.

– ¿Y me vas a seguir negando que no tienes nada con él? – mientras hablaba había hecho un gesto con la mano, y los dos grandulones que antes estaban frente a Minho ahora se arrojaban sobre él para cogerle. Entre manotazos, insultos y patadas lograron sujetarlo y dejarlo indefenso tal cual estaba Jin. El chico con la mejilla roja y los ojos acuosos le miraba con un deje de suplica y arrepentimiento. A Minho se le hizo añicos el corazón y se juro que haría hasta lo imposible para que no la cargaran con Taemin, después de todo el único culpable de esta situación era él. El invitó a un par unas copas y él lo trajo luego a su casa. Que el viejo se desquitara con él no importaba, que siguiere lastimando a Jin… eso si que le dolía.

– Pensé que eras un chico de bien Minho – habló el viejo -. Ya sabes, de esos tipos correctos, brillantes, exitosos – decía mientras se paseaba entre Jin y él -. Pero resultaste ser como todos… – se acercó al chico quien por reflejo se encogió y agachó la cabeza. Minho se revolvió inquieto entre los brazos de los grandulones que lo tenían atrapado -. Si te metiste con este… entonces eres capaz de cualquier cosa… – tiró de la coleta maltrecha de Jin quitándole su elástico. El pelo claro calló sobre su cara y Yang lo sujeto para tirarle la cabeza hacia atrás -. Eres un sucio Minho… igual que todos.

Soltó al chico y Minho se relajó.

– Yo sabía… ¡Lo sabia! – exclamó el viejo caminando alrededor de Jin -. Sabía que algo tenías que ver en la deserción de Minho. ¡No soy ningún tonto! Ya lo habías hecho antes ¿Por qué no ahora?
Jin levantó la mirada y sacudió la cabeza para apartarse el pelo de la cara, pero no le contestó nada, se limitó a mirarle por sobre el hombro, tras el viejo y frente suyo la mirada preocupada de Minho le interesaba más -. Pero ahora la cagaste… – siguió hablando el viejo -. ¡Ahora te metiste con él! Creí que era otro de tus ataques de celos y que lo habías apartado pero no… – le encaró, Jin tuvo que dirigirle la mirada -, te gusta, te gustaba para ti y te metiste con él. ¡Con él maldita prostituta!
Y ahí iba otra cachetada. Minho se tensó y lucho en vano con los sujetos que cada vez le hacían más daño con sus agarres.

– ¡Ya déjalo! El no tiene la culpa.

Yang dio la vuelta y le miró con esos ojos llenos de cólera que parecían irradiar fuego.

– Ya te dije, no pasa nada, solo nos conocemos, es todo – trató de razonar, aunque sabía que era en vano, al viejo ya se le había metido entre ceja y ceja que él y Jin le engañaban.

– No lo defiendas – acusó -. Tu no lo conoces, yo sí. No sé qué mentiras te habrá dicho ni con que ideas te habrá engatusado, pero solo eran maniobras para engancharte… es un experto – decía apuntando a Jin -, es lo que mejor sabe hacer… es a lo que se dedica.

Minho le miraba confuso, luego miró a Jin quien le devolvía la mirada.
No, Jin no sería capaz de eso. No de engañarle y manipularlo. Lo poco que habían vivido y compartido había sido real y no un capricho del chico… ¿O sí?
La risa del señor Yang le hizo salir de sus cavilaciones.

– ¿Lo ves? Lo estas pensando – borró su sonrisa de golpe y se acercó a Minho para hablarle casi en un susurro -. Te lo dije, es un experto – y volvió a sonreír de manera burlona, se alejó y continuó hablando en voz alta -. Aún así joven Choi, debó decir que cometiste un gran error al meterte con mi putita personal – le sonrió a Jin quien apartó la mirada asqueado -. Muy culpa de Jin será pero también cometiste un error al seguirle.

El viejo se volvía a acercar y a hablar en susurros.

– ¿Qué tal he? Es una buena puta ¿cierto? – su voz estaba cargada de recelo y morbosidad -. ¿Te lo montaste bien? ¿Te la chupo hasta dejarte seco?

– Eres un viejo… asqueroso… – murmuró Minho -. Ya te dije que no paso nada de eso.

– ¿A no? – rebatió el viejo y levantó una mano para darles una orden a sus subordinados -. Llévenlo al cuarto – dijo sin voltearse a mirar al chico. Los guardias reaccionaron de inmediato y arrastraron a Jin, quien se debatió un poco, hasta el cuarto de Minho.

– ¡¿Dónde lo llevan?! – pregunto asustado. La sonrisa de Yang no le tranquilizo nada.

– Vamos a ver… que tan cierto es lo que estás diciendo.

Sin dejar esa sonrisa que Minho tenía ganas de borrar de un puñetazo el viejo siguió a los otros guardias y entró en la habitación, desapareciendo de su vista. Las protestas de Jin le llegaron a través de la pared alterando sus nervios que de por sí ya estaban bastante crispados.

– ¿Qué le estarán haciendo?- murmuró en vos baja bastante atemorizado, se estaba imaginando lo peor.

Uno de los guardias extendió una mano frente a él y le enseño dos dedos extendidos.

– ¿Qué no lo pillas? – le preguntó y el otro guardia soltó una risita igual de petulante que las de Yang -. Están viendo si te lo tiraste o no.

Ambos gorilones rieron y Minho lo entendió.

– Vaya cojones hombre para meterse con la ramera del viejo – dijo uno de los tipos y más risitas acompañaron su comentario.

– Yo ni amarrado – le siguió el otro -, el viejo es capaz de matarme.

– Te compadezco hombre.

Sintió como el sujeto le daba unas palmaditas en la espalda con su mano libre. Estaban hablando puras tonterías, mas le importaban las exclamaciones de Jin en el cuarto y las cosas malas que seguro le estaban haciendo.

– Aunque el chico esta de primera… ¿a qué si? – seguían los tipos.

– ¡Bueno ya! – exclamó Minho. Su repentino enojo causo gracia en los dos sujetos que habían comenzado a molestarle y a causarle más dolor en su agarre. Estaba ya por gritar del dolor cuando la figura de Yang aparece en el living de nuevo.

– Increíble – exhaló -. O le lavaste bien el culo o… eres un gilipollas. No te lo tiraste.

La sonrisa morbosa del viejo no le hizo gracia, y aunque debía sentir alivio de que hubiera comprobado que todo lo que decía era cierto, la verdad es que ahora estaba más tenso y preocupado.

– Llévenlo al cuarto también – ordenó.

A tropezones y empujones malintencionados los tipos llevaron a Minho hasta el cuarto donde tenían a Jin sujeto como antes, solo que esta vez con la camiseta levantada y el pantalón abierto.
Observó de inmediato su rostro, apenas le vio entrar había esquivado su mirada, tenía las mejillas rojas y el ceño caído. Estaba avergonzado. Y como no, si lo que le habían hecho era casi un ultraje.
No se dio cuenta en qué momento los tipos lo soltaron. Estaba tan pendiente de Jin y de tratar de captar su mirada para infundirle un poco de confianza que no supo el momento en que lo tumbaron boca arriba en la cama y el viejo Yang se sentaba a los pies de la misma.

– ¿Qué hacen? ¡Suéltenme! – exigió -. Ya sabes que entre Jin y yo no paso nada, que mas quieres.. ¡Suéltame!
Yang rió de nuevo.

– No joven Choi, nada me asegura que tú realmente no te metiste con mi chico – Minho suspiro frustrado, no podía creerlo, el viejo iba a seguir dudando de él ¿con que fin? -. Y como yo soy el engañado en toda esta situación… quiero que paguéis – y sonrió de esa forma tan petulante que Minho odiaba.

– Que quieres – dijo con brusquedad -. ¿Dinero? ¿Mi auto? ¿Mi casa?… ¿Mi trabajo?

– Hahaha… no joven Choi… ¿Para qué quiero yo todo eso? Ya lo tengo… no necesito más dinero, no necesito tu casa, ni tu auto y mucho menos tu trabajo, no soy de ese estilo.

– Entonces quieres matarme… ¿Es eso? – encaró sin miedo. Sintió la mirada preocupada de Jin posarse sobre él.

– No… – dijo despreocupado -. Tampoco soy de esos tipos que matan a rienda suelta, no es mi estilo tampoco.

– No – murmuró Jin. Hablaba por primera vez y captaba la atención de todos los presentes en la habitación -. Yang no… por favor. No.

El viejo se quedó mirándolo. Los ojos de Jin suplicaban y los de Yang lo retaban. Así estuvieron un buen rato en el que Minho no entendía que pasaba, los nervios se lo estaban comiendo vivo y la sumisión del chico le dio a entender que algo realmente no andaba bien, algo iba a pasar y sería muy malo.

– Te importa el tipo este… – habló el viejo haciendo un gesto hacia Minho pero sin despegar sus ojos de Jin -. Realmente te gusta….

A Jin se le comenzaban a llenar los ojos de lágrimas y Minho estuvo más inquieto que nunca, intentó zafarse de los tipos con todas sus fuerzas pero no lo logro. Un potentísimo golpe en el abdomen lo dejo de sin aire y en estado fetal sobre la cama. Apretó los ojos con fuerza para bloquear el dolor y cuando los abrió vio como Jin asentía ante el último comentario de Yang. En otro momento, saber aquello quizá le hubiese alegrado al punto de gritar y saltar como un loco pero en este momento era una tragedia. La mirada de Yang se hizo de hielo y al tiempo que se ponía de pie crispaba sus puños para aventar uno sobre la cara de Jin. Un golpe seco y la figura del chico desapareció de su vista.

– ¡Jin! – exclamó a duras penas. El puñetazo en el estomago aun le dolía un montón.

– ¡Zorra estúpida! – gritó el viejo y retrocedió los pasos que había andado para volver a sentarse en la cama -. Como te atreves a reconocerlo en mi cara… ¡Levántenlo! – ordenó a los tipos y Jin volvía a estar en el campo visual de Minho. Tenía todo el pelo lacio sobre la cara y su boca, que era lo único que podía ver estaba cubierta de sangre.

– Jin – murmuró Minho y experimentó una pena tremenda. El chico estaba derramando lagrimas, las que se abrían paso como un fino camino invisible entre la sangre. Era una imagen desconsoladora y la impotencia que sentía por no poder defenderle le hacía sentir aun peor.

– Supongo joven Choi – dijo el viejo tratando de retomar la compostura -, que Jin te habrá hablado de la magnificencia que represento… – Minho no contesto, se limitó a mirarle con todo el desprecio que pudo -. Y que soy un hombre de palabras… y de deseos cumplidos… – se puso en pie de nuevo y caminó hasta Minho, se inclinó sobre la cama y puso el rostro a su altura. Si tan solo hubiera tenido una mano libre Minho le revienta a golpes -. Yo siempre obtengo todo lo que quiero… – le susurró de forma provocadora.

– Yang no por favor – rogaba Jin otra vez -, déjalo, por favor.

– ¡Tu cállate! – le gritó y se movió rápido para propinarle otro golpe en la mejilla.

– ¡Ya basta! ¡Déjalo! No la cargues con él… – pidió Minho -. Soy yo al que quieres ¿no?

Yang se había volteado a mirarle. Captaba su atención otra vez por su puesto.

– Entonces déjalo en paz, resuelve las cosas conmigo.

– ¡No Minho! – exclamó Jin -. ¿Qué no te das cuenta lo que quiere? ¡No lo hagas!

– ¡Cállate Jin! – Exclamó con más melancolía de lo que hubiera querido -. No te metas.

– Minho no… – rogó y otro par de lagrimas rodaron por sus mejillas.

– Pero que cuadro más enternecedor – se mofó el viejo -. Odio ser el malo de la película pero… esto pasa cuando la gente juega a mis espaldas.

El viejo se sentó en la cama a un lado de Minho y poso una mano sobre su mejilla.

– Tan joven, tan masculino, tan bien dotado – decía al tiempo que descendía su mano por su cuello hasta llegar a su pecho. Minho se estremecía a horrores bajo el contacto -, tan inteligente y tan… imposible… – sonrió -. Las cualidades que siempre me han atraído, sobre todo la de “imposible”… me encanta hacerlas posible.

– Eres asqueroso – murmuró Minho. Yang le sonrió y siguió acariciando hasta que llegó a su pantalón, donde presiono y apretó un poco. Minho se mordió el labio y aguanto las ganas de vomitar allí mismo.

– Tú decides – dijo el viejo y levanto la mano para darle una orden a sus guardias.

Uno de los tipos que sujetaba a Jin sacó una pistola y apuntó rápidamente la cabeza del muchacho. Jin se retorció asustado y las lágrimas aumentaron.
Estaba perdido. En cuanto vio el arma supo que no tenía salida, era el chico o él, y él prefería obviamente al chico. Eso significaba que…

Su mente colapso por unos minutos. El arma apuntando la cabeza de Jin. Los tipos que lo tenían preso y no le dejaban moverse. La mano de Yang haciendo presión en aquel lugar.
Esto era una pesadilla. Una maldita y jodida pesadilla. En la que el decidía sacrificarse por el bien de otro. Por el bien de un chico que en pocas palabras, sin hacer nada, había conseguido alborotarle el corazón y la mente, que había despertado sentimientos y sensaciones vertiginosas que con Kibum ya estaban dormidas. Un chico que había llegado a su vida sin aviso y decidió tomarla y transformarla en un martirio.
¿Valía la pena?
¿Realmente lo valía?

Apretó los ojos y contuvo las ganas de llorar que se acumulaban en su garganta. Tragó saliva y relajó todo su cuerpo. Dejó de hacer presión bajo el agarre de los grandulones y se sumió en un estado de trance y de aceptación. Lo iba a hacer. Ya había tomado una decisión. Optaría por el chico.
Abrió los ojos despacio y el rostro expectante de Yang lo esperaba a su lado. Mas allá la cara contraída en un llanto inaudible de Jin le reafirmó y terminó de converse de la opción que había elegido.
Suspiro una vez más antes de hablar.

– Déjalo ir – dijo en un tono casi fúnebre -, yo me quedo aquí.

– ¡No Minho! – gritó Jin y en vano intento forcejear con los tipos.

La sonrisa de Yang fue instantánea. Chaqueó los dedos y los guardias soltaron su agarre en la cama. Minho se quedó allí tendido, esperando lo inevitable. Ladeó el rostro para ver a Jin antes que se lo llevaran quizás donde y le sonrió a pesar de todo. El chico le miró con una pena infinita. De nuevo sintió las lagrimas venir y decidió correr la vista. No podía seguir viéndolo, que se lo llevaran pronto por favor. El consuelo de todo, era que él iba a estar bien.

El viejo Yang se puso de pie y ordenó que sacaran al chico de la habitación, y también le pidió a todos los gorilones que salieran.
Minho no vio cuando sacaron a Jin y menos escucho sus suplicas, no podía. Aunque aun desde el otro lado de habitación podía oír sus gritos que se habían vuelto desesperados y lastimeros. Maldijo una y mil veces y luego rogó a Dios por que todo aquello pasase rápido. No quería tener recuerdo de lo que iba a pasar.
La habitación ya estaba casi vacía. Solo faltaba que saliera uno de los gorilones que se había detenido en la puerta. Allí Yang y él intercambiaban palabras. No querían ser discretos, Minho escuchaba atentó lo que se decían.

– Déjame tu arma – le pidió Yang y el sujeto accedió. Sacó la pistola de si cinturón y se la entregó -. Toma las llaves del asentamiento – le extendió un pequeño juego de llaves plateadas -, ya sabes.
El sujeto asintió.

– Solo mátalo.

Aquello le congeló la sangre. ¿Que, qué? ¿Qué matara a quien?
Se sentó de golpe en la cama y se sintió morir. Le habían engañado.

– Tranquilo yo me encargo de él – dijo Yang al sujeto, habían captado la reacción de Minho. Sabían que los había escuchado.

– ¡¿Vas a matarlo de todas formas?! – pregunto histérico. Yang despachó al sujeto y cerró la puerta -. ¡Eres un maldito! – gritó he intento salir de la cama lo antes posible para frenar la matanza que se iba a llevar a cabo. Pero Yang fue más rápido y con el arma le propinó un fuerte golpe en la cabeza. Sintiendo un mareo regurgitante calló como saco de plomo sobre la cama.

– Tú no vas a ninguna parte…

Escuchó la voz de Yang en la lejanía, su visión se perdía y su conciencia comenzaba a apagarse.
No, no, no, no ¡No! Decía una voz muy adentro en su cabeza, pero ya no había nada que hacer. El golpe propinado había sido fuerte y la pérdida de conciencia llegaba como un cálido manto a arroparlo.
Lo último que sintió fueron las manos de Yang abriendo la bragueta de su pantalón y luego tocando su cintura. De cara sobre la almohada Minho se fue sumiendo en el más profundo de los sueños. Luego de eso, todo fue oscuridad.

CONTINUARA~~

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[2Min] Dulce y salado.

Nombre: Dulce y salado.
Couple: 2min (Minho x Taemin), SHINee.
Género: Fluff.
Dedicado: A Nine.
Nota: Otro de mis intentos de dulzura :B, otra cosa medianamente decente.

 

De un tiempo a esta parte, los “juegos” entre Taemin y yo se habían vuelto pan de cada día. Si no estábamos haciendo luchas de espuma en la tina, estábamos en el cuarto descubriendo en que parte del cuerpo éramos más cosquillosos. Siempre había algo divertido que hacer y cosas nuevas que experimentar, como ahora, que jugábamos a “probar y adivinar”.

– Mmm… frutillas con crema – dije tragándome la fruta y besando sus labios cubiertos de muss.

– Siempre aciertas – susurró Taemin y se alejó de mí llevándose el trozo de tela con el que había cubierto mis ojos.

– Soy el mejor.

Le sonreí de aquella forma arrogante. De esa que siempre se escapa de mis labios cuando gano algo. Él se terminó de limpiar el resto de la crema que había quedado en su comisura y se vendó los ojos con el mismo trozo de tela.

– Tú turno – y se sentó erguido en la cama frente a mí. Salí de ella, esquivando el sembradío de frutas, postres y golosinas que habían esparcidos sobre el cobertor y parte del suelo. En puntillas llegué hasta el borde de la alfombra donde un paquete de suflés salados me hacía ojitos hace un rato. Lo tomé y tratando de no hacer mucho ruido lo abrí. Taemin tenía un oído especial para detectar el sonido de la bolsa plástica abrirse, estás cosas le encantaban y se volvía un animal si sabía de alguien comiendo unas.
Logré mi cometido sin hacer el más mínimo ruido, y con la misma precaución introduje mi mano y tome uno de los snack. Ya con el trocito salado en mi mano deje la bolsa y pensé en algo con que untarlo. La soya fue lo único que terminó convenciéndome. Abrí el pote y unte el suflé entero dentro del liquido.
Genial, con esto Taemin jamás sabría de que se trata.
Confiadísimo volví a subirme en la cama y me acomode de piernas cruzada frente a él.

– Listo – dije y me puse el suflé entre los dientes. Apenas le había tomado el rostro para conducirlo hasta mi boca cuando él cerró el espacio y devoró mis labios quitándome de forma maestra y sin violencia el untado suflé.
Aun con la venda en los ojos, masticó su snack mientras su boca se estiraba en una sonrisa apretada.

– Dulstocks con salsa de soya.

– Genial – musité -. ¿Aún con la salsa puedes reconocerlo?

– Claro, son mis favoritos – y se quitó la venda par verme triunfante -. Lo olí desde que abriste el paquete.

– Oye, eso es trampa.

– Mala suerte – se mofó -. Mi turno otra vez.

Me puso la venda en los ojos y lo sentí salir de la cama. Caminó por la habitación y volvió a los escasos segundos.

– Que rápido – comenté y al instante sentí como sus manos me atraían. Abrí la boca y choqué de lleno con sus labios, tanteé con mi lengua pero no encontré nada allí. Entonces Taemin abrió sus labios y saco la suya. Venía impregnada de algo que en mi vida había probado. Era un poco espeso, dulce… no, era salado. Comencé a frotar mi lengua contra la suya para captar mejor el sabor, pero no lograba encontrar nada especifico, solo era una mescla de algo que no tenía diferenciación.
Un ápice de gusto a banana me hizo suponer uno de los ingredientes.

– ¿Leche de banana? – dije sin despegar mi boca. Él lo confirmó con un “Uhum”. Seguí explorando, pero al cabo de un rato ya no había sabor en su boca y solo me quedé allí besándolo, no sé en qué momento el había comenzado a devolverme el beso pero estaba claro que el juego se había acabado. Ahora tenía un nuevo sabor en mi paladar, el de su boquita dulce y tierna. No sé por cuánto tiempo nos besamos, ni cuando me quité la venda de los ojos, solo sé que me perdí el resto de la tarde entre sus besos con sabor a caramelo y sus caricias de seda.

– Ya no adivinas – dijo separándose milimétricamente de mi.

– ¿Aún estamos jugando? – me pareció irónico luego de habernos besado por lo menos dos horas.

– Entonces ¿Yo gano? – y cortó de una vez nuestro beso. Fruncí el ceño e intente recordar los sabores que había sentido.

– ¿Qué cosa puede ser dulce y salada al mismo tiempo? – pregunté con sorna. “Nada” me respondí a mí mismo. Tengo que haberme equivocado al sentir el segundo sabor. De lo que si estaba seguro, era de la leche de Banana.

– ¿Te rindes? – me preguntó sonriente.

¡Diablos! Como odiaba perder.
Asentí sin mirarle del todo.

– ¡Era TaeSpecialMilk! – exclamó elevando los brazos.

– ¿Tae qué? – repetí.

– TaeSpecialMilk – dijo de nuevo -. Mi salsa especial de leche con plátano y mantequilla de maní.

– ¿Mesclaste algo dulce con algo salado? – pregunte extrañado, él asintió contento -. Eso no se vale.

– ¿Por qué no?

– Porque no existe tal mescla – inquirí con una sonrisa burlona -. Os es dulce, o es salado, no puede ser ambos a la vez.

– Pues, si existe – me rebatió -. Si puede ser ambos a la vez.

Puse los ojos en blanco y me giré en la cama para salir de ella. Mi reacción era sumamente infantil pero… ¿Que podía hacer? Odiaba perder.

– Que idiotez… ¿TaeSpecialMilk? – dije con sorna y caminé hasta la puerta para salir. No me interesaba comenzar una “pequeña” discusión por algo tan estúpido como eso. Taemin siempre salía con tonterías parecidas y a veces me preguntaba si era normal que se le ocurrieran tantos disparates -. Ordena tu este desorden – le dije antes de abandonar la habitación.

– ¡¿Qué?! ¡Pero Minho! – lo escuché gritar desde la habitación, lo ignoré, seguí mi camino hasta llegar a la sala donde el pequeño logró alcanzarme -. ¿Te molestaste? – me dijo encarándome, lo esquivé para continuar mi camino hacia la cocina pero él volvió a bloquearme el paso -. ¿Por qué te portas así? Es solo un juego.

– Un juego en el que haces trampa.

– Pero un juego al fin y al cabo… -espetó molesto. Genial, ahora era él el enfadado -. ¿Por qué te molesta tanto?

Guardé silencio, solo me quedé allí observándolo en menos.

– Idiota – murmuró y se alejó de mi para volver a la habitación, lo dejé, estaba demasiado fastidiado como para pisotear mi orgullo y reconocer que me estaba comportando como lo que me dijo, un verdadero idiota.

El resto del día fue un asco. Taemin no me hablaba y parecía que el resto de los miembros estaba de su lado porque tampoco me dirigían la palabra. Odiaba que estas cosas ocurrieran y más se eran provocadas por mi estupidez y por mi frustración ante mi derrota, lo cual era totalmente descabellado. Pero así era yo y Taemin conocía bien ese lado mi tan insoportable. Otras veces lo dejaba pasar y me seguía la corriente, pero ahora se había enfadado de verdad… y como iban las cosas parecía no querer hablarme ni ahora, ni mañana, ni el resto de la semana. Y acerté, esa noche no durmió en la habitación, si no con Kibum en su cuarto y a la mañana siguiente no me dio los buenos días cuando nos sentamos a la mesa a desayunar. Su frialdad me tenía tan descompuesto que pensé en gritarle para hacerle notar que existía, que el que me ignorará solo hacía que me sintiera más mal.

– Onew hyung, ¿me puedes pasas la mantequilla de maní?

Condenado Taemin, la mantequilla estaba al lado mío, ¿No pudo habérmelo pedido a mí?

Algo incomodo por la mirada asesina que le estaba echando, Onew estiró el brazo y tomo el frasco para dárselo al pequeño, el chico le agradeció con una sonrisa y se concentró en preparar algo en un frasco aparte.

– Oh.. –dijo Jong observando lo que hacía al igual que yo-, ¿es esa salsa especial que haces?

Taemin sonrió y asintió con la cabeza.

– Pues yo quiero una tostada con eso –exclamó Jong y me sorprendí. ¿Hablaban de esa salsa especial que Taem me dio a probar ayer?

Al parecer todos habían probado su dichosa salsa y les encantaba porque estiraban las tostadas para que Taemin las untara, ¡hasta Key lo hizo!

– Minho, ¿Tú no vas a probar? – me preguntó Onew. Me lo quedé viendo sin ánimos y de pronto se hizo un silencio, parecía que todos esperaban mi respuesta, menos Taemin que seguía untando otra tostada. Me terminé de enfadar.

– No estoy para probar porquerías – espeté con todo lo déspota que podía ser. La reacción fue inmediata, Taemin soltó la tostada y aventó el cuchillo sobre la mesa para mirarme colérico.

– ¿Porquería? – dijo bajito -. ¡¿Porquería?! – repitió más alto poniéndose de pie y encarándome de una forma que jamás había visto, tanto así que me exaltó -. ¡La porquería eres tú! – me gritó terriblemente dolido y procedió a abandonar la mesa para encerrarse en la pieza.
Me quedé allí, impresionado y sin saber qué hacer, si no es por Key que zamarrea mi hombro me quedó allí congelado quien sabe por cuantos minutos.

– ¿Qué estas esperando? – me dijo -. ¡Ve tras él!

Como si de una orden se tratase me puse de pie inmediato y algo desorientado fui hasta nuestro cuarto. Abrí la puerta con precaución y allí vi a Taemin, tendido sobre la cama con la cara hundida en la almohada. Estaba llorando.

Mierda, si que soy una gran porquería.

Me adentré con sigilo en la habitación y caminé hasta un costado de la cama, me agaché hasta estar en cuclillas y extendí una mano para tocar su cabello. Taemin inmediatamente se contrajo y detuvo un poco su llanto.

– Lo siento – murmuré de forma vacía, sabía que con eso no bastaría para que el pequeño dejase de llorar -. Soy un idiota, jamás quise decir eso, por favor… no llores.

– Minho ándate – dijo contra la almohada, apenas le escuche -. Déjame solo.

– No lo haré – espeté con autoridad -. Taemin lo siento, jamás quise tratarse así, pero es que… ya sabes cómo soy… -suspiré antes de decir lo siguiente y terminar de pisotear mi orgullo – …soy un idiota.

– Lo eres – no dudó en decir despegando un poco su rostro de la almohada. Inmediatamente quité con suavidad el cabello de su rostro y lo termine de levantar para limpiar sus mejillas.

– No hagas eso – dijo apartando mis manos e incorporándose en la cama para verme con una mirada llena de tristeza y rencor.

– Taemin, perdóname, no soporto estar así contigo…

Él seguía mirándome de la misma forma y parecía que mi corazón se partía cuando lo veía derramar una que otra lágrima.

– Siento haberte dicho esas cosas, siento ser un mal perdedor, siento que estés así por mi culpa, lo siento, lo siento.

No lo soporté más, me abrasé a él sin importar si le molestaba o intentaba alejarme, tenía que consolarlo, mimarlo y hacerle ver lo mucho que lo quería y lo idiota que había sido. Para mi fortuna él no intento deshacer mi abrazo, al contrario, me correspondió y apoyó el mentón en mi hombro.

– Minho babo –dijo en un susurró y yo no pude evitar sonreír.

– Perdona a este babo – musité y me alejé para tomar su carita y verlo a los ojos -. Ya no llores – le pedí, verlo así de verdad que me hacía sentir horrible. Lo abrasé de nuevo y me acerqué para besar su mejilla, más bien sus lagrimas. Él cerró los ojos cuando lo hice y se dejó querer por mí, yo seguí repartiendo besos suaves por su mentón y la comisura de sus labios. Por último lo besé y me quedé allí, totalmente entregado a su boca. Él me siguió y pronto ambos disfrutábamos de un dulce y reconciliador beso, aunque… de dulce no tenía mucho, más bien era salado. Mmm… creo no era ninguno de los dos.

Me separé de él y abrí los ojos para verlo con una sonrisa tierna, él hizo lo mismo.

– Creo que algo sí puede ser dulce y salado al mismo tiempo – dije entornando los ojos. Taemin ladeó la cabeza sin comprenderme -. Tus besos cuando lloras – expliqué y el sonrió avergonzado. Volví a besarlo y a disfrutar de ese nuevo sabor, aunque no pasó mucho tiempo para que el salado de las lágrimas desapareciera y solo quedara el dulzor de su boca.

– Igual mi TaeSpecialMilk es una buena prueba.

Me reí con eso y acepté el hecho de que un día tendría que probarlo y quizá darle el visto bueno.

– Vale, vale – dije acariciando su cabello-. Tu ganas – acepté y el sonrió más radiante aún.
Terminé de limpiar por completo sus ojos y me aseguré de darle un día increíble para que olvidara todo lo malo de las últimas horas. Luego de eso creo que nunca volvimos a discutir por algo tan estúpido, porque en todas las cosas que volvimos a jugar siempre dejé que me ganara. Taemin es mi excepción y no me importa perder si el que me gana es él, feliz tomo la derrota aunque al final igual me hago con el premio máximo; su exquisita boca y sus puros sentimientos. Aaahhh… son las consecuencias de estar… irreparablemente ¿enamorado?

Fin.

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[2Min] Babylon: Capítulo 8.


Capítulo 8: Mala influencia.

Minho caminaba entre la muchedumbre con ambos brazos en alto, en una mano trataba de equilibrar un martini y en la otra un tónico. Los cuerpos en la pista de baile que no dejaban de moverse no le hacían fácil su tarea de llegar con ambos tragos sanos y salvos a la mesa correspondiente, pero esquivando cuidadosamente brazos y piernas frenéticas logró cruzar la zona y llegar al otro extremo de la discoteca donde lo esperaba un despreocupado Jin que no dejaba de mirar la pantalla de su teléfono móvil. ¿Era idea suya o parecía preocupado?

– ¿Esperas una llamada? – preguntó mientras dejaba ambos tragos sobre la pequeña mesa circular. Jin no le miro, cerró su móvil y lo guardó en el bolsillo de su pantalón -. ¿De Yang? – siguió Minho.

– No – le cortó de inmediato con el ceño fruncido, tomó su tónico y le dio un sorbo.

Claro que estaba esperando una llamada del viejo Yang, no había que ser un lector de mentes para darse cuenta de ello, lo que Minho no lograba entender aun era, porque diablos Jin era tan dependiente de aquel viejo. ¿Realmente era solo por el dinero? ¿El chico tendría alguna clase de sentimiento hacia él? Sintió un leve escalofrió y enarco una ceja, gesto que no paso desapercibido por su acompañante, Jin debió haber visto su expresión de “no te creo nada”, porque rectificó de apoco su respuesta.

– Bueno, s-si – dijo poco seguro. Minho asintió y apoyó los antebrazos en la mesa para recargarse -. Es que… me parece raro que aun no me llame para preguntar dónde estoy y que hago – continuó observando el contenido en su vaso -, cuando suceden cosas como estas, siempre recurre a mi – finalizó en voz queda y se giró sobre el taburete para mirar a la multitud danzante.

– ¿Cosas como estas? – repitió Minho -. A que te refieres.

Jin seguía mirando a los ocupantes de la enorme pista y habló sin apartar la mirada.

– A lo que paso contigo – respondió casi de forma evasiva -, seguro quedó de mal humor…
El chico terminó de hablar casi en un susurro, Minho estuvo tentado de seguir preguntando pero su tino y experticia le dijeron que mejor no lo hiciera. Había atado cabos y suponía más menos a lo que se refería. La conversación tenida con el viejo en su despacho debió dejarle un amargo sabor de boca, como consecuencia de ello lo más normal era pensar que Yang buscaría a Jin para… bueno, está claro para que. ¿Sería siempre así? Por lo que insinuó Jin, al parecer sí.

– Se desquita contigo… – murmuró Minho sin poder contener la molestia que dichos pensamientos le provocaban. Jin le miró de soslayo por un instante.

– Yo no lo diría así.

Clavó su mirada en el perfil del muchacho, estaba analizándolo, como tantas otras veces Jin le evitaba y redondeaba las cosas quitándoles peso. Pero el alto estaba seguro que en algún momento debía de caer, dejarse de hacer el indiferente y afrontar la clase de vida que llevaba, que por lo demás era bastante triste. Mientras, su cabeza se llenaba de pensamientos, con sus ojos delineaba la figura de su rostro y su mirada debió ser más que intensa porque solo volvió en si cuando percibió moverse incomodo a Jin en el taburete. Sonrió con aquel gesto de inseguridad del muchacho y se echó hacía atrás en su asiento.

– Quizás Yang sepa donde estas, por eso no ha llamado.

El rostro de Jin se contrajo en una mueca de susto, miró a Minho con los ojos abiertos y los labios separados, de pronto las personas bailando no se le hicieron para nada interesante.

– Imposible – se relajó y le pegó otro sorbo a su tónico. Minho ensanchó aun más su sonrisa y decidió probar su martini.

– No debiste aceptar si ibas a estar nervioso – comentó, relamió el martini en sus labios y asintió conforme -. Está delicioso.

– No estoy nervioso – masculló el chico, volvía a fruncir el ceño.

– Claro que lo estas – rebatió burlesco.

– ¡Que no! – exclamó y se bebió el resto de su tónico de un solo trago, se limpió los restos con la manga y dejó el vaso en la mesa de nuevo con un sonoro golpe.

– ¡Hey! ¡Mi chaqueta!

Jin se miró lo que traía puesto y luego la manga con que se había limpiado la boca. Un irónico “Ups” fue lo único que dijo y se levantó de su puesto en dirección a la barra. Con un gesto de la mano anunció que iría por otro vaso y se perdió rápido entre la gente. Minho le siguió con la mirada hasta que ya no vio mas su espalda, entonces se giró de nuevo hacia su martini y le dio otra probada, jugó un instante con el pincho y las aceitunas hasta que las sonoras risitas de un grupo de chicas le hicieron ladear el rostro de nuevo hacia la pista. Dos jovencitas que bailaban sensualmente al ritmo de la música, le sonreían y le invitaban a ser parte de sus eróticos movimientos. Como siempre, o como, cada vez que pasaban estas cosas, Minho sonrió de manera dulce y negó con la mano enseñando el puesto vació frente suyo, tratando de dar el claro mensaje de “Estoy acompañado”, era más apropiado que decir “No, lo siento, soy gay”. Pero las chicas parecían obstinadas y seguían insistiendo con miradas y movimientos sensuales, Minho solo podía reír y seguir negando de forma educada. La verdad se le hacía gracioso el cuadro ¿Cuántos hombres heteros daría lo que fuera porque un par de chicas tan guapas como aquellas les invitaran a su juego erótico por una noche? Rió de nuevo y levantó los hombros excusándose de que no iría. Y no fue hasta que una de las muchachas se levantó la camiseta para enseñarle su sostén que Minho supo que ya era suficiente, o buscaba otro lugar donde sentarse o tendría al parcito seduciéndole encima de la mesa.
La llegada abrupta de Jin le relajó y por el rabillo del ojo pudo captar el desanimo de las chicas, hasta que por fin captaban el dichoso mensaje. Pero para su mala suerte las chicas de nuevo habían entendido todo mal. Se concentró en beber su martíni y no en las señas que ahora le dirigían a Jin.

– ¿Te arruine el ligue? – preguntó el chico mirando con desdén a las muchachas -. Parecen querer bailar contigo.
Minho le miro con una ceja en alto, luego a las chicas. La más alta los indicaba y con la mano les decía que se acercasen, dos y dos.

– Yo paso – dijo Jin volteándose en el taburete para quedar frente a Minho. Por un segundo tubo la extraña idea de que Jin se pondría de pie y se uniría al baile, pero no fue así, y no tendría por qué haber sido así tampoco, aunque, aún no lo sabía, suponía que el chico era homosexual, pero de todas formas eso era suponer muy rápido.

– Yo también – confirmó Minho -, tengo novio y… no me gustan al chicas.

– A mi tampoco – soltó sin tapujos. Al parecer no estaba para nada suponiendo muy rápido, así que eran del mismo bando. Sonrió sin querer, gesto que no paso desapercibido por el chico -. ¿Qué es tan gracioso?

Negó con la cabeza y apuntó a las muchachas, una de ellas ya estaba completamente sin blusa.

– No van a dejarnos en paz – sentenció Minho, Jin arrugó la nariz, como si la visión le resultase muy desagradable.

– ¿Nos cambiamos de mesa? – sugirió asqueado.

– No será necesario.

Minho arrastró una mano por la mesa hasta alcanzar la de Jin, entrelazo sus dedos y se recargó en la mesa para sonreírle con travesura.

– ¡¿Q-que ha…?! – tartamudeó he intento librarse de su agarre pero Minho apretó más fuerte.

– Tranquilo, no pasa nada – Estiró su otra mano libre y le acarició la mejilla. La personalidad esquiva y reticente de Jin casi lo estropea todo, el chico se puso como tabla bajo su tacto, no debería reaccionar así sabiendo el trabajo que tenía. ¿Le pasaría lo mismo cuando los viejos lo intentaban tocar? Aagg… ahí iban de nuevo sus pensamientos poco agradables sobre el oficio de Jin.

– Ya puedes soltarme – decía un Jin que intentaba apartar su mano a toda costa. Minho parpadeó un par de veces y desvió la mirada hacia la pista. Las chicas ya no estaban, perfecto. Le soltó y retomó su trago -. Podrías avisarme la siguiente vez que pretendas ser mi novio… -, comentó con una voz de reproche -, …para estar preparado.
Minho rió y se recargó en el taburete.

– Si de esa forma evito que reacciones así, está bien.

– ¿Así como? – preguntó a la defensiva.

– Así como lo hiciste.

Minho apretó todos los músculos de su cuerpo y simulo quedarse petrificado, en su rostro la clara imitación de desconcierto y nerviosismo que había puesto Jin. Rió despacio una vez terminada su actuación.

– No puse esa cara – musitó el chico con el ceño fruncido.

– Claro que si – dijo divertido -, no sabía que el tacto con otros chicos te ponía tan nervioso.

Había lanzado ese comentario con doble intensión.

– No es así – se defendió -, es solo que…, me pillaste desprevenido – miró hacia otro lado. Intentaba sonar despreocupado pero a Minho ya no lo engañaba.

– Si siempre te pasa… me encantaría saber cómo lo haces – su voz había sonado más intensa de lo que hubiera deseado. Había dejado el martini a un lado y le prestaba total atención a un Jin que seguía dándole el perfil.

– Ya te dije que solo me pillaste desprevenido – se había terminado de girar sobre el asiento y no despegaba sus ojos de la pista.

– Te ha de costar estar con otros hombres – comentó. Su sonrisa de había desvanecido y ya no había intensidad en su voz, si no convicción y algo de lástima.

– Estoy acostumbrado.

– No fue lo que yo percibí recién – le cortó.

– Bueno no es asunto tuyo.

– Desde que me hablaste esa noche en el baño si lo es – había conseguido de nuevo la atención del chico, le observaba con gesto aburrido -. ¿Por qué dependes tanto del viejo? ¿Tanto necesitas el dinero? ¿No te lo puedes ganar de otra manera?
Seguramente aquellas preguntas se las habían hecho ya muchas veces otras personas, pero él no sabía las respuestas y quería una contestación clara. Para Jin seguro era una molestia tener que escucharle pero se la iba a tener que aguantar, no por nada había mentido ante el viejo Yang, una palabra de Minho y Jin recibiría una paliza segura, sin contar su despido.
Luego de pensar o de ignorar el tiempo suficiente a Minho, el chico se decidió a contestar, por la mirada seria e insistente del alto pensó que era mejor decirle.

– Es fácil – murmuró como si estuviera cansado -. Simplemente porque así es más fácil.
Se entristeció al escuchar aquella respuesta. ¿Es que no tenía ni una clase de expectativa en su vida?

– Pero no eres feliz.

– Quien quiere serlo – respondió a la defensiva, se llenaba la boca de líquido y se limpiaba la comisura de los labios con el dedo -. Estoy bien así.

– Pero podrías estar mejor.

– Me conformo – jugó con los hielos de su vaso y se bebió otro sorbo.

La desazón que le provocaron sus palabras le hizo pensar que estaba frente a un chico sin futuro, sin sueños y sin esperanzas. ¿Les pasaría igual a todos los que estaban metidos en lo mismo? Más que nunca sintió esas ganas de sacarlo de allí, de liberarlo de aquel circulo vicioso que era la prostitución. Si se lo proponía le podía dibujar una estable vida, con un buen trabajo y amigos fantásticos, pero Jin parecía alguien difícil de tratar. Si Minho le brindaba ayuda seguramente lograría hacer de su vida algo mejor, algo más normal, pero sabiendo lo obstinado y mezquino que era, lo más probable era que lo mandase a la punta del cerro. Hasta pensó en que Key estaría muy dispuesto a ayudar, quizá y lo terminaba acogiendo como su hijo, Key, siempre tan maternal.
Sí, quería ayudarle, sacarlo de ahí. Aunque aun no entendía bien el motivo, su propio motivo.

– Yo podrí ayudarte – habló por fin -, te puedo conseguir un buen trabajo, no tendrías que volver a depender a de Yang, tendrías un sueldo digno para costearte tus cosas y pagarte el arriendo de un departamento y…

Se detuvo al observar la expresión hastiada de Jin.

– ¿Por qué insistes? ¿Qué ganas con todo esto? – “buena pregunta” pensó Minho -. Ya te dije que estoy bien así, no necesito nada.

– Necesitas que se te valore por lo que eres – habló de forma pausada, como si quisiera explicarle a un niño pequeño algo difícil de entender -. Eres apenas un chico… y has vivido… supongo que cosas horribles, ¿Cuánto tienes? ¿Diecinueve? ¿Veinte? ¿Y esta es tu vida? – preguntó enarcando las cejas, su tono se volvía autoritario – ¿Fuiste a la universidad? ¿Terminaste la secundaria? ¿Dónde están tus padres?

Jin apoyo los codos en la mesa y escondió el rostro entre sus manos, se estaba enfadando.

– No llevas una buena vida, puedes aspirar a algo mucho mejor – se reclinó en la mesa para estar más cerca de él -, eres joven, aprovecha tu juventud, vive como todo chico de tu edad, sal durante el día, ve al cine, has guarradas con tus amigos, gasta tu dinero en camisetas, en una bicicleta y no en tacones o vestidos que apenas soportas. Viaja fuera de la ciudad, conoce lugares increíbles, deja estas discotecas y bares de mala muerte. Hay mas vida a parte de esto Jin – había suavizado su voz y extendía la mano para tomarle las muñecas, despacio retiró las manos que impedían verle el rostro. La mirada asesina del chico le atravesó -. No tienes que venderte para ganar dinero, y yo te puedo ayudar.
Se observaron por un rato. Minho esperaba respuesta, pero Jin parecía pensárselo mucho antes de decir cualquier cosa, solo deseaba que no estuviera pensando en alguna manera de alejarse de él.

– ¿Por qué? – dijo cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando el mentón en ellos, le miraba a través de sus pestañas.

– ¿Por que qué?

– ¿Por qué quieres ayudarme?

Ni siquiera Minho tenía bien claro eso y no contestó, ante su silencio Jin decidió continuar.

– A habido otra personas antes, con tu mismo interés y “buena disposición” – terminó por recostar la mejilla completa en su antebrazo -, pero ninguno lo ha logrado, partiendo por el hecho de que… – hizo una breve pausa -, la mayoría lo ha hecho para tenerme… – le regaló una mirada cargada de acusación.

– No tengo esas intenciones – se defendió -. ¿Tengo novio lo recuerdas?

– Eso no fue impedimento para algunos hombres casado.

– No soy así – confesó -, de hecho, pensaba en pedirle ayuda a Kibum, se que él estaría encantado de ayudarte también.

Jin apretó los labios y se retrajo en su asiento, parecía estar pensando seriamente en algo. Minho aguardo, quizá si se lo estaba planteando y aceptaba su oferta. Mientras bebía su martini el chico se había decidido a hablarle.

– Oye, quiero dejarte algo en claro – Minho asintió-. Yo ya te he escuchado lo suficiente asique préstame mucha atención ahora y no me interrumpas – se acercó y habló moduladamente -. No voy a dejar esto – Minho se echo hacia atrás en su asiento frustrado -, es lo único que me sustenta bien y me da una vida estable…

– Miserable querrás decir.

– Piensa lo que quieras – dijo de forma tajante -. No lo dejare, además, ni siquiera te conozco lo suficiente, y tú que presenciaste algunos pequeños malos momentos de mi vida ¿te crees con la confianza de venir y decirme que apesta? ¿Qué mi vida es miserable? – repitió sus palabras -. ¿Qué puedes darme algo mejor? ¿Crees que soy una especie de moribundo? ¿Un desvalido que pide a gritos una ayuda? – exhaló y tomo el martini de su acompañante, lo bebió todo de un solo trago -. ¿Quién te crees Choi Minho? ¿Y qué te da el derecho a tratarme como un niño? Podríamos tener la misma edad. Que hayamos escogidos rumbos diferentes no tiene nada que ver y eso no me hace más miserable. No te metas en mi vida – concluyó apuntándolo con un dedo -. Tú no sabes nada.

¿Y ahora como rebatía eso? Jin tenía razón. Pero después de verlo en situaciones en que lo pasaba mal, donde realmente no era feliz ¿Qué quería que pensara? ¿Qué su vida estaba muy bien? ¿Qué era muy normal vivir de la prostitución? ¿Existe alguien en esta vida que disfrute ganar dinero vendiendo su cuerpo? Ese no era el caso de Jin y lo sabía.

– Odias los vestidos y los tacones pero lo haces para agradar a tus clientes – acusó -, odias acostarte con el viejo Yang pero lo haces por el dinero, estoy seguro de que el también te golpea pero lo dejas pasar porque no tienes de otra, es cierto que soy un desconocido para ti como tú lo eres para mí, pero no puedes negarme que aborreces tu estilo de vida – había levantado la voz y se apoyaba sobre la mesa con el puño completamente crispado -, no eres feliz y yo lo único que hago es ofrecerte un cambio. Ofrecerte salir de… esto – y miró alrededor. Jin que había estado escuchándolo con demasiada atención se había quedado completamente callado, con una mano revolviéndose los cabellos y la otra tamborileando los dedos sobre la mesa. Minho suspiró y puso su mano sobre la suya deteniendo el suave golpeteo.

– Oye Jin, yo…

– Ya basta, no quiero seguir escuchando esto – cortó -, he tenido esta conversación un montón de veces y no quiero seguir – le miró exasperado -, creí que veníamos a tomarnos algo, hablar algunas estupideces y pasarlo bien.

– Lo siento.

Jin apartó su mano y se recargó en su taburete, cruzó las manos por detrás de la cabeza y miró el techo de la discoteca abarrotado de luces. Minho también se recogió en su asiento.

– Eres un testarudo – musitó. Jin se encogió de hombros -. ¿N si siquiera vas a pensarlo?

– ¿Por qué habría?

– Bueno – suspiró -. Puedo decir entonces que lo intenté – miró frustrado hacia la pista de baile.

– ¿Decepcionado otra vez? – ironizó con una pequeña sonrisa -. Te rindes muy fácil – Minho le miró de reojo -, creí que me ibas a seguir mosqueando con el tema.

– Si quieres sigo – se burló.

– Si lo haces me veré en la obligación de abandonarte, hay chicos mas entretenidos por ahí seguro.
Minho sonrió suave y observó su copa vacía, luego observó el vaso de Jin y sacó cuentas. El chico ya se había zampado dos vasos y media de copa de alcohol. ¿Estaría bien?

– ¿Existe la posibilidad de que te lo pienses? – preguntó en un último intento -. El único beneficiado serías tú, se trata solo de un bien para ti.

– Olvídalo. Me voy – dijo al tiempo que se ponía de pie y con la misma velocidad con que lo hizo se apoyo de vuelta en la mesa. Claro que dos vasos de alcohol y media copa de martini puro habían pasado la cuenta. Minho se puso en pie de inmediato y lo tomó por los hombros.

– Hey, siéntate – le dijo a un Jin que se sujetaba la frente con una mano.

– Esto hizo efecto demasiado rápido – Se sentó y apoyó los codos en la mesa.

– Es que bebiste muy rápido.

– Diablos – respiró un poco y logró volver a la normalidad de inmediato.

– Aunque debo decir, que tienes un aguante malísimo – rió con su comentario y volvió a su asiento, Jin solo le dirigió una mirada de desprecio.

– Esto no es nada, fue un simple mareo – volvía a tomar la compostura y a restarle importancia al comienzo de su estado de embriagues -. Puedo seguir bebiendo, no me pasara nada.

– Oh, mira tú qué bien – se mofó, Jin le ignoró -, puedes seguir bebiendo, nadie te lo impide, pero yo no quiero cargar con un ebrio luego.

La mirada suspicaz del chico le dijo que algo extraño estaba pasando por su cabecita, y no tardo decírselo.

– Eso es lo malo de ustedes, los chicos “buenos” – asique Jin lo consideraba un chico bueno, mmm, “bueno” no era el calificativo que le hubiera gustado pero al menos no pensaba que era fome o aburrido como se lo decía JongHyun constantemente -, jamás se comportan de mala manera, a veces hay que pasarlo bien sabes – sonrió -. ¿Alguna vez te mencione las cosas buenas de mi vida?

Con esto último se puso de pie y tratando de dominar el leve mareo y tenue hormigueo en sus labios tomó a Minho de la muñeca y lo jaló para que lo siguiera. Con una sonrisa traviesa en los labios, de alguien que va a corromper algo, lo arrastró a través de la pista, quien por su puesto no se hizo de rogar y se dejó guiar con más curiosidad de la que hubiera deseado sentir.
Atravesaron la pista de baile y llegaron a la barra. Una vez allí Jin saludo al barman con un fuerte apretón de manos y le pidió dos tequilas. Minho se sorprendió de la soltura de Jin, como hablaba fluidamente con los dos barman que atendían esa noche y como comentaba cosas vánales tales como: “¿Qué tal va la noche? ¿Todo bien? ¿Te has ligado a alguna chica linda?”. Se descubrió sonriendo y gustándole aquella manera de ser de Jin, tan de chico, y no de prostituto resentido. De a poco se daba cuenta que no lo conocía para nada y sentía unos ganas enormes de saber más sobre él. ¿Qué hacia cuando no trabajaba? ¿Cómo es su familia? ¿Cuáles eran sus amistades? El brazo extendido de Jin con un diminuto vasito de tequila lo saco de sus cavilaciones.

– Vamos por la primera ronda – dijo muy entusiasmado mientras Minho tomaba el vasito entre sus dedos.

– Jamás he bebido tequila – miró el líquido transparente al interior del vaso y apoyó los codos en la barra.

– ¿Nunca? – preguntó sorprendido. Hasta el barman le miró como un bicho raro.

– No suelo beber, no soy un experto en tragos.

– Siempre hay una primera vez – la voz grave del barman le hizo levantar la mirada del vaso al tiempo que el robusto hombre le llenaba aun más el vasito con mas tequila.

– Salud – dijo Jin y se zampó el tequila de un solo trago, luego tomo un trozo de limón de la barra y lo mordió. Su rostro arrugado no le dio mucha confianza a Minho.

– ¿Necesitas que te llene mas el vaso? – sugirió el barman que comenzaba a destapar la botella de nuevo.

– No, no, no, así está bien – sonrió y luego miro preocupado a Jin.

– Esta buenísimo. El chico se relamía los labios y dejaba el limón casi completamente exprimido devuelta en la barra -. Anda, bebe – le incitó con una sonrisa entusiasta.

Minho miró a Jin y luego al barman, a Jin y al barman. No estaba seguro de beber. No quería comportarse de forma irresponsable.

– No te creí tan gallina.

Faltaba que le hablara con ese desprecio único para que se decidiera de una vez.

– No soy… ningún… ga-lli-na – y luego de tomar el vasito con más fuerza de lo requerido lo zampó en su boca y vertió el liquido por su garganta. El ardor no fue la gran cosa, si no la sensación que quedó en su boca luego de injerirlo. Abrió los labios y los ojos para respirar muy fuerte.

– Muerde el limón – le dijo Jin a su lado que sonreía divertido. Tomó un trozo de la barra y se lo metió completo a la boca -. Que haces tonto, no era entero, hahaha.

Masticó el limón con energía y se lo tragó, luego respiró ruidosamente y toció un par de veces. A un costado Jin reía con su reacción y el barman solo asentía en forma aprobatoria.

– ¿De dónde sacaste a este tipo Jin? Es un monstruo – comentó y alzó un musculoso brazo para golpearle el hombro a Minho -. Aquí tienes hombre, disfrútalo – le dejó la botella de tequila y le palmeó una vez más el hombro. Minho apenas se enteró, estaba más preocupado en tratar de recuperar el aliento y la normalidad en su garganta. Con un gesto de cabeza hacía Jin el barman se retiró a atender a otro clientes.

– Bren es un buen tipo – le dijo -, siempre me deja beber gratis, y creo que le has caído bien.

– Oh.. – exhaló -, eso es genial – la ironía en su voz hizo sonreír a Jin, quien tomó la botella y llenó los vasos de nuevo.

– ¿Otro? – Minho a penas recuperaba la amarga sensación del último trago ¿y Jin ya estaba preparando el siguiente?

– ¡Miren nada mas a quien tenemos aquí! – chilló una voz a sus espaldas.

– ¡Kwon! – exclamó Jin, se había volteado para saludar al extraño -. Tiempo sin verte.

Minho también se dio la vuelta y se encontró con un horrendo tipo en fachas de tipa. Un feo travesti. De tez muy blanca y contextura muy delgada, llevaba ceñido al cuerpo un corsé rosado con un tul de encaje a modo de falda, sobre sus hombros un parafernálico bolero peludo del mismo color y unas botas escandalosamente plateadas. Con una larga peluca rubia que hacia resaltar sus maquillados ojos y pinturreateados labios, el travesti hablaba y se movía como toda una diva.

– Me has tenido bastante botado – decía apuntando a Jin con un dedo -. ¿Qué has estado haciendo he? ¿Sigues con el viejo ese que no te da respiro?

Minho miraba a Jin que solo sonreía a modo de respuesta. Asique no era el único que le tenía resentimiento al viejo, todos se daban cuenta que abusaba del pobre chico.

– ¿Que harás esta noche Kwon? – Jin cambiaba el tema y le miraba de forma ansiosa.

– Especial de Lady Gaga bebe, ¿que no se nota? – preguntó dándose una pequeña vuelta he imitando alguna postura afeminada de la dichosa artista. Si pretendía ser Lady Gaga estaba a años luz de conseguirlo. Minho rió despacio ante el ridículo que para él representaba que ese tipo se fuera a presentar como Gaga. “No hay derecho, hoy en día no hay vergüenza” se decía mientras le veía muy serió en su papel de diva. Jin le observó reírse y la dichosa “Gaga” también. Hasta entonces el travesti no había reparado en que Jin estaba acompañado.

– ¿Y este bombón? – su voz había sido picara y sinuosa -. ¿Está contigo Jin? – no le quitaba los ojos de encima. Minho de pronto se sintió algo acosado.

– Solo estamos bebiendo algo – explicó. Se estaba divirtiendo con el comportamiento de su amigo travesti y la reacción de Minho.

– ¿Y donde lo encontraste? – seguía viéndolo y acercándose para examinarlo -. De estos tan bueno ya no se encuentran tan fácilmente – le guiñó un ojo y Minho sintió nauseas -. Hola guapo, me llamo Kwon – le extendió la mano, al alto dudó si dársela o no pero al final decidió que si, no quería quedar como un mal educado -, si estas solo, necesitas compañía o… simplemente quieres un cuerpo más maduro puedes buscarme… – se había hecho con la mano de Minho y ahora no quería soltarlo, se acercaba cada vez de forma más peligrosa -, ya sabes – susurró muy cerca de su oído -, si Jin no logra satisfacerte yo estoy libre esta noche…

– Kwon, ya déjalo, lo estas asustando.
Jin parecía estarse divirtiendo bastante, lo que era él, quería sacarse al travesti de encima cuanto antes.

– ¿No es tu novio o sí?

– Claro que no.
El travesti sonrió más que nunca con la respuesta.

– ¿Cómo te llamas guapo?

– Minho – dijo el alto en un tono robótico, se pegaba lo más posible a la barra.

– Minho-ha – pronuncio en un tono que pretendía ser sexy -. ¿Eres mi oppa Minho-shi?
La carcajada que dejó escapar el alto contagió a Jin y de pasada al ridículo travesti.

– ¿Entonces tu noona? – pestañeó un par de veces a modo de coquetería. Minho le sonrió de vuelta y le palmeo suave el hombro.

– Creo que soy tu dongsaeng – dijo divertido, se había relajado y el travesti ya no le parecía tan peligroso.

– Kwon – llamó Jin -, avísanos cuando sea tu turno.

– ¡Claro! – saltó alejándose de Minho -. El show empieza en media hora.

– No sabía que acá se daban esa clase de espectáculos.
Ambos miraron a Minho como un bicho raro.

– Creo que te falta venir más seguido a Babylon corazón – le lanzó un beso al aire y se acerco a Jin para decirle algo al oído. El tiempo que duró aquel secretito Jin le miró con expresión burlesca. Minho se preguntó si le estaba diciendo algo sobre él.

– Bien, me marcho – dijo el Gaga guiñándole el ojo a Jin -, te dejo para que hagas lo tuyo – El chico enarco una ceja y le propinó un suave golpe en el estomago -. ¡Hey! – chilló el travesti llevándose ambas manos al vientre.

– No digas estupideces.
Jin se removió en su lugar. Sonreía de forma queda.

– Solo digo lo que veo – se arregló el cabello rubio extra largo y miró a Minho -. Me cuidas al muchacho ¿he? – Minho asintió y observó a Jin, quien ponía los ojos en blanco -. Ahora que lo pienso… – retrocedió un paso -, hacéis muy linda pareja – comentó mientras contemplaba a ambos con ojos brillosos.

– Ya piérdete Kwon, se te hace tarde – Jin le había dado la espalda y tomaba su vaso de tequila.

– Por mí que se quede – habló Minho con una sonrisa divertida. Se le hacía gracioso el sujeto.

– Después de my show baby, vengo por ti. Le lanzó un último beso antes de irse y despedirse con un tintineo de dedos. Su rosado atuendo desapareció entre la multitud y Minho lo siguió hasta que su cabellera platinada se hubo perdido.

– No le des aire a sus tonterías – dijo Jin girándose hacía él -, suele cumplir sus palabras.

– Tranquilo, no pasa nada – tomó también su vaso de tequila y se dispuso a beberlo. Al mismo tiempo tragaron y cogieron los limones para pasar la fuerte sensación.

– Aaahhh… esto esta fuertísimo. Minho sacudió la cabeza y apoyó ambas manos en la barra -. Si termino ebrio será tu culpa.
El chico sonrió y le sirvió otro vaso, Minho lo miró incrédulo.

– Empiezo a pensar que ese Kibum no es tan cool como creía… – se estaba burlando -. ¿Qué hacen ustedes dos? ¿Sentarse todas las noches a ver el canal de costura? – soltó una risita. Minho entornó lo ojos y abrió ligeramente la boca, estaba sorprendido. Tomó su vaso recién servido y lo bebió de un trago, esta vez no tomó el limón y dejó que la sensación del alcohol puro hiciera mella en su garganta sin ningún tipo de contrarrestante.

– No soy ningún aburrido, y ningún anticuado – dijo con molestia en la voz. “Mentiroso” se dijo mentalmente, claro que era un aburrido -. Y no metas a Kibum, el tiende a ser más osado que yo.
Jin pareció meditar sus palabras, dejó la botella a un lado y se recargó en la barra. Minho por primera vez en toda la noche sintió el sonido de la música algo lejano, el ruido y el barullo de la gente se le hizo una motita en el oído y la estantería con licores detrás de la barra le parecieron una extraña gama de colores y figuras. Tragó saliva y bajó la cabeza. Solo llevaba tres tequilas. ¡Tres tequilas! No podía ser tan blandengue. Que decepción.

– La primera vez que te vi, creí que eras de esos tipos bohemios – habló de pronto Jin, tenía la mirada sobre su vaso vacio y parecía concentradísimo -. De esos chicos hijos de papá, que vienen aquí con los bolsillos llenos de billetes a buscar tipos fáciles – sonrió tímido, como si le avergonzara. Minho giró el rostro para observarle y oírle con atención -. Estabas acompañado de chicos guapos… igual que tu – murmuró en un tono tan bajo que Mihno creyó haberlo hasta imaginado – asique, me hice esa imagen de ti – le miró de reojo -. Presuntuoso, soberbio, adulador.. galán – volvió la vista a su vaso -. “Maldito niño rico” pensé, lo debe de tener todo y yo nada…
Hizo una pausa, se servía tu tercer trago de tequila.
Mihno no sabía que decir. Abrió la boca para añadir algo, pero nada salió de ella.
Sucedía siempre que la gente se hace ideas equivocadas de las personas que no conoce, pero más que la percepción errónea que se que había hecho de él fue la tristeza que traspasaba su voz en esos momento lo que gatillo a que experimentara compasión. “Lo debe tener todo y yo nada” repitió en su mente. Jin sufría más de lo que él mismo creía. ¿Pero qué podía hacer? El chico le cerraba todas las puertas y le bloqueaba el paso hacía una ayuda pertinente. Mientras él no se dejara ayudar, nada más se podía hacer, salvo escucharlo, y hacerle un poco más amena la vida.
Minho se había decidido a comentarle algo cuando Jin retomó su relato. Decidió seguir escuchándolo, que el chico se estuviera relajando con él era un gran paso.

– Cuando Yang puso los ojos en ti, ppfff, imaginarás como me puse – sonrió y levanto el vaso lleno -. Te odie al instante – ingirió el alcohol y al igual que Minho esta vez no recurrió al trozo de limón. Arrugó el rostro y soportó la sofocante sensación. Tosió un par de veces y Minho le dio unas palmadas en la espalda.

– Por querer hacerte el rudo – se burló, Jin le regaló una de sus miradas de odio y llenó los vasos por cuarta vez -. A este paso quedaremos ambos tirados en medio de la pista.

– Antes de que eso pase nos divertiremos en grande – propuso, y elevando el vaso hizo un mudo silencio y se zampó su cuarto tequila, apena se recuperaba del anterior y ya se había bebido el siguiente. Minho le siguió y ambos esta vez optaron por el dichoso limón. Con un sonoro “Aahh” dejaron los vasos en la barra. Minho se lamió los labios y tanteó el hecho de que quizá ya era suficiente, si seguía bebiendo sabe dios donde iría a parar.

– Hey Jin – llamó bien sujeto de la barra, temía soltarse y comprobar corporalmente como estaba su estado etílico -. ¿Ya no hay resentimiento o sí? – El chico le miró desconcertado. Había querido hacerle esa pregunta hace rato pero no encontraba la oportunidad para hacerlo. Quería salir de dudas y que mejor momento -. ¿Aún me odias?

Jin pareció pensarse la respuesta, miró hacia todos lados como buscando la contestación en la gente, y sin observarle del todo le dijo:

– Un poco – murmuró. Minho apenas escuchó, se acercó para oírle mejor, el chico reaccionó tenso -. Digamos que ya no como antes.

– Yo nunca he sentido ninguna clase de resentimiento hacia ti – estaba muy cerca de él y a Jin se le hacía difícil mirarle a los ojos -. Es más, desde el primer momento llamaste mi curiosidad.

– Claro, habías pensado que era una chica – espetó Jin. Ambos rieron.

– ¿Y que querías qué pensará? Con esas ropas cualquiera se hubiera confundido.

– Pues soy bastante hombre para mis cosas por si no lo has notado – le dio un golpe en el hombre bastante fuerte.

– Lo he notado, gracias – musitó Minho sobándose el hombro. Jin rió -. ¿Te dijo alguien alguna vez que como mujer te ves es-pan-to-so? – carcajeó con su propia broma y se ganó otro golpe en el hombro.

– Ya te dije que no lo hago porque me guste.

Minho se llevó la mano al hombro y examinó las expresiones de su rostro contrariado. Suspiró he intento sonar lo más serio posible.

– ¿Y dices que no llevas una vida miserable?

Jin le miró fugaz.

– Yo podría haberle dicho toda la verdad al viejo hoy – su voz se estaba apagando y para hacerse oír se acercó más de lo normal, tenía el perfil de Jin demasiado cerca -, pero no lo hice.

– ¿Eso que tiene que ver? – le encaró -. ¿Estás esperando que te de las gracias?

– No. Intento hacer que confíes en mi – miraba a sus ojos con intensidad, más de la que le hubiera gustado, si no lograba persuadirlo con sus palabras, que al menos fuera con su mirada, Minho era consciente del poder que tenían sus ojos -. Deja el tonto resentimiento de lado. Quiero ayudarte de verdad.

Jin se había quedado mirando sus oscuros ojos. Minho había conseguido atraparlo, pero aun observaba algo de recelo en sus dilatadas pupilas. El chico quería confiar en él, pero no le resultaba tan fácil y seguramente se debatía internamente si debía seguir escuchándole o no. Al menos eso pensaba.

– ¿Por qué? – fue lo único le logro articular. Jin ya le había hecho esa pregunta hace un rato atrás y entonces no contestó nada. Ahora si parecía tener una respuesta, aunque no sería del todo sincera.

– Porque también existen buenas personas en este mundo ¿sabes?

Jin parpadeó un par de veces rompiendo la conexión que lo mantenía atrapado.

– Que humilde – se mofó. Minho sonrió de medio lado.

– No existe ningún trasfondo malévolo u doble intensión – explicó -, solo es una… ayuda. No seas tan desconfiado.

– Lamento ser desconfiado – ironizó -, pero no quiero pecar de ingenuo por enésima vez – se giró hacia la barra y tomó la botella por el cuello.

– Yo jamás te haría algún mal.

Jin le encaró con botella en mano.

– Si no tuvieras novio… diría que intentas ligarme… – le clavó una mirada desafiante -. ¿Por qué insistes tanto? Aunque claro, hoy en día el tener novio o estar casado ya no es impedimento para eso – Le miró de arriba abajo con un deje de despreció y luego se volteó para gritarle al barman al otro lado de la barra -. ¡Bren! ¡Me llevo el tequila! – y levantó la botella, el barman le dio su aprobación con el dedo pulgar y Jin sonrió.

– Oye, no soy de esos, pensé que ya te habías hecho una buena idea de mi – se defendió alejándose de la barra, mal tino, los efectos del tequila ahí estaban y los sintió vertiginosamente en su cabeza, aun así se mantuvo bien, fue un simple mareo -. Aunque claro, sabiendo la primera impresión…

– Ya, dejémonos de charlas estúpidas – le cortó Jin -. Tenemos música, compañía y una botella de tequila – la elevó -. Divirtámonos.

– Creo que no eres buena influencia para mi…

Jin se echó a reír.

– No puedo creerlo, me ofreces ayuda y me plantas un mundo genial ¿pero crees que puedo ser mala influencia? Creo que debes ordenar mejor las ideas en tu cabeza.

Jin rió una vez más y se llevó la botella a los labios, bebió un trago y se limpio los restos con la mano, aguantó por segunda vez el tequila sin la ayuda del limón. La forma en que arrugó la nariz a Minho le pareció extrañamente adorable y en un impulso se acercó y le limpió una gota de tequila que se resbalaba por la comisura de sus rosados labios. Aquel gesto dejó helado a Jin, Minho de nuevo lo atrapaba con sus ojos y el contacto de sus dedos contra su piel le había provocado un hormigueo extraño en las piernas. ¿Demasiado tequila? Rogaba porque fuera eso.

-T -te ibas… a manchar… la camiseta – le explicó Minho arrugando el ceño como si estuviera aturdido.
Eso había sido muy raro. No se había parado a pensar en lo que hacía hasta que lo hizo. Era un gesto casual y casi normal, pero había dejado de serlo cuando se sintió nervioso y ansioso, y pudo percibirlo en el chico frente a si también. Aquí había algo que estaba mal y la mirada cohibida de Jin no le ayudaba distinguir qué.
Sin poder soportar más su mirada, Jin desvió la suya apenado y se lamió la comisura, allí donde antes Minho había limpiado, y en un gesto poco común de él se acomodó un mechón de su lacio y rubio cabello detrás de la oreja.
¿Pero qué demonios era esto? A Minho no le quedo más opción que darle la espalda. ¿Qué estaba sucediendo? La boca del estomago se sentía rara y el corazón apretado. Hasta la respiración se le había hecho trabajosa. Miró hacia todos lados y decidió llevarse una mano a la frente, bajó la cabeza y apretó los ojos. Mala idea. El mareo se hizo más notorio que nunca, lo que le provocó un desequilibrio monumental. Abrió los ojos de golpe y antes de terminar de bruces en el suelo estiró el brazo para apoyarse de lo primero que encontró, para su mala suerte, fue nada menos que en el pecho de una chica. Chica que naturalmente resulto escandalizada y que contaba con una novia de lo más chillona. Minho se salvó de caer al suelo, pero no de los gritos y los insultos del par de lesbianas. No supo cómo, ni cuando, pero de pronto lo que había sido un pequeño malentendido se había transformado en una discusión de gran aplomo. Minho se defendía y pedía disculpas pero las lesbianas parecían querer matarlo. Comenzaron los empujones y se metió más gente a lo que se había transformado en una pelea. Hasta Jin había aparecido a su lado y amenazaba con partirle la botella en la cabeza al que osara lanzar el primer golpe. Las chicas resultaron de temer y unos cuantos homosexuales se unieron a la bronca. Bastó con que un manotazo proveniente de quien sabe donde pasara rozando la cabeza de Jin para que este se lanzara con botella y todo. De esa forma comenzó una pelea descarnada de empujones, manotazos, cachetadas y tirones de pelo entre todo aquel que estuviera cerca o que quisiera unirse por simple morbo. Minho quien había sido el provocador de todo, para su desconcierto, estaba fuera de aquel tumulto de lesbianas y homosexuales ebrios y salvajes. Tenía que irse de allí, esto se había descontrolado. Entre los cuerpos vio a Jin encarando a otro sujeto, le ganaba en cuerpo y tamaño, si decidía comenzar una pelea con él estaba completamente perdido. De pronto la música sonó más estruendosa que nunca y se escucharon los gritos de los guardias matones que venían a disolver la pelea. Tenía que sacar al chico de ahí ahora. Avanzó unos pasos y llegó justo en el momento en que Jin empujaba fuertemente al otro tipo por el pecho, y avanzaba los pasos que el otro había retrocedido. Minho se sorprendió de su fuerza, recordó fugazmente el instante en que lo había golpeado en el hombro, le había dolido.

– ¡Jin, vámonos! – exclamó por sobre la música y la bulla del gentío.
Justo en el instante en que el sujeto se recobraba para golpearle, Minho tiró de su brazo, alejándolo del lugar en donde hace pocos segundos había estado su cabeza y por donde ahora pasaba un energético puño. El tipo se preparaba furioso para otro golpe cuando Minho decidió anteponerse y darle un segundo empujón en el pecho, en este caso con la fuerza suficiente como para derribarlo. Jin era más bajo y más delgado que él, pero Minho no. Cuando el tipo estuvo tirado en el suelo hizo la retirada, llevándose a Jin consigo.

– ¿Estás loco? Porque te metes ahí – regañó Minho una vez estuvieron fuera del tumulto, habían salido justo al tiempo en que los guardias separaban a todas las guarras que se daban con uñas y dientes.

– Intentaba defenderte por si no lo notaste – habló Jin, sonreía divertido y miraba la escena que se había transformado en un completo despelote.

– Sí, claro, defenderme – se burló -. Eres más escuálido que yo, por favor… – rió y se alejó antes de recibir otra mirada de odio. Minho llegó a un lado de la barra de nuevo, donde los curiosos miraban divertidos la escena, hasta los barman se habían reunido para mofarse del espectáculo. Se apoyó en la barra y recién notaba el estado de Jin, quien caminaba retrocediendo hacía él. Tenía la camiseta y la chaqueta empapadas, al igual que parte de su cabello. Cuando Jin sintió que su espalda chocaba con la barra, a un lado de Minho, se cruzó de brazos y ensancho aun más su sonrisa con el dichoso show de manotazos.

– ¿Que te paso? – preguntó el alto. Un olor a tequila enorme le perforó la nariz. Diablos, era su chaqueta favorita. Genial. Gracias Jin -. ¿Qué hiciste con la botella?

– Se la zampé a un tipo en la cabeza – respondió sin dejar su sonrisa.

– ¿Y cómo has terminado mojado tu?

– Es que el tipo me tenia abrazado – explicó haciendo el gesto con sus brazos y abrazando a alguien inexistente -. El botellazo de lo llevó él, pero nos manchamos los dos – Por primera vez parecía reparar en la chaqueta. Se miró así mismo y luego a Minho.

– Lo siento – murmuró -. Pero fue con un buen fin – se excusó provocando la risa en Minho.

– Eres increíble… – exhalo, sonreía divertido y negaba con la cabeza.

– ¿Recién lo notas?

Jin se sacudió el pelo húmedo y ventiló un poco su camiseta y la chaqueta.

– Apestas – musitó.

– Al menos no es ha sudor o a algo repugnante – Jin inspiró fuerte y exhaló del mismo modo, luego sonrió abiertamente -, me podría terminar de embriagar solo del olor que tengo.
Ambos rieron y compartieron algunos tontos comentarios más, todos con respecto al olor a tequila que ahora emanaba y lo fuerte que apestaba.

– Jamás había pasado algo como esto aquí – decía Jin, volvía su atención a la pelea, parecía realmente fascinado y divertido -. Que escándalo, haha ¡Mira allá! – apuntó hacia el pequeño escenario al lado de las escaleras, donde tres travestis, incluyendo al dichoso Kwon se tiraban del pelo y arañaban sus sofisticadas ropas.

– Hahaha… pero… qué diablos.

La pelea en la pista, en vez de disminuir con la llegada de los guardias parecía haber aumentado, tanto así que la música se detuvo y las luces se prendieron. Toda la pista era un ring de boxeo, hasta los bailarines en los cubos habían bajado y se unían a la tremenda remolca que tenían las transformistas. ¿Y todo por un pequeño malentendido?
Unos hombres con trajes verdes comenzaron a pedir el desalojo del lugar y con ellos consiguieron las protestas de la gente, pero el asunto ya se estaba saliendo de control. Los vasos volaban y la turba había dañado un acceso de la escaleras, se habían hecho con los fierros y comenzado un desmán de grandes proporciones.

– Vámonos – dijo Minho. Jin asintió, pero antes de seguirlo se encaramó en la barra, y aprovechando la distracción y el desorden para hacerse con dos botellas de alcohol, una de licor y otra de vino.

– ¡¿Qué haces?! – exclamó cuando lo vio coger ambas botellas.

– Aseguro nuestras provisiones – apretó el agarre de las botellas y se encaminó hacia la salida.

– Oye espera, eso es robo.

– Esto se llama.. – se volteó para levantar ambas botellas, una en cada mano – …aprovechar las oportunidades.
Minho le dirigió una mirada de reproche.

– ¡Ya Minho-ha! – bajó los brazos y se subió de hombros -. Bren de todas formas me las hubiera regalado – sonrió con suficiencia y se dio la media vuelta -. Anda…

Minho suspiró y lo siguió fuera de la discoteca, del desorden y de la pelea que parecía no tener fin. Al parecer los alcohólicos homosexuales se habían hecho con la barra de tragos porque un estruendo de vidrios sonó en cuanto abandonaron el lugar junto con la multitud de gente que escapaba del despelote. A empujones y gritos salieron del recinto. Afuera, el frio del invierno hizo mella en ellos, sobre todo en Jin que estaba empapado.

– Demonios – maldijo el chico -, quería ver el espectáculo de Kwon.

– Ha, igual yo.

– ¿Dónde iremos ahora? – preguntó Jin. Aun sujetaba ambas botellas y cernía los brazos al cuerpo, le tiritaba el mentón.

– Te llevo a tu casa. Salió a la calle y emprendió la caminata hacia el coche.

– ¡¿Qué?! – le siguió un par de pasos -. No Minho, no puedes ser tan aburrido, deben ser apenas las dos de la mañana.

– Pues para mí ya es suficiente – no se había volteado. Seguía su camino hacia el coche.

– Ya, no puedo creerlo.

Le siguió a regañadientes, echaba chispas por los ojos y tenía los labios totalmente crispados.

– Eres un aburrido – le soltó.

Caminaron calle abajo, uno detrás del otro, hasta que hubieron llegado al coche. Se plantaron a un lado del automóvil y Minho desactivo la alarma, sacó el seguro y le indicó a Jin que se subiera. Una vez adentro activó la calefacción y se reclinó en el asiento con tranquilidad, quería calentarse el cuerpo antes de conducir. Cerró los ojos un segundo escuchando como Jin se removía en el asiento adjunto. El chico estaba molesto y él estaba mareado, no podía conducir así. ¿Y Jin quería que siguieran con la fiesta? Jamás había conducido en ese estado, abrió los ojos de golpe y descubrió a Jin observándolo, estaba girado sobre el asiento y lo inspeccionaba. Había abierto la botella de vino y bebía a sorbos.

– ¿Y sigues bebiendo? – le miró incrédulo.

– No hay que desperdiciar esto – dijo enseñándole la botellas.

– ¿Estás loco sabes? No tienes límites.

– Lo sé – sonrió arrogante.

Minho volvió a reclinarse en su asiento y a cerrar los ojos.

– Estas ebrió – le dijo con una sonrisa burlesca.

– Claro que no – se defendió -. Solo algo mareado.

– ¿Un trago? – le extendió la botella y Minho le miró ceñudo -. Anda – le animó -, que es lo peor que puede pasar… ¿Qué llegues ebrio a tu departamento? ¿Qué Kibum te regañe por llegar así?
Minho le iba a rebatir, pero se quedó pensando en algo…

– ¿Cómo es que sabes eso? Que yo recuerde no te o he contado.

Jin levanto las cejas y bajo la botella.

– ¿Qué cosas?

– Eso que acabas de preguntarme – dijo irguiéndose en el asiento y volteándose para mirarlo de frente -. Que vivo con Kibum y que tengo un… departamento.

– Mmm.. bueno.. – frunció los labios y ladeó la cabeza -, eras la nueva obsesión de Yang, tuve que investigar algunas cosas sobre ti.

Se acomodó en su asiento y quedó con la vista en el parabrisas, seguía dándole de a sorbos a la botella.

– ¿Y qué es lo que conseguiste averiguar? – preguntó con interés.

– Nada del otro mundo – explicaba sin mucha emoción -, cosas triviales como que tu nombre es Choi Minho, tienes veinticuatro años, te graduaste joven a los veintitrés y ahora trabajas en la compañía publicitaria de Brinthx donde llevas un año… – hablaba con soltura y con una mano iba enumerando las cosas que decía -, tienes un novio muy apuesto llamado Kibum… – Minho frunció el ceño con lo de “apuesto” -, y vives en un departamento en el centro de la ciudad, con tu novio…

– ¿Sabes donde vivo? – le interrumpió.

– Mmm, no exactamente – le dio otro sorbo a la botella -, creo que tengo tu dirección por ahí, pero jamás busque tu departamento – se rió -, nunca tan sicópata.

Minho estaba con la boca abierta, jamás se lo esperó. ¿Y cómo es que el chico se había hecho con toda esa información?

– Pareces sorprendido – se mofó Jin.

– Lo estoy.

La sonrisa autosuficiente que le dedicaba Jin no le ayudaba a sentirse menos invadido. El chico sabía un montón de cosas sobre él, cuando de él no sabía nada.

– ¿Cómo crees que Yang dio contigo entonces?

Minho le observó con el ceño fruncido.

– Tuve que averiguarlo para él – explicó -, tu edificio de trabajo, tu área de especialización, etc.

– Pero… – trataba de atar cabos, había algo que no entendía -, no comprendo. Si tanto me odiaste en un principio… ¿Por qué le ayudaste a encontrarme?

El chico miró la botella en sus manos y decidió ir por otro trago antes de contestar.

– Porque es mi deber como dote.

Minho hizo un mohín.

– Si le estabas ayudando… ¿Por qué hablaste conmigo luego? ¿Qué caso tenía ayudarlo si después me ibas a advertir a mi?

Hubo un silencio prolongado, en que Minho esperó respuesta y Jin decidió que era mejor mirar la botella que beber de ella. El ruido de la multitud que salía de la discoteca les llegaba desde lejos y de vez en cuando pasaba uno o que otro grupo de jovencitos por el costado de las ventanillas. Minho seguía esperando que el chico le contéstara, Jin se tomaba su tiempo.

– ¿Me vas a decir? – insistió.

– Es que no lo sé – levantó la mirada y le enfrentó -. No sé porque lo hice, y no sé porque estoy aquí también – desvió la mirada, volvía a prestarle atención al diseño en la etiqueta de la botella.

Minho suspiró he intento descifrar su comportamiento. Aquel chico se las ganaba todas, era una caja de sorpresas, cada encuentro con el era algo revelador y comenzaba a frustrarle el hecho de que parecía que jamás terminaría de conocerle por completo. A veces huraño, a veces vulnerable, a veces amistoso y a veces receloso, en ciertas ocasiones ingenuo y otras astuto. No había parámetros para Jin, abarcaba una enormidad de posibilidades que le desesperaba. Él, que siempre se pensaba dominador y consiente de todo, se encontró desarmado. ¿Con que iba a salirle el día de mañana? ¿Con que estaba casado y tenía hijos?
Volvió a suspirar y estiró la mano para quitarle la botella de vino. Jin le siguió y observó cómo se empinaba la botella. Minho bebió uno, dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis largos tragos mientras apretaba los ojos. Despegó la botella de su boca bajo la atenta mirada de su copiloto y respiró fuerte unas dos veces.

– ¿No estás casado o tienes hijos verdad?

La pregunta pilló desprevenido a Jin quien se largo a reír.

– ¿De qué hablas? Estás loco, claro que no.

Respiró fuerte un par de veces más esperando los efectos del vino, tenía la mirada fija en el parabrisas y la mente revuelta. No le gustaba sentirse así, vulnerable, y ni la risita de Jin ni el vino le ayudaban a sentirse mejor.

– ¿Cómo averiguaste todas esas cosas?

Jin le quitó la botella y se la llevó a la boca.

– Tengo mis contactos – dijo antes de beber. Minho asintió y recostó la cabeza en el respaldo del asiento.

– Asique ¿Ese viejo lo sabe todo de mi también? – una sensación de repugnancia le recorrió al boca del estomago.

– Sí – murmuró -. Tu le hacías mucha… ilusión – su voz se apagó -. Hace tiempo que no lo veía tan encaprichado con alguien.

Experimentó un escalofrío al imaginar al viejo Yang fantaseando consigo.

– Lo aborrezco – musitó dándole una sacudida a su cabeza. Le quitó nuevamente la botella a Jin y bebió un largo trago -. Es un hombre… repugnante – agregó -. ¿Cómo puedes estar con él? Tiene familia, hijos y… aaww… – volvió a empinarse la botella.

– Ya, no empieces de nuevo, deja de cuestionarme.

– Esto sonara estúpido pero… – le miró un poco azorado y a la vez con un deje de lastima en sus ojos – …gracias – pronunció en un tono suave. Jin alzó las cejas -. Gracias por hablar conmigo esa noche y… contarme… todo.

Jin ladeó la cabeza. No alcanzaba a entender a que venían las gracias.

– Me advertiste del viejo – siguió -, gracias por eso.

– Aahh… – se giró en el asiento -, ya te lo dije, lo hice para defender mis intereses, no para ayudarte.

El comentario le provocó más descontento del que hubiera querido, y como siempre el muchacho notó su decepción, porque sonrió.

– Aunque… me pareció muy raro que Yang te haya dejado ir así nada más – a Minho también le había parecido raro, pensó que le pondría mas trampas o mas tapujos -, el no es así, es de los tipos que siempre consiguen lo que quieren y no se… se me hace extraño que haya aceptado tu renuncia así sin más – se llevó una mano al mentón y desvió la mirada hacia el salpicadero -, puede que esté tramando otra cosa.

– ¿Otra cosa como qué?

– No lo sé – comentó mirándolo de nuevo -, de Yang puedes esperar lo que sea.

– Vaya, eso me tranquiliza mucho – bromeó y se llevó la botella a la boca, para su desencanto ya se encontraba vacía.

– ¿Y yo era el ebrio-mala influencia?

Se sonrieron y Minho se lo pensó dos veces antes de tomar la botella de licor que tenía Jin.

– Se supone que soy el malo y el que te alienta a que tomes más pero… creo que esta vez pasare – dijo recostándose en el asiento y poniéndose el cinturón de seguridad -. Conozco mis limite y creo que si sigo bebiendo vomitare – rió -, y no quieres eso en tu auto.. ¿O sí?

Minho frunció el ceño y miró la botella de licor. ¿Era normal que se le hiciera agua la boca por beber otro trago? ¿Era normal que viera el volante tan lejos y el rostro de Jin medio nubloso?

– Rayos – dijo al tiempo que sin querer soltaba la botella de licor, que fue a parar a sus pies intacta -. Maldición.
Sintió a Jin reírse en la lejanía, lo vio hacerse una bola en el asiento, había subido los pies y escondía la cabeza entre las rodillas. “Par de ebrios pensó” Y ahora, ¿Como conducía de vuelta a casa? Se removió en el asiento y sintió la botella rodar en sus pies, estiró una mano para cogerla y meterla en la guantera, pero fue todo un reto hacerse con ella. Sus manos y pies no lograban ponerse de acuerdo para coordinarse, cuando estiraba la mano sus pies pateaban la botella en sentido contrario, cuando movía la mano hacia la otra dirección sus pies pateaban la botella hacia donde antes estaba su mano. Dejó escapar algunas exclamaciones y solo fue al cabo de unos cinco minutos que pudo hacerse con la botella y torpemente meterla en la guantera. Respiró hondo y aferró con ambas manos en el volante, se concentró más que nunca en el parabrisas he intento hacer de su visión una sola. Cuando lo logró soltó despacio el manubrio y tanteó el cinturón de seguridad, otra hazaña mas, lograr cruzárselo y ponérselo sin dejar de mirar el parabrisas, otros cuantos minutos perdió haciendo aquello. Cuando lo hubo hecho buscó las llaves en su pantalón, eso fue sencillo, lo que volvió a costarle fue el tratar de acertar la llave en el contacto. Maldijo unas cuantas otra veces antes de hacerlo, hizo contacto y cuando sintió el ronroneó del motor llevó otra vez sus manos al volante. Respiró fuerte unas veces tratando de decidir el momento en que daría marcha al vehículo.

– ¿Jin? – llamó sin despegar la vista de la desembocadura de la calle al frente -. Jin – llamó otra vez.

– ¿Mmmm? – fue lo que obtuvo por respuesta, el chico mantenía la misma posición.

– ¿Estás bien? – se arriesgó a mirarlo de reojo.

– No – balbuceó -. Quiero vomitar – Levantó la cabeza y la apoyo atrás. Tenía los ojos cerrados y la boca entre abierta.

– Genial – musitó volviendo la mirada adelante -, yo también.

Tragó saliva y apretó el volante con más fuerza.

– Jin, donde está tu casa.

El chico no contestó y Minho repitió la pregunta en voz más alta.

– ¡Jin! – exclamó, pero el chico solo balbuceó algo sin sentido -. ¡No te duermas maldición!
Solo obtuvo más balbuceos como respuesta. Con un golpe en el manubrio puso en marcha el auto, la maquina se movió de forma brusca, fue hacía adelante, hacia atrás y hacia adelante otra vez.

– ¡Demonios! – maldijo Minho tratando de dominar su automóvil. Luego de unos cuantos zamarreos logro salir a la calle y conducir muy despacio avenida abajo. Pestañaba más rápido de lo normal y parecía ir tieso sobre el asiento, si no le pasaban una infracción por alta velocidad se la pasarían por baja, seguro a pie se andaría más rápido que arriba de ese coche. Pero era mejor prevenir, no quería una multa y menos una detención por manejar ebrio. Además, tenía a un chico borracho de copiloto. ¿Y ahora que iba a ser con él? Su mente revuelta y alcoholizada no le hizo pensar en más opciones que llevarlo al departamento, donde Kibum lo ayudaría seguro. Ahora que lo pensaba, Kibum no lo había llamado ni una sola vez. Quiso revisar su móvil pero eso sería una mala idea, no se atrevía a conducir con una sola mano, asique solo se armó de paciencia y rogó por no encontrarse con alguna patrulla policial en el camino.

Media hora. Media hora duro el trayecto hacia el departamento, un trayecto que le hubiera tomado diez minutos de haber estado en sus cinco sentidos, pero al cabo de ese tiempo había logrado llegar al aparcamiento de su edificio sin contratiempos, ningún vomito indeseado sobre el salpicadero, ningún berrinche de chico ebrio, ningún exceso de velocidad, ninguna maniobra arriesgada, ninguna luz roja y ninguna patrulla policial. Cuando se hubo estacionado, apagó el motor y retiró las llaves, se echó hacia atrás en el asiento y cerró los ojos relajado. Entonces se acordó de su móvil y lo sacó del bolsillo, entornó los ojos para mirar la pantalla, pero por mas que le daba con el dedo al touch este no reaccionaba, se le había agotado la batería. Eso explicaba el hecho de que no haya recibido llamadas de Kibum, lo que a su vez era malo. Seguramente le había preocupado y en estos momentos estaría llamando a media docena de amigos para preguntarles por él, era tarde y aun no volvía a casa. Con un suspiro guardó el celular y miró a Jin a su costado. Dormía desparramado en el asiento con la cabeza apoyada en la ventanilla. Rió al verlo así, parecía tan vulnerable, normal e inofensivo. Estiró una mano y le tocó el hombro.

– Jin. Jin despierta – dijo moviéndolo con suavidad. El chico no reaccionó, seguía durmiendo -. Hey, vamos, despierta – y esta vez le zarandeó con mas brusquedad. Jin frunció el ceño y se removió en el asiento para darle la espalda y seguir durmiendo. Minho sonrió y decidió que era mejor bajar primero. Retiró las llaves y sacó el seguro del automóvil, respiró y salió despacio del coche, el piso se movió vertiginoso bajo sus pies y tubo que aferrarse al borde de la puerta para no tambalearse. Cerró la puerta y bordeó el auto apoyándose siempre con una mano. Una vez al otro lado, abrió la puerta del copiloto despacio y se inclinó para hablarle a Jin.

– Hey Jin – dijo al tiempo que lo tomaba por los hombros y lo movía un poco -. Ya llegamos, despierta.

El chico se removió y murmuró algo muy bajo. Minho siguió insistiendo hasta que hubo abierto los ojos.

– Aaww, te odió – musitó. Tenía la mirada entornada y trataba de enfocar las cosas que tenía cerca.

– ¿Algo mas que ya no sepa? – bromeó Minho, se sujetaba con ambas manos del marco de la puerta y esperaba paciente a Jin se dignara a despertar del todo.

– Ayúdame – pidió estirando una mano.

Diablos, el mismo necesitaba ayuda, no estaba seguro de poder dársela. Quizá el camino al departamento resultase más difícil que la conducción hasta allí.
Haciendo concentración sobre todo su equilibrio tomó la mano de Jin y lo ayudó a salir fuera del auto. Sus pisadas fueron torpes y Minho optó por aferrarlo de la cintura, el chico pasó su brazo por sus hombros y con la otra mano libre se apoyó del auto. Mientras hacía equilibrio Minho cerró la puerta con el pie y le puso el seguro al auto.

– Pesas – comentó sintiendo todo el cuerpo de Jin sobre un costado. El chico sonrió y dejó caer la cabeza al tiempo que cerraba los ojos -. ¡Hey! No te vayas a quedar dormido de nuevo.
Jin levantó la mirada y lo vio con ojos acuosos, luego miró a su alrededor. Frunció el ceño, estaba borracho pero eso no le quitaba lo cuerdo.

– Esta no es mi casa – murmuró.

– Claro que no – respondió Minho -. Es la mía.

Intentó caminar hacía el elevador que tenía el aparcamiento, pero Jin se había puesto duro como una piedra y le impedía seguir el paso.

– ¿Por qué no me llevaste a mi casa? – le miraba molesto y su voz había sonado fuerte. Aunque intentará sonar serió a Minho se le hizo gracioso, estaba borracho y su modulación era divertida.

– Porque nunca me dijiste donde vivías.

Quiso reanudar la difícil caminata pero Jin parecía querer ponerle las cosas aun más complicadas.

– Eres muy astuto… Chooooi Minhoooo – dijo estirando las palabras. Minho no pudo evitar una risita, lo aferró aun mas fuerte por la cintura he intentó emprender una vez más el camino hacia el elevador, esta vez Jin cooperó y movió sus pies para seguir el trayecto.

– ¿Se puede saber porque soy astuto?

Sentía que se tambaleaba y que la imagen del elevador iba y venía, solo rogaba por mantenerse lo suficientemente estable hasta llegar a las puertas, si ambos se iban de bruces al suelo no sabía cómo diablos lo harían luego para ponerse de pie.

– Porque se… lo que pretendes – musitó. Había dejado caer la cabeza otra vez, pero mantenía el movimiento en sus pies.

– ¿Y se puede saber qué es lo que pretendo?

Sonreía, para él, Jin solo estaba hablando un montón de cosas sin sentido.

– ¿Qué no es obvio? – alzó la cabeza enérgico y echó el mentón hacia atrás para mirarle a la cara. Tenía su rostro demasiado cerca y lo veía muy borroso -. Sé que te gusto… y que intentas ligarme.

Rió con su propio comentario y Minho también lo hizo.

– Estas muy borracho – le dijo.

– Acéptalo – siguió Jin con una sonrisa burlona -, es cierto.

Minho le miró con la misma sonrisa y negó con la cabeza.

– Solo hablas incoherencias.

– No lo son.

Se detuvo, habían llegado al elevador y se apresuró a pinchar el botón. Las puertas se abrieron de inmediato, el ascensor estaba justamente en ese piso. Arrastró a Jin dentro y oprimió el botón que tenía el número seis. El elevador cerró sus puertas y comenzó el ascenso.

– Ya estamos por llegar – murmuró Minho en un suspiro. Jin no le contestó nada, había entrado en ese estado dormitativo otra vez. Tenía la cabeza apoyada en su hombro y respiraba despacio sobre su cuello. Aquella sensación no paso desapercibida. Si bien el alcohol le adormecía ciertos sentidos, también le despertaba otros. Se sentía más sensible y más vulnerable. Más sensible al inofensivo encanto de Jin y más vulnerable a experimentar esas cortas pero intensas sensaciones.
Estaba mal, sabía que algo estaba mal. No era bueno sentir ese tipo de cosas, no con alguien que no es tu novio.
Tragó saliva y fijó la vista en los pequeños botones en el panel de control. Leyó los números de los pisos en voz alta y distrajo su mente de los pensamientos confusos. Trató de ignorar la sensación de su cuerpo cálido, del tacto de su mano sobre su cintura, que por lo demás era bastante estrecha, de su brazo alrededor de su cuello y de lo más difícil, del contacto de su boca tan cerca de su cuello. El chico no le estaba haciendo nada y a él le pasaban esas cosas. ¡Era una locura! ¿Desde cuándo le sucedía eso? ¡¿Desde cuándo sentía eso?! Se abofeteó mentalmente.

– Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido – se repetía cuando las puertas del elevador se abrieron. Exaltado, bajó de inmediato. Le costó más de lo normal, Jin ya estaba en el quinto sueño y tuvo casi que cargar con su cuerpo. La puerta de su apartamento no estaba tan lejos, por lo que no fue tan difícil llegar, unos cuantos desvíos, choques con la muralla y tropezones fueron los únicos pormenores. Tocó el timbre de inmediato y la puerta se abrió. Un hiperventilado y dramático Key apareció en el umbral. En cuanto vio a Minho quiso abalanzarse sobre él pero la inesperada figura de Jin se lo impidió. Entonces su rostro se crispo en una mueca de malignidad y comenzó a bombardearlo con un sinfín de preguntas acusatorias. Minho luego de esquivarlas todas entró en el departamento y le pidió ayuda.

– Después te explico – dijo con voz cansada -, ayúdame a llevarlo al cuarto.

– ¿Qué? ¿Al cuarto? ¡Pero quien es! – exclamaba Key, miraba al extraño con ojos desaprobadores -. ¿Qué es ese olor? ¡¿Estuviste bebiendo?!

– Te dije que luego te explico.

Ya que su novio no atinaba en ayudar, decidió llevar a Jin el mismo.

– ¡Choi Mihno! ¡Vuelve aquí! – gritó. Seguía sus pasos -. ¡Quién es ese chico! ¿Estabas bebiendo con él? ¡¿Por qué lo trajiste a casa?!

– Key, ya cállate, en serió – le atajó -, ya te dije que después hablamos.

Llegó al cuarto con Jin a la rastra y lo arrojó sobre la cama. El chico cayó como saco de plomo sobre el colchón donde se removió inconsciente. Minho respiró aliviado, al fin estaban en casa. Se sentó al borde de la cama y se llevó una mano a la cabeza para apaciguar el mareo.

– Ahora ve por una bolsa – le ordenó a Key que apareció en el umbral de la puerta.

– ¿Eh? ¿Una bolsa? – repitió su novio desde la puerta.

– Si, una bolsa – le miró enfadado -. No querrás que vomite sobre la cama ¿O sí?

Kibum se quedó con la boca abierta, echando chispas desapareció hacia la cocina. Minho suspiró y se volteó en la cama para mirar a Jin. Dormía tranquilo. Sonrió y estiró la mano para quitarle las zapatillas. Se puso en pie para despojarlo de la chaqueta y la camiseta que aun seguían húmedas pero se quedó quieto a mitad de camino. Sintió vergüenza. Un calor se apoderó de sus mejillas y el corazón se le aceleró un poco ante la idea de desvestirlo. No quería hacerlo. No podía.

En ese momento entró Kibum con una bolsa plástica y se la extendió, pero Minho no la recibió, se quedó allí mirándolo.

– ¿Me podrías hacer el favor de desvestirlo y ponerle algo cómodo para dormir?

– ¿Es una broma? – preguntó totalmente desencajado, apretaba la bolsa en su puño -. ¿Por qué yo y no tu? ¡Ni siquiera lo conozco!

– Por favor, hazlo, prometo explicarte todo después.

Avanzó hacia él y se apoyó entre su hombro y el umbral de la puerta.

– Te espero en el living – anunció antes de salir completamente de la habitación.

– ¡Espero sea una muy buena explicación Choi Minho! – escuchó gritarle desde la habitación, oyó el portazo de la puerta y el sonido de las corredizas del armario al abrirse. Se echó en el sofá y cerró los ojos agotado. Antes de pensar en las palabras más sutiles que podría utilizar para explicarle a Kibum lo que pasaba, pensó en Jin, y en que tendría que hacer algo con ese molesto sentimiento de vértigo. Si bien para todo lo demás ya tenía una explicación clara, para esto no. ¿Sería efecto del alcohol? No recordaba haber sentido vértigo con Kibum. Que… mal. No debió haber pensado en esa comparación. Ahora si estaba confundido.

CONTINUARA~~

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