[2Min] Babylon: Capítulo 7.


Capítulo 7: Visita.

– A ver si entiendo – decía Onew removiéndose en su butaca y dejando el trago por un rato -. Ese tal Yang, el empresario, es algo así como.. ¿Un mafioso?

– No sé si es un mafioso – rebatía Minho -. Pero de que es un viejo turbio, lo es.

– Osea… si se acuesta con chicos más jóvenes, está casado y anda de libertino en las discotecas…

– Eso no me da excusa para creer que es un mafioso, creo que te estás pasando – se echó a reír.

– Bueno, quien sabe, el viejo resultó estar interesado en ti – Minho arrugó la nariz -. Se me hace que es de esos tipos que van por ahí cogiéndose chicos jóvenes y pagándoles – Onew pensó unos momentos -. Qué asco de viejos.

El alto también dejó su trago sobre la barra y se quedó pensando en ello. Más bien en el hecho de lo que sentiría Jin al estar con el viejo. Y parecía que Onew también pensaba lo mismo.

– ¿Cómo dijiste que se llamaba el putito ese?

– No le digas así – saltó Minho, había ladeado el rostro y le miraba ceñudo -. Se llama Jin, bueno, le dicen Jin.

– Ni por todo el dinero del mundo soportaría acostarme con un viejo – se burló -. Bueno, en mi caso con una vieja. ¿O sí?
Al parecer Onew se creó una imagen mental de lo que había mencionado porque la cara de asco que expresó no paso desapercibida y arranco más de una risita por parte de Minho.

– ¿Por qué crees que el chico te contó todo eso? – preguntó volviendo de sus desagradables imaginaciones. Minho meditó la respuesta aunque era más que obvia.

– Para alejarme del señor Yang.
El modelo se pasó una mano por los cabellos y se recargó en la barra.

– Por un lado eso es bueno, es mejor que te lo haya confesado, aunque me parece gracioso que el chico se sintiera celoso ¿Quién se sentiría celoso de que le quitasen a un viejo? – su ironía hizo reír a Minho aunque eso mismo se lo había estado preguntando los últimos días -. Vaya jodida vida la que lleva ese chico – comentó y recupero su trago para darle un par de sorbos -. Seguro se trata de un travesti horrible, con bigote y pelo en el pecho – exclamó y rió a voz llena con su propio chiste. Minho solo sonrió. Si Onew creía eso sobre Jin, estaba completamente equivocado.
Luego de tomar aire y ahogar la última carcajada con otro sorbo de su vaso Onew le preguntó detalles sobre Jin, pero Minho se limitó a esquivarlo con respuestas vagas. A los minutos ya se había aburrido de insistir sobre el tema.

– ¿Kibum está enterado de todos eso?

– Claro – afirmó -. Se lo conté de inmediato.

– ¿Qué dijo?

– Nada – sonrió -. Odia al viejo. Pretendía conseguir su dirección para acribillarlo el mismo.

Ambos chicos rieron y al ver sus vasos vacíos pidieron al barman otra ronda. Onew se quedó meditando lo que recién habían hablado como si se tratase de algo de suma importancia que deseaba descifrar, Minho se limitó a mirarle esperando alguna clase de resolución o lo que fuera que estuviera pensando.
Desde su última salida, y noche de absolutas revelaciones para él, habían pasado dos semanas. Tiempo suficiente para aclarar sus ideas y tomar una decisión definitiva de lo que iba a hacer. Enterarse de las verdaderas intensiones del señor Yang le había descompuesto y estuvo un par de días bastante distraído y ausente dándole vueltas al asunto. Aunque en el fondo se preguntaba si realmente estaba así por la verdad sobre el señor Yang o por Jin. Si bien la situación con el empresario había ocupado sus pensamientos en las últimas semanas, no pudo evitar el hecho de repasar y rememorar su último encuentro con el muchacho de cabellos claros. Su penosa situación y estilo de vida le habían dejado con un gusto amargo en la boca y se encontró deseando poder sacarlo de allí, de ese extorsionado entorno donde valía tan poco. Pero esos deseos se esfumaban de inmediato en cuanto se ponía realista. Quería alejarse de ellos. Mejor así. Salir del círculo del señor Yang, se evitaría futuras sorpresas, malos ratos y quizás situaciones desagradables. Ese pensamiento incluía olvidarse de Jin, pero lo valía con tal de no meterse en problemas. El asunto del señor Yang no podía seguir pasando desapercibido y se decidió por contarle a Onew. Más que por un consejo, se lo contó porque para entonces el tema ya era algo curioso que deseaba compartir. Y no se equivocaba cuando pensaba que Onew más de algo gracioso sacaría del tema.

– Creo que debes alejarte de esto por un tiempo amigo – habló por fin -. Estos viejos y sus putitas no pintan nada bien, más que satisfacciones solo te traerán puros problemas.

Onew lo expuso de forma tan sería y dramática que a Minho le provocó risa.

– Hablas.. como si tuvieras la experiencia – dijo entre dientes y retomó su bebida. Onew le dirigió una mirada burlona y le imitó siguiendo con su trago.

– Como crees – musitó -. Es solo que, estos tipos son turbios como tú mismo lo dijiste. Es mejor que te hagas a un lado – se recargó en la barra y levanto un dedo -. No putas, No viejos depravados – finalizó levantando un segundo dedo.

– Ya renuncié, si es a eso a lo que te refieres – comentó -. Hace una semana más menos.

– ¿Y qué te dijo el viejo? – preguntó abriendo los ojos interesado.

– Tengo una reunión con él para hablar del asunto. Hoy.

– ¿Hoy? – repitió Onew. Minho asintió y levanto una ceja, como si lo que fuera a decir fuera de suma relevancia.

– Debo ir a su casa.

– Si vas no creo que salgas de allí virgen de atrás.

Minho rió divertido y le palmeo el hombro.

– Por mi dejaría todo como esta, pero, es mejor así, le dejare en claro que no me interesa seguir trabajando en su proyecto, se lo pasaré a algún compañero.

– ¿Qué explicación le darás?

Pensó su respuesta y apareció una sonrisa cómplice en su rostro.

– No diré la verdad – contó -. Aun no he inventado una buena excusa.

– ¿Que tal esto? – propuso Onew enderezándose -. No quiero seguir trabajando con usted porque su ramera me contó que me quiere dar por atrás… – Minho estalló en una carcajada y Onew siguió su monologo -… y bueno como comprenderá, no me meto con viejos asquerosos que no solo es la verga lo que les cuelga.
Las risas de Onew se unieron a las de Minho y a su chiste se unieron otros más subidos de tono que solo consiguieron traer más risas y bromas al asunto. Así, bajándole el perfil al tema y no dejando de bromear al respecto los chicos estuvieron metidos en el bar hasta que el sol afuera estuvo bien escondido. Las luces en el local se habían encendido y Minho comenzaba a prestarle atención a la hora. Se estaba acercando el momento de marcharse.

– Y la fiesta estuvo buenísima – explicaba Onew -. El departamento estaba a tope, asistieron las modelos latinas estas y wooo… créeme que cuando digo que son mujeres espectaculares… – bufó -, es porque lo son. Tienen unas curvas.. – delineó la figura de un cuerpo femenino con las manos y silbó -, para desquiciarse… y además…

– Onew… – llamó el alto. El modelo cortó su relato y le miró -. No me gustan las mujeres.

– Ya lo sé – dijo sonriendo -. Solo te cuento de lo que te pierdes por ser gay.

Minho resopló y se echó a reír por enésima vez esa tarde.

– Bueno, cuéntame que hiciste tu – pidió Onew dándole un golpecito en el brazo -. Que tal tu año nuevo.

– Estuvo bastante bien – comentó -. La pasamos con los padres de Kibum en Dongbong-gu.

– Oh, qué bien – dijo sin ánimos.

Minho se mofó de su falta de emoción. El no tenía historias emocionantes de soltero que contarle.

– Nosotros debemos tener más salidas – propuso Onew -, ¡Te hace falta más vida men! Como en los viejos tiempos, tú vas por mis chicas y yo te consigo chicos.

– Tengo novio Onew por si no te acordabas – ironizó-, y soy muy feliz así.

– Vaaaa, que tengas novio no quiere decir que no te puedas divertir, además… – lo miró suspicaz -, ya me di cuenta de tu fascinación por la rameras esas – le dio un golpe en el estomago del que se quejó -, eres un sucio Minho.

Onew rió sin dejar de mirarlo de aquella forma cómplice.

– ¿De qué estás hablando? – preguntó sobándose el estomago.

– No te hagas – acusó Onew -. ¿Crees que no me di cuenta? ¿Te traes algo con ese tal Jin no es así?
Minho frunció el ceño ante la descarada acusación de su amigo. Vaya imaginación que tenía.

– No me traigo nada – contestó sorprendido. Onew se acercó y buscó algo en sus ojos, como si su mirada le fuera a decir si estaba mintiendo o no.

– No te creo – murmuró -, pero sé que eres lo suficientemente discreto para no decirme nada.

– ¡Decirte que! No pasa nada – rió ante su cara de frustración -. Ya en serio Onew, que te estás tomando, tu exceso de imaginación me da miedo a ratos.

– A mi no me haces tonto – espetó alzando su copa -, vi esa cosa en tus ojos cuando hablabas del putito – los apuntó -, estoy seguro.

– Corta el rollo Onew – rió -, estás diciendo estupideces.

– Yo solo digo lo veo.

Se alzó de hombros y le dirigió una última mirada acusadora a Minho antes de cambiar de tema, o más bien, antes de que la llegada de cierta persona le hiciera hablar de otra cosa.

– Mira quien acaba de entrar – murmuró indicando hacia la puerta del bar. Minho se giró en su butaca y observó al recién llegado.

– ¿Quién es? – preguntó volteándose para mirar a Onew y luego al sujeto en la entrada otra vez. Se trata de un hombre corpulento y alto, de unos cuarenta años, vestía de etiqueta y llevaba colgada del brazo a una chica joven y estupenda. “Un tipo rico” fue lo primero que pensó, otro empresario ricachón que dedicaba su tiempo a las mujeres y seguro a ponerle los cuernos a su esposa. Parecía de ese tipo de hombres, “como el señor Yang”.

– ¿No lo conoces? – inquirió Onew con desdén, se había acercado a Minho para hablarle más bajo -. Es Wen, el Nazi.

Minho inspeccionó al hombre con la mirada y de “Nazi” no le encontró nada, partiendo por el hecho de que era asiático.
– Es un tipo asquerosamente rico – espetó Onew -, vive de su infinita fortuna y sus perfectas mujeres – suspiró -, a mi gusto, son todas unas zorras – alzó su vaso para beberse todo el contenido de un solo trago. ¿Era idea de Minho o de pronto el humor de Onew cambió a uno bastante irritado?

– ¿Te ha hecho algo? – apoyó la espalda en la barra y siguió al sujeto a través del bar. El hombre y la chica se habían sentado bastante lejos.

– Él no – habló Onew y fijó su vista en el vaso vacio -, pera ella sí.

Había apretado los dientes y el agarre del vaso. Fuese lo que fuese estaba claro que alguna clase de romance debió haber tenido el modelo con la preciosa chica que ahora estaba con el “Nazi”. Romance que seguramente terminó mal y acabó con una muchacha ambiciosa en busca de dinero y un Onew con el corazón destrozado, sí, Minho ya se imaginaba que Onew le contaría eso. Y así fue, no andaba tan lejos de la realidad.

– Y resulto ser una zorra – masculló entre dientes -, solo me utilizó.

Onew había pedido su cuarto vaso y lo bebía como si fuera agua, Minho comenzaba a preocuparse, no quería tener que cargar con un ebrio.

– Tuviste mala suerte – le dijo y frenó el ascenso de su vaso.

– Como odio a ese tipo – farfulló -. Nazi de mierda.

Minho dejó su vaso y le quitó el suyo a Onew cuando estaba por darle otro sorbo.

– ¿Y Nazi porque? No le veo pinta de occidental y mucho menos de ario – bromeó para hacer sonreír a Onew pero no resultó, el modelo seguía igual de malhumorado.

– Porque es un déspota, hijo de puta – exclamó y Minho le tuvo que dar unas palmaditas para que bajara sus volúmenes -, un racista malnacido y homofóbico – le dirigió a Minho una mirada que le dio escalofríos -, odia a las personas como tú.

El alto tragó saliva y volvió su atención al sujeto al fondo del bar que reía y bebía despreocupado con la joven chica a su lado.

– He sabido de unos cuantos chicos gays que han desaparecido a manos suyas – lo comentó como si el asunto fuera crucial -, hace poco hubo un escándalo en la discoteca “Crazy”, encontraron a un chico gay muerto en los privados – Onew hizo un gesto de puño con sus manos -, lo machacaron a golpes. Nadie vio nada, pero todos sabían quien había sido – murmuró dándole misterio a su narración -, algunos testigos afirmaron ver a Wan el “Nazi” salir de aquel privado, pero, por alguna razón después se declararon confusos, que estaban bebidos e inseguros de lo que habían visto.
Minho, bastante atento a su narración, miraba a Onew y al Nazi, su vista viajaba de allá para acá y se recreaba la escena de un pobre chico gay siendo golpeado hasta la muerte por un matón racista. Sintió rabia y unas ganas inmensas de hacer justicia, aunque sabía, que ante tal matón solo conseguiría una vuelta a casa en ambulancia, y si es que.

– Es obvio que el malnacido este se encargo de su silencio… es un maldito, un maldito hijo de perra, ¡Un hijo de la gran pe…!

– Onew, ya cálmate o armaras un escándalo – le relajó Minho pasándole el brazo por los hombros -. Ya olvídalo, son cosas que pasan, en este mundo tenemos de todo.

Onew se agarró la cabeza y suspiró.

– Yo la quería – murmuró y contrajo el rostro, le miró con ojos acuosos y Minho supo que era el momento de irse.

– Oh no, no, no, no – le frenó el alto -, no te me pongas a llorar. ¡Vamos hombre! Fue solo una chica y ya quedó en el pasado.

Onew sorbeteó su nariz y tomo de nuevo su vaso en la barra.

– Creo que mejor nos vamos.

Antes de que Onew siguiera emborrachándose y de que estallara en un llanto incontrolable Minho pagó la cuenta y lo sacó del bar, alejándolo de aquel mal recuerdo de esa chica, del alcohol, y del “Nazi”. Que sujeto más aterrador. Deseó jamás volver a verle ni en pelea de perros. Si el hombre era tan terrible como decía Onew entonces era mejor que nunca más se lo encontrase.

——–

Frente a la casa del modelo, y con un Onew muchas más lúcido, Minho apagó la calefacción del coche y le extendió una botella de agua.

– ¿Ya te sientes mejor?

Onew recibió el agua y bebió unos sorbos.

– Si, mejor – dijo recargándose en el asiento del copiloto y sonriendo con nostalgia -. Creo que me he pasado – murmuró y sonrió apenado.

– Ah, no te angusties.

– Gracias men – musitó el modelo -, por escucharme y todo eso, me agrada haberte encontrado de nuevo.

– Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

– Lo sé -. Sonrió y tomó la manija del coche para abrirla -. ¿Te veo luego? – preguntó desde afuera aun con la puerta abierta.

– Claro, te llamo en la semana. Ahora ya se me hace tarde para mi “reunión” – estiró la última palabra.

– La reunión del terror.. – murmuró Onew fingiendo cara de espanto. Minho resopló y giró la llave para hacer contacto -. Si decides volverte hétero después de la reunión con este viejo pervertido estaré encantado de llevarte a unas de las fiestas que..

– Ya Onew – le cortó -. Eso no pasará.

– Bueno yo solo decía – musitó cerrando la puerta.

Si había algo que le encantaba de Onew, era su facilidad para hacerle reír y encontrar el humor aunque estuviera pasando la pena más grande de su vida. Minho rió por última vez antes de despedirse de su amigo y poner en marcha el automóvil. Con renovados ánimos y entre avisos de “¡Ten cuidado!”, “¡Ya sabes, 911!”, abandonó la calle de la casa de Onew dejando atrás los ridículos gritos de su amigo.
Si bien conducía su coche con una sonrisa impecable de “todo está bien”, la verdad es que no era tan así. No podía negar que estaba un poco nervioso y el volver a ver al señor Yang le provocaba cierta molestia. Después de saber la verdad le repudiaba un poco. Si por él fuera no lo veía ni en pintura nunca más. Pero jamás se tachó de cobarde ni de poco hombre. Afrontaría sus problemas como siempre y trataría de que todo quedara en la mejor situación posible.

Siguiendo el mapa en su GPS, no tardó en dar con la casa, o mejor dicho, la mansión del señor Yang a las afueras de Seúl. Había estado en numerosas edificaciones y casas que eran verdaderos palacios en Seúl, y el hogar del señor Yang, era una de ellas, una residencia magnífica. Tenía interminables jardines, un aparcadero con más de veinte automóviles de distinto tipo, una casa enorme con más de cincuenta habitaciones y sirvientes corriendo por todos lados verificando que todo estuviese en orden. Sin duda un lugar de ensueños.
Luego de pasar por la resguardada entrada condujo hacia el aparcadero donde lo esperaba un trío de mayordomos para llevarlo dentro de la casa donde la arquitectura era bastante impresionante.
Estaba embobado admirando las inmensas lámparas colgantes del techo cuando una empleada se acercó para indicarle que le siguiera. Caminó a través de salones, pasillo y escaleras hasta que llegó al rellano de un segundo piso. Frente a una puerta inmensa y un corredor perfectamente alfombrado, la mujer le dijo que esperase. Supuso que el señor Yang estaría detrás de aquellas puertas y su nervio aumentó. No entendía bien porque estaba tan nervioso, pero pensó que tal vez se debía a que él era la víctima. ¿Realmente el plan del viejo desde un principio fue acostarse con él? El asco que le produjo dicha pregunta disipó un poco los nervios que fueron reemplazados por ira, ira que le dio el coraje que le faltaba para enfrentarlo y dejar las cosas en claro.
La sirvienta había desaparecido y solo lo acompañaba el barullo de los empleados en el primer piso y la exuberante iluminación de las inmensas lámparas araña en el alto techo. Habían pasado unos cinco minutos y él seguía esperando. Pero hasta entonces se había percatado de un detalle. Dos voces le llegaban del otro lado de la puerta entreabierta. Dos voces masculinas que parecían discutir. Dos voces que a cada paso que daba parecía reconocer más. Conocía a ambos hombres al otro lado de la puerta. Una voz era del señor Yang y por el tono parecía regañar a alguien. La otra era una voz más juvenil que se defendía como podía de las acusaciones. Era la de Jin.
Curioso se acercó más a la puerta para entender lo que hablaban. Lo que menos esperó fue encontrarse con Jin allí, aunque siendo consciente de las circunstancias, lo entendió como algo probable. Cuando esa noche abandonó el Clever pensó que jamás volvería a verle, no después de decidir alejarse de todo ese ambiente. Encontrarlo aquí le produjo una especie de emoción que prefirió entenderla como sorpresa. Frente a la puerta y observando el interior del cuarto por la pequeña ranura entre abierta divisó a dos figuras que caminaban de allá para acá. Discutían y se gritaban tratando de acusarse y de defenderse al mismo tiempo. El señor Yang estaba enojado. Estaba enojado por algo que Jin hizo. Minho no tardo en enterarse del motivo.

– ¡Se que tuviste algo que ver! – gritó el hombre -. ¡Te conozco! ¡Lo has hecho antes! – acusó con un dedo en alto y apuntando su cabeza.

– ¡Porque me hechas la culpa de tus malos ligues! – la voz juvenil de Jin se elevaba y Minho trató de imaginarse su postura altanera, no le podía ver desde la ranura -. ¡Siempre es lo mismo! ¡Siempre me culpas de todo!

– ¡Porque siempre tienes la culpa! ¡Estoy seguro que algo tienes que ver con que Choi haya renunciado! ¡Ya estoy harto de ti mocoso!

Hubo un silencio y respiraciones agitadas. Minho tragó saliva. Asique discutían por él.

– ¿Mocoso? – repitió Jin en un tonó irónico -. ¿Asique ahora soy un mocoso?

La figura de Jin apareció en su limitado campo de visión a través de la ranura. El chico caminaba despacio hacia un enojado señor Yang y le daba la espalda a Minho.

– ¿Prefieres que te diga puta? ¿Ramera? ¿Prostituta barata? ¿Zorra mala en la cama? – se burló el hombre.

Jin dio un par de pasos más hasta estar frente al señor Yang.

– Pues esta es la única zorra que tienes y que aguanta tus enfermas depravadas.

A Minho se le revolvió el estomago con su comentario. Si pensaba que el señor Yang era un hombre aprovechado y deshonesto, ahora pensaba que era un maldito viejo asqueroso. Sintió pena por Jin, compasión de él.

– Oh, cállate – ordenó y lo miró con más furia que antes -. ¿Ahora me vas a decir que no lo disfrutas? ¡Por favor! Eres una puta!

– Grito porque me pides que grite, mamo tus guarradas porque así lo exiges, me invento orgasmos porque o si no, no me pagas ¡Tengo que gemir aunque me este doliendo! ¡Tengo que aguantarte aunque no quiera! ¡¿Crees que me gusta?! ¡¿Crees que no me da asco?! ¡Eres repug…!
Un acercamiento rápido y una bofetada en la cara fueron lo único que siguió y dio terminó a dicha discusión. Antes de que el señor Yang fuera por su segundo movimiento Minho abrió las puertas de par en par. El hombre en la habitación se congeló ante su presencia y empujó al chico que sostenía por el cuello de la camiseta para apartarlo lejos. Minho no sabía cómo actuar, miraba al señor Yang y a Jin, a Jin y al señor Yang. El pobre chico le miraba hiperventilado con el pelo en la cara y una mano sobre su mejilla. Fue un momento incomodo, nadie sabía qué hacer y Minho sería un mentiroso si no aceptaba el hecho de que sintió ganas de cuidar del chico, de examinar su mejilla y protegerle de otro posible ataque de furia del señor Yang. ¿Sería esto recurrente? De todos modos no hizo nada, si podía hacer algo por él, era justamente haciendo eso, nada.
Finalmente fue el señor Yang quien habló.

– Vete – le ordenó a Jin en un tono frio que luego cambio para dirigirse a Minho -. Joven Choi, nadie me aviso que usted había llegado – explicó con una falsa educación y una sonrisa que al alto le dieron ganas de borrar de un golpe. Minho no contestó, se quedó allí observando como Jin se decidía a retirarse tras una segunda advertencia. El joven había caminado hacía la puerta con una mirada totalmente indiferente, pero sin retirar la mano de su mejilla, cuando paso a su lado le paso a llevar el hombro en un ligero golpe que comprendió como un aviso, una amenaza de su parte. El chico seguía odiándolo y más ahora. Aunque por lo escuchado, si a Jin le desagradaba el señor Yang ¿Por qué seguía siendo así con él? Quizá no se trataba de odio. Jin le estaba advirtiendo, advirtiendo que no hablase.
Los pasos del chico se perdieron por el pasillo y la voz del señor Yang fue lo único que llegó a sus oídos.

– ¿Su hijo? – preguntó Minho adentrándose en el enorme despacho y cerrando la puerta, sabía la respuesta a su pregunta absurda pero no estaba de más si es que intentaba ayudar al chico. Al señor Yang le costó pillar la pregunta, pensó unos momentos y luego contestó.

– No – dijo meditando la situación y observando su comportamiento -. Es solo… un empleado. Creí que le conocías.. – indagó el hombre con suspicacia. “A este tipo no se le escapa nada» pensó Minho.

– No – mintió y fingió indiferencia -, no la verdad.

El señor Yang lo observó un momento más y dejó el tema. Con la misma educación que siempre ha mostrado cuando se trata de Minho le invitó a tomar asiento frente a su escritorio y le ofreció una copa. Rechazó ambas invitaciones siendo lo bastantemente cortante e indiferente como para detener las falsas sonrisas y adulaciones del señor Yang. Con esa actitud tan directa y soberbia logró que la reunión durara solo unos minutos. No expuso la razón de su verdadera renuncia, confesar la verdad significaría causarle problemas a Jin y ese no era su plan, asique invento unas excusas bastante flojas que lamentablemente no convencieron al señor Yang, al igual que Minho, era un hombre que siempre luchaba por lo que quería y en ese momento estaba luchando por conservarlo.
“Maldito viejo pervertido” pensó cuando el hombre se sentó en la orilla de su escritorio y se desabrochó un poco la corbata. Un gesto tan simple como ese lo repudió aunque no insinuara nada. Quería terminar pronto con todo aquello, salir de esa casa, decirle hasta nunca al vejete ese y volver con Kibum quien seguramente lo esperaba en la cama con el escaldasono a tope. Pero el señor Yang estaba lejos de acabar, partiendo porque le rebatió todas sus excusas y duplicó la paga que tendría si no desistía del trabajo. Lo estaba tentando con una buena bonificación, y Minho casi lo hace creer que cedería. Al final ni su dinero y ni su poder le sirvieron de nada. Con una fría despedida y un apretón de manos que repudió, Minho salió de la habitación cortando todo tipo de relación con el hombre a sus espaldas. No pretendía trabajar con él ni ahora ni nunca y cualquier cercanía en el futuro de cualquier tipo la evitaría.
Mientras caminaba hacía salida, evitando que los empleados le ofreciesen su ayuda, no se había percatado del daño que se había hecho en las manos. Durante los minutos que duró la reunión estuvo con los puños apretados, odiando al hombre frente a él y queriendo golpearlo. Sus propias uñas le habían lastimado la palma y tenía pequeñas marquitas. Hasta que no se vio en un espejo de los pasillos se percató también de su ceño fruncido. Se veía amenazante así, con las cejas bajas y la boca crispada. Había estado tenso dentro de esa habitación, tan tenso y rabioso que se había lastimado. “Vaya prepotente” se mofó de él mismo y continuó con su paso firme.
Salió de la casa por indicación de un mayordomo y bordeó la entrada central para dirigirse a los aparcaderos. Hubiera seguido de largo y llegado a casa temprano si no se hubiera encontrado con Jin en el pórtico de una entrada lateral. El muchacho estaba sentado al final de unas cortas escaleras y miraba el cielo estrellado. Minho detuvo su rápido caminar y dudó antes de acercarse. ¿Cómo es que siempre terminaba topándose con él? De pronto la ira se había disipado y su rostro se había relajado, hasta olvido las pequeñas heridas en sus manos, se acercó al chico de apoco y aunque sabía que le había visto Jin no dio señas de querer reparar en su presencia. Solo hasta que estuvo a su lado se acordó de la bofetada. Una de las mejillas de Jin estaba colorada y una mano se paseaba por su cuello, quizá le había lastimado más de lo que alcanzó a ver. La luz de los focos del jardín no le daba mucha iluminación pero si la suficiente como para fijarse en su rostro y notar que estaba triste. Ojos colorados y secos le decían que había llorado aunque el chico jamás lo admitiese. Esa noche Minho sintió el primer y pequeño vuelco de su corazón. Fue brusco y repentino, pero paso tan rápido como vino. No lo tomó en cuanta y acortó de un paso el metro de distancia que lo separaba de su figura sentada.

– Esta helado para que estés aquí afuera en esas fachas – habló rompiendo su transe. El muy descarado estaba fuera con una simple ramera y unos vaqueros desgastados, ahora que lo pensaba jamás lo había visto con fachas más de hombre -. Te vas a enfermar.
Jin lo miró a través de sus húmedas pestañas y se encogió de hombros.

– Yang me pagara un doctor si eso pasa – intentó volver a ese estado de trance mirando las estrellas, pero la figura de Minho le bloqueaba la visión.

– Es en serio – dijo el más alto y se quitó la chaqueta ante su poca atención -. Ten – se la extendió. Jin no la recibió, solo lo miró con esos ojos raros y llenos de rencor.

– ¿No me delataste cierto? – preguntó poniéndose de pie y quedando a mas altura que Minho con la ayuda del escalón.

– ¿Por qué haría algo como eso?

El chico se metió las manos en los bolsillos y siguió ignorando el gesto amable de la chaqueta.

-No se – dijo cambiando su semblante por uno despreocupado -, para joderme la vida.

– No soy de esos – se defendió.

– Yo lo habría hecho – le miró muy serio como si tratara de infundirle miedo, pero temor era lo que Minho estaba lejos de sentir. Con los ojos de Jin clavados en él subió el escalón para estar a su altura, el chico retrocedió de forma torpe desvaneciendo todo asomo de amenaza por su parte.

– ¡¿Q-qué ha-haces?! – tartamudeó asustado cuando Mihno estuvo demasiado cerca y levantaba sus brazos para rodearlo. El más alto depositó la chaqueta sobre sus hombros y retrocedió un paso bajando del escalón.

– Ya te dije, hace frio y te puedes enfermar.

La actitud desconcertada de Jin le hizo sonreír y sentir que por primera vez estaba dominando la situación, el chico era más fácil de suavizar de lo que pensaba.

– Y ni se te ocurra quitártela – le advirtió con un dedo acusador. Jin rió y puso esa cara petulante que tantas veces había visto.

– Ni que fueras mi padre.

El chico se acomodó la chaqueta y retiró el cabello que había quedado atrapado bajo el cuello de cuerina. Minho siguió todos sus movimientos y reparó de nuevo en su mejilla izquierda, aun algo enrojecida por la ira del señor Yang. Se preguntó si fue el sonido de una bofetada lo que realmente escuchó y recordó lo que vio cuando entró en dicho despacho.

– ¿Por qué dejas que te golpee? – le preguntó de sopetón. Jin dejó su cabello para mirarle y levanto el cuello de la chaqueta para ocultar su mejilla -. Cuando entré no te estabas defendiendo precisamente.

– ¿Es una broma? – Jin había levantado una ceja y le observaba como si la pregunta de Minho hubiera sido demasiado estúpida.

– ¿Tengo cara de estar bromeando? – preguntó sobre la misma -. No deberías dejar que abuse de ti.

– Ya – le cortó Jin -, tu no entiendes, no te metas.

– Pero, la pasas mal – siguió, el chico puso los ojos en blanco -, esa vez me dijiste que no lo hacías porque querías, ahora al señor Yang le dijiste que… – se pausó. Jin pareció saber lo que iba a decir y le amenazó con la mirada, Minho lo dijo de todos modos -. Le dijiste que te daba asco.

– ¿Estabas espiando?

– No fue a propósito – se defendió sin mostrar un ápice de arrepentimiento -. Aun así, odias a Yang, lo repudias. ¿Por qué sigu..?

– Ya, en serio, para – le volvió a cortar Jin -. Bien sabes la respuesta no se para que preguntas.

Una ráfaga de viento helado hizo estremecerse al chico bajo la chaqueta y a Minho le provocó un leve escalofrió. Luego de eso, silencio. Silencio en el cual Minho pensó la respuesta y Jin volvía a prestar atención a las vagas estrellas. Lo sabía, claro que sabía la respuesta. “Dinero” ¿Qué más?

– Bien, ahora ya no me tendré que preocupar más por ti – habló Jin -, me hiciste más fáciles las cosas rechazando a Yang – Minho lo observó con algo de tristeza -, supongo que… Gracias – dijo de forma tan pragmática que le provocó otro escalofrió. ¿Se podía ser tan frio y falto de sentimientos?
Jin bajó el escalón y se retiró la chaqueta, tomándola por el cuello se la extendió a Minho.

– Me voy – anunció.

– ¿Eh? ¿Dónde vas? – preguntó recibiendo la prenda.

– A mi casa ¿Dónde más? – Jin lo bordeó y se rió de su desconcierto.

– Creí que vivías aquí – señaló la casa. Al instante comprendió que esa había sido una idea muy absurda.

– ¿Es otra broma? – dijo con sorna, se ceñía los brazos al cuerpo y hundía lo más posible sus manos en el bolsillo del pantalón -. Es la casa de Yang, aquí viven también su esposa y su hija.
Minho se apoyó en el barandal de la escalera y sonrió.

– ¿Qué hacías esperando a fuera entonces? – aguardó respuesta, pero solo consiguió que el chico se encogiera de hombros y le diera la espalda. Desde el barandal observó cómo sus cabellos rubios se mecían despacio por las ráfagas heladas y su piel se erizaba. No esperó más, creía saber la respuesta -. ¿Me estabas esperando?

– ¡Claro que no! – exclamó el chico sin voltearse -. ¡Qué ego!

Minho rió, cosa que pareció haberlo molestado más.

– Entonces ¿Qué hacías?

– ¿Por qué siempre tienes que hacer tantas preguntas?

Con una sonrisa Minho se separó del barandal y caminó hacia él. Una vez a su lado le extendió la chaqueta de nuevo.

– ¿Qué tal si vamos a beber algo? – ofreció.

– ¿Por qué tendría que ir contigo a alguna parte? – fue cortante y ladeó el rostro para no mirarle. Estaba fingiendo indiferencia y eso Mihno lo percibió muy bien, digamos que se estaba acostumbrando a su forma de ser.

– Bueno si no quieres no importa – contestó con el mismo tono indiferente pero con una sonrisa burlona que Jin no pudo ver. Al segundo en que giraba el pie para marcharse y bajaba la mano que extendía su chaqueta sintió el tirón de la cuerina. Jin la había sostenido y le impedía marcharse. Su sonrisa se ensancho más y esperó a que el chico le dijera algo.

– ¿Después me llevas a casa? – preguntó dirigiéndole la mirada otra vez. Seguía siendo firme y Minho se sorprendió que a pesar de todo el siguiera siendo así, algo indiferente.

– Claro – contestó y soltó la chaqueta, Jin se la calzó mientras emprendía la caminata de nuevo hasta el estacionamiento -. Te gusta hacerte de rogar ¿eh? – musitó Minho siguiéndole el paso. Solo recibió un suave codazo en las cotillas como respuesta. Ver sonreír a Jin de forma ligera le animó y dio pie para que se soltase un poco más. Iba a darse el lujo de bromear un poco si con eso conseguía que el chico dejase de verlo como algo malo, aunque siendo sincero, ya no creía que lo odiase tanto.

Todo el asunto del señor Yang hubiese tenido un buen termino de no ser porque su distinguida hija llegó a casa diciendo lo guapo que le había parecido el chico fuera de la puerta de la cocina. ¿Era un nuevo empleado? La curiosidad llevó al hombre a asomarse por el balcón de su despacho y ser testigo de algo de lo que quizá hubiera preferido no enterarse. Si tal vez Jin se hubiera percatado de la mirada asesina del señor Yang desde el balcón no habría aceptado la invitación de Minho y ambos se evitaban el infierno de vida que les esperaba. Después de todo, le habían mentido al ambicioso y poderoso señor Yang. Qué gran error.

CONTINUARA~~

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